La Primera Guerra
Mundial tuvo consecuencias decisivas para la situación y evolución posterior de
Oriente Medio, tanto para el nacionalismo árabe como para el judío. El origen
de esta Gran Guerra es principal y casi exclusivamente europeo. Sin embargo, la
presencia económica y militar de las grandes potencias en Oriente Medio y la
importancia de la región como fuente de aprovisionamiento, y sobre todo como
vía de paso, hacían inevitables las consecuencias del conflicto europeo para
estos territorios.
En estos momentos
existían dos principales centros de actividad nacionalista árabe:
- Por un lado, en el
área Líbano-Siria-Irak, los grupos organizados en sociedades secretas
antiturcas, algunos de ellos exiliados en París, que buscaban el apoyo de
Francia y Gran Bretaña en su acción contra los otomanos, y cuyo nacionalismo
era algo confuso e impreciso, sin llegar a definir claramente sus objetivos.
- Y por otro, en la Península
Arábiga se habían formado unos reinos árabes de talante guerrero y feudal,
teóricamente sometidos a la soberanía turca, pero en la práctica autónomos,
personalizados en torno a jefes tradicionales, entre los que destacaban el del
Hedjaz gobernado por Hussein, de la familia hachemita, descendiente del
Profeta, y del Nejd regido por Ibn Saud, de los wahabitas.
Gran Bretaña, que
deseaba favorecer el levantamiento de los árabes contra los turcos para
derrotarles y expulsarlos de la región al tiempo que proyectaba imponer su
propio dominio sobre la zona por razones tanto políticas como económicas,
estableció negociaciones con Hussein del Hedjaz, quién a su vez, entró en
tratos con los otros grupos nacionalistas del Creciente Fértil. Hussein
aspiraba a transformarse, con la ayuda británica, en el rey de una nación
árabe, independiente y unida. La marcha de las negociaciones árabe-británicas y
de la formación, no de una, sino de varias naciones árabes con distintos
regímenes e instituciones, y bajo la tutela occidental franco-británica,
atraviesa varios momentos.
El hachemita Hussein,
soberano de los Santos Lugares árabes desde 1908, entró en contacto con los
ingleses en El Cairo en 1914, y en octubre Kitchener dirigió a Abdullah, hijo
de Hussein, un mensaje prometiéndole la ayuda de Gran Bretaña contra toda
agresión exterior y su apoyo en favor de la "nación árabe". Hussein
vio así dibujarse su proyecto de creación de un gran reino árabe independiente
integrado por todos los territorios árabes hasta entonces bajo la tutela
otomana, del que seria el soberano.
Entre julio de 1915 y
enero de 1916 el nuevo alto comisario británico Mc Mahon estableció una
negociación por medio de las cartas cruzadas con Hussein; la llamada
"correspondencia Hussein-Mac Mahon". Hussein proponía una alianza con
un doble objetivo: la rebelión árabe contra los turcos, y su reconocimiento por
parte de Gran Bretaña como "rey de los árabes". Inglaterra se vería
comprometida después por sus promesas concernientes a la "liberación de
los árabes".
En junio de 1916 se
inició la "revuelta árabe" contra los turcos contando con la ayuda
británica; entre otros, la del famoso Lawrence de Arabia; y las fuerzas árabes
dominaron y controlaron gran parte de la región, desde el Creciente Fértil hasta
el sur de Arabia; en noviembre de 1916 Hussein se proclamó "rey de los
árabes", aunque siendo reconocido por Gran Bretaña y Francia sólo como
"rey de la región del Hedjaz", en enero de 1917.
Desde comienzos de 1917
Gran Bretaña revela los verdaderos objetivos de su política en Oriente Medio,
contando con la colaboración de Francia: el dominio sobre Palestina y
Mesopotamia con el fin de asegurar, por un lado, el control de los Santos
Lugares y la cooperación del sionismo internacional, y por otro, el dominio de
los campos petrolíferos de Irak, a los que un informe de M. Sykes, de junio de
1916, señalaba ya como "esenciales para el poderío marítimo, aéreo e
industrial de Gran Bretaña". Al mismo tiempo se eliminaban todos los
obstáculos sobre la famosa "ruta de las Indias".
Gran Bretaña y Francia
mantuvieron negociaciones sobre sus respectivos intereses y compromisos en la
región que llevaron en mayo de 1916 a los acuerdos Sykes-Picot, por la que los
países árabes quedaban divididos en zonas de influencia británica y francesa,
que configuraban los futuros Mandatos.
La ambiciosa estrategia
británica suponía la indispensable cooperación de los árabes, comenzando por
Hussein, cuyos intereses estarán en lo sucesivo ligados a los de Gran Bretaña.
La coalición anglo-árabe obligó rápidamente a los turcos a evacuar Palestina y
Siria. Las tropas árabes continuaron la lucha ocupando Damasco en octubre de
1918, llevando a la cabeza al emir Feysal, hijo y representante personal del
rey Hussein. El Hedjaz fue considerado estado beligerante, participando en la
firma de los tratados de paz de París en 1919-1920.
Pero los acuerdos
Sykes-Picot entraban en contradicción con las promesas hechas a las
aspiraciones nacionales árabes, y afectaban también a la Declaración Balfour
que es el compromiso al que llegaron Gran Bretaña y los sionistas para crear un
hogar judío en Palestina.
Lo grave y
contradictorio de este compromiso es que chocaba frontalmente con las promesas
hechas casi de forma paralela al nacionalismo árabe y con las esperanzas de
amplios sectores del pueblo árabe que consideraban Palestina como territorio
propio que habría de integrar la futura gran nación árabe, unida e
independiente. De esta forma, nacionalismo árabe y nacionalismo sionista
estaban destinados a enfrentarse en Palestina que, por el momento, quedaba bajo
control y administración británicos como Mandato.
En el proceso de
elaboración de la Declaración Balfour pueden señalarse los siguientes factores:
dos figuras políticas que representan, entre otras, a las fuerzas actuantes,
las negociaciones y, por último, la propia Declaración.
Las personalidades y
las fuerzas actuantes son Jaim Weizmann, de la Comisión Sionista de Londres, en
nombre del sionismo, y Arthur James Balfour, que representa al gobierno británico
y a los intereses y las razones de Gran Bretaña.
Jaim Weizmann, nació en
Bielorrusia, en el seno de una familia burguesa; realizó estudios de Ciencias,
concretamente Química, tanto en Alemania como en Suiza, donde se doctoró,
llegando a ser profesor en las Universidades de Ginebra y de Manchester tras
emigrar a Inglaterra en 1901. Sus inquietudes sionistas comenzaron a
manifestarse en su juventud, se incrementaron durante sus estudios en Berna,
culminando durante su estancia en Inglaterra; había asistido a todos los
Congresos sionistas desde 1898, y destacó desde el sexto Congreso en 1903,
cuando se opuso decididamente a Herzl ante su propuesta sobre la colonización
judía de Uganda. En Inglaterra, Weizmann, dotado además de una personalidad
poderosa y convincente, se dedicó con intensidad a una doble tarea: la carrera
científica en la que investigó sobre la síntesis de la acetona, lo que le
permitió colaborar con el gobierno británico en su esfuerzo de guerra, y las
actividades en la Comisión Sionista de Londres, asociado con Sokolov,
secretario general de la Organización Sionista, en las que fue el principal
artífice de la Declaración Balfour, tras una larga serie de conversaciones y
negociaciones. En 1920 fue elegido presidente de la Organización Sionista
Mundial, hasta 1931; en 1934 fundó en Palestina un Instituto de investigación
científica, al que se consagró, hasta que en 1949 fue elegido primer presidente
del recién creado Estado de Israel. Murió en 1952.
A.J. Balfour era
escocés y vivió entre 1848 y 1930, iniciando desde joven, por tradición
familiar, una brillante carrera política dentro del Partido Conservador,
llegando a ser primer ministro de 1902 a 1905. En 1916 fue nombrado secretario
del Foreign Office en el gobierno de Lloyd George, encargándose de este asunto,
cuya declaración ha quedado unida a su nombre.
En el doble marco, por
un lado, de la guerra mundial; y por ello de la agitada situación
internacional; y por otro de las especiales razones de cada una de las fuerzas
implicadas, las negociaciones formales entre el gobierno británico y la
Comisión Sionista de Londres, que se habían iniciado algún tiempo antes,
llevaron a la Declaración al irse intensificando durante todo el año 1917: en
julio Balfour recibió a lord Rothschild y a Weizmann y les invitó a que le
propusieran un texto de declaración que pudiera someter a su gobierno,
poniéndose desde ese momento los sionistas de Londres a preparar un proyecto y
llegando así a su fase final la negociación sionista. Una semana después, Rothschild
presentó el proyecto.
Dicho proyecto fue
sometido al gobierno de guerra, presidido por Lloyd George, en septiembre, y se
hicieron consultas al gobierno norteamericano, al mismo tiempo que Weizmann
activaba las gestiones ante el primer ministro británico. En octubre fue de
nuevo presentado al gobierno en su redacción definitiva: Lloyd George y
Balfour, de acuerdo con los sionistas Herzl, Weizmann, Solokov y Rothschild
consiguieron que el gobierno de guerra lo aprobara a finales de octubre sin
oposición. La Declaración quedaba así dispuesta para su inmediata publicación.
El 2 de noviembre de
1917 el ministro Balfour, en nombre del gobierno británico, dirigió una carta a
lord Rothschild, que constituye la Declaración. Al mismo tiempo, el ejército
británico iniciaba una ofensiva general en Palestina. De esta manera, Gran
Bretaña hacia saber a los judíos de todo el mundo, contando con la aprobación y
la adhesión de los aliados, como Francia y Estados Unidos, que las promesas de
los políticos estaban apoyadas por la fuerza de las armas. Y ambas se
orientaban en favor de la creación del Estado de Israel.
El texto de la
Declaración Balfour es el siguiente:
"Foreign Office
2 de noviembre de 1917
Estimado lord Rothschild:
Tengo gran placer en enviarle, en nombre del gobierno de Su Majestad,
la siguiente declaración de simpatía con las aspiraciones sionistas judías, que
ha sido sometida al gabinete y aprobada por el.
El gobierno de Su Majestad considera favorablemente el establecimiento
en Palestina de un hogar nacional para el pueblo judío, y se esforzará todo lo
que sea posible para facilitar la consecución de este objetivo, quedando
claramente entendido que no se hará nada que pueda perjudicar los derechos
civiles y religiosos de las comunidades no judías existentes en Palestina, o
los derechos y el estatuto político de que gozan los judíos en cualquier otro
país.
Le agradecería que pusiera esta comunicación en conocimiento de la
Federación Sionista.
Sinceramente suyo,
Arthur James Balfour".
Esta Declaración
prejuzgaba unilateralmente el futuro estatuto de Palestina y estaba en
contradicción con los compromisos morales y diplomáticos adquiridos por Gran
Bretaña con los árabes, especialmente en la persona del rey Hussein, y que se
manifestó con toda su crudeza al término de la Primera Guerra Mundial. Su
revelación en 1919 provocó la indignación de los árabes, dando así inicio a una
nueva y dramática fase en la historia de Oriente Medio.
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