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miércoles, 18 de abril de 2018

En fin, la utopía.




El Gobierno de Itzjak Rabin, lamentando lo ocurrido, se limitó a desarmar a un centenar de colonos distinguidos por su fanatismo y accedió a la presencia de observadores internacionales desarmados. También añadió que "la Declaración de Principios dice que no se desmantelará ningún asentamiento judío y que la O.L.P. no podía exigirle que sacara a los colonos de la ciudad de Hebrón". El Gobierno de Tel Aviv también tenía las manos atadas: su opinión pública, que en septiembre estuvo a favor de la negociación, reaccionaba con miedo y se oponía ahora mayoritariamente al desarme de los colonos y al abandono de los establecimientos agrícolas.

Arafat por su parte dijo: "Israel nos ha engañado. Después de casi seis meses, desde aquella ceremonia de la Casa Blanca, no se ha puesto nada en práctica sobre el terreno".

La negociación quedaba paralizada. Se reanudaría en El Cairo un mes más tarde pero, pese a las muchas esperanzas nuevamente suscitadas, los acuerdos no terminaban de llegar.


El 3 de marzo de 1994 el presidente del Consejo de Ministros de la Unión Europea, Karolos Papoulias, declaró que la presencia internacional en los territorios palestinos ocupados por Israel eran una "condición básica" para la reanudación de la Conferencia de Paz. Papoulias agregó que otra premisa necesaria para que avanzaran las negociaciones consistía en desarmar a los colonos de los asentamientos judíos en Cisjordania y Gaza.

El Gobierno laborista israelí inició el mismo día la liberación de una segunda tanda de prisioneros palestinos, alrededor de 400. El número de liberados en esa misma semana ascendió a 1.000. La O.L.P. calificó la medida de "insuficiente" y "cosmética". Señalando que, desde el suceso de la mezquita de Hebrón, al menos 500 palestinos se sumaron a los 11.000 detenidos que albergaban las cárceles israelíes.

Israel cerró la franja de Gaza y Cisjordania el 7 de abril después de dos ataques de la guerrilla palestina que acabó con la vida de ocho israelíes en Afula. Los ataques fueron en venganza de la matanza de la mezquita de Hebrón. El cierre de los territorios fue criticado duramente por el presidente de la O.L.P., Yasir Arafat, que afirmó que esta acción dañaría las condiciones de vida de miles de palestinos.

Para garantizar la seguridad de un centenar de colonos, se les construyó en torno a Jericó una carretera. Además, se ampliaron las colonias con un colchón de seguridad. En Hebrón para proteger a los colonos se levantaron en torno a sus casas muros que restringían la libre circulación palestina e incluso impedían a algunas familias acceder o salir de sus casas sin pasar por un control militar judío.

Abed-Rabbo, miembro del comité ejecutivo de la O.L.P., manifestó el 9 de abril que el acuerdo con Israel estaba "moribundo" y pidió conversaciones inmediatas sobre el status final de toda Cisjordania y la franja de Gaza.

Las acciones de violencia continuaron en los territorios ocupados. Un palestino resultó muerto por soldados israelíes a los que intentó atacar en el principal punto de paso entre la franja de Gaza e Israel. La víctima, de 18 años y de Gaza, intentó cruzar a pie una barrera del Ejército, pese al cierre de los territorios ocupados. Al aproximarse a los soldados, el joven palestino agitó un hacha y se lanzó hacia uno de los soldados. Los otros militares dispararon contra el matándole.

También una palestina de 21 años murió a tiros por un colono israelí que se dio a la fuga cerca de Ramala. La mujer, estaba embarazada de tres meses.

Israel efectuó maniobras simbólicas. En Jericó la presencia militar de ocupación fue prácticamente reducida al mínimo. En Gaza, el cuartel general del Ejército, símbolo de la ocupación fue evacuado a medida que el Ejército se desplazó hacia el sur de la franja, cerca de la frontera egipcia, a Gusg Katif donde están la mayoría de las 19 colonias judías. En Gaza no se podía hablar de retirada, era un repliegue cuya lógica descansaba sobre el hecho de que el movimiento islámico Hamas era y seguiría siendo un peligro para los colonos judíos que permanecerán en la franja incluso cuando se haya consolidado la autonomía.

Sin embargo, no se cumpliría la fecha del 13 de abril comprometida en Washington para la retirada total del Ejército israelí. Ese día aún continuaban en Gaza y Jericó los soldados israelíes.

En una entrevista Rabin dijo que la retirada de las tropas de Jericó y el repliegue total de los soldados de Gaza podría producirse en el plazo de un mes.

En El Cairo, Israel y la O.L.P. alcanzaron un acuerdo sobre la liberación de 2.500 prisioneros y la entrada de 6.000 policías palestinos en Gaza y Jericó al día siguiente de la firma del acuerdo definitivo Israel-O.L.P. El presidente egipcio H. Mubarak, anunció que dicho acuerdo se firmaría por parte de Isaac Rabin y de Yasir Arafat en El Cairo a primeros de mayo.

El 30 de abril, el secretario de Estado norteamericano, Warren Christopher, presentó al presidente sirio, Hafiz al-Assad, la primera propuesta del primer ministro israelí Isaac Rabin, relativa a la evacuación militar de los altos del Golán. Las conversaciones de paz sirio-israelíes, iniciadas en la Conferencia de Madrid de 1991, se encontraban bloqueadas por la exigencia siria de que Israel devolviera íntegramente los altos del Golán, y la israelí de establecer primero "plenas relaciones" con su vecino sirio. La iniciativa que llevó a Damasco a W. Christopher proponía, la retirada inicial de tres pueblos sirios, en una primera fase, que se realizaría en un plazo de tres meses. En esta fase Israel no desmantelaría ninguno de los asentamientos donde viven 13.000 colonos. Rabin pretendía que la devolución del Golán se prolongara durante al menos ocho años, mientras que Siria no deseaba que durase mas de dos años.

Siria no acepto la propuesta y exigió el compromiso de devolución total del Golán como condición previa para negociar.
La máxima instancia ejecutiva palestina, que respondería al nombre oficial de Autoridad Nacional Palestina (A.N.P.) estaría encabezada por Yasir Arafat, quien para tal efecto se adjudicó el título de presidente de Palestina, pese a las objeciones de Israel, que sólo estaba dispuesta a reconecerle como secretario general del A.N.P.

De cualquier forma, Arafat designó a tres vicepresidentes: Abu Mazen, quien oficiaría de ministro de Interior; Faruk Kadumi que asumiría el cargo de ministro de Asuntos Exteriores y el abogado Freij Abu Midén como asesor judicial del Gobierno.

Abu Alaa, mago de las finanzas de la O.L.P., encabezaría el Ministerio de Economía. Yasir Abed Rabo, se ocuparía de la cartera de Información. Feisal El Huseini, jefe de la O.L.P. en Jerusalén este, sería el coordinador de las gestiones de A.N.P. con Israel.

El alcalde de Belén este, Elías Freij, ocuparía el cargo de ministro de Asuntos Municipales. Zakaria El Aga, actual jefe de Al Fatah en Gaza, oficiaría de ministro de la Vivienda y Fathi Arafat, el hermano de Yasir Arafat, sería el titular de Sanidad.

La única mujer incluida en el Gabinete sería Um Jihad, la viuda de Abu Jihad. Um Jihad, asumiría la cartera de Bienestar Social.

Todos estos cargos todavía estaban pendientes de la confirmación oficial.

El 4 de mayo de 1994 en el moderno Palacio de Congresos Medina Al Naser, de la ciudad egipcia de El Cairo; el primer ministro israelí, Isaac Rabin, y el dirigente de la O.L.P., Yasir Arafat, firmaron el Acuerdo sobre la Autonomía Palestina para Gaza y Jericó.

Se había negociado toda la noche. Quedaban flecos una hora antes de la ceremonia de la firma. Yasir Arafat había estado a punto de no acudir y pedir que se retrasara el acto. Pero se decidió firmar y dejar esos detalles para más adelante. El mundo estaba pendiente de este acuerdo, que debía haberse alcanzado en diciembre de 1993.

El presidente egipcio Mubarak trataba de poner orden a la derecha, a Rabin, y a la izquierda, a Arafat. Peres y Christopher salieron de su sitio y se fueron a presionar verbalmente al líder palestino, que hacía gestos de rechazo con la mano.

Un mapa recogía la extensión del territorio que Israel cedería en Jericó. Los israelíes habían llegado a avenirse a ceder 55 kilómetros cuadrados y los palestinos pedían 62. Arafat, al firmar los documentos, con un bolígrafo azul, había escrito en la hoja que incluía el mapa una reserva de su puño y letra. Eso dio lugar a que Peres y Rabin se rasgaran las vestiduras entre bastidores del solemne acto.
Rabin, duro, amenazó con marcharse. Tras una pausa, se decidió echar tierra al incidente y firmar.

El secretario de Estado norteamericano, Warren Christopher, hizo un discurso marcando la dirección de por dónde había de continuar el proceso de paz, con mención expresa a que empezó en Madrid en 1991 y a la declaración de Washington.

El ministro de Exteriores israelí, Peres, tendió la mano a los palestinos asegurando que no querían ser más sus gendarmes y sus guardianes y haciendo votos por el proceso de auto-gobierno. El primer ministro, Rabin, hizo un discurso más para la opinión pública escéptica de su país que para el mundo. Dijo que el acuerdo era un esfuerzo para llegar a la coexistencia pacífica y posteriormente tratar de alcanzar una solución definitiva. Insistió en que sin seguridad para Israel no habría paz y recordó la animosidad del pasado en la que palestinos e israelíes se habían matado mutuamente.

Arafat hizo hincapié en que empezaba a ser realidad que los palestinos llegaran a alcanzar su soberanía. Dio las gracias por ello a la solidaridad de todos los árabes, y dijo que el paso dado era decisivo para la convivencia con Israel, pero planteó la reivindicación de Jerusalén como parte del futuro entendimiento.

Coincidiendo con el momento de la firma, Israel puso en libertad a un millar de palestinos encarcelados, 700 de Gaza y 500 de Cisjordania. Todos pertenecían a la O.L.P. excepto dos militantes de Hamas y dos de Yihad Islámica que acataron por escrito el proceso de paz, es decir, renunciaron a la lucha armada.

Durante la madrugada del 4 de mayo el Ejército israelí detuvo a 400 colonos que se colaron en Jericó eludiendo los controles levantados para evitar incidentes con palestinos durante la firma del acuerdo de El Cairo.

El líder de la oposición israelí, Benjamin Netaniahu, viajó a Jericó acompañado de una docena de diputados de la derecha que se sirvieron de su inmunidad parlamentaria para poder entrar en la antigua sinagoga de la ciudad, convertida en símbolo de la resistencia de los colonos a los acuerdos israelo-palestinos.

Los diputados firmaron una carta comprometiéndose a defender al "Gran Israel", incluida Gaza y Jericó.

El Ejército israelí dispersó con gases a decenas de palestinos que se manifestaron frente a la sede de la policía en la plaza central de Jericó.

Choques entre la población local y el Ejército israelí también se registraron en otras ciudades como Hebrón y Nablús. Los grupos palestinos opuestos al acuerdo obligaron a muchos comerciantes a cerrar sus tiendas y respetar la huelga general convocada por los radicales.

Damasco también criticó el acuerdo asegurando que era un paso atrás y que Siria nunca firmaría un acuerdo por separado. El rey Hussein declaró que el acuerdo entre Jordania e Israel todavía no estaba maduro y tardaría en concretarse.

La renta de un palestino de los territorios ocupados era una quinta parte de la de un israelí. El desempleo, de un 50% de la fuerza de trabajo.

La firma de la autonomía palestina no era sólo una oportunidad para la paz, como se subrayó en los discursos, sino una ocasión para la igualdad. Se hablaba mucho de política, pero empezaba a hablarse a fondo de economía.

En el momento de la firma las oportunidades de hacer negocios eran ínfimas y las condiciones de vida pésimas. Si esas condiciones no mejoraban, los grupos extremistas capitalizarían el fracaso.

Por eso la autonomía para Gaza y Jericó, tenía que dar resultados inmediatos en el terreno económico. Si esa mejora tardaba en llegar, podía traer la desilusión y la impaciencia.

Según una encuesta, los palestinos condicionaban su apoyo al plan más por la perspectiva de una mejora en la economía que porque fuera a representar un primer paso hacia un Estado palestino. El 65% de los habitantes palestinos de la zona apoyaban el acuerdo en la medida en que fuera a mejorar su nivel de vida. Sólo una minoría lo aprobaba porque significase un punto de partida hacia el Estado palestino. La mejor manera de demostrar el cambio, que el acuerdo servía para algo, sería la inyección de dólares, las inversiones, la mejora de las infraestructuras, la lucha contra el paro, el desarrollo de la agricultura y la industria. Esta paz iba a costar cara, habría que pagar los proyectos de salud, la policía que garantizase esa paz, etc.

El problema residía en el impacto que podría tener sobre las inversiones una desestabilización de la zona. Y no sólo en la inyección económica, sino en la voluntad de regreso de esos cientos de miles de palestinos: técnicos, profesores, mano de obra cualificada, que podría contribuir al despegue económico.

Por estos motivos, las nuevas autoridades autónomas palestinas, contarían desde el día de la firma, con una línea de crédito de 1.200 millones de dólares otorgada por distintos países y coordinada por el Banco Mundial para utilizar inmediatamente en la reconstrucción de los territorios ocupados con el fin de potenciar su desarrollo y garantizar el éxito del proceso de paz.



La U.E. contribuyó a ese crédito con 600 millones de dólares; Estados Unidos con 500; Japón, 200, y el propio Banco Mundial aportó 50 millones más.

Las principales partidas del crédito se repartirían de la siguiente forma: agua corriente y depuración de aguas, 111 millones de dólares; electricidad, 108 millones; educación, 80 millones; mejora de las condiciones de los campamentos de refugiados, 30 millones y promoción de la construcción de nuevas viviendas de precios baratos, 80 millones.

Del resto del dinero se destinarían 225 millones de dólares para ayudar a la creación de la burocracia gubernamental que los palestinos necesitarían poner en marcha en Gaza y Jericó, y 300 millones más estarían dedicados a respaldar diferentes iniciativas del sector privado. Otros 75 millones de dólares tenían la finalidad de cubrir distintos aspectos de asistencia técnica.


Y así se creó el Estado de Palestina y llegamos al final de este trabajo. Gracias por su atención durante tantas páginas.

En  la actualidad  el conflicto Israelo-Palestino  no tiene solucion a corto plazo
Por  falta de dialogo y solucion por ambas partes.





















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