El Gobierno de Itzjak
Rabin, lamentando lo ocurrido, se limitó a desarmar a un centenar de colonos
distinguidos por su fanatismo y accedió a la presencia de observadores
internacionales desarmados. También añadió que "la Declaración de
Principios dice que no se desmantelará ningún asentamiento judío y que la
O.L.P. no podía exigirle que sacara a los colonos de la ciudad de Hebrón".
El Gobierno de Tel Aviv también tenía las manos atadas: su opinión pública, que
en septiembre estuvo a favor de la negociación, reaccionaba con miedo y se
oponía ahora mayoritariamente al desarme de los colonos y al abandono de los
establecimientos agrícolas.
Arafat por su parte
dijo: "Israel nos ha engañado. Después de casi seis meses, desde aquella
ceremonia de la Casa Blanca, no se ha puesto nada en práctica sobre el
terreno".
La negociación quedaba
paralizada. Se reanudaría en El Cairo un mes más tarde pero, pese a las muchas
esperanzas nuevamente suscitadas, los acuerdos no terminaban de llegar.
El 3 de marzo de 1994
el presidente del Consejo de Ministros de la Unión Europea, Karolos Papoulias,
declaró que la presencia internacional en los territorios palestinos ocupados
por Israel eran una "condición básica" para la reanudación de la
Conferencia de Paz. Papoulias agregó que otra premisa necesaria para que
avanzaran las negociaciones consistía en desarmar a los colonos de los
asentamientos judíos en Cisjordania y Gaza.
El Gobierno laborista
israelí inició el mismo día la liberación de una segunda tanda de prisioneros
palestinos, alrededor de 400. El número de liberados en esa misma semana
ascendió a 1.000. La O.L.P. calificó la medida de "insuficiente" y
"cosmética". Señalando que, desde el suceso de la mezquita de Hebrón,
al menos 500 palestinos se sumaron a los 11.000 detenidos que albergaban las
cárceles israelíes.
Israel cerró la franja
de Gaza y Cisjordania el 7 de abril después de dos ataques de la guerrilla
palestina que acabó con la vida de ocho israelíes en Afula. Los ataques fueron
en venganza de la matanza de la mezquita de Hebrón. El cierre de los
territorios fue criticado duramente por el presidente de la O.L.P., Yasir
Arafat, que afirmó que esta acción dañaría las condiciones de vida de miles de
palestinos.
Para garantizar la
seguridad de un centenar de colonos, se les construyó en torno a Jericó una
carretera. Además, se ampliaron las colonias con un colchón de seguridad. En
Hebrón para proteger a los colonos se levantaron en torno a sus casas muros que
restringían la libre circulación palestina e incluso impedían a algunas
familias acceder o salir de sus casas sin pasar por un control militar judío.
Abed-Rabbo, miembro del
comité ejecutivo de la O.L.P., manifestó el 9 de abril que el acuerdo con
Israel estaba "moribundo" y pidió conversaciones inmediatas sobre el
status final de toda Cisjordania y la franja de Gaza.
Las acciones de
violencia continuaron en los territorios ocupados. Un palestino resultó muerto
por soldados israelíes a los que intentó atacar en el principal punto de paso
entre la franja de Gaza e Israel. La víctima, de 18 años y de Gaza, intentó
cruzar a pie una barrera del Ejército, pese al cierre de los territorios
ocupados. Al aproximarse a los soldados, el joven palestino agitó un hacha y se
lanzó hacia uno de los soldados. Los otros militares dispararon contra el
matándole.
También una palestina
de 21 años murió a tiros por un colono israelí que se dio a la fuga cerca de
Ramala. La mujer, estaba embarazada de tres meses.
Israel efectuó
maniobras simbólicas. En Jericó la presencia militar de ocupación fue
prácticamente reducida al mínimo. En Gaza, el cuartel general del Ejército,
símbolo de la ocupación fue evacuado a medida que el Ejército se desplazó hacia
el sur de la franja, cerca de la frontera egipcia, a Gusg Katif donde están la
mayoría de las 19 colonias judías. En Gaza no se podía hablar de retirada, era
un repliegue cuya lógica descansaba sobre el hecho de que el movimiento
islámico Hamas era y seguiría siendo un peligro para los colonos judíos que
permanecerán en la franja incluso cuando se haya consolidado la autonomía.
Sin embargo, no se
cumpliría la fecha del 13 de abril comprometida en Washington para la retirada
total del Ejército israelí. Ese día aún continuaban en Gaza y Jericó los
soldados israelíes.
En una entrevista Rabin
dijo que la retirada de las tropas de Jericó y el repliegue total de los
soldados de Gaza podría producirse en el plazo de un mes.
En El Cairo, Israel y
la O.L.P. alcanzaron un acuerdo sobre la liberación de 2.500 prisioneros y la
entrada de 6.000 policías palestinos en Gaza y Jericó al día siguiente de la
firma del acuerdo definitivo Israel-O.L.P. El presidente egipcio H. Mubarak,
anunció que dicho acuerdo se firmaría por parte de Isaac Rabin y de Yasir
Arafat en El Cairo a primeros de mayo.
El 30 de abril, el
secretario de Estado norteamericano, Warren Christopher, presentó al presidente
sirio, Hafiz al-Assad, la primera propuesta del primer ministro israelí Isaac
Rabin, relativa a la evacuación militar de los altos del Golán. Las
conversaciones de paz sirio-israelíes, iniciadas en la Conferencia de Madrid de
1991, se encontraban bloqueadas por la exigencia siria de que Israel devolviera
íntegramente los altos del Golán, y la israelí de establecer primero
"plenas relaciones" con su vecino sirio. La iniciativa que llevó a
Damasco a W. Christopher proponía, la retirada inicial de tres pueblos sirios,
en una primera fase, que se realizaría en un plazo de tres meses. En esta fase
Israel no desmantelaría ninguno de los asentamientos donde viven 13.000
colonos. Rabin pretendía que la devolución del Golán se prolongara durante al
menos ocho años, mientras que Siria no deseaba que durase mas de dos años.
Siria no acepto la
propuesta y exigió el compromiso de devolución total del Golán como condición
previa para negociar.
La máxima instancia
ejecutiva palestina, que respondería al nombre oficial de Autoridad Nacional
Palestina (A.N.P.) estaría encabezada por Yasir Arafat, quien para tal efecto
se adjudicó el título de presidente de Palestina, pese a las objeciones de
Israel, que sólo estaba dispuesta a reconecerle como secretario general del
A.N.P.
De cualquier forma,
Arafat designó a tres vicepresidentes: Abu Mazen, quien oficiaría de ministro
de Interior; Faruk Kadumi que asumiría el cargo de ministro de Asuntos
Exteriores y el abogado Freij Abu Midén como asesor judicial del Gobierno.
Abu Alaa, mago de las
finanzas de la O.L.P., encabezaría el Ministerio de Economía. Yasir Abed Rabo,
se ocuparía de la cartera de Información. Feisal El Huseini, jefe de la O.L.P.
en Jerusalén este, sería el coordinador de las gestiones de A.N.P. con Israel.
El alcalde de Belén
este, Elías Freij, ocuparía el cargo de ministro de Asuntos Municipales.
Zakaria El Aga, actual jefe de Al Fatah en Gaza, oficiaría de ministro de la
Vivienda y Fathi Arafat, el hermano de Yasir Arafat, sería el titular de
Sanidad.
La única mujer incluida
en el Gabinete sería Um Jihad, la viuda de Abu Jihad. Um Jihad, asumiría la
cartera de Bienestar Social.
Todos estos cargos
todavía estaban pendientes de la confirmación oficial.
El 4 de mayo de 1994 en
el moderno Palacio de Congresos Medina Al Naser, de la ciudad egipcia de El
Cairo; el primer ministro israelí, Isaac Rabin, y el dirigente de la O.L.P.,
Yasir Arafat, firmaron el Acuerdo sobre la Autonomía Palestina para Gaza y
Jericó.
Se había negociado toda
la noche. Quedaban flecos una hora antes de la ceremonia de la firma. Yasir
Arafat había estado a punto de no acudir y pedir que se retrasara el acto. Pero
se decidió firmar y dejar esos detalles para más adelante. El mundo estaba
pendiente de este acuerdo, que debía haberse alcanzado en diciembre de 1993.
El presidente egipcio
Mubarak trataba de poner orden a la derecha, a Rabin, y a la izquierda, a
Arafat. Peres y Christopher salieron de su sitio y se fueron a presionar
verbalmente al líder palestino, que hacía gestos de rechazo con la mano.
Un mapa recogía la
extensión del territorio que Israel cedería en Jericó. Los israelíes habían
llegado a avenirse a ceder 55 kilómetros cuadrados y los palestinos pedían 62.
Arafat, al firmar los documentos, con un bolígrafo azul, había escrito en la
hoja que incluía el mapa una reserva de su puño y letra. Eso dio lugar a que
Peres y Rabin se rasgaran las vestiduras entre bastidores del solemne acto.
Rabin, duro, amenazó
con marcharse. Tras una pausa, se decidió echar tierra al incidente y firmar.
El secretario de Estado
norteamericano, Warren Christopher, hizo un discurso marcando la dirección de
por dónde había de continuar el proceso de paz, con mención expresa a que
empezó en Madrid en 1991 y a la declaración de Washington.
El ministro de
Exteriores israelí, Peres, tendió la mano a los palestinos asegurando que no
querían ser más sus gendarmes y sus guardianes y haciendo votos por el proceso
de auto-gobierno. El primer ministro, Rabin, hizo un discurso más para la
opinión pública escéptica de su país que para el mundo. Dijo que el acuerdo era
un esfuerzo para llegar a la coexistencia pacífica y posteriormente tratar de
alcanzar una solución definitiva. Insistió en que sin seguridad para Israel no
habría paz y recordó la animosidad del pasado en la que palestinos e israelíes
se habían matado mutuamente.
Arafat hizo hincapié en
que empezaba a ser realidad que los palestinos llegaran a alcanzar su
soberanía. Dio las gracias por ello a la solidaridad de todos los árabes, y
dijo que el paso dado era decisivo para la convivencia con Israel, pero planteó
la reivindicación de Jerusalén como parte del futuro entendimiento.
Coincidiendo con el
momento de la firma, Israel puso en libertad a un millar de palestinos
encarcelados, 700 de Gaza y 500 de Cisjordania. Todos pertenecían a la O.L.P.
excepto dos militantes de Hamas y dos de Yihad Islámica que acataron por escrito
el proceso de paz, es decir, renunciaron a la lucha armada.
Durante la madrugada
del 4 de mayo el Ejército israelí detuvo a 400 colonos que se colaron en Jericó
eludiendo los controles levantados para evitar incidentes con palestinos
durante la firma del acuerdo de El Cairo.
El líder de la
oposición israelí, Benjamin Netaniahu, viajó a Jericó acompañado de una docena
de diputados de la derecha que se sirvieron de su inmunidad parlamentaria para
poder entrar en la antigua sinagoga de la ciudad, convertida en símbolo de la
resistencia de los colonos a los acuerdos israelo-palestinos.
Los diputados firmaron
una carta comprometiéndose a defender al "Gran Israel", incluida Gaza
y Jericó.
El Ejército israelí
dispersó con gases a decenas de palestinos que se manifestaron frente a la sede
de la policía en la plaza central de Jericó.
Choques entre la
población local y el Ejército israelí también se registraron en otras ciudades
como Hebrón y Nablús. Los grupos palestinos opuestos al acuerdo obligaron a
muchos comerciantes a cerrar sus tiendas y respetar la huelga general convocada
por los radicales.
Damasco también criticó
el acuerdo asegurando que era un paso atrás y que Siria nunca firmaría un
acuerdo por separado. El rey Hussein declaró que el acuerdo entre Jordania e
Israel todavía no estaba maduro y tardaría en concretarse.
La renta de un
palestino de los territorios ocupados era una quinta parte de la de un israelí.
El desempleo, de un 50% de la fuerza de trabajo.
La firma de la
autonomía palestina no era sólo una oportunidad para la paz, como se subrayó en
los discursos, sino una ocasión para la igualdad. Se hablaba mucho de política,
pero empezaba a hablarse a fondo de economía.
En el momento de la
firma las oportunidades de hacer negocios eran ínfimas y las condiciones de
vida pésimas. Si esas condiciones no mejoraban, los grupos extremistas
capitalizarían el fracaso.
Por eso la autonomía
para Gaza y Jericó, tenía que dar resultados inmediatos en el terreno
económico. Si esa mejora tardaba en llegar, podía traer la desilusión y la
impaciencia.
Según una encuesta, los
palestinos condicionaban su apoyo al plan más por la perspectiva de una mejora
en la economía que porque fuera a representar un primer paso hacia un Estado
palestino. El 65% de los habitantes palestinos de la zona apoyaban el acuerdo
en la medida en que fuera a mejorar su nivel de vida. Sólo una minoría lo
aprobaba porque significase un punto de partida hacia el Estado palestino. La
mejor manera de demostrar el cambio, que el acuerdo servía para algo, sería la
inyección de dólares, las inversiones, la mejora de las infraestructuras, la
lucha contra el paro, el desarrollo de la agricultura y la industria. Esta paz
iba a costar cara, habría que pagar los proyectos de salud, la policía que
garantizase esa paz, etc.
El problema residía en
el impacto que podría tener sobre las inversiones una desestabilización de la
zona. Y no sólo en la inyección económica, sino en la voluntad de regreso de
esos cientos de miles de palestinos: técnicos, profesores, mano de obra
cualificada, que podría contribuir al despegue económico.
Por estos motivos, las
nuevas autoridades autónomas palestinas, contarían desde el día de la firma,
con una línea de crédito de 1.200 millones de dólares otorgada por distintos
países y coordinada por el Banco Mundial para utilizar inmediatamente en la
reconstrucción de los territorios ocupados con el fin de potenciar su
desarrollo y garantizar el éxito del proceso de paz.
La U.E. contribuyó a
ese crédito con 600 millones de dólares; Estados Unidos con 500; Japón, 200, y
el propio Banco Mundial aportó 50 millones más.
Las principales
partidas del crédito se repartirían de la siguiente forma: agua corriente y
depuración de aguas, 111 millones de dólares; electricidad, 108 millones;
educación, 80 millones; mejora de las condiciones de los campamentos de
refugiados, 30 millones y promoción de la construcción de nuevas viviendas de
precios baratos, 80 millones.
Del resto del dinero se
destinarían 225 millones de dólares para ayudar a la creación de la burocracia
gubernamental que los palestinos necesitarían poner en marcha en Gaza y Jericó,
y 300 millones más estarían dedicados a respaldar diferentes iniciativas del
sector privado. Otros 75 millones de dólares tenían la finalidad de cubrir
distintos aspectos de asistencia técnica.
Y así se creó el Estado
de Palestina y llegamos al final de este trabajo. Gracias por su atención
durante tantas páginas.
En la actualidad
el conflicto Israelo-Palestino no
tiene solucion a corto plazo
Por falta de dialogo y solucion por ambas partes.
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