Egipto y Siria habían
estado preparando y proyectando este momento desde hacía meses. A diferencia de
guerras anteriores, en las que la participación egipcia y siria se había
explicado, ante todo, como un acto de solidaridad con los árabes palestinos,
esta vez existían motivaciones específicas, tanto sirias como egipcias, para
hacer la guerra: volver a recuperar los territorios ocupados por Israel durante
la Guerra de los Seis Días de 1967.
Ya se ha visto cómo,
poco después de la expulsión de Egipto de todos los expertos rusos en julio de
1972, se habían iniciado con toda seriedad los proyectos para la guerra. En
octubre de aquel año, Sadat había nombrado como ministro de la Guerra y
Comandante en Jefe a uno de sus más antiguos colegas del Ejército, al general
Ahmed Ismail. En noviembre del mismo año y tras la elección del presidente
Nixon, Sadat recibió una carta de Breznev, Primer Secretario del Comité Central
del Partido Comunista de la Unión Soviética, aconsejando a Egipto que apoyase
la política de distensión e informandole, a la vez, que no aumentaría el
suministro de armas normales. Según testimonio personal de Sadat, había llegado
a la conclusión de que la situación de "ni paz ni guerra" redundaba
en beneficio e interés de ambas superpotencias, y que únicamente una violenta
iniciativa por parte árabe cambiaría aquella situación.
Sobre la base de la
experiencia de Egipto en las guerras libradas contra Israel en el pasado,
Ismail decidió que sería desastrosa una repetición de la Guerra de Desgaste. En
consecuencia, concluyó: "Nuestro ataque ha de ser el más fuerte que
podamos llevar a cabo". La solución: "hacer picadillo a los
israelíes", en la que el general Shazli, jefe de Estado Mayor egipcio,
denominaba "guerra trituradora".
A principios de 1973,
el general Ismail fue nombrado Comandante en Jefe de los Ejércitos de la
llamada Federación de Repúblicas Árabes: Egipto, Siria y Libia. Como las
relaciones de los dos primeros países con Libia eran ambivalentes, y Libia, en
todo caso, se hallaba situada muy lejos de Israel, su inclusión en el mando
conjunto parecía ser un tanto teórica; pero la inclusión de Siria proporcionó
al general Ismail la esperanza de que podría, en la inminente guerra, abrir dos
frentes simultáneamente: el sirio y el egipcio. Al mismo tiempo, Sadat rechazó
otra iniciativa americana basada en "negociaciones para un convenio sobre
el Canal de Suez", alegando que esto permitiría a Israel perpetuar su
ocupación del Sinaí.
Siria estaba recibiendo
de Rusia enormes cantidades de armamento. Según cálculos americanos, los envíos
de armas, hechos en los primeros seis meses de 1973, fueron considerablemente
mayores que todos los suministros realizados durante 1972. Además de los
tanques T-62, el modelo soviético más moderno, el presidente Hafiz Al Assad de
Siria recibió de la Unión Soviética un completo sistema de defensa aérea de
cohetes Sam más cuarenta Mig 21. Llegaron a Siria algunos expertos soviéticos
para instalar el sistema de defensa antiaérea.
Durante mayo y junio,
los líderes políticos y militares egipcios intercambiaron visitas con los de
Siria. Al parecer, durante la visita hecha por Sadat a Damasco para sostener
conversaciones con Assad el 12 de junio, fue cuando hubo total acuerdo sobre un
ataque conjunto, siendo el objetivo; al menos en su primer fase; no la
destrucción de Israel y su liquidación final, sino algo más limitado y que
Egipto sugería: la recuperación de los territorios ocupados por Israel durante
la Guerra de los Seis Días.
La fecha probable para
el ataque se fijó, un mes antes de que se iniciara la guerra. Según el general
Ismail: "Lo que más necesitábamos era: una noche de luna en la que ésta
saliera en el momento más preciso; una noche en la que la corriente del Canal
fuera la más idónea para cruzarlo; una noche en la que el enemigo estuviera
poco o nada preparado. Todos estos detalles sugerían la fecha del 6 de octubre.
Aquel día, los cálculos astronómicos nos daban las mejores horas para la salida
y puesta de la Luna. Nuestros científicos examinaron los archivos de la antigua
Compañía del Canal de Suez para asesorarse sobre la velocidad de las corrientes
del agua, y aquel día era sin duda el más conveniente, Por añadidura, los
israelíes no esperarían ninguna acción por nuestra parte durante el mes de
ayuno del Ramadán. Por su parte, estarían muy preocupados con cierto número de
acontecimientos, incluidas las próximas elecciones generales". Aunque Ismail
no lo menciona, también parecía una fecha excelente, la del Yom Kippur, día de
ayuno para los judíos y durante el cual toda Israel se hallaría completamente
paralizada.
El 6 de octubre también
presentaba un atractivo específico para los árabes, porque coincidía, de
acuerdo con el calendario musulmán, con el día en el que el Profeta Mahoma
había iniciado los preparativos de la batalla de Badr, la lucha que había
abierto la puerta para la conquista de La Meca y para la difusión del Islam.
En consecuencia, la operación
se denominó Operación Badr, literalmente "relámpago".
La hora precisa del
ataque fue tema de algunas controversias con Siria; los sirios preferían atacar
al amanecer cuando los israelíes se sintiesen cegados por el sol que les daría
en los ojos; los egipcios hubiesen preferido la hora de la puesta del sol a
causa de la necesidad de montar los puentes para vadear y atravesar así el
Canal con los tanques protegidos por la oscuridad. El compromiso que se adoptó
fue atacar a mediodía.
Tras haber llegado a un
acuerdo con Siria, Sadat concentró todos sus esfuerzos sobre Jordania. Las
relaciones con este último país se habían roto después del Septiembre Negro en
1970. Las relaciones entre la O.L.P. y el gobierno jordano se hallaban muy
deterioradas, y Egipto sentía cierta repugnancia a reanudar las relaciones
diplomáticas con Jordania. Sin embargo, las ventajas militares que había en
arrastrar a Jordania a una guerra de tres frentes contra Israel pesaron sobre
todas las demás consideraciones. Se llegó a eliminar toda clase de diferencias
militar y diplomática cuando el rey Hussein y el presidente Assad llegaron a El
Cairo, el 10 de septiembre, para reunirse con Sadat. Jordania tomó parte en la
alianza, aunque, a causa de su debilidad militar, su tarea consistiría
principalmente en "amenazar" a Israel con un tercer frente.
Tras esta reunión, el
día 13 de septiembre, fueron derribados trece Mig sirios en el curso de un
combate aéreo sostenido con aviones israelíes sobre el Mediterráneo, cerca de
la costa siria. Esta nueva demostración de la superioridad aérea de Israel, que
según un portavoz judío tenía por objeto exhibir una vez más el poder
disuasorio de Israel, de hecho había provocado resultados opuestos. El
presidente Assad urgió a Sadat para que se pusiera en acción, y Sadat dio la
orden para la cuenta atrás.
El Ejército egipcio
tenía la costumbre, desde 1967, de realizar sus principales maniobras en el
otoño. De un año tras otro, estas maniobras aumentaban tanto en volumen como en
complejidad. Los preparativos para la guerra se habían diseñado de tal manera
que pareciesen simples maniobras. La mayor parte del Ejército egipcio; un
ejército regular; se había estacionado a lo largo del Canal de Suez; fuera
cuales fuesen los movimientos que se habían realizado en los últimos días antes
de la guerra, en todo momento se interpretaron como parte de las maniobras
anuales.
Simultáneamente, los
sirios situaron sus formaciones de blindados muy cerca de la línea de alto el
fuego en los Altos del Golán, y esta maniobra sí fue registrada por la
Información israelí. Sin embargo, las formaciones tenían aspecto defensivo y la
maniobra siria no se consideró suficientemente importante como para movilizar a
las reservas. Así, la preparación para la guerra, tanto por parte siria como
egipcia, fue cosa que se interpretó de manera incorrecta, y por ello, no se
realizaron los correspondientes preparativos, hasta las cuatro de la madrugada
del propio "Día D".
Uno de los principales
términos de referencia de la Comisión Agranat, que se nombró después de la
guerra fue precisamente la cuestión de que por qué se habían confundido hasta
tal extremo las autoridades israelíes a todo nivel, hasta que ya fue demasiado
tarde para evitar una matanza de las dimensiones como la que iba tener lugar en
el Yom Kippur. En la parte que se publicó de su informe, refiriéndose al
período anterior a la guerra, la Comisión da tres razones principales para el
fracaso de los Servicios de Información de Israel.
La primera era el
absoluto convencimiento de que los egipcios no irían a la guerra hasta que
fuesen capaces de atacar a Israel y con profundidad mediante una potente
aviación, sobre todo para suprimir los principales aeródromos militares judíos
y neutralizar así las Fuerzas Aéreas israelíes.
En segundo lugar, la
Comisión dijo que el jefe a cargo de los Servicios de Información había
realizado un buen trabajo para proporcionar a las I.D.F. adecuada advertencia
en el caso de que la guerra llegase a ser una realidad, trabajo sobre el cual
las I.D.F. basaron entonces todos sus procedimientos. La tarea de la
Información se basaba en una exagerada autoconfianza y no dejaba margen alguno
para el error.
En tercer lugar, y en
los días anteriores a la guerra, la Información del Ejército, mediante su Departamento
de Investigación, llegó a poseer una gran cantidad de información divergente,
que había sido suministrada tanto por los Servicios de Información en campaña
como por otros cuerpos. A causa de su negativa a aceptar ideas preconcebidas,
el Servicio de Información israelí no había valorado correctamente esta
información, alegando que las formaciones militares tenían en Siria carácter
defensivo y que las fuerzas egipcias casi amontonadas en la zona del Canal, lo
único que hacían era llevar a cabo sus maniobras anuales. Además, y a pesar de
las advertencias de guerra inminente, no se dio ningún paso para desplegar
fuerzas blindadas en las cercanías del Canal, fuerzas que sin duda hubieran
evitado o, al menos, paliado un ataque egipcio. Según los planes previstos, los
dos tercios de las fuerzas acorazadas del Mando Sur tenían que haberse
desplegado cerca del Canal y otro tercio en la retaguardia. Pero cuando estalló
la guerra, nada se hizo o no se pudo hacer. El correcto despliegue tenía que
haberse efectuado a las cuatro de la tarde el mismo día del Yom Kippur, pero la
guerra había estallado dos horas antes. Ni siquiera las fuerzas de vanguardia
pudieron ocupar sus posiciones a tiempo. Cuando las fuerzas blindadas de Israel
comenzaron el avance, se tropezaron ya con emboscadas tendidas por la
Infantería del enemigo, que se las habían ingeniado para ocupar posiciones
entre los tanques israelíes y el Canal, así como en las rampas de este último,
desde donde los carros blindados tenían que haber impedido todo posible cruce
del Canal.
Cuando en la mañana del
6 de octubre se hizo evidente que habría guerra aquel día, el jefe del Estado
Mayor, tras haber consultado con los jefes más veteranos, dio órdenes para
llamar a filas a los reservistas y partió para reunirse con el ministro de
Defensa, Moshe Dayan. En aquella reunión, el jefe del Estado Mayor recomendó
fuese movilizado todo el potencial de reservas del Estado, con objeto de
contraatacar con eficacia una vez se hubiese detenido el avance enemigo. Sin
embargo, Dayan autorizó una limitada leva de fuerzas que podría capacitar a las
I.D.F. para controlar el avance enemigo. En este trámite burocrático de llamada
a filas hubo un retraso de dos horas, mientras que el jefe del Estado Mayor
esperaba la llegada de la Primer Ministro Golda Meir para resolver sus
diferencias con el ministro de Defensa. Tras haber sido informada de los deseos
del Ejército sobra la movilización de los reservistas, la señora Meir autorizó
lo que Dayan había calculado. Eran las nueve y cinco de la mañana y veinte
minutos más tarde aceptó las cifras que sugería el jefe del Estado Mayor.
Precisamente fue en aquellos momentos cuando se decretó la movilización
general, menos de cinco horas antes de la hora cero egipcia y siria.
La situación era algo
diferente en el Norte. El jefe del Mando Norte había advertido al Estado Mayor
sobre la concentración de tropas sirias, algunos días antes. Aunque allí
tampoco se habían movilizado reservas antes del Yom Kippur, se había trasladado
a los Altos del Golán una nueva brigada acorazada en los días anteriores a la
guerra, y las fuerzas desplegadas allí se hallaban en constante estado de
alerta. Estos dos factores iban a ser de vital importancia en los días
siguientes.
A pesar de que la
Información del Ejército había obtenido éxitos en los acontecimientos de abril
y mayo, el 21 de mayo de 1973 el ministro de Defensa había enviado al Estado
Mayor ciertas directrices, como, por ejemplo: "Hablo ahora como
representante del gobierno y sobre base de información. Nosotros, el gobierno,
decimos al Estado Mayor: Caballeros, por favor, preparense para la guerra
porque aquellos que amenazan con ella son Egipto y Siria.... Ha de tenerse muy
en cuenta, por tanto, un recrudecimiento de las hostilidades en la última parte
del verano".
A pesar de esto, cuando
estalló la guerra el 6 de octubre de 1973, para las I.D.F. representó una
completa sorpresa.
A las 13'58 del sábado
6 de octubre de 1973, "Día de la Expiación", cuando muchos israelíes
se hallaban en las sinagogas y todo el país se mantenía en calma, estalló la
Guerra del Yom Kippur.
Cinco cazas Mig-17
sirios efectuaron varias pasadas en vuelo rasante sobre las posiciones de
Israel en el sector situado más al norte de los Altos del Golán. Las dotaciones
de los tanques, algunas de las cuales se hallaban en plena oración de la tarde,
saltaron inmediatamente a sus carros. Cuando los Mig volaron hacia el Norte
dispararon contra residentes civiles del pueblo de Druze, de Majdal-Shams, al
pie del monte Hermón; murió una madre joven: la primera baja de la guerra.
Inmediatamente después, veinte Mig, parte de un ataque inicial de cien aviones,
volaron sobre el Cuartel General de la Brigada israelí, a unos 16 kilómetros a
retaguardia del frente, en Naffaj.
Luego, exactamente a
las dos de la tarde, en el momento en que a unos 640 kilómetros al Sudoeste,
los comandos egipcios se deslizaban por las rampas del Canal para lanzar al
asalto sus botes de caucho, una tremenda barrera de fuego artillero partió de
las baterías sirias situadas en los llanos del Golán. Como los artilleros
sirios "caminaban" con su barrera de fuego hacia los escuadrones de
carros israelíes que apresuradamente se reunían, setecientos tanques sirios
entraron en acción; trescientos en fuerte empuje hacia Kuneitra y otros
cuatrocientos desde el Sur, por la larga y abierta carretera de Sheij Miskin a
Rafid. Frente a ellas tan sólo había ciento ochenta tanques israelíes; dos
Brigadas Acorazadas, una de ellas con apoyo de Infantería. La 7ª Brigada
Acorazada maniobró en la víspera misma del Yom Kippur y ocupó el sector norte,
mientras que la 18ª se desplegaba en el sector sur.
Poco después de que el
concertado avance por el Norte y el Sur fuera un hecho evidente para el Estado
Mayor de Israel, se tomó una decisión crucial: concentrar todo cuanto fuera
posible en el Norte tanto las Fuerzas Aéreas como las reservas que se estaban
llamando a filas apresuradamente, mientras que en el Sur se trataba de contener
al potente ataque enemigo. En el Sinaí, la situación favorecía a Israel: los
200 kilómetros de desierto entre el Canal y el corazón de Israel capacitaban a
las I.D.F. para ceder un poco de terreno y así ganar tiempo. Sin embargo, en el
frente norte de Israel la topografía del Golán hacía que sus fuerzas no
contaran con las posibilidades que ofrecía el Sinaí. Desde la línea del frente
hasta las grandes rocas orientadas hacia Israel el Golán tiene exactamente 25
kilómetros de profundidad; para sostenerlo, Israel tenía que luchar
virtualmente allí mismo. Y así se hizo. Sin embargo, el Golán se hallaba
totalmente desprovisto de accidentes naturales que los sirios pudiesen explotar
como posiciones estratégicas fijas. Para lograr el éxito, debían librar
combates en continuo movimiento y ataques incesantes, tipo de lucha en el cual
Israel sobresalía notablemente con sus tanques. Tras cinco días de enconada
lucha, no regresó a Siria ni uno solo de los tanques sirios que habían
atravesado la línea del alto el fuego en el Yom Kippur.
Cuando en su empuje
aplastaron las altas alambradas de la línea de alto el fuego, los primeros
tanques sirios no se detuvieron junto a los búnkers israelíes, sino que los
sobrepasaron. Los dos avances sirios se dividieron, cuando se encontraban a
varios kilómetros de distancia de las líneas de alto el fuego. El ataque contra
Kuneitra adoptó la clásica forma de pinza, mientras que el otro se apartaba aún
más: doscientos tanques rodaron hacia el Sur, a lo largo de los límites del
Golán donde las rocas descienden hacia el río Yarmuk; los otros doscientos carros
siguieron avanzando a través de Kushniva con destino probable en Naffaj. Para
ambos ataques, Naffaj constituía un valioso objetivo. Allí se encontraba el
Cuartel General de las dos brigadas defensoras israelíes. También dominaba la
ruta principal que se extendía desde el Golán a Israel, por el Puente de las
Hijas de Jacob.
El principal avance
sirio eligió al parecer, el centro del Golán, probablemente con la idea de
conseguir en 1973 lo que no habían logrado en 1948: aislar y luego invadir el
"Dedo de Galilea".
Por otra parte,
constituyeron un absoluto fracaso las "colonias fortificadas" que se
habían establecido con objeto de conservar lo obtenido en 1967. Dos de ellas
fueron borradas del mapa por los sirios, y entonces se decidió evacuar las
restantes.
En el Norte,
defendiendo el más estrecho, y, por tanto, quizás el sector más vulnerable, se
mantuvo firme la 7ª Brigada Acorazada. El jefe de la Brigada logró conservar
sus tanques en formaciones cerradas para poder protegerse mutuamente. La 188ª
Brigada que cubría los sectores central y sur; aproximadamente desde la
carretera de Kuneitra-Hijas de Jacob y hacia el Sur; tenia las cosas peor. Su
tarea consistía en detener ambos avances de la columna para impedir que
llegasen a Rafid. Uno de los avances presionó hacia el Noroeste para cortar por
la mitad la meseta, y el otro siguió avanzando hacia Tiberiades. Las
probabilidades eran excelentes: de cinco a uno, y en algunos combates locales
eran de doce a uno. Los pelotones israelíes lucharon contra batallones sirios
completos, y así, una y otra vez, la batalla se inclinó, naturalmente, hacia el
mayor número.
Tras haber roto las
primeras defensas, los tanques sirios se desplegaron en abanico. Para evitar
ser objeto de un ataque por el flanco y, en consecuencia, ser eliminados, los
carros israelíes; muchos de los cuales ya carecían de munición; tuvieron que
abandonar sus posiciones e iniciar una ordenada retirada sin dejar de luchar.
Al anochecer, estaban perdiendo la batalla.
La pérdida de la
posición del monte Hermón significaba no sólo que ya era difícil para Israel
corregir el curso de la lucha y enderezar adecuadamente los movimientos de su
Artillería y Aviación: capacitaba a los sirios para que sus cañones machacaran
las posiciones de los tanques israelíes, situadas más abajo. Desde media tarde,
las Fuerzas Aéreas de Israel se concentraron para efectuar un contraataque en
el Norte. Los Skyhawk se encargaron del papel más pesado, protegidos por los
Phantom y los Mirage.
Sin embargo, las
pérdidas fueron cuantiosas, ya que entre todo el sistema antiaéreo que los
sirios habían llevado a sus líneas del Golán se hallaban los más modernos
cohetes rusos antiaéreos, los Sam-6. En la primera tarde, Israel perdió treinta
Skyhawk y unos diez Phantom, en su mayor parte sobre el Golán, y casi todos
ellos debido al terrible fuego de los Sam-6 y de las baterías antiaéreas
móviles CSU-23, también rusas.
Las bajas fueron tan
elevadas que durante un par de horas el jefe del Estado Mayor ordenó se
suspendieran los ataques aéreos, mientras que el Mando de tales fuerzas
estudiaba qué hacer a continuación.
Para entonces, el jefe
del Mando Norte, general Hofi, había decidido dividir al Golán en dos mandos,
situando el del Norte a las órdenes de un veterano paracaidista, Eytan "Raful",
y el del Sur, al mando de Dan Lanner. Ya en aquellos momentos comenzaba a
llegar la primera leva de reservistas llamados a filas. La situación en el
Golán era tan crítica que estos reservistas no llegaron a formar parte de
unidades orgánicas; una vez se había preparado un tanque con su dotación, se le
enviaba a la meseta para participar en la lucha. A causa de la falta de tiempo
hubo que pasar por alto una de las principales ventajas de las reservas de
Israel: la de la coherencia dentro de cada unidad.
Cuando cayó la noche,
la meseta del Golán era un mundo confuso de combates individuales de tanques y
de feroces batallas de la Infantería que peleaban cuerpo a cuerpo, a medida que
los defensores israelíes se retiraban lentamente. Las fuerzas sirias se
hallaban en las rutas que conducían al Mar de Galilea y sus elementos de
vanguardia ya estaban a 800 metros del moshav El-Al, que daba al Mar de
Galilea.
El 7 de octubre,
domingo, fue el día más duro en el Norte. Contrariamente a lo que habían hecho
en guerras anteriores, las dotaciones de los tanques sirios no habían
desperdiciado las horas de oscuridad. Empleando el equipo de visión con rayos
infrarrojos con que muchos tanques rusos estaban dotados, se habían desplegado
durante la noche, y a la salida del sol esperaban atacar en larga línea de
cuatro en fondo.
La batalla principal
tuvo lugar en la zona de Naffaj. En el extremo sur, los sirios se enfrentaban
ya a los recién llamados reservistas; algunos de sus tanques; Sherman que
procedían de la Segunda Guerra Mundial, aunque habían sido dotados con cañones
de 150 mm. Frente a ellos había un gran número de T-54 y T-55 rusos de los años
1950 y 1960, e incluso algunos de los últimos carros T-62, desembarcados de sus
transportes para participar directamente en la lucha.
En la tarde del
domingo, la 188ª Brigada israelí había dejado de existir. Habían sido heridos
los comandantes de los dos batallones. Muertos unos ciento cincuenta hombres de
la brigada y destrozados la mayor parte de sus tanques. Por entonces, ya los
tanques sirios de vanguardia se encontraban en la carretera de Kuneitra,
pasando Naffaj. A menos de ocho kilómetros de distancia en la carretera, se
hallaba el Puente de las Hijas de Jacob; todo cuanto había en el medio eran
unos esparcidos escuadrones de reservistas que ascendían hacia ellos por la
carretera: tan pronto como se reclutaban y equipaban eran enviados carretera
arriba para detener a los sirios. Los aviones Phantom y los Skyhawk emplearon
los últimos minutos de luz para realizar pasadas en vuelo bajo sobre el Valle
del Jordán, y sobre las rocas del Golán, con objeto de desbaratar el avance de
las formaciones de tanques.
En tales momentos se
decidió que fuera reforzado el Mando Norte mediante una división mandada por el
general Moshe Peled, que hasta entonces se había mantenido como reserva en el
Mando Central, por si Jordania abría un nuevo frente. La división de Peled se
hizo responsable de todas las fuerzas en la ruta El-Al y en su ruta paralela;
ambas conducían al cruce de carreteras de Rafid.
A las cinco de la tarde
del domingo, los sirios iniciaron su último intento de destruir también a la 7ª
Brigada Acorazada. Después de atravesar la línea de alto el fuego, avanzaron
las principales fuerzas sirias de reserva, trescientos tanques de una división
blindada a las órdenes del hermano del presidente sirio Assad. A causa de la
naturaleza del terreno y de la buena situación de la 7ª Brigada, no pudieron
desplegarse sobre la meseta, y en su mayor parte fueron destruidos uno a uno.
Al cabo de algo menos
de cuarenta y ocho horas tras el inicio de la batalla, los sirios consiguieron
su máxima penetración: 800 metros de El-Al y 8 kilómetros del Puente de las
Hijas de Jacob. El avance sirio había sido detenido y ya no había inmediato
peligro que amenazara al corazón de Israel.
Se había obtenido la
victoria a muy elevado precio: más de doscientos cincuenta muertos en el Golán;
destruidos más de la mitad de los tanques de la 7ª Brigada y prácticamente
liquidada la 188ª Brigada. Aún más preocupante era el precio que se había
pagado en pilotos y aviones; aunque Israel conocía la existencia de los
modernos cohetes tierra-aire Sam, éste era el primer encuentro con las baterías
Sam-6 y Sam-7. Las Fuerzas Aéreas acababan de pagar muy caro el aprender cómo
tratar a tales baterías.
Por otra parte, en el
Sur, la sorpresa fue completa, tanto por la hora como por el método de ataque,
y naturalmente, no se habían tomado medidas de antemano. Cuando se produjo el
asalto, muchos soldados estaban lavando sus ropas y otros orando.
Más tarde, el general
Elazar atribuyó esta falta de preparación a "un serio y grave fracaso en
observar la orden de alerta total en algunos de los más bajos escalones".
La batalla del Sinaí se
anunció con cuatro terribles oleadas de fuego artillero que partieron de mil
cañones ocultos entre las dunas, tras la ribera occidental del Canal. El ataque
que siguió se concentró a lo largo de tres frentes: por debajo de Kantara, en
el Norte; alrededor de Ismailia, en el centro; y al Sur de los Lagos Amargos,
desde Shalufa a El Kubri. Haciéndoles frente, había solamente seiscientos
hombres, reservistas de la Brigada Jerusalén, que ocupaban las fortificaciones
de la línea Bar-Lev.
La primera oleada de
tropas egipcias estaba compuesta por ocho mil infantes, que atravesaron el
Canal en lanchas de caucho, ascendieron por las rampas de la ribera oriental
del Canal, sobrepasando las fortificaciones de la línea Bar-Lev y ocuparon
posiciones frente a las carreteras que daban acceso al Canal. Estaban equipadas
con un lanzagranadas ruso supermoderno, el RPG-7, así como con otra arma mucho
más eficaz: el cañón antitanque ruso Sagger.
Cuando los tanques a
las órdenes del general Nadler se lanzaron a ocupar las posiciones que debían
alcanzar a las cuatro de la tarde, fueron recibidos por una auténtica nube de
cohetes antitanque, disparados por las tropas egipcias, ya en posición en la
ribera oriental del Canal, en las mismas posiciones que debían haber ocupado
los tanques de Israel. Estos proyectiles causaron numerosas bajas entre los
tanques israelíes durante el asalto inicial.
Un dispositivo israelí,
ideado para cubrir el Canal con una fina capa de petróleo que habría de
incendiarse en el momento de la invasión, y que hubiese provocado a los
egipcios grandes quebraderos de cabeza, fue abandonado a última hora y no se
activó.
A las dos y siete
minutos de la tarde, radio El Cairo anunció que las fuerzas egipcias habían
logrado rebasar el Canal de Suez en varios sectores, capturando muchos puestos
enemigos e izando la bandera egipcia en la ribera oriental del Canal.
Inmediatamente después de pasar una segunda oleada, que cruzó bajo un nutrido
fuego, se inició el asalto contra los búnkers de Bar-Lev, asalto que se llevó a
cabo con granadas de mano, metralletas y una encarnizada lucha cuerpo a cuerpo.
Mientras tanto, la
primera oleada de asalto se desplegaba en el desierto durante varios
kilómetros. Allí cavaron trincheras y, además de sus cohetes antitanque,
emplearon la más sofisticada de todas las armas de la Infantería: el antiaéreo
portátil ruso Sam-7.
La tarea de aquella
Infantería así equipada consistía, en tales momentos, en "adherirse"
al terreno frente a cualquier contraataque, ya fuera de carros o aviones
durante un plazo de doce a veinticuatro horas, mientras llegaban los tanques y
armas pesadas.
Uno de los mayores
problemas con que se enfrentaban los egipcios era la inclinada barrera de arena
que flanqueaba la ribera oriental del Canal. Los egipcios habían calculado que
necesitaban abrir unos sesenta orificios en esta barrera de arena con objeto de
transportar los tanques y equipo pesado a través de ellos hacia el Este, una
vez hubiesen cruzado el Canal. Para este propósito emplearon cañones de agua
alimentada a elevada presión desde bombas instaladas en pontones que flotaban
en medio del Canal. Mediante este dispositivo, que se había ensayado sobre
rampas modelos en Egipto, se las ingeniaron para abrir orificios al menos en su
mitad. La mayor parte de los orificios estuvieron abiertos al cabo de cuatro
horas.
Al mismo tiempo, se
trasladaron puentes desde el otro lado del Canal. Para este propósito, los
rusos habían suministrado a los egipcios un nuevo tipo de equipo para vadear,
el llamado puente PMP, fabricado de madera para construir pontones, cada uno de
ellos cargado en un vehículo. Unas palancas hidráulicas del vehículo bajaban al
pontón hasta el agua. Entonces, se acercaba un segundo vehículo para depositar
otro pontón que se sujetaba al primero, y así sucesivamente. De esta forma se
podía construir un puente que atravesara el Canal en media hora. El Segundo
Ejército egipcio se hallaba en aquellos momentos instalando sus puentes para el
asalto del frente norte, alrededor de Ismailia y Kantara. El Tercer Ejército,
más al Sur, tropezó con problemas. La barrera de arena allí era más gruesa de
lo que esperaban los egipcios. De todos modos, al cabo de nueve horas, según el
general Shazli, el cuerpo de ingenieros egipcio había excavado sesenta
orificios, montado totalmente diez puentes y puesto en marcha cincuenta ferrys.
El sábado, al anochecer, el camino estaba libre para el paso de los blindados
egipcios. A medianoche, tras diez horas de guerra, Egipto había reunido en la
ribera oriental del Canal de Suez quinientos tanques y un supermoderno sistema
defensivo con cohetes. Protegidos por la noche, se había realizado el cruce del
Canal sin ninguna dificultad; asimismo se habían tendido cables a través del
Canal, desde un principio, y con diferentes colores para indicar la ruta que
debía seguir cada unidad. Asimismo y durante la noche del día 6 al 7 de
octubre, los egipcios lograron trasladar al otro lado del Canal cinco
divisiones de Infantería, en unión de sus correspondientes vehículos blindados,
para instalar allí una importante cabeza de puente, de acuerdo con sus planes
originales.
Mientras tanto, se
estaban movilizando las reservas de Israel. Pero la movilización no se llevaba
a cabo de acuerdo con un plan preconcebido. Muchos de los tanques de Israel
estaban en reparaciones; otros tenían sus cañones llenos de grasa para
protegerlos contra la arena del desierto. No había suficientes vehículos para
trasladar los tanques al frente, y así, muchos de los carros tuvieron que
recorrer centenares de kilómetros para llegar a primera línea, naturalmente en mal
estado.
Aunque hacia la caída
de la noche ya resultaba evidente la magnitud del asalto sirio-egipcio, y más
que evidente aún el efecto de la falta de preparación de Israel, el ministro de
Defensa, hablando por televisión aquella noche, prometió la victoria para los
días siguientes. Tanto ésta como otras declaraciones por el estilo redujeron la
credibilidad de los portavoces de Israel durante la Guerra del Yom Kippur hasta
situarse mucho más abajo del alto nivel que habían alcanzado en guerras anteriores.
Los primeros ataques
aéreos egipcios; con cien aviones; habían destrozado los principales aeródromos
de Israel en el Sinaí, y los centros de comunicaciones de Bir Gafgafa, Bir
el-Thamada y el cuartel general de vanguardia en Tasa, por lo cual los contraataques
israelíes tenían que lanzarse en su mayor parte desde bases situadas muy al
interior del país. Además, las Fuerzas Aéreas concentraron todos sus esfuerzos
en el Golán, de manera que los primeros contraataques serios para contener a
los egipcios tenían que realizarse mediante los tanques israelíes. Para hacer
frente a más de quinientos tanques que habían reunido los egipcios en las
primeras horas del domingo, Israel tenía en el Sinaí unos doscientos treinta
tanques, en su mayor parte Patton, de los cuales muchos de ellos; al menos los
estacionados en la línea Bar-Lev; ya habían sido destruidos.
Durante los años
anteriores a la guerra, Israel había construido dos carreteras paralelas al
Canal; una de ellas a diez kilómetros del Canal y la otra a doble distancia.
Esta segunda carretera pasaba por el cuartel general de Tasa. El plan de
defensa de Israel siempre había sido emplear la carretera más avanzada para su
artillería pesada y la otra para los suministros de munición y para las
reservas blindadas.
Los principales
esfuerzos de las unidades de Israel en aquel domingo 6 de octubre se dirigieron
hacia el sostenimiento de una línea que se extendiese a lo largo de la
carretera de la artillería e impedir que los egipcios ampliasen sus cabezas de
puente. Los tanques egipcios sobrepasaron la carretera de la artillería en
varios puntos, pero los israelíes destruyeron su avance antes de que tomaran la
carretera usada para los suministros. Más allá de las carreteras se hallaban
los tres pasos estratégicos, el único acceso a través de las resecas y además
inaccesibles montañas del Sinaí central: el Paso de Mitla, en el Sur; el Paso
de Giddi, en el centro; y el Paso de Khatmia, más al Norte. Aparte de estos
pasos, la otra y única vía a través del Sinaí es la carretera costera, con el
Mediterráneo a un lado y el otro virtualmente inútil para las formaciones de
tanques. Para avanzar a través del Sinaí los egipcios tenían que conquistar por
lo menos uno de los pasos. Desde la cabeza de puente sur, los egipcios trataron
de recorrer los 35 kilómetros que había hasta el Paso de Mitla; sin embargo,
fueron detenidos antes de que alcanzaran el paso.
Egipto, mientras tanto,
intentaba desbaratar los ataques israelíes desde la retaguardia. Los
helicópteros transportaban comandos para llevar a cabo profundas incursiones
detrás de las posiciones de Israel; aunque eran tropas egipcias de choque,
muchas de ellas fueron inmediatamente destruidas antes de aterrizar o poco
después de haberlo hecho. Los que consiguieron sobrevivir representaban, por
supuesto, una molestia, pero eran incapaces de desbaratar el despliegue de
Israel para su contraataque. Por otra parte, resultaron inútiles todos los
esfuerzos que se hicieron para reforzar las aisladas fortificaciones de la
línea Bar-Lev. Una por una fueron cayendo o se evacuaron bajo la protección de
la noche.
El 8 de octubre, lunes,
se había dividido la zona del Mando Sur en tres áreas divisionales: el sector
norte, mandado por el comandante-general Adan; el sector central, a las órdenes
del comandante-general Ariel Sharon; y el sector sur, a cargo del comandante
general Mandler. Aquel día, el jefe del Estado Mayor ordenó se efectuara un
contraataque, que ya se había preparado horas antes. La intención era recuperar
un sector del Canal de Suez y, si era posible, pasar a la ribera occidental del
mismo. Las fuerzas del general Adan intentaron un ataque hacia la zona del
puente Firdan, frente a Ismailia. Este ataque fue rechazado por los egipcios y
las fuerzas de Adan no pudieron avanzar más. La 190 Brigada Acorazada, quedó
prácticamente borrada del mapa, cayendo prisionero su comandante, el coronel
Asaaf Yaguri: el prisionero israelí de más elevada categoría capturado durante
la guerra. Mientras que las fuerzas de Adan se empeñaban en la lucha, Sharon
maniobraba más al Sur. Cuando le emplazaron para que se trasladara al sector
central a reforzar a Adan no sólo ya era tarde para intervenir, sino que las
posiciones anteriormente ocupadas por su división ya habían sido conquistadas
por los egipcios. El contraataque del lunes, 8 de octubre, posiblemente la
acción más debatida y ampliamente criticada de toda la guerra, representó un
fracaso muy costoso. Como dijo un crítico de la operación: "se había
realizado sin fuerzas y preparación suficientes".
Las fuerzas que mandaba
el general Sharon pudieron llegar hasta el borde del agua, en el extremo norte
del Gran Lago Amargo, pero; en vista de las numerosas bajas y limitadas
reservas; el Mando Supremo de Israel decidió entonces mantener aquella posición
en espera de un fuerte asalto de los blindados egipcios, tan pronto como las
demás divisiones de tanques contuvieran en Egipto a la 4ª División del Sur y a
la 21 del Norte y atravesaran el Canal de Suez.
El día 8 de octubre,
lunes, las bajas que más preocupaban al Alto Mando israelí eran las de pilotos
y aviones. Durante los dos primeros días de la guerra había resultado evidente
que al enfrentarse a dos tipos de cohetes antiaéreos sumamente mortíferos,
empleados por los Ejércitos árabes, las Fuerzas Aéreas de Israel también se
expusieron a grandes pérdidas, a bajas tan importantes como las que ya se
habían infligido a los blindados de Israel.
En el pasado, durante
la Guerra de Desgaste, las Fuerzas Aéreas de Israel se habían tropezado; y
aprendido a tratarlos; con los cohetes Sam-2 y Sam-3; su movilidad era
limitada, puesto que se tardaban ocho horas en desmontar los emplazamientos
para trasladarlos a otro lugar, y ciertas medidas de carácter electrónico
habían dado muy buen resultado para combatirles. Sin embargo, los Sam-6 y
Sam-7, que ahora aparecían por vez primera, presentaban problemas muy
diferentes. Los Sam-6 se montaban de tres en tres sobre vehículos de
lanzamiento que podían moverse sobre la arena; el encargado del lanzamiento y
el vehículo de radar que le acompañaba podía, asimismo, trasladarse a nuevas
posiciones una vez hubiese disparado el cohete. Su camuflaje y ocultación eran
relativamente fáciles y, en particular, los sirios aprovecharon esta
circunstancia muy inteligentemente. Para la mayoría de los pilotos israelíes,
la primera señal de peligro era la fina estela de humo blanco de un Sam-6
cuando éste subía hacía ellos en suave curva a dos veces la velocidad del
sonido.
Cuando los israelíes
comunicaban a la artillería lo que estaba sucediendo o avisaban a la aviación,
tanto la rampa de lanzamiento como el vehículo de radar ya se habían trasladado
a otra parte.
Aparte de la versión
usada por la Infantería; arma tan ligera que podía dispararse desde el hombro;
los pilotos israelíes se dieron cuenta, en la segunda semana de guerra, que
también se enfrentaban a un diferente modelo del Sam-7. Los egipcios y los
sirios pusieron en acción nuevas rampas de lanzamiento montadas sobre
vehículos, cada uno de ellas capaz de lanzar una salva de ocho Sam-7
simultáneamente, reduciendo así la posibilidad de maniobras evasivas. Se
consiguieron muchos impactos con los Sam-7, aunque no siempre mortíferos, ya
que su carga explosiva era más pequeña que las de los otros cohetes.
En sus intentos de
evitar los cohetes, los aviones de Israel volaban bajo; y muchos fueron cazados
en pleno vuelo por los cañones antiaéreos CSU-23, cada uno de ellos capaz de
disparar cuatro mil proyectiles por minuto, cañones que se emplazaban casi
siempre entre las baterías de Sam. En la semana siguiente, Israel perdería
ochenta aviones en los dos frentes, aviones en su mayor parte derribados por
los Sam-6 y por los CSU-23, cuando se hallaban en vuelos de protección de los
ataques de los blindados de Israel. Aproximadamente las dos terceras partes de
estas bajas tuvieron lugar sobre el Golán. De los ciento quince aviones
perdidos en toda la guerra, tan sólo cuatro fueron derribados en combates
aéreos.
El contraataque israelí
comenzó en el Golán tan pronto como el asalto sirio había perdido su potencia
inicial. El lunes, 8 de octubre, la división de reserva del general Peled lanzó
un contraataque a lo largo de la carretera de El-Al, contra brigadas sirias de
tanques que habían llegado a pocos kilómetros de distancia del Mar de Galilea.
El contraataque duró dos días, y a las diez de la mañana del miércoles, las
fuerzas de Israel habían hecho retroceder a los sirios hasta las líneas de alto
el fuego de aquel sector, causándoles gran número de bajas.
En el Norte frente de
la 7ª Brigada, ambos bandos habían estado combatiendo en lucha de trincheras.
La división del general Lanner mantuvo la presión alrededor del área de Naffaj
y a lo largo del oleoducto TAP que formaba el eje del principal esfuerzo sirio.
Gradualmente, esta división limpió la zona que rodeaba a Naffaj, al igual que
la que se hallaba entre este último punto y Kushniya, lugar que entonces era
base y cuartel general de todos los suministros sirios. Al ser empujados hacia
el Sudeste, los sirios fueron retirándose gradualmente de Naffaj hacia
Kushniya. Durante las primeras horas de la mañana del martes, los sirios
lanzaron una serie de contraataques bien coordinados y plenos de decisión.
Simultáneamente, una división había penetrado en las líneas israelíes del
frente de Kuneitra. Únicamente a las cuatro de la madrugada del martes, la
acción de Kuneitra se redujo hasta cesar por completo cuando los sirios se
retiraron de nuevo. La batalla motivada por el contraataque efectuado más al
Sur por los sirios, cerca de Kushniya, hizo que las I.D.F. no descansaran
durante toda la jornada del martes, 9 de octubre. En las primeras horas había
sido cortada gran parte de la columna siria; al amanecer los israelíes llamaron
a la aviación para que destruyera las concentraciones de tanques sirios,
baterías móviles y transportes blindados de personal. Una operación de dos
divisiones; el general Lanner desde el Norte y el general Peled desde el Sur;
cercó a las fuerzas sirias en aquella zona y destruyó un número considerable de
tanques en una encarnizada lucha. El día 10 de octubre, miércoles, las fuerzas
del general Lanner también habían alcanzado la línea púrpura, la línea original
de alto el fuego de 1967 en los Altos del Golán, y las fuerzas sirias, o bien
se habían retirado o habían sido ya expulsadas de su zona de operaciones.
El lunes, 8 de octubre,
las unidades de la Brigada Golani habían intentado recuperar la posición del
Monte Hermón, posición que se había perdido el día 6, pero el ataque fracasó,
con grandes pérdidas.
El martes, 9 de octubre,
las Fuerzas Aéreas de Israel, por vez primera, bombardearon puntos estratégicos
en Damasco, entre ellos el Cuartel General de las Fuerzas Aéreas y el
Ministerio de Defensa, produciendo un auténtico caos en el interior de estos
dos últimos centros. Esta fue la respuesta de Israel al lanzamiento de cohetes
rusos Rana-7 contra objetivos civiles en Israel desde el comienzo de la guerra.
Un cohete Rana, quizá lanzado contra un aeródromo próximo, había caído entre
los edificios del kibbutz Gevat, en la parte central del norte de Israel.
Algunos de los edificios quedaron convertidos en escombros, incluyendo los
dormitorios, afortunadamente vacíos, de doscientos setenta niños del kibbutz.
Israel continuó bombardeando aeródromos, y a continuación añadió a la lista de
objetivos la industria pesada siria.
Se bombardearon las
centrales eléctricas de Damasco y Homs. El golpe más duro fue el de Banyas,
terminal mediterránea para el crudo iraní: quedó totalmente destruida. Durante
estos ataques, inevitablemente se produjeron bajas entre la población civil,
pero los objetivos, en todo momento, fueron de naturaleza estratégica. Israel
conocía demasiado bien la vulnerabilidad de su población civil contra un ataque
indiscriminado, y se veía obligado a hacer todo lo posible por demostrar a los
sirios que una escalada de la guerra en tal dirección sería muy costosa para
ellos.
El 10 de octubre,
miércoles, las fuerzas sirias habían sido expulsadas totalmente de los Altos
del Golán y las I.D.F. se establecían firmemente a lo largo de la línea de alto
el fuego, en toda su extensión. Al día siguiente, 11 de octubre, los
contraataques de Israel apuntaron a la propia Siria. La operación comenzó a las
once de la mañana, cuando el general Eytan, con su División del Norte, en la que
figuraban los restos de la 7ª Brigada, atravesó las posiciones sirias a lo
largo de las estribaciones del Monte Hermón, mientras que la división del
general Lanner, en el centro, atacaba la muy fortificada y principal ruta de
Damasco. El ataque por el Norte se desarrolló de acuerdo con el plan previsto;
sin embargo, en el centro, la división del general Lanner tropezó con una
formidable muralla antitanque, muralla que hasta aquel preciso momento había
permanecido perfectamente camuflada en el accidentado terreno. Cuando la
brigada de vanguardia se detuvo, la de apoyo continuó su avance y tomó el
poblado de Jan Arnaba. Al día siguiente, las fuerzas del general Eytan, en el
Norte, alcanzaban el poblado de Mazrat Beit Jan, y fijaban allí sus posiciones
defensivas. La 7 ª Brigada fue rechazada cuando intentó tomar el punto
estratégico de Tel Shams, que dominaba los llanos de más abajo, en casi todo el
camino hacia Damasco, y situado a unos 40 kilómetros de distancia. En el Sur,
la división del general Lanner amplió su zona de penetración y avanzó hacia
Kanaker. Cuando la división avanzaba en tal dirección llegaron a la zona de la
lucha las fuerzas iraquíes que habían penetrado por Siria al principio de la
guerra.
La primera de las dos
divisiones acorazadas giró hacia un flanco del avance del general Lanner. El
general se preparó para hacer frente a los iraquíes. Con una brigada adicional
de la división del general Peled, que recibió a tiempo, formó un cuadro
blindado en el que penetraron las fuerzas iraquíes inadvertidamente. La lucha
comenzó durante la noche, a las tres de la madrugada. Los inocentes iraquíes,
que habían ocupado posiciones entre las fuerzas israelíes, tuvieron que
retirarse apresuradamente, tras sufrir un enorme número de bajas. Las fuerzas
de Israel aprovecharon rápidamente su éxito y alcanzaron el área próxima a Kafr
Shams; al día siguiente, los paracaidistas tomaron la vital colina de Tel
Shams.
Los sirios se lanzaron
al contraataque en la zona de Beit Jan, en la ruta principal que unía el vital
cruce de Sasa con Tel Shams. Mientras tanto, la 40 Brigada Acorazada jordana,
contribución de Hussein al esfuerzo de guerra; compromiso entre no hacer nada
en absoluto y abrir un tercer frente a lo largo del río Jordán; había penetrado
en Siria, y con base en Tel Hara, uno de los volcanes apagados tan abundantes
en los Altos del Golán, apoyó a las fuerzas iraquíes por su flanco izquierdo en
el contraataque antes mencionado. La división del general Lanner contraatacó a
su vez y tomó dos posiciones dominantes, aunque en aquellos momentos se unieron
las tropas sirias, iraquíes y jordanas, que nada pudieron hacer para impedirlo.
En aquel momento, los
israelíes contaban con una línea muy fuerte que los árabes no consiguieron
romper. En la batalla que se libró en el sector iraquí, fueron destruidos
aproximadamente cien tanques iraquíes y "tocados" otros cuarenta
carros jordanos, de los cuales quedaron destruidos treinta. Tras una lucha
increíblemente dura, en la cual los sirios habían gozado de todas las ventajas
iniciales, se había suprimido ya la amenaza al centro vital de Israel, y la
capital de Siria era la que ahora se veía peligrosamente amenazada.
Todavía se discute
sobre el escenario original de Sadat para la Guerra del Yom Kippur y su
resultado final. No cabe duda de que la guerra estaba orientada hacia el
quebrantamiento del desacuerdo: interrumpir el proceso mediante el cual el
control de Israel sobre los territorios había llegado a ser un hecho
irreversible, socavar el acuerdo israelí-americano para la preservación del
status como el menor de los males e impedir que la distensión cristalizara en
un definitivo arreglo que congelara para siempre la situación que prevalecía en
Oriente Medio.
Según el propio Sadat,
había explicado a Breznev, en abril de 1972, que "las cosas no se moverán
a no ser mediante una operación militar, una gran ofensiva árabe", que
obligaría a Israel a participar en una conferencia internacional y a aceptar
las soluciones que allí se decidirían.
Pero ¿cuál era el
objetivo específico de esta ofensiva?. Hay quienes aseguran que la ofensiva iba
mucho más allá de unos objetivos puramente territoriales. Otros creen que Sadat
esperaba conseguir una especie de estribo a lo largo de la ribera oriental del
Canal de Suez y llegar a los pasos en una profundidad de 30 kilómetros. Los
testimonios publicados por algunos jefes egipcios después de la guerra
indicarían que lo que más les preocupaba era la cuestión de cómo impedir que el
cruce del Canal se convirtiera en adicional derrota militar; al parecer, esto
les preocupaba mucho más que el problema de cómo tomar todo el Sinaí.
Sin embargo, el mínimo
objetivo aún se hallaba lejos de ser una realidad hacia el fin de la primera
semana de lucha. La línea egipcia se extendía entonces a lo largo de todo el
Canal de Suez, pero su penetración no había pasado los 10 kilómetros, demasiado
poco para que los egipcios soportaran bien un fuerte contraataque israelí. El
ministro de la Guerra egipcio, general Ismail, cuya planificación, hasta
entonces, no figuraba más que en el papel, deseaba esperar y ver como
reaccionaba Israel antes de que decidiera lanzarse a una guerra total.
Específicamente, le desagradaba trasladar las restantes fuerzas blindadas; unos
quinientos tanques; a la ribera oriental debido a las probabilidad de un asalto
israelí de fuerzas aerotransportadas en la ribera occidental, lo que dejaría al
descubierto el centro de su país. Por otra parte, el general Shazli, jefe del
Estado Mayor egipcio, presionó para que se aprovechara el éxito inicial,
rompiendo la cabeza de puente, bien en el Norte, a lo largo de la carretera de
la costa, o hacia los pasos, más al Sur, con el apoyo de comandos trasladados
en helicópteros que atacarían los extremos orientales de los pasos. Se hizo
caso omiso a la idea del general Shazli y prevaleció la estrategia del general
Ismail: la de detenerse, consolidar las posiciones y esperar a que Israel
reaccionase.
El jueves, día 11 de
octubre, trajo un cambio decisivo en el despliegue egipcio. Todavía de mala
gana, los egipcios trasladaron al interior del Sinaí los quinientos tanques que
mantenían en la ribera occidental del Canal para proteger la retaguardia de sus
tropas. Egipto sufría las constantes peticiones sirias para que suprimiera
parte del peso israelí que gravitaba sobre el Golán. Políticamente, el general
Ismail no podía hacer otra cosa más que prepararse para un asalto en el Sinaí.
Esta maniobra egipcia motivó que se produjese una violenta controversia por
parte israelí. Existían los que alegaban que aquél era el momento adecuado para
atacar la retaguardia de los egipcios, cruzando a la ribera occidental.
"Llevando la pelota a la ribera occidental; dijo el general Sharon; nos
hallaríamos en nuestro elemento, donde los blindados avanzarían con rapidez. Es
un territorio clásico para los tanques".
No se escucharon sus
palabras y prevaleció una estrategia más precavida, la sugerida por el general
Bar-Lev, quien; aunque era ministro del Gabinete; había sido movilizado y
nombrado inspector de todo el frente Sur, por el jefe del Estado Mayor. Se
decidió esperar a que los egipcios avanzaran, cosa que sin duda tendría que
ocurrir antes de que Israel lanzara un contraataque decisivo. Las escasa
reservas de Israel, su elevado número de bajas y la masiva operación de suministros
efectuado por los rusos, tanto por vía aérea como marítima a los ejércitos
sirios y egipcios; hasta entonces no superados por los que enviaban los Estados
Unidos a Israel; influyeron en la decisión de no comprometer las reservas de
Israel hasta que hubiese amainado el vendaval egipcio.
La Armada de Israel,
relegada a un papel auxiliar en anteriores guerras, desempeñó el que en verdad
le correspondía durante la del Yom Kippur. Esto se debía a que la Flota había
reconocido, quizás antes que otras armas, el revolucionario impacto de los
cohetes en el arte de la guerra.
Israel había formado su
propia flota de lanchas lanzacohetes; cinco de ellas sacadas de contrabando de
su astillero francés en Cherburgo (Francia), el día de Navidad de 1969,
desafiando así el embargo de armas dictado contra Israel por el general De
Gaulle. Estas lanchas Saar, más dos modelos de fabricación nacional denominados
Reshef, estaban armadas con un cohete diseñado y fabricado en Israel, el
Gabriel. Tiene solamente un alcance de 20 kilómetros, la mitad de los Styx
empleados por las flotas combinadas de Egipto y Siria en veintiocho lanchas.
Pero el sistema de guía del Gabriel era mucho más moderno.
Desde el primer día de
guerra, cuando Israel hundió a cuatro embarcaciones sirias, la mayor parte
mediante el Gabriel, la Armada de Israel dispuso de medios para combatir a su
gusto. En el primer miércoles de la guerra, el 10 de octubre, fueron hundidas
tres lanchas sirias cerca de Port Said, e Israel atacó, asimismo, a otras
lanchas amarradas en el puerto de Tartus, hundiendo cuatro, aunque, al mismo
tiempo, averiaba seriamente a buques de carga griegos, rusos y japoneses,
anclados en el puerto. A partir de entonces Israel dominó toda la línea
costera. Sus lanchas patrullaban durante las veinticuatro horas del día,
disparando contra "todo cuanto se movía". Sus cañones de 76 mm.
desempeñaron un importante papel en la destrucción de las instalaciones
petrolíferas sirias de la costa, así como causar graves daños en las estaciones
de radar, complejos militares y depósitos de suministros, tanto en las costas
sirias como en las egipcias. Por supuesto, la Armada también atacó algunos de
los emplazamientos septentrionales de cohetes Sam.
Fue así como la Armada
de Israel se comportó como una de las mejores armas durante la enconada y
realmente amarga guerra.
No cabe duda de que los
rusos conocían de antemano el ataque árabe en el Yom Kippur. La
"adecuada" evacuación de los expertos rusos, así como el lanzamiento
efectuado el 6 de octubre de un satélite Cosmos de reconocimiento, permiten
llegar a esta conclusión. Ya el lunes, el Secretario General del Partido
Comunista, Leónidas Breznev, urgía a otros estados árabes, como Irak y Argelia,
a que participaran en la lucha. A partir de este día, los suministros rusos
fueron en aumento, hasta que se llegaron a registrar, el día 12 de octubre,
viernes, un total de sesenta vuelos desde Damasco a El Cairo.
Las reservas de Israel,
con respecto a ciertos tipos de munición, escaseaban. Sus pérdidas de aviones y
tanques obligaron a solicitar un suministro americano similar. Al principio,
esto fue en vano. Algunos miembros de la Información Militar habían supuesto,
al principio, una rápida victoria israelí que hubiera hecho innecesario un
suministro por vía aérea. Pero hay pruebas evidentes de que el Secretario de
Estado norteamericano, doctor Henry Kissinger, había retenido la petición
porque deseaba una derrota de Israel, aunque limitada, pero suficientemente
grande como para satisfacer el "orgullo árabe herido"; una derrota lo
bastante modesta como para que los rusos pudiesen hacer una propaganda
triunfalista; una derrota suficientemente moderada como para lograr que Israel
tomara asiento ante la mesa de conferencias para discutir la Resolución 242 y,
finalmente, una derrota suficientemente tolerable como para evitar el colapso
del Gabinete de la señora Meir y le sucediera otro gobierno que, sin duda, se
mostraría más intransigente. Persiguiendo estos objetivos, el doctor Kissinger
pronosticaba y apoyaba un alto el fuego, con los egipcios en plena posesión de
la ribera oriental del Canal de Suez. Sin embargo, Sadat rechazó tal solución.
El único alto el fuego que él aceptaría tendría que ir ligado a una solución a
largo plazo: total evacuación de los territorios ocupados por Israel en 1967 y
reconocimiento de los legítimos derechos del pueblo palestino. Los rusos
parecieron apoyar la iniciativa de Kissinger y presionaron a Sadat, alegando
que, al menos él, ya había expuesto sus puntos de vista políticos.
Cuando tal iniciativa
fracasó, los Estados Unidos decidieron efectuar un envío masivo de suministros
a Israel por vía aérea, transportes que se iniciaron el domingo, 14 de octubre.
Los suministros aéreos se enfrentaron entonces con una dificultad de carácter
logístico. El martes, tercer día de guerra, el Consejo de Ministros de Kuwait
anunció una reunión de productores árabes de petróleo para discutir el papel
que desempeñaban los crudos en el conflicto. Al día siguiente, los expertos
petrolíferos de Egipto y Arabia Saudi discutían la manera de cómo habría que
usar el arma del petróleo. Europa recibía más del 70% de su petróleo de manos
de los árabes, por lo que los europeos se negaron sistemáticamente a
proporcionar bases a los americanos para sus suministros aéreos, pues de otro
modo ponían en peligro su suministro de crudos. Finalmente, los Estados Unidos
tuvieron que canalizar sus envíos a Israel a través de la base arrendada a
Portugal, en las Islas Azores.
El 14 de octubre,
domingo, el ministro de Defensa de Israel anunció que hasta entonces, en la
guerra, habían muerto seiscientos cincuenta y seis soldados israelíes. Más
tarde se supo que por lo menos cien de los dados como desaparecidos, también
habían muerto. Fue aquel mismo día, cuando a las seis de la mañana, los
blindados egipcios iniciaron una ofensiva hacia el Este, en realidad, el
estallido que esperaban las I.D.F. El ataque egipcio se concentraba en cuatro
puntos diferentes. La batalla principal se libró en el sector central, contra
las fuerzas del general Sharon, donde unos ciento diez tanques egipcios fueron
destruidos durante el día. La División del Norte, a las órdenes del general
Adan, y la División del Sur, al mando del general Mandler, también lucharon
contra los intentos del Tercer Ejército egipcio de romper el frente y avanzar
hacia el Sudeste, a lo largo del golfo de Suez y en dirección a los campos
petrolíferos de Abu Rodeis. Este intento fue abortado por las Fuerzas Aéreas de
Israel, que destruyeron la mayor parte de una brigada egipcia. En total,
durante el 14 de octubre, los egipcios perdieron más de doscientos tanques en
el fracasado asalto para conseguir el tan ansiado avance.
Se ha calculado que en
la lucha de aquel día tomaron parte más tanques que los mil seiscientos
británicos, alemanes e italianos que libraron la batalla de El Alamein, a 320
kilómetros de El Cairo durante el mismo mes, en 1942.
Los tanques Patton y
Centurión de Israel gozaban de una pequeña ventaja comparados con los carros
rusos empleados por los egipcios, ya que su ángulo de tiro vertical y amplio
les capacitaba para disparar cuesta abajo, exponiendo solamente la torreta, con
lo cual aprovechaban el accidentado terreno del Sinaí Occidental.
A mediodía del 14 de
octubre, el ataque egipcio había quedado tan desbaratado que muchas de sus
unidades incluso tuvieron dificultades para hallar el camino de regreso a la
cabeza de puente. Acto seguido, los carros de Israel trataron de cortar la
retirada a los egipcios. Uno de los comandantes informó sobre el hecho de que
en la batalla que duró hasta las tres de la madrugada, sus fuerzas habían
provocado cincuenta y cinco "hogueras"; la mitad de ellas tanques, y
el resto, piezas de artillería y transportes de tropas; sin haber sufrido ni
una sola baja. El general Ismail declaró más tarde que se había visto obligado
a iniciar una amplia ofensiva antes de que llegara el momento más idóneo para
ello, con objeto de aliviar las presiones que pesaban sobre Siria. Trató de
regresar a las cabezas de puente para proceder a su consolidación y
convertirlas en "poderosa roca contra la cual se estrellarían los
contraataques del enemigo".
En la tarde del 15 de
octubre, lunes, cuando no hubo duda alguna de que los egipcios no intentarían
salir de nuevo de sus cabezas de puente, se encendió la luz verde para el cruce
del Canal hacia el Oeste.
El general Sharon fue
encargado de llevar a cabo la travesía del Canal. Antes de la guerra, cuando
era comandante del Mando Sur, había elegido ya un punto para cruzar el Canal,
situado entre los dos Lagos Amargos, cerca de la entrada del Canal. En este
punto, situado a unos 20 kilómetros al Sur de Ismailia, las enormes rampas del
Canal aparecían muy disminuidas en su volumen y su parte más débil estaba
marcada con ladrillos rojos. Las fuerzas estaban formadas por tres brigadas
acorazadas, contando cada una de ellas, en un principio, con noventa o cien
tanques, número que disminuyó al cabo de una semana de lucha: una brigada de
infantería, incluidos paracaidistas, y un cuerpo especial de ingenieros, con
equipo para remover tierras, motoras y equipos de pontones. Frente a esta
división estaba, la 21 División Acorazada egipcia con tantos tanques como la de
Sharon, núcleo del Segundo Ejército egipcio, a las órdenes del general Sad Mam.
Desde un principio se
hizo evidente que el éxito de la operación dependería de la velocidad y
sorpresa de la misma. Si el factor sorpresa dejaba de existir, los egipcios
podían haber reunido un número considerable de tanques para esperar en la
ribera occidental del Canal. El problema del general Sharon consistía en cómo
llegar hasta el agua y establecer una cabeza de puente la misma noche. Se
eligió el punto de penetración entre el Segundo y Tercer Ejércitos egipcios. Al
llegar el crepúsculo del 15 de octubre, una de las tres brigadas acorazadas se
lanzó al ataque por el Oeste, mientras que otra lo hacía en dirección Sudoeste,
hacia el Gran Lago Amargo. Un tercer grupo avanzó hacia el Norte para
establecer un perímetro de seguridad. A medianoche se había logrado el enlace
con los paracaidistas de la tercer brigada, y una hora más tarde el propio
general Sharon se encontraba sobre el Canal, con aproximadamente doscientos
paracaidistas.
Pero los objetivos más
importantes no se consiguieron: al amanecer no se había establecido la cabeza de
puente e incluso aún no eran nada seguras las carreteras que conducían al punto
de cruce. Por otra parte, el grupo que había avanzado hacia el Norte tropezó
con fuerte resistencia egipcia al cabo de pocos kilómetros, por lo que en
aquellos momentos el grupo iniciaba un combate que iba a durar los dos días
siguientes.
A mediodía del 16 de
octubre, martes, Sadat, sin haberse enterado aún, por supuesto, de que las
tropas de Israel habían pasado a la ribera occidental y de la enorme
importancia de esta operación, pronunció un discurso en público, en el que por
vez primera exponía los objetivos de la guerra.
Prometió continuar
luchando para liberar la tierra ocupada por Israel en 1967 y hallar los medios
necesarios para conseguir se respetaran los derechos legítimos del pueblo
palestino. Declaró su buena disposición, una vez se hubiese llevado a cabo la
retirada de los territorios ocupados, para asistir a una conferencia
internacional de paz en las Naciones Unidas. Y lo que aún era más
significativo, anunció que estaba dispuesto a aceptar un alto el fuego, con la
condición de que las fuerzas de Israel se retiraran de todos los territorios
ocupados a las líneas anteriores al 5 de junio de 1967, bajo supervisión
internacional. Pocos días después, el presidente Sadat estaría dispuesto a
aceptar un alto el fuego en condiciones muy diferentes a las expuestas.
Horas después, la
señora Meir habló ante el Knesset, que se había reunido en sesión especial en
Jerusalén. Replicando al presidente Sadat, dijo: "No nos cabe la menor
duda de que, una vez más, se ha hecho la guerra en contra de la propia
existencia del Estado judío: nuestra supervivencia está en juego.... Los
Ejércitos de Egipto y Siria, con la ayuda de otros Estados árabes....han ido a
la guerra con el exclusivo objeto de alcanzar las líneas del día 4 de junio de
1967 y de camino, a la vez, para conseguir su propósito principal: la conquista
y destrucción de Israel".
Atacó a la Unión
Soviética por suministrar armas ofensivas a los árabes, y denunció los embargos
de armas en el Oriente Medio, o, lo que era igual, las exportaciones anunciadas
por Inglaterra y Francia. Con respecto a los objetivos de guerra de Israel,
dijo: "Llegará el alto el fuego cuando se rompa la fuerza del enemigo.
Estoy segura de que, cuando hayamos llevado al enemigo al borde del colapso,
los representantes de varios Estados no se mostraran "lentos" en
presentarse voluntariamente a salvar a nuestros agresores...". Lo más
importante de su discurso fue, quizás, el breve anuncio de que el Ejército de
Israel ya se encontraba dando los pasos necesarios para llegar a una resolución
militar del conflicto con Egipto: "Un contingente de las I.D.F. está
operando en la ribera occidental del Canal de Suez". Era la primera
noticia acerca de la cabeza de puente de Arik Sharon. En principio, la señora
Meir había pensado en enunciar el establecimiento de una cabeza de puente. Sin
embargo, esta parte vital de la operación se silenció, porque aún no se había
logrado.
Mientras Sharon, con su
reducido grupo de hombres, no tropezaba con ninguna oposición en la ribera
occidental, se estaba librando una de las más feroces y costosas batallas de
toda la guerra a unos 3 kilómetros de la ribera oriental, tras ellos, alrededor
de la llamada confluencia de carreteras de la Granja China. La Infantería
egipcia había conseguido infiltrarse en la zona de confluencia, en el Norte, y
con rampas de cohetes dirigidos electrónicamente hacían que resultase
inaccesible el cruce de carreteras y a la vez habían llegado hasta el Sur, atacando
intermitentemente la confluencia. Y toda la operación se hallaba en aquellos
momentos muy retrasada. A las nueve de la mañana del 17 de octubre, miércoles,
sólo unos treinta tanques y aproximadamente dos mil hombres habían cruzado el
Canal. La artillería egipcia había disparado a cero sobre la zona de
confluencia, convirtiendo el lento paso del convoy en una operación enormemente
dificultosa. La carga principal que había que transportar era el puente:
flotadores rectangulares de acero transportados en camiones. Algunas de las
secciones del puente quedaron dañadas por los obuses, lo que significaba que no
habría posibilidad de tender un puente dentro de las doce horas siguientes. Si
cualquier grupo de fuerzas se hubiera presentado repentinamente en la ribera
oriental, los israelíes no hubiesen podido hacer nada en absoluto. Trasladar a
la otra orilla del Canal a una división con barcazas hubiera requerido por lo
menos mil viajes de ida y vuelta.
El plan original de la
operación consistía en que las fuerzas del general Sharon aseguraran la cabeza
de puente, mientras que la división del general Adan avanzaría aprovechando la
situación. De las diferentes opciones sugeridas para tal fase de la operación
quedó suprimida la de avanzar hacia el Norte, hacia Ismailia, a causa del
complejo sistema de canales, la "barrera agrícola" que convertiría
cualquier avance en tal dirección en algo pesado, molesto y presumiblemente
difícil. Por tanto, se había decidido avanzar hacia el Sur, hacia Suez, y
aislar al Tercer Ejército. La ruta se extendía a lo largo de arena abierta y
firme, donde las columnas de Israel podrían avanzar con rapidez. Durante 30
kilómetros, los israelíes tendrían un flanco protegido por los Lagos Amargos,
barrera que ninguna de ambas partes podría cruzar. Una vez situadas en el Sur,
las I.D.F. sólo tendrían que controlar un frente de unos 20 kilómetros, entre
Shalufa y Suez, con objeto de atrapar al Tercer Ejército. En la mañana del
martes, aquel plan pareció no ser útil en absoluto. Las fuerzas del general
Adan, en lugar de cruzar inmediatamente para iniciar el largo avance hacia el
Sur, tuvieron que empeñarse en la dura lucha de la Granja China, batalla
orientada a asegurar un pasillo de aproximación al cruce.
Mientras tanto, las
fuerzas del general Sharon, después de la amarga discusión entre Sharon y sus
superiores, se dedicaron a atacar depósitos de petróleo, volándolos y, lo que
demostró ser de primerísima importancia, destruyendo los emplazamientos de
cohetes Sam, despejando así un terreno excelente para el aterrizaje de los
aviones israelíes, a la vez que creaban un pasillo aéreo de penetración.
Cuando el presidente
Sadat dejó de mencionar en su discurso la invasión israelí, se supuso en Israel
que esta actitud era deliberada. Al Mando israelí, no se le ocurrió pensar que,
muy probablemente, ni el presidente Sadat ni el general Ismail sabían lo que
estaba ocurriendo. Según la versión dada por el general Ismail, la primera
noticia que tuvo sobre la invasión fue "información que le estaba esperando
cuando regresó de la sesión de la Asamblea del Pueblo, concerniente a la
infiltración de un pequeño número de tanques anfibios". El mensaje añadía
que, de acuerdo con la opinión del mando local, "era posible destruirlos
rápidamente", por lo cual había sido enviada para tal misión un batallón
de choque. Hasta el oscurecer del día 16 de octubre, martes, veinticuatro horas
después de haberse iniciado la operación, los egipcios no planificaron un
ataque coordinado en las cercanías del puente de cruce.
Durante toda la noche,
los tanques estuvieron enzarzados en duro combate. Lenta y dramáticamente, se
fue reduciendo también la resistencia egipcia, en la Granja China y el fuego en
los puntos de cruce disminuyó lo suficiente como para que los ingenieros israelíes
montasen los pontones para el tan esperado y retrasado puente. En la pequeña
zona de la Granja China, después del combate, se contaron más de mil quinientos
vehículos quemados, la mitad de los cuales pertenecían a ambos bandos. A
mediodía del miércoles, y con casi treinta horas de retraso, ya se hallaba el
primer puente en su lugar y sobre él comenzaron a pasar las tres brigadas de
tanques del general Adan. Poco después, se instaló el segundo puente sobre el
Canal. Por entonces, el elemento sorpresa se había perdido por completo. La
artillería egipcia disparaba a cero sobre los puntos de cruce, por lo cual
tanto el montaje de los puentes como su cruce, implicaron grandes bajas.
La Unión Soviética se
había convencido de la necesidad de un alto el fuego al cabo de unos pocos días
de lucha; al parecer, sus expertos se mostraban muy pesimistas acerca de la
habilidad de los egipcios para enfrentarse a un poderoso contraataque israelí
que necesitaría de una rápida improvisación en lugar de una planificación bien
hecha de antemano. El martes, Kosiguin decidió observar personalmente el
progreso de la guerra. Voló hasta El Cairo, llegando poco después de que la
señora Meir anunciara el establecimiento de una cabeza de puente por parte de
Israel en el Canal de Suez. Una vez estuvo clara para los rusos la magnitud del
desastre, Breznev envió una urgente solicitud al presidente Nixon para que él,
a su vez, enviara al Secretario de Estado, Kissinger, a Moscú, con objeto de
entablar negociaciones para poner fin rápidamente a las hostilidades que, si
continuaban, serían muy difíciles de detener. Los rusos hicieron hincapié en
que no podían permitir una derrota egipcia y que estaban dispuestos a adoptar
las medidas necesarias para que tal cosa no sucediera. En consecuencia, a las
cinco de la madrugada del sábado, 20 de octubre, Kissinger y un grupo de
funcionarios partió hacia Moscú.
Por entonces, la
división mandada por el general Magen; quien sustituyó al general Mandler,
muerto en la lucha; también había cruzado los puentes. Así pues, en la ribera
occidental del Canal de Suez ya había tres divisiones israelíes. Las fuerzas
del general Sharon, en el Norte, se vieron obligadas a combatir en la zona de
cultivos creada por los canales de agua dulce, en dirección a Ismailia.
Las fuerzas del general
Adan avanzaron en dirección a Genifa-Suez, al mismo tiempo que despejaban la
zona situada al oeste del Lago Amargo y de la propia ribera occidental del
Canal. El general Magen describió con sus hombres un amplio arco hacia el oeste
de Yebel Genifa, en dirección al puerto de Adabiya, en el golfo de Suez.
El domingo, 21 de
octubre, el Alto Mando de El Cairo, en una conferencia de prensa, la primera
que se celebraba durante la guerra, admitió que había dos pequeñas bolsas de
israelíes a unos diez kilómetros de distancia, en el interior de Egipto, pero
alegó que ambas bolsas se hallaban perfectamente cercadas por millares de
soldados egipcios. La verdad era que, en aquellos momentos, las fuerzas de
Israel no sólo habían avanzado en gran parte hacia Suez, sino que también
habían desmantelado los emplazamientos de los cohetes. La comparativa libertad
en el aire disfrutada por los Mirage y Phantom israelíes aquel día se manifestó
por sí misma en el combate aéreo. Los egipcios, obligados a comprometer sus Mig
en un esfuerzo por detener el avance israelí, perdieron diecisiete cazas en el
transcurso de un solo día. Las tropas israelíes, avanzando rápidamente hacia la
carretera de El Cairo-Suez, amenazaban con cortar el cordón umbilical del Tercer
Ejército; sus fuerzas ascendían a unos veinte mil hombres, más aproximadamente
unos trescientos o cuatrocientos tanques todavía intactos, por lo cual se
consideraban tropas altamente vulnerables.
Tal y como había
pronosticado la señora Meir, cuando se hizo evidente la victoria judía, las
Superpotencias inmediatamente se pusieron de acuerdo para un alto el fuego. Por
último, se puso en movimiento la oxidada maquinaria del Consejo de Seguridad de
las Naciones Unidas. Poco después de las diez de la noche del domingo, en Nueva
York; exactamente después de las cuatro de la madrugada en la zona de guerra;
se reunió el Consejo de Seguridad y, tras un breve debate, se adoptó la
Resolución 338, apoyada tanto por los Estados Unidos como por Rusia. La resolución
requería a ambas partes en lucha para que cesara el fuego inmediatamente, así
como toda clase de actividades militares. Se concedía a ambos bandos un plazo
de doce horas para que lo hiciesen desde las posiciones que ocuparan en ese
momento. El hecho de que el presidente Sadat, que días antes había declarado
que no aceptaría un alto el fuego a no ser que Israel se retirase de todos los
territorios ocupados en 1967, era algo que ahora se remplazaba por un alto el
fuego "in situ", y esta circunstancia atestiguaba más que ningún otro
hecho el cambio decisivo que se había operado en el campo de batalla. La
resolución también instaba a ambas partes para que, después que entrase en
vigor el alto el fuego, se sometiesen a la Resolución 242 del Consejo de
Seguridad, en todas sus partes, y concluía con la provisión de que
"inmediatamente y tras el alto el fuego se iniciaran negociaciones entre
las partes interesadas, y bajo los adecuados auspicios, orientadas al
establecimiento de una paz justa y duradera en Oriente Medio". Aun cuando
el "cumplimiento" de la Resolución 242 se podía considerar como una
concesión a los árabes, la última, en la que se instaba a unas negociaciones
entre ambas partes, se consideraba como una concesión a los israelíes. Sin embargo,
la resolución de alto el fuego contenía una laguna: el acuerdo no presentaba
propuesta alguna sobre observaciones u obligación del alto el fuego. Éste
entraría en vigor el lunes, 22 de octubre, a las 5'58 de la tarde.
La última semana de
guerra fue testigo de una intensa lucha en el Norte, pero de muy pocos cambios
territoriales. Las fuerzas de Israel habían penetrado en Sasa, pero, al
hallarse expuestas a contraataques y muy preocupadas por sus canales de
suministros, se retiraron de aquella confluencia y ocuparon posiciones más al
Oeste. Israel había alcanzado sus principales objetivos en aquel frente: se
había despejado todo el Golán y se hallaba bajo seguro control de Israel una
enorme extensión de territorio al este de la anterior línea de alto el fuego.
Más allá se hallaba la capital de Siria, claramente visible desde las
posiciones israelíes. Su conquista hubiese implicado considerables dificultades
militares, así como numerosas bajas, además se consideraba políticamente
imprudente por muchas razones, sobre todo ante la suposición de que los rusos,
en vista de su compromiso con Siria, no se quedarían de brazos cruzados si la
capital de sus aliados caía en manos judías. Mientras tanto las principales
unidades de las I.D.F., incluidas las aéreas y las acorazadas, se habían
trasladado al Sur, al frente egipcio, donde se estaba librando la batalla
decisiva de la guerra.
Sin embargo había una
posición israelí que no se había recuperado todavía: la del Monte Hermón, en
poder de los sirios, que la habían tomado en las primeras horas de la guerra.
Era vital, no sólo para evitar que los sirios dispusieran de observación visual
y electrónica desde aquel puesto, sino para asegurar estos medios para Israel
con objeto de poder observar el propio corazón de Siria.
Con el alto el fuego a
la vista, se realizó un intento con paracaidistas lanzados desde helicópteros y
unidades de Infantería que escalaron el lado más accidentado que conducía a su
cima, situada a unos 3.000 metros sobre el nivel del mar, infantería que
estaría apoyada por la artillería, blindados y aviación. Los cañones sirios,
emplazados alrededor de la fortaleza, lucharon obstinadamente, apoyados por los
aviones, nueve de los cuales fueron derribados. A las once de la mañana del 22
de octubre, lunes, ocho horas antes de que entrara en vigor el alto el fuego,
los israelíes completaron la operación con rotundo éxito: las banderas de
Israel y de la brigada Golani ondearon, una vez más, en la antena de la radio
sobre el fuerte: "los ojos y oídos de Israel".
El Gobierno de Israel
había aceptado de mala gana el alto el fuego, ya que opinaba que, después de
casi tres semanas de enconada lucha y de grandes pérdidas, se le arrebataba de
las manos el precio de la victoria. El presidente Sadat también lo había hecho con
la esperanza de salvar al Tercer Ejército de una completa aniquilación.
Finalmente, Siria anunció asimismo que aceptaba, aunque "sobre la base de
una completa retirada de las fuerzas israelíes de todos los territorios árabes
ocupados en junio de 1967 y más tarde...", condición que se oponía
claramente a la resolución. De todos modos la lucha continuó. Entre el momento
en el que se adoptó la resolución y la hora en que entró en vigor, las fuerzas
israelíes habían terminado ya de cortar la carretera El Cairo-Suez. El Tercer
Ejército egipcio intentó desesperadamente romper el cerco. Como Egipto no había
suspendido el fuego, las I.D.F. no vieron razón alguna para hacerlo
unilateralmente, y así emplearon las horas de intervalo para reforzar el
círculo que rodeaba al Tercer Ejército.
A petición del
presidente Sadat, se reunió el Consejo de Seguridad, en otra sesión de urgencia
el martes, 23 de octubre, y una vez más, fueron las dos superpotencias las que
propusieron una resolución conjunta. Esta resolución, la número 339, adoptada
por 14 votos por ninguno en contra, y una sola abstención, aunque confirmaba la
decisión de un inmediato cese de las hostilidades, urgía "que las fuerzas
regresaran a las posiciones que ocupaban en el momento en que el alto el fuego
e había hecho efectivo". Como tales posiciones eran materia de
controversia y el propio destino del Tercer Ejército dependía de cual de las
versiones se aceptara, esta cláusula sirvió de muy poco o más bien de nada para
aclarar el tema. El Consejo de Seguridad también solicitó al Secretario General
que tomase las oportunas medidas para que un grupo de observadores de las
Naciones Unidas se trasladara a Oriente Medio, con objeto se supervisar el
cumplimiento del alto el fuego.
A pesar de esta nueva
resolución, la lucha continuó. La Unión Soviética, en desesperado intento de
salir fiador de su cliente egipcio y restablecer su credibilidad ante los ojos
de los árabes, se enzarzó en una serie de movimientos militares y diplomáticos
que sin duda indicaban su voluntad de intervenir unilateralmente en el
conflicto, siempre con el exclusivo objeto de salvar al Tercer Ejército. El
Secretario del Partido, Breznev, envió una enérgica nota al Gobierno de los
Estados Unidos apremiando el envío de fuerzas de las dos Superpotencias para
que reforzasen el alto el fuego, añadiendo que, si los Estados Unidos se
negaban a ello, entonces la Unión Soviética se vería obligada a actuar sola.
Simultáneamente, la C.I.A. informaba de la presencia de siete buques de
desembarco y dos portahelicópteros para transporte de tropas en aguas del
Mediterráneo; además, se hallaban en estado de alerta siete divisiones
soviéticas aerotransportadas, con una división a nivel de superalerta,
dispuesta a actuar en el acto. Un nuevo elemento en la situación demostraba que
las Fuerzas Aéreas soviéticas había retirado la mayor parte de los grandes
transportes empleados en los suministros aéreos a Egipto y Siria a sus bases
rusas. Por tanto, podrían llegar a emplearse para transportar tropas soviéticas
a la zona del conflicto.
Para evitar cualquier
movimiento precipitado por parte de la Unión Soviética, el Gobierno de los
Estados Unidos decidió una alerta nuclear mundial, recibiendo todos los mandos
la orden de adoptar el estado de defensa 3, estado superior al de una defensa
normal de tiempos de paz, situación en la que las tropas esperaban órdenes más
concretas y se cancelaban todos los permisos. A continuación, se rumoreó en
Washington que esta alerta nuclear mundial se había producido más debido a
consideraciones internas que a otros factores, puesto que el escándalo de
Watergate había alcanzado otro punto crucial aproximadamente por aquellas
fechas, como resultado de la decisión de Nixon de despedir a su fiscal especial
Archibald Cox, que estaba investigando el escándalo. Este alegato fue
desmentido enérgicamente por todos los implicados directamente en el asunto. En
todo caso, el "debate acerca de una alerta nuclear" desapareció con
la misma rapidez que había surgido. Dentro del Consejo de Seguridad se estableció
un compromiso mediante el cual se excluirían a los miembros permanentes del
Consejo y, en consecuencia, a las dos superpotencias de la inmediata operación
de lograr la paz. El Secretario General de las Naciones Unidas, Kurt Waldheim,
recibió la aprobación unánime al proponer se enviasen fuerzas de Austria,
Finlandia y Suecia, entonces de guarnición en Chipre, a la zona de guerra de
Oriente Medio.
La alerta nuclear de
los Estados Unidos situó en un primer plano la tensión latente entre los
Estados Unidos y sus aliados de la O.T.A.N. que protestaban por no haber sido
consultados de antemano. Los Estados Unidos respondieron haciendo hincapié en
su irritación hacia los países europeos por no haber ayudado a los americanos
en el asunto de Oriente Medio. Excepto Portugal, que había concedido permiso de
aterrizar a los aviones americanos para que desde las Islas Azores se
dirigiesen a Israel con suministros de guerra, ninguna otra nación europea se
prestó a colaborar con los americanos durante la Guerra del Yom Kippur.
El acuerdo o, más bien,
el "arreglo" establecido por las Superpotencias no se reflejó
inmediatamente en el frente de batalla. El jueves se renovó la lucha en el área
de Suez y, una vez más, los observadores enviados desde El Cairo fracasaron en
su intento de establecer una satisfactoria línea de alto el fuego. Era
realmente desesperada la solicitud de ayuda del Tercer Ejército. Los hombres
llevaban cuatro días aislados, y los cálculos más generosos estimaban que no
podrían resistir otra semana. Israel permitió el paso de un envío de plasma
sanguíneo destinado a los heridos, pero se negó a autorizar el paso de
provisiones, incluso agua, ya que tales provisiones contribuirían al
establecimiento de una base bien consolidada que en el futuro pudiera
constituir una nueva amenaza, o agresión.
Hasta entonces, Egipto
sólo había informado de la captura de cuarenta y ocho israelíes, y Siria, que
había mostrado por televisión a los prisioneros judíos, no había informado nada
en este sentido, mientras que Israel, en la mañana del 24 de octubre contaba
con mil trescientos prisioneros de guerra, novecientos ochenta y ocho egipcios,
doscientos noventa y cinco sirios, doce iraquíes y cinco marroquíes. Resultó
entonces palpable que, a pesar de lo establecido en este terreno por la
Convención de Ginebra, los árabes se preparaban para usar como carta escondida
en la manga el tema sentimental de los prisioneros de guerra. Otra carta que se
estaba ya usando era el mantenimiento de un bloqueo naval en los estrechos de
Bab-el-Mandeb, en la entrada sur del Mar Rojo, considerado por Israel como acto
de guerra y como violación del alto el fuego.
Mientras los demás
frentes se mantenían tranquilos durante el 26 de octubre, viernes, el cercado
Tercer Ejército realizó un desesperado y último intento por mejorar su
posición. Protegidos por el fuego de tanques y artillería, los egipcios
intentaron hacerse con el control de los puentes de pontones situados al sur
del Pequeño Lago Amargo y tender uno nuevo a través del Canal, al sur de Suez.
Tras un combate que duró tres horas, en el cual desempeñó un importante papel
la Fuerza Aérea israelí, el intento egipcio fracasó estrepitosamente, quedando
su nuevo puente en ruinas. Aquel día también se tuvieron pruebas evidentes de
que se desmoronaba la moral del Tercer Ejército, ya que los israelíes
capturaron numerosos grupos de soldados, a menudo sin lucha, que habían
desertado del grueso de sus fuerzas e intentaban regresar a su país.
El secretario de Estado
norteamericano inició entonces una intensa labor de negociaciones diplomáticas
para impedir el colapso del Tercer Ejército. Ya fuese motivado por la
preocupación de la posibilidad de una directa intervención soviética y el
consecuente peligro de enfrentamiento de las Superpotencias, o quizá por su
deseo de evitar una total y completa humillación egipcia y salvar algo de la
"derrota limitada" que había previsto desde un principio, lo cierto
fue que el secretario de Estado presionó con dureza al Gobierno de Israel para
que permitiera un suministro regular al Tercer Ejército. El sábado, 27 de
octubre, veintiún días después de estallar las hostilidades, quedaron en
silencio los cañones en ambos frentes. Pocas horas después, los jefes militares
egipcios e israelíes se reunían en el kilómetro 101 de la autopista Suez-El
Cairo; a 80 kilómetros aproximadamente de la capital egipcia; donde finalmente
fijaron los detalles del suministro al Tercer Ejército.
Desde un punto de vista
militar, la guerra que había comenzado en las peores circunstancias que Israel
pudiera haber pensado y con las más que prometedoras condiciones con que las
fuerzas árabes podrían haber esperado y para la que se habían preparado, tuvo
como resultado la victoria de las fuerzas de Israel. Aunque Egipto mantenía dos
grandes cabezas de puente en la ribera oriental del Canal de Suez, las fuerzas
de Israel retenían unos 1.600 kilómetros cuadrados en la ribera occidental del
Canal, con sus fuerzas más occidentales situadas aproximadamente a 70
kilómetros de El Cairo; el Tercer Ejército egipcio estaba atrapado y, de no ser
por la intervención de las Naciones Unidas y de las Superpotencias, habría sido
condenado. En el Norte, Israel retenía 600 kilómetros cuadrados de territorio
más allá de la línea de tregua de 1967, llegando hasta unos 40 kilómetros de
Damasco. Según cálculos americanos, las fuerzas combinadas árabes habían
perdido aproximadamente unos dos mil doscientos tanques y unos cuatrocientos
cincuenta aviones, mientras que Israel había perdido ochocientos tanques y
ciento quince aviones. Muchos de los tanques sirios y egipcios semiquemados o
averiados quedaron en territorio israelí y más tarde fueron reparados. Israel
mantenía ocho mil ochocientos prisioneros de guerra, y Egipto y Siria, algo
menos de cuatrocientos.
Aun cuando en Israel
reinaba la sensación de profundo alivio por haberse salvado de un inmenso
peligro, no se celebró la victoria. Israel había perdido dos mil quinientos
veintidós hombres, casi el 1%o de su población, un promedio de ciento cinco por
día hasta el 27 de octubre en que cesó la lucha. El hecho de que los Ejércitos
árabes hubiesen sufrido muchísimas más bajas; los sirios calculaban unos tres
mil quinientos muertos y los egipcios unos quince mil; no constituyó
satisfacción alguna para los israelíes.
El día 11 de noviembre
se firmó el acuerdo de alto el fuego entre Israel y Egipto en el kilómetro 101
de la carretera Suez-El Cairo. Este acuerdo establecía normas para el
suministro de alimentos, agua y medicinas a la malparada ciudad de Suez, así
como suministros, no militares, por supuesto, al Tercer Ejército, en la ribera
oriental del Canal de Suez. Asimismo, establecía diferentes normas a seguir
para el intercambio de prisioneros.
La Conferencia de Paz
de Ginebra se inició el 21 de diciembre de 1973 con la participación de Egipto,
Jordania e Israel, bajo los auspicios de los Estados Unidos y la Unión
Soviética. La silla reservada a Siria aparecía vacía. Tras el ceremonial de la
inauguración e intercambio de discursos, quedó aplazada. El 18 de enero de 1974
se estableció un acuerdo de separación de fuerzas entre Egipto e Israel, y el 1
de marzo de 1974, el acuerdo se había hecho por completo realidad. Israel
convino en retirar todas sus fuerzas de la ribera occidental del Canal y, acto
seguido, un conjunto de fuerzas de las Naciones Unidas estableció un cinturón
de casi 11 kilómetros de anchura entra las fuerzas egipcias en la ribera
occidental del Canal y los israelíes. A cada lado del cinturón de la O.N.U. se
establecieron zonas de defensa, en las que tanto los egipcios como los
israelíes mantenían un número limitado de hombres, aproximadamente siete mil
soldados, treinta y tres tanques y treinta seis piezas de artillería. Las
negociaciones con Siria, negociaciones del mismo estilo, fueron mucho más largas,
acompañadas de fuego pesado, aunque muy localizado. Una de las mayores
dificultades con las cuales se tropezó en las negociaciones, fue la negativa
siria a entregar las listas de sus prisioneros de guerra israelíes, incluso
tras haber transcurrido un considerable período de tiempo durante el cual
también se habían negado a que se les visitara. En el Golán se había encontrado
cuerpos de soldados judíos muertos con las manos atadas a la espalda, y
mientras no se consiguieran las listas antes mencionadas, el temor de que el
resto de los prisioneros israelíes corriese la misma suerte fue algo que se
convirtió en tema de interés nacional para Israel. Por último el 31 de mayo de
1974 se firmó un acuerdo con Siria que más bien tenía carácter militar. Israel
aceptó abandonar todo el territorio ocupado al este de las líneas del alto el
fuego de 1967; acto seguido, se estableció otro cinturón de fuerzas de la
O.N.U., y a cada lado zonas defensivas en las que se permitía la presencia de
muy limitadas fuerzas. Éstas eran mucho menos numerosas que las del Sur,
considerando, además, la naturaleza del terreno.
Fueron acuerdos
puramente militares firmados por los comandantes de ambas partes: el egipcio,
en el kilómetro 101, y el sirio, en Ginebra.
Tras unas prolongadas y
complejas conversaciones sostenidas por el secretario de Estado norteamericano,
Kissinger, que terminaron en un callejón sin salida en marzo de 1975 y que
volvieron a reanudarse en agosto del mismo año, se negoció nuevamente, en
Ginebra, otro convenio entre Israel y Egipto el 4 de septiembre de 1975,
acuerdo que se firmó el 10 de octubre. Israel se comprometía a devolver a
Egipto el control civil de los campos petrolíferos de Abu Rodeis, que desde
1967 había suministrado a Israel el 60% de sus necesidades de crudos. También
convenía en retirarse de los estratégicos pasos de Mitla y Gidi, así como del
territorio situado más al Norte, que desde aquel momento se convertiría en zona
de "tope" o valla bajo supervisión de la O.N.U. Israel mantendría sus
instalaciones electrónicas de alarma en Um Hashiba, al Oeste de los pasos,
posición desde la cual se podía inspeccionar electrónicamente una amplia área
que se extendía hasta el corazón del propio Egipto. A este país se le
permitiría establecer una estación de la misma clase en el Este, con acceso
electrónico a una gran zona dominada por Israel. Por vez primera en la historia
del conflicto; innovación muy discutida tanto en los Estados Unidos como en
otros lugares; se establecería una presencia americana, doscientos técnicos a
cargo de medios de supervisión electrónica e independientes, cuyos informes
se enviarían a ambas partes. El antiguo cinturón de la O.N.U. sería ocupado por
tropas egipcias, fijándose mucho más al Este otro cinturón de fuerzas de la
O.N.U. más amplio que el anterior. A cambio de las concesiones de Israel,
Egipto se comprometía a no recurrir a las amenazas o al empleo de la fuerza ni
a bloqueos militares entre ambos; Egipto también se comprometía a permitir el
paso por el Canal de Suez; reabierto a la navegación en junio de 1975; a los
buques de carga no militares con destino a Israel, así como a su regreso. Sin
embargo, este compromiso de no agresión mostraba una sola excepción. Ésta se
refería al caso de que Israel atacara a otro país árabe. El problema de aclarar
quién era o sería el agresor siempre resultó muy difícil. Se recordará que,
incluso en octubre de 1973, los primeros comunicados egipcios y sirios
mencionaban un ataque israelí rechazado por fuerzas árabes. El convenio
permanecería en vigor hasta que se renovara o sustituyera por otro. En
documento aparte, el Gobierno egipcio aceptaba la renovación del mandato de las
fuerzas de las Naciones Unidas al cabo de tres años, así como moderar su
propaganda y campaña de bloqueos contra Israel.
Con objeto de
equilibrar las concesiones estratégicas, territoriales y económicas entre
Israel y Egipto, que estaba muy lejos de ser de no beligerancia como se había
estipulado como condición para la retirada de los pasos, el Gobierno de los
Estados Unidos hizo ciertas promesas a Israel, incluyendo garantías de
suministro de petróleo en caso de embargo, así como envío de armas, y futuras
consultas políticas si eran necesarias. Estos compromisos, o más bien promesas,
demostraban el interés de los americanos para que el convenio fuese una
auténtica realidad como parte de una estrategia destinada a desplazar a la
Unión Soviética en Egipto y asegurar en todo el Oriente Medio la primacía de
los Estados Unidos. En el curso de algunas sesiones del Congreso celebradas
posteriormente, resultó evidente que, excepto la promesa de envíos de petróleo,
las demás no se consideraban como "legalmente obligatorias en su
cumplimiento". Firmaron el convenio representantes diplomáticos y
militares. A fines de febrero de 1976, se habían cumplido ya todas las
condiciones impuestas en dicho convenio.
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