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miércoles, 18 de abril de 2018

ORIENTE MEDIO EN LA Iº GUERRA MUNDIAL




La Primera Guerra Mundial tuvo consecuencias decisivas para la situación y evolución posterior de Oriente Medio, tanto para el nacionalismo árabe como para el judío. El origen de esta Gran Guerra es principal y casi exclusivamente europeo. Sin embargo, la presencia económica y militar de las grandes potencias en Oriente Medio y la importancia de la región como fuente de aprovisionamiento, y sobre todo como vía de paso, hacían inevitables las consecuencias del conflicto europeo para estos territorios.

En estos momentos existían dos principales centros de actividad nacionalista árabe:

- Por un lado, en el área Líbano-Siria-Irak, los grupos organizados en sociedades secretas antiturcas, algunos de ellos exiliados en París, que buscaban el apoyo de Francia y Gran Bretaña en su acción contra los otomanos, y cuyo nacionalismo era algo confuso e impreciso, sin llegar a definir claramente sus objetivos.

- Y por otro, en la Península Arábiga se habían formado unos reinos árabes de talante guerrero y feudal, teóricamente sometidos a la soberanía turca, pero en la práctica autónomos, personalizados en torno a jefes tradicionales, entre los que destacaban el del Hedjaz gobernado por Hussein, de la familia hachemita, descendiente del Profeta, y del Nejd regido por Ibn Saud, de los wahabitas.

Gran Bretaña, que deseaba favorecer el levantamiento de los árabes contra los turcos para derrotarles y expulsarlos de la región al tiempo que proyectaba imponer su propio dominio sobre la zona por razones tanto políticas como económicas, estableció negociaciones con Hussein del Hedjaz, quién a su vez, entró en tratos con los otros grupos nacionalistas del Creciente Fértil. Hussein aspiraba a transformarse, con la ayuda británica, en el rey de una nación árabe, independiente y unida. La marcha de las negociaciones árabe-británicas y de la formación, no de una, sino de varias naciones árabes con distintos regímenes e instituciones, y bajo la tutela occidental franco-británica, atraviesa varios momentos.

El hachemita Hussein, soberano de los Santos Lugares árabes desde 1908, entró en contacto con los ingleses en El Cairo en 1914, y en octubre Kitchener dirigió a Abdullah, hijo de Hussein, un mensaje prometiéndole la ayuda de Gran Bretaña contra toda agresión exterior y su apoyo en favor de la "nación árabe". Hussein vio así dibujarse su proyecto de creación de un gran reino árabe independiente integrado por todos los territorios árabes hasta entonces bajo la tutela otomana, del que seria el soberano.

Entre julio de 1915 y enero de 1916 el nuevo alto comisario británico Mc Mahon estableció una negociación por medio de las cartas cruzadas con Hussein; la llamada "correspondencia Hussein-Mac Mahon". Hussein proponía una alianza con un doble objetivo: la rebelión árabe contra los turcos, y su reconocimiento por parte de Gran Bretaña como "rey de los árabes". Inglaterra se vería comprometida después por sus promesas concernientes a la "liberación de los árabes".

En junio de 1916 se inició la "revuelta árabe" contra los turcos contando con la ayuda británica; entre otros, la del famoso Lawrence de Arabia; y las fuerzas árabes dominaron y controlaron gran parte de la región, desde el Creciente Fértil hasta el sur de Arabia; en noviembre de 1916 Hussein se proclamó "rey de los árabes", aunque siendo reconocido por Gran Bretaña y Francia sólo como "rey de la región del Hedjaz", en enero de 1917.

Desde comienzos de 1917 Gran Bretaña revela los verdaderos objetivos de su política en Oriente Medio, contando con la colaboración de Francia: el dominio sobre Palestina y Mesopotamia con el fin de asegurar, por un lado, el control de los Santos Lugares y la cooperación del sionismo internacional, y por otro, el dominio de los campos petrolíferos de Irak, a los que un informe de M. Sykes, de junio de 1916, señalaba ya como "esenciales para el poderío marítimo, aéreo e industrial de Gran Bretaña". Al mismo tiempo se eliminaban todos los obstáculos sobre la famosa "ruta de las Indias".

Gran Bretaña y Francia mantuvieron negociaciones sobre sus respectivos intereses y compromisos en la región que llevaron en mayo de 1916 a los acuerdos Sykes-Picot, por la que los países árabes quedaban divididos en zonas de influencia británica y francesa, que configuraban los futuros Mandatos.

La ambiciosa estrategia británica suponía la indispensable cooperación de los árabes, comenzando por Hussein, cuyos intereses estarán en lo sucesivo ligados a los de Gran Bretaña. La coalición anglo-árabe obligó rápidamente a los turcos a evacuar Palestina y Siria. Las tropas árabes continuaron la lucha ocupando Damasco en octubre de 1918, llevando a la cabeza al emir Feysal, hijo y representante personal del rey Hussein. El Hedjaz fue considerado estado beligerante, participando en la firma de los tratados de paz de París en 1919-1920.
Pero los acuerdos Sykes-Picot entraban en contradicción con las promesas hechas a las aspiraciones nacionales árabes, y afectaban también a la Declaración Balfour que es el compromiso al que llegaron Gran Bretaña y los sionistas para crear un hogar judío en Palestina.

Lo grave y contradictorio de este compromiso es que chocaba frontalmente con las promesas hechas casi de forma paralela al nacionalismo árabe y con las esperanzas de amplios sectores del pueblo árabe que consideraban Palestina como territorio propio que habría de integrar la futura gran nación árabe, unida e independiente. De esta forma, nacionalismo árabe y nacionalismo sionista estaban destinados a enfrentarse en Palestina que, por el momento, quedaba bajo control y administración británicos como Mandato.

En el proceso de elaboración de la Declaración Balfour pueden señalarse los siguientes factores: dos figuras políticas que representan, entre otras, a las fuerzas actuantes, las negociaciones y, por último, la propia Declaración.

Las personalidades y las fuerzas actuantes son Jaim Weizmann, de la Comisión Sionista de Londres, en nombre del sionismo, y Arthur James Balfour, que representa al gobierno británico y a los intereses y las razones de Gran Bretaña.

Jaim Weizmann, nació en Bielorrusia, en el seno de una familia burguesa; realizó estudios de Ciencias, concretamente Química, tanto en Alemania como en Suiza, donde se doctoró, llegando a ser profesor en las Universidades de Ginebra y de Manchester tras emigrar a Inglaterra en 1901. Sus inquietudes sionistas comenzaron a manifestarse en su juventud, se incrementaron durante sus estudios en Berna, culminando durante su estancia en Inglaterra; había asistido a todos los Congresos sionistas desde 1898, y destacó desde el sexto Congreso en 1903, cuando se opuso decididamente a Herzl ante su propuesta sobre la colonización judía de Uganda. En Inglaterra, Weizmann, dotado además de una personalidad poderosa y convincente, se dedicó con intensidad a una doble tarea: la carrera científica en la que investigó sobre la síntesis de la acetona, lo que le permitió colaborar con el gobierno británico en su esfuerzo de guerra, y las actividades en la Comisión Sionista de Londres, asociado con Sokolov, secretario general de la Organización Sionista, en las que fue el principal artífice de la Declaración Balfour, tras una larga serie de conversaciones y negociaciones. En 1920 fue elegido presidente de la Organización Sionista Mundial, hasta 1931; en 1934 fundó en Palestina un Instituto de investigación científica, al que se consagró, hasta que en 1949 fue elegido primer presidente del recién creado Estado de Israel. Murió en 1952.

A.J. Balfour era escocés y vivió entre 1848 y 1930, iniciando desde joven, por tradición familiar, una brillante carrera política dentro del Partido Conservador, llegando a ser primer ministro de 1902 a 1905. En 1916 fue nombrado secretario del Foreign Office en el gobierno de Lloyd George, encargándose de este asunto, cuya declaración ha quedado unida a su nombre.

En el doble marco, por un lado, de la guerra mundial; y por ello de la agitada situación internacional; y por otro de las especiales razones de cada una de las fuerzas implicadas, las negociaciones formales entre el gobierno británico y la Comisión Sionista de Londres, que se habían iniciado algún tiempo antes, llevaron a la Declaración al irse intensificando durante todo el año 1917: en julio Balfour recibió a lord Rothschild y a Weizmann y les invitó a que le propusieran un texto de declaración que pudiera someter a su gobierno, poniéndose desde ese momento los sionistas de Londres a preparar un proyecto y llegando así a su fase final la negociación sionista. Una semana después, Rothschild presentó el proyecto.

Dicho proyecto fue sometido al gobierno de guerra, presidido por Lloyd George, en septiembre, y se hicieron consultas al gobierno norteamericano, al mismo tiempo que Weizmann activaba las gestiones ante el primer ministro británico. En octubre fue de nuevo presentado al gobierno en su redacción definitiva: Lloyd George y Balfour, de acuerdo con los sionistas Herzl, Weizmann, Solokov y Rothschild consiguieron que el gobierno de guerra lo aprobara a finales de octubre sin oposición. La Declaración quedaba así dispuesta para su inmediata publicación.

El 2 de noviembre de 1917 el ministro Balfour, en nombre del gobierno británico, dirigió una carta a lord Rothschild, que constituye la Declaración. Al mismo tiempo, el ejército británico iniciaba una ofensiva general en Palestina. De esta manera, Gran Bretaña hacia saber a los judíos de todo el mundo, contando con la aprobación y la adhesión de los aliados, como Francia y Estados Unidos, que las promesas de los políticos estaban apoyadas por la fuerza de las armas. Y ambas se orientaban en favor de la creación del Estado de Israel.











El texto de la Declaración Balfour es el siguiente:

"Foreign Office

2 de noviembre de 1917

Estimado lord Rothschild:

Tengo gran placer en enviarle, en nombre del gobierno de Su Majestad, la siguiente declaración de simpatía con las aspiraciones sionistas judías, que ha sido sometida al gabinete y aprobada por el.

El gobierno de Su Majestad considera favorablemente el establecimiento en Palestina de un hogar nacional para el pueblo judío, y se esforzará todo lo que sea posible para facilitar la consecución de este objetivo, quedando claramente entendido que no se hará nada que pueda perjudicar los derechos civiles y religiosos de las comunidades no judías existentes en Palestina, o los derechos y el estatuto político de que gozan los judíos en cualquier otro país.

Le agradecería que pusiera esta comunicación en conocimiento de la Federación Sionista.

Sinceramente suyo,

Arthur James Balfour".




Esta Declaración prejuzgaba unilateralmente el futuro estatuto de Palestina y estaba en contradicción con los compromisos morales y diplomáticos adquiridos por Gran Bretaña con los árabes, especialmente en la persona del rey Hussein, y que se manifestó con toda su crudeza al término de la Primera Guerra Mundial. Su revelación en 1919 provocó la indignación de los árabes, dando así inicio a una nueva y dramática fase en la historia de Oriente Medio.

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