Los efectos producidos
por la derrota militar árabe fueron traumáticos. Pocos días después de haber
alardeado de que "ésta será la batalla final", el presidente Nasser
de Egipto se encaraba con la derrota de sus fuerzas militares, la ocupación de
todo el Sinaí por Israel y con sus dos aliados; Siria y Jordania; gravemente
dañados y sus territorios ocupados. Nasser presentó la dimisión de su cargo el
9 de junio, pero acató la "voluntad" del pueblo, tras una
manifestación masiva bien orquestada, y aceptó seguir sentado en su poltrona.
Su primera preocupación era hallar una cabeza de turco a quien achacar la
derrota.
La excusa que se
inventó fue que no había sido Israel la que había derrotado a Egipto, sino los
Estados Unidos. Los aviones británicos y americanos; no los israelíes; habían
destrozado las Fuerzas Aéreas egipcias durante las primeras horas de la guerra.
Indignados por estos pretextos, los Gobiernos de Gran Bretaña y de Estados
Unidos rompieron sus relaciones diplomáticas con Egipto.
La derrota de Egipto
constituyó un serio revés para la Unión Soviética. Esta se comprometió sobre
todo a ayudar a los Estados árabes, principalmente a Siria y a Egipto, al menos
para realizar un esfuerzo encaminado a restaurar la situación a lo que había
sido antes del 4 de junio de 1967. La Unión Soviética esperaba conseguirlo, de
acuerdo con el precedente creado en 1956, de la Asamblea General de las
Naciones Unidas que; a petición soviética; fue convocada en sesión especial. El
propio Primer Ministro Kosiguin llegó a Nueva York para que su presencia
influyera un tanto en la sesión. El objetivo tanto árabe como soviético era
obligar a Israel a abandonar todos los territorios ocupados durante la guerra,
sin la firma de una paz permanente ni la negociación de unas fronteras seguras.
El Gobierno de Israel rechazó la propuesta, si así se podía llamar; su
propósito era mantener las líneas del alto el fuego hasta que pudiesen ser
sustituidas por tratados de paz que establecieran límites territoriales,
mediante la negociación.
El debate en la sesión
especial de la Asamblea General comenzó con un violento ataque soviético,
acusando a Israel de agresión "alevosa".
El ministro de Asuntos
Exteriores de Israel, Abba Eban replicó: "Ustedes no han venido aquí como
fiscales, sino más bien como legítimo objeto de crítica internacional por el
papel que han desempeñado en los oscuros y sucios acontecimientos que
condujeron a la guerra.....Nunca se ha empleado una fuerza armada en aras de
una legítima causa como en nuestro caso....". El derecho de Israel a la
defensa propia era incuestionable, al igual que el de Rusia a defender
Stalingrado, o al de Gran Bretaña a expulsar de su espacio aéreo a los
bombarderos de Hitler.
Los Estados Unidos
apoyaron la posición básica de Israel. El presidente Johnson aunque admitió que
debería haber una retirada de los territorios ocupados, la consideraba como
parte de una posible negociación para asegurar las fronteras y no "para
violar a menudo las líneas de armisticio". Insistió en que las naciones de
Oriente Medio debían sentarse ante la mesa de negociaciones y dialogar para
llegar a un acuerdo sobre su coexistencia pacífica. Exigía también el libre uso
de las vías marítimas internacionales y un arreglo justo y equitativo con
respecto a los problemas de los refugiados.
En consecuencia, fue
derrotada la resolución de la retirada; aparte de los bloques soviéticos y
árabe tan sólo ocho miembros de las Naciones Unidas apoyaron su postura.
El único resultado de
la sesión especial fue una resolución adoptada el 4 de julio que se oponía a la
anexión de Jerusalén, que Israel había decretado días antes. Esta resolución no
fue nunca realidad. Los muros de la división habían caído después de casi 20 años
y no había poder en el mundo entero capaz de alzarlos nuevamente.
El fracaso soviético en
alcanzar un equilibrio mediante la vía diplomática aumentó las insistencias de
Egipto sobre el hecho de que su Ejército debía ser equipado nuevamente por los
soviéticos.
Una enorme cantidad,
sin precedentes, de material soviético llegó a los arsenales sirios y egipcios.
En unión de los armamentos, también comenzaron a llegar millares de expertos y
consejeros rusos a los dos países.
A continuación
comenzaron a llegar a Egipto unidades rusas completas, y algunos aeródromos
quedaron a su entera disposición.
Con objeto de distraer
la atención de la grave responsabilidad que le alcanzaba al más alto nivel
político. Nasser inició cierto número de juicios contra los altos jefes de sus
Fuerzas Armadas, así como contra su ministro de Defensa, Shams Badhran. Se les
acusó de negligencia y traición en el campo de batalla.
El Estado Mayor
egipcio, recientemente nombrado, dedicó su atención, escrupulosa atención, al
minucioso análisis de los errores cometidos y a su posible corrección. Se hizo
especial hincapié sobre el problema de cómo evitar las sorpresas en el futuro.
Se reforzaron y reconstruyeron los sistemas de radar; se estableció un sistema
antiaéreo perfectamente coordinado, incluyendo docenas de baterías de misiles
tierra-aire SAM-2 y muchos centenares de cañones antiaéreos. Los egipcios se
daban perfecta cuenta de que la destrucción de su aviación había representado
un hecho decisivo para el resultado final de la guerra.
En otros países árabes
también se aprendieron lecciones sobre el nivel operacional y profesional de
sus Ejércitos. Muchos centenares de oficiales y pilotos marcharon a la Unión
Soviética y a otros países del Este de Europa para su adiestramiento. Su formación
incluía nuevos temas como, por ejemplo, el atravesar obstáculos acuáticos,
empleo de armas químicas y biológicas y defensa contra las mismas.
Con objeto de alcanzar
un control militar más perfecto, las divisiones se agruparon en cuerpos de
Ejércitos. Desde 1970 se establecieron en las orillas del Canal de Suez dos
Estados Mayores del Ejército, con un Tercer Ejército en la retaguardia, en la
región de El Cairo.
La mejora en los
armamentos no solamente fue cuantitativa, sino cualitativa. En el terreno de
los blindados el tanque T-34, pasado de moda, fue sustituido por el T-54. Siria
e Irak, así como Egipto, recibieron más baterías de artillería de 130 mm. y con
mayor alcance. Los aviones Mig-21 sustituyeron a los Mig-17 y Mig-19, muchos de
los cuales se habían perdido en la guerra. Llegaron muchos aparatos Sukhoi-7,
aviones especialmente aptos para la penetración y bombardeo en vuelo rasante.
La Armada egipcia
también se equipó con lanchas torpederas Komar, y los viejos submarinos se
sustituyeron por otros más modernos.
En lugar de realizar un
esfuerzo conducente a negociar un auténtico acuerdo de paz, los líderes árabes,
reunidos en una conferencia en Jartum en septiembre de 1967, reiteraron los
lemas de la vieja política irredentista: "Ninguna paz con Israel; ningún
arreglo sobre territorios con Israel". La antigua ideología antiisraelí no
cambiaría; por el contrario, se aplicaría más intensa y sistemáticamente. En
tal estado anímico fue cuando el presidente Nasser declaró que lo que se había
tomado por la fuerza sólo se devolvería también mediante la fuerza. Se daba
cuenta de que no estaba preparado para otro enfrentamiento en un futuro
inmediato. Por tanto, esperaría el momento en que las cosas estuviesen a punto,
cuando las Fuerzas Armadas egipcias se hallasen reconstituidas y en íntima
coordinación con otros Ejércitos árabes, entonces, se iniciaría la etapa de la
liberación final.
El Consejo de Seguridad
de las Naciones Unidas se reunió en Nueva York, en octubre de 1967, para
continuar con lo expuesto en la sesión especial de la Asamblea General
celebrada en junio del mismo año. Aunque la Unión Soviética no había cambiado
de actitud, el Consejo sabía que toda resolución posible del caso requería el
apoyo de los Estados Unidos; por añadidura, era preciso considerar las
opiniones del Reino Unido, Canadá, Dinamarca y dos Estados latinoamericanos que
se habían opuesto a las propuestas soviéticas en el mes de junio y en las que
los rusos exigían una inmediata retirada sin ningún convenio o arreglo de paz.
El representante de
Estados Unidos, embajador Goldberg, señaló que nunca había habido acuerdo
alguno en lo concerniente a fijar ningún tipo de límites o fronteras como
permanentes, entre los Estados de Oriente Medio; que las líneas de demarcación
del armisticio de 1949 se habían definido específicamente por los signatarios
como líneas provisionales basadas en consideraciones puramente militares, las
cuales, según los acuerdos del armisticio, se podían revisar durante el período
de transición a la paz. Y añadió después que "puesto que no existen tales
límites o fronteras, habrán de establecerse por las partes como factor
principal en el proceso de paz".
El texto que se adoptó
por último, y que se basaba en un borrador británico fue conocido con el nombre
de Resolución 242.
La resolución del
Consejo de Seguridad era necesariamente vaga y ambigua en sus términos, como
resultado de la necesidad de conseguir tanto el apoyo de los Estados Unidos
como el de la Unión Soviética, así como la beneplácito de los Estados árabes y
de Israel. Para los árabes, figuraba la omisión de las palabras negociación y
reconocimiento. Para Israel, la retirada se enlazaba con el establecimiento de
la paz y el establecimiento de fronteras seguras y reconocidas.
Luego estaba el "detalle"
de las versiones de la resolución: la inglesa decía que Israel debía abandonar
"territorios ocupados"; la francesa y la castellana transcriben de
"los territorios ocupados". Los israelíes se aferraron a la versión inglesa;
los árabes exigieron que se cumpliera la segunda.
Durante los años
siguientes se discutiría mucho e incansablemente el tema de si la resolución
del Consejo de Seguridad del 22 de noviembre de 1967 preveía una revisión
territorial. La interpretación árabe era que no se preveía tal revisión y que
la retirada debería tener lugar en todos los territorios y que, además, debía
ser incondicional. La interpretación de Israel, basada en declaraciones hechas
por los autores de la resolución, era que la retirada prevista por la
resolución no seria de "todos los territorios", sino solamente de
aquellos que se hallaban más allá de los límites últimamente acordados entre
las partes, en el tratado de paz. En 1968, el secretario del Foreign Office
inglés, Michael Stewart, señalaba que la omisión de las palabras "todos
los" delante de "territorios" había sido deliberada.
Sin embargo, si había
sido diferentemente interpretada. La Resolución 242 fue aceptada al fin por
Israel, Egipto y Jordania; Siria no lo hizo, y asimismo la rechazó la
Organización para la Liberación de Palestina, puesto que se refería al pueblo
palestino solamente con la categoría de refugiados cuyo problema era preciso
resolver. Pero nada se negoció de inmediato y los israelíes impusieron su
administración militar sobre los territorios ocupados. El embajador sueco
Gunnar Jarring fue nombrado representante especial del Secretario General de
las Naciones Unidas con objeto de promover un acuerdo que se ciñese a la
Resolución.
Las consecuencias de la
Guerra de los Seis Días fueron distintas para Israel y para los palestinos: el
primero engrandeció su territorio y no alteró su proceso de normalización,
mientras que para los segundos, que se sentían derrotados y marginados, fue
aprovechado para consolidar su organización autónoma.
Para Israel, en efecto,
las consecuencias del conflicto no alteraron de manera decisiva su proceso de
normalización política. En un primer momento, la ocupación de la parte jordana
de Jerusalén provocó un entusiasmo israelí con connotaciones tanto históricas
como religiosas. El 27 de junio de 1967 el Parlamento israelí proclamó la
reunificación de la ciudad, dividida desde 1948, y la anexión de su parte
oriental. Israel vivió unos años de entusiasmo colectivo basado en su
conciencia de superioridad militar, de optimismo económico por el aumento de
los recursos financieros procedentes del exterior, especialmente de los judíos
americanos, unido a un incremento de la inmigración.
Por otro lado, Israel
no estaba dispuesto, en principio, a devolver a los países árabes sus
territorios ocupados durante la guerra. Por el contrario, Israel esperaba
negociar desde una posición de fuerza para obtener el reconocimiento y la paz,
con unas fronteras seguras, a cambio de la devolución de la mayor parte de los
territorios ocupados, con excepción de Jerusalén.
En la política que
aplicó Israel sobre los territorios ocupados destacaron dos aspectos distintos,
pero complementarios: por un lado, la adopción de medidas por las autoridades
militares destinadas a impedir que regresaran a sus hogares las personas que
los abandonaron forzadamente a causa de la invasión, así como las encaminadas a
desplazar hacia los países árabes próximos a los que permanecieron allí durante
y después de la guerra; y por otro, la implantación de colonias judías de
población en esos territorios ocupados.
El 23 de junio de 1967,
exactamente dos semanas después del alto el fuego, el comité central de Al
Fatah se reunió en Damasco. Parecía sensato que, en la reunión hubiera alguien
que abogase por una pausa en las actividades terroristas; los ataques y
atentados efectuados a través de las fronteras siempre podían proporcionar un
pretexto a Israel para llevar a cabo operaciones militares contra países
vecinos en unos momentos en los que éstos se hallaban totalmente indefensos,
así como todas las operaciones que se efectuaban desde el interior de los
territorios ocupados también podrían proporcionar una excusa al gobierno
militar para adoptar duras medidas disuasorias que sin duda, y a su vez, darían
lugar a un renovado éxodo de estos territorios. Por último, a instancias de
Yasser Arafat, se decidió seguir un curso activista. Arafat alegaba que una
revolución que deja de actuar está siempre condenada a la extinción.
En efecto, el hecho de
que en aquellos momentos un millón de árabes se encontrasen bajo un gobierno
militar israelí, parecía ser algo muy atractivo para los protagonistas de una
guerra popular de liberación. En la medida de que sus modelos eran el Vietcong,
que operaba en Vietnam, el F.L.N. que actuaba en Argelia, y el Mau-Mau que
luchara contra los ingleses en Kenia. Además se esperaba que el gobierno
militar se mostrara duro, cuanto más duro, mejor, y adoptando ciertas medidas
despertaría el resentimiento entre la población, con lo que se haría el juego a
Al Fatah.
Así, Yasser Arafat,
acompañado por algunos de sus ayudantes, dejó Damasco en 1967, y se infiltró en
la Ribera Occidental para establecer su cuartel general en la casbah de Nablus.
Pudo actuar al principio prácticamente sin que nadie le molestara. Su plan de
operaciones tenía dos vertientes: por una parte, la organización de una red de
saboteadores que podrían encargarse de las acciones terroristas,
preferiblemente en el interior de Israel, con objeto de evitar cualquier
posible complicidad y subsiguiente represalia contra la población local, y por
otra, la agitación de la población local para que iniciara una campaña de
desobediencia civil contra las autoridades de ocupación.
Organizó un gobierno
local que situó a Al Fatah al mando de todos los poblados, garantizándole un
control, al menos nocturno, sobre zonas completas de la Ribera Occidental.
Creía que seria capaz de crear un foco terrorista en la Ribera Occidental, que
se defendería contra Israel, y lentamente iría extendiéndose hasta abarcar todo
el país. Se iniciaron las actividades de sabotaje a mediados de septiembre. A
partir de entonces, siempre existió un incremento en tales operaciones.
Los primeros esfuerzos
en tal sentido se dirigieron principalmente contra objetivos civiles: fábricas,
hogares particulares y cines, en Israel.. En el Sharon, en Jerusalén, y una
vez, incluso en Tel Aviv, la primera y más grande de las ciudades judías.
Cuando Israel reforzó la vigilancia a lo largo de la línea verde que separaba a
Israel de los territorios ocupados, Al Fatah comenzó a actuar dentro de dichos
territorios.
Al principio, Al Fatah
estuvo ayudado solamente por Siria. Egipto estaba ocupado en estabilizar su
gobierno y muy preocupado con sus problemas en el Canal de Suez. Jordania se
opuso abiertamente a los terroristas.
La política adoptada
por el gobierno militar israelí, sin embargo, fracasó en hacer el juego a Al
Fatah. Los administradores árabes, los profesores y los policías recibieron el
consejo de continuar viviendo como lo hacían antes, realizando sus funciones
normales. Se inició una política con dos objetivos: capacitar a la población
para que continuase su vida como antes, en la medida en que fuese posible,
manteniendo los lazos comerciales y familiares con la Ribera Oriental del río
Jordán y, a través de Jordania, con el resto del mundo árabe. Por otra parte,
tal política trataba de impedir que los terroristas alimentaran el descontento
de la población local, y así aislarlos de forma que la lucha contra ellos no
perjudicara los intentos de crear una coexistencia pacífica entre los
palestinos y la administración israelí.
En septiembre de 1967,
el gobierno militar instituyó una política selectiva destinada a demoler las
casas de los terroristas y sus colaboradores, de acuerdo con las normas de
emergencia que se hallaban en vigor bajo el anterior gobierno jordano. Así,
fueron demolidas unas 500 casas como resultado de tal política.
Semejante política
demostró ser eficaz para aislar a los terroristas de la población local. Los
terroristas descubrieron pronto que no podían contar con el apoyo de los
poblados: por el contrario, algunos de éstos se organizaron activamente con
objeto de mantener alejados a los terroristas de sus dominios. En consecuencia,
los terroristas tuvieron que refugiarse en las cuevas de las montañas. Cuando
los israelíes efectuaron una inspección de todas las cuevas que había en la
Ribera Oriental, los activistas se vieron obligados a marchar a las ciudades,
sobre todo a la casbah de Nablus. Los que fueron capturados pronto
proporcionaron a los investigadores la pista del paradero de sus antiguos
colegas. En noviembre los líderes de Al Fatah se vieron obligados a admitir en
público que su organización había sufrido "relativamente grandes
pérdidas" en muertos y prisioneros.
La jefatura de Al Fatah
terminó dándose cuenta de que las actividades de sabotaje necesitaban apoyo. La
resistencia pasiva en forma de boicots y huelgas, así como la resistencia
política dirigida por algún partido o movimiento para orientar al público y
canalizar sus emociones, eran condiciones necesarias para el buen éxito de las
actividades de sabotaje.
Hacia fines de 1967 el
centro de las actividades de Al Fatah, por tanto, se trasladó desde la Ribera
Occidental a bases situadas más allá del río Jordán, en Jordania.
Yasser Arafat se las
ingenió para escapar al destino de muchos de sus hombres. Hacia el final de su
estancia en la Ribera Occidental, y después de un fuerte ataque realizado
contra la casbah de Nablus donde cayeron prisioneros treinta y tres terroristas
y se capturaron muchas armas, trasladó su cuartel general desde Nablus a la
villa de uno de sus partidarios en Ramallah. Una noche, en otoño, las Fuerzas
de Seguridad de Israel rodearon la villa y luego irrumpieron en su interior.
Hallaron un lecho todavía caliente y una tetera que aún hervía, pero Arafat se
las había arreglado para, en cuestión de segundos, saltar por una ventana y
ocultarse en un coche particular que se hallaba estacionado en la carretera.
Arafat partió hacia el Este y cruzó el río Jordán por última vez hasta
Jordania.
Dejó atrás a unos mil
terroristas detenidos y aproximadamente doscientos muertos. Para justificar el
desastre Al Fatah alegó que "cada revolución se mide por el número de sus
bajas".
Aunque el gobierno jordano
no se inclinaba en absoluto a mostrarse hospitalario con las organizaciones
terroristas antes de la Guerra de los Seis Días, posteriormente colaboró,
aunque no de muy buena gana, con sus organizaciones. La humillación, el deseo
de venganza, la presión de otros países árabes, así como la creciente
influencia de los palestinos en Jordania, formaron una perfecta combinación
para reforzar los lazos que existían entre la Legión Árabe y las organizaciones
terroristas. La Legión Árabe, al ayudar a los terroristas en sus intentos de
infiltración en Israel, así como a cubrir sus retiradas, perdió gradualmente el
control sobre considerables extensiones del Valle del Jordán.
Los incidentes locales
con los terroristas pronto se convirtieron en batallas de tanques y artillería.
Las Fuerzas Armadas de Israel también tomaban parte en las escaramuzas, pero
las bajas causadas a la Legión Árabe no disuadían en modo alguno a los
terroristas a que cesaran en sus actividades. El fuego de mortero desde el otro
lado del río Jordán, eran cosa normal y corriente. Hubo que construir refugios
en todas las zonas fronterizas.
Los cazas de Israel
destruyeron baterías jordanas, bases militares y algunos reductos. Un
importante proyecto de irrigación quedó dañado en varios lugares y,
naturalmente quedó fuera de servicio. Los campesinos jordanos abandonaron sus
hogares del valle. En toda Jordania se decretó el estado de alerta: el rey
Hussein, finalmente enterado del daño que para su gobierno significaban las
actividades terroristas, publicó una especie de edicto de
"advertencia", indicando que, en el futuro, actuaría con dureza si
las organizaciones terroristas socavaban su autoridad. Sin embargo, había
dejado de ser un gobernante libre para convertirse más bien en un prisionero de
sus propios compromisos con otros países árabes. Dos días más tarde, dejó de
cumplir su palabra y, una vez más, apoyó a los terroristas, actitud que pagaría
muy cara.
Paralelamente con todos
estos acontecimientos, aumentaron las infiltraciones en territorio ocupado por
Israel, a través del Jordán. Israel adoptó algunas contramedidas. Conforme fue
pasando el tiempo, perfeccionó un sistema defensivo a lo largo de la frontera,
que incluía alambradas de espino separadas por campos de minas; varios
dispositivos de alarma electrónicos, y cepos; las ametralladoras funcionaban
automáticamente mediante los rayos infrarrojos.
Sin embargo, tales
medidas defensivas no eran suficientes. Entonces se decidió llevar a cabo
operaciones activas contra las bases terroristas del Valle del Jordán. La base
principal era el poblado de Karameh. Cuando los terroristas llegaron allí por
vez primera, su población era de unos siete mil habitantes, aunque
anteriormente llegó a los diecisiete mil. Arafat y sus ayudantes instalaron su
cuartel general en una antigua escuela de niñas, situada en el centro de la
villa. Todos los servicios, incluyendo el agua y electricidad, corrían a cargo
de los terroristas. Karameh y sus alrededores se dividieron en campamentos
separados, cada uno de ellos con su propio sistema de suministros y equipo. Los
terroristas construyeron búnkers subterráneos y grandes almacenes. Toda la zona
quedó rodeada por un sistema de trincheras y puestos de servicio perfectamente
conectados unos con otros. El cercano lecho de un río seco se empleaba para
ejercicios de tiro con munición real. Así, Karameh se había convertido, en
relativamente poco tiempo, en una base de suministro y formación militar,
cuartel general y punto de partida para las infiltraciones.
El 21 de marzo de 1968,
Israel ordenó que sus fuerzas cruzaran el río Jordán con objeto de liquidar
esta base terrorista, la operación de más importancia de las I.D.F., después de
la guerra. Participaron en ella tanques, paracaidistas, artillería, ingenieros
y aviación. Las fuerzas de vanguardia cruzaron los puentes al amanecer y
liquidaron inmediatamente las posiciones más avanzadas.
El golpe que se aplicó
contra la base de Karameh obligó a Arafat a trasladar su base mucho más al
Este, hasta una zona montañosa, y dispersar sus fuerzas alejándolas más del río
Jordán. También sirvió como más amplia demostración, para el gobierno jordano,
que, en ausencia de contramedidas eficaces por su parte, también podría llegar
a ser víctima de los acontecimientos iniciados por los terroristas.
Meses más tarde, en
julio de 1968, el Consejo Nacional Palestino se reunió en El Cairo, en su
cuarta sesión, para reformar la Alianza Nacional Palestina, constituida
originalmente en una reunión celebrada en 1964, durante la cual se había
fundado la Organización para la Liberación de Palestina. Participaron en la
reunión representantes de casi todas las organizaciones palestinas que existían
en los países árabes, incluyendo a grupos de fedayines. Al Fatah y las
organizaciones fedayines afiliadas al primero disponían de 37 representantes;
el Frente Popular Marxista, a la cabeza del cual figuraba George Habash,
disponía de 10. Se reconocía claramente el estilo de Al Fatah en la nueva
alianza.
Los principios
fundamentales que se establecían en la nuevamente adoptada alianza eran los siguientes. En el
Estado palestino sólo se reconocería como ciudadanos a los judíos que vivían en
Palestina desde antes de 1917; únicamente los árabes palestinos poseían el
derecho a la autodeterminación y todo el país les pertenecía; se rechazaba
cualquier solución o acuerdo con Israel que no implicara la total liberación
del país, y tal objetivo no se podía alcanzar en el plano político, sino
militarmente.
Mientras que tal
acuerdo proclamaba la acción militar como condición imprescindible para la
liberación de Palestina, la posición militar de la referida organización era
débil. El ataque de Israel contra Karameh había empujado a Al Fatah hacia las
montañas; las Fuerzas Aéreas de Israel persiguieron al enemigo hasta aquella
zona; y a partir de agosto de 1968, Al Fatah ya no pudo sentirse segura en sus
bases del Este. A partir de entonces, los terroristas se mezclaron con la
población de Jordania, evitando importantes concentraciones por separado que,
sin duda, serían objetivos ideales para las Fuerzas Aéreas de Israel.
Poco después de la
reunión de El Cairo, comenzó a surgir una nueva táctica que a partir de
aquellos días ha sido y es muy notable: la del secuestro de aviones. El 22 de
julio de 1968, un avión de El-Al que volaba de Roma a Lydda, fue secuestrado
por terroristas árabes y obligado a tomar tierra en Argelia. La opinión pública
occidental fue unánime en su condena de esta nueva extensión del conflicto
árabe-israelí, pero las organizaciones internacionales; principalmente la
O.N.U.; se mostraron por completo ineficaces. Argelia retuvo a la tripulación y
a los pasajeros israelíes en espera de un arreglo del problema, en el que como
mediadores figuraba Italia. Finalmente, tanto el avión como sus pasajeros
fueron liberados el 31 de agosto de 1968. Quince árabes detenidos en Israel
también quedaron en libertad como un "gesto" hacia los mediadores.
Durante todo este
periodo, desde el final de la Guerra de los Seis Días hasta últimos de 1968,
las líneas de armisticio con Egipto y Siria fueron, en conjunto, un lugar
pacífico. Como en ocasiones anteriores, antes y después de las guerras entre
Israel y sus vecinos árabes, los terroristas palestinos hicieron todo lo
posible por ser el centro de la atracción mundial, y principales personajes en
escena.
El 11 de julio, Israel
y Egipto se ponían de acuerdo para estacionar en ambos lados del Canal de Suez
a observadores de la O.N.U., pero aun continuaba sobre la mesa el problema de
la línea divisoria en el Canal. La posición de Israel se basaba en que la línea
debía pasar por el centro del Canal, y la navegación por el mismo debería, por
tanto, basarse también en una reciprocidad: si una de las partes podía emplear
embarcaciones en el Canal, la otra parte también podría hacerlo. Como Egipto
empleaba pequeñas embarcaciones en varios sectores del Canal, Israel hizo lo
propio. Los egipcios dispararon contra ellas, e inmediatamente vinieron las
represalias israelíes. Las Fuerzas Aéreas de Israel participaron en la lucha y
muy pronto los ataques se fueron trasladando hacia el Sur. En la ciudad de Suez
se incendiaron las refinerías y resultaron dañadas las baterías costeras de
Port Ibrahim.
Asimismo fueron
derribados algunos aparatos egipcios que intentaban interceptar el paso a los
aviones israelíes. Entonces se inició el éxodo de una nueva ola de refugiados
entre los que, naturalmente, se incluían residentes de las ciudades egipcias de
la ribera occidental del Canal, quienes habían decidido abandonar sus hogares.
A últimos de julio se llegó a un acuerdo de mutua abstención en cuanto se
refería a la navegación por el Canal.
Durante los meses
siguientes continuó el fuego local. A pesar de que el resultado final, o más
bien el acumulativo, se tradujo en un creciente aumento de refugiados, Egipto
continuó con su hostigamiento, en evidente esfuerzo por impedir un enfriamiento
de la situación a lo largo del Canal de Suez. A continuación, vino un largo
período de paz en el Sur. Los prisioneros de la Guerra de los Seis Días se
intercambiaron durante el mes de enero de 1968; seis mil por un bando y un
pequeño grupo de hombres por otro. Los prisioneros egipcios habían sido
tratados muy bien por las autoridades de Israel durante su cautividad, con la
esperanza de hacerles comprender lo que realmente representaba Israel y de que
cuando regresaran a sus casas lo hiciesen con diferentes opiniones y distintas
actitudes hacia el pueblo judío.
Al parecer, en
septiembre de 1968, Nasser tuvo la impresión de que ya estaba preparado para la
segunda fase, la de una disuasión activa que estaba concebida como preliminar
de la fase tercera y última, la de la liberación. La artillería egipcia abrió
fuego contra la aviación israelí a lo largo de un frente de 100 kilómetros.
Este bombardeo artillero no tenía más objeto que proporcionar a los soldados
egipcios nuevas esperanzas e inyectarles confianza en si mismos; su objetivo
era matar soldados israelíes.
La artillería israelí
reaccionó contra los egipcios, quedando demostrado, una vez más, la
vulnerabilidad de éstos en la ribera occidental del Canal de Suez, con sus
concentraciones de población, depósitos de crudos y otras instalaciones.
Muy pronto resultó
evidente que las fortificaciones construidas en la ribera oriental del Canal no
eran suficientemente adecuadas como para soportar el fuego concentrado de la
artillería.
Desde un principio se
supo que sólo el hecho de responder al fuego con más fuego no era la respuesta
adecuada a esta nueva táctica. En consecuencia, las I.D.F. se dedicaron a
realizar descubiertas en Egipto y con bastante profundidad, a fin de demostrar
a los egipcios que, cuando ellos comenzaran a disparar, las I.D.F. no
reaccionarían empleando los mismos métodos, hora o lugar. El primer ataque se
dirigió contra Naj Hammadi, el 31 de octubre de 1968. Asimismo se volaron un
puente, una presa y una estación de transmisiones, todo ello situado a unos 350
kilómetros de la zona israelí más próxima. Con objeto de defender objetivos
militares en el interior de Egipto, Nasser había formado una especie de milicia
popular. Una vez que se sintió seguro en sus zonas de retaguardia, en la
primavera de 1969, dedicó todos sus esfuerzos a una constante "Guerra de
Desgaste".
A partir de entonces,
durante dieciséis meses hasta el alto el fuego en agosto de 1970, hubo una
guerra continua con Egipto, no incidentes aislados y más prolongados, sino una
guerra cuyo objetivo era causar bajas a las I.D.F., socavar su moral, provocar
la desesperación y sembrar la confusión entre los habitantes de pueblos y
ciudades, destruir material de guerra, e imponer a Israel una carga económica
realmente insoportable.
La intervención de las
I.D.F. provocaba confusión e incluso estragos entre los egipcios, pero éstos
continuaban la lucha. En septiembre de 1969, aumentó el número de los ataques
israelíes. Después de que algunos hombres-rana israelíes hundiesen dos lanchas
torpederas egipcias, que podían haber puesto en peligro el éxito de la
operación principal, los buques de desembarco israelíes atravesaron la bahía de
Suez y, por vez primera, los blindados judíos rodaron sobre la ribera opuesta,
la parte egipcia del golfo. La columna blindada partió hacia el Sur, y a lo
largo de bastantes kilómetros de carretera costera destruyó doce puestos
egipcios, atacó un campamento del Ejército egipcio y atacó asimismo otros
objetivos militares, incluyendo instalaciones de radar. Después del ataque
israelí fueron relevados de sus puestos algunos jefes egipcios, así como el
comandante de la Flota y el jefe del Estado Mayor. Mientras, la prensa extranjera
anunciaba la invasión de Egipto por parte de Israel.
Estos ataques,
combinados con los que las Fuerzas Aéreas de Israel, que se habían hecho mucho
más eficaces y destructores desde que habían llegado los primeros
"Phantom", en septiembre de 1969, según el convenio firmado por la
Primer Ministro Golda Meir y el presidente Johnson, produjeron en Egipto, hacia
comienzos de 1970, un auténtico desastre, o quizá sería más adecuado decir que
condujeron a un callejón sin salida.
El presidente Nasser se
enfrentó entonces con la elección de o bien detener la guerra e iniciar
conversaciones con Israel o estimular aún más a los soviéticos para que
interviniesen en mayor grado. A principios de enero, Nasser partió hacia Moscú
en misión secreta. Evidentemente, se había decidido por la segunda alternativa.
Al mismo tiempo, las
Fuerzas Aéreas israelíes comenzaron a atacar objetivos situados en el interior
de Egipto, como, por ejemplo, depósitos de municiones, bases de suministros,
cuarteles generales e instalaciones militares de la región de El Cairo, donde
se estaban llevando a cabo preparativos para la guerra contra Israel. Los
ciudadanos de El Cairo vieron con sus propios ojos cómo los ataques de Israel
se acercaban cada vez más a la ciudad sin llegar a alcanzarla del todo. Ya se
reconocía la superioridad aérea de Israel y los aviones egipcios evitaban los
encuentros directos con sus rivales. Al mismo tiempo, la actividad de la
artillería egipcia a lo largo del Canal de Suez fue disminuyendo gradualmente.
El 9 de marzo fue el
nadir de la Guerra de Desgaste, desde el punto de vista egipcio. A partir de
este momento, las defensas egipcias de la ribera occidental del Canal de Suez
dejaron de ser eficaces, con el resultado de que los aviones israelíes podían
penetrar a su gusto en el espacio aéreo egipcio. Una vez más, Nasser se volvió
hacia sus aliados soviéticos, quienes se hicieron cargo de la reconstrucción
del sistema antiaéreo, pero ahora, en vista de que su confianza en la capacidad
de los expertos egipcios se había reducido muy considerablemente, el sistema
sería dirigido por los propios soviéticos. El nuevo sistema consistía en
perfeccionados proyectiles "Sam-2" y "Sam-3" para
interceptar a los aviones en vuelo bajo o rasante. Los rusos, en su intento de
reconstruir alguna especie de sistema antiaéreo que resultara eficaz, ya no
emplearon para ello los anteriores emplazamientos. Adelantaron las baterías
hasta situarlas a unos 25 kilómetros del Canal, en un sector estrecho que
únicamente se extendía a lo largo de 70 kilómetros, pero las piezas estaban
emplazadas de tal manera que cubrían perfectamente toda la línea y así la
penetración se hizo mucho más difícil. Al tratar de neutralizar el nuevo
sistema, fueron derribados cuatro aviones israelíes.
En julio, los rusos
llegaron finalmente a la conclusión de que ya no era suficiente emplear pilotos
soviéticos para proteger el corazón de Egipto; en consecuencia, trasladaron
pilotos rusos hasta la línea del frente con el exclusivo objeto de interceptar
a los aviones israelíes. En el único combate aéreo librado entre pilotos rusos
e israelíes, fueron abatidos cuatro aparatos soviéticos. Tanto la Unión
Soviética como Israel, cada una de ellas obedeciendo a razones privadas,
silenciaron el combate.
El 14 de junio, Nasser
había declarado que deseaba aceptar un alto el fuego, siempre y cuando Israel
se retirase de todos los territorios ocupados. Aproximadamente un mes más
tarde, se hallaba muy bien dispuesto a aceptar una iniciativa americana que
exigía un alto el fuego y la paz a lo largo del Canal de Suez, al mismo tiempo
que Israel debía aceptar el principio de la retirada que se mencionaba en la
Resolución 242.
La iniciativa
americana, ya iniciada meses antes por el Secretario de Estado, William Rogers,
se produjo como resultado de la seguridad por parte de Estados Unidos, de que
la misión del embajador Jarring, durante la cual realizó varios viajes de ida y
vuelta entre las partes contendientes, en 1968 y 1969, había sido un rotundo
fracaso. Por otra parte, la creciente intervención rusa en la Guerra de
Desgaste también había aumentado el riesgo de una probable intervención
americana y, por ende, un enfrentamiento entra las grandes potencias, en el que
ni Estados Unidos ni la Unión Soviética estaban interesados.
Así, el 19 de junio de
1970, el Secretario de Estado, Rogers, se puso formalmente en contacto con
Israel, Jordania y la República Árabe Unida, llevando en su cartera una
propuesta que se basaba en tres puntos: nombramiento de representantes para
conferenciar, a través del embajador Jarring, y llegar a una paz justa y
duradera; declaración de que aceptaban la resolución del Consejo de Seguridad
dictada en 1967, y observación de la resolución de alto el fuego al menos
durante un período de 90 días. Mientras que Siria se mostraba intransigente, el
presidente Nasser aceptó, aunque de mala gana. Su Guerra de Desgaste y asedio
había sido un absoluto fracaso. No había podido convencer a los Estados Unidos
para que impusieran un embargo a Israel, aunque, por otra parte, las armas de
la Unión Soviética seguían llegando a los Estados árabes. Era muy difícil, en
verdad, que Israel aceptase la iniciativa americana porque significaba
comprometer, o incluso arrojar por la borda, todos aquellos principios que
Israel, hasta entonces, esgrimía como base de su política. La negociación que
se proponía debía ser indirecta, al menos en su primera fase; el alto el fuego
sería temporal; y cualquier prolongación del mismo sería negociado por ambos
bandos, o mediante mutuas concesiones. Por otra parte, la mayoría pensaba en
que era urgentemente necesario iniciar un diálogo, y lo que aún podría llegar a
ser más importante, mantener el interés de los Estados Unidos en apoyar la
fuerza de Israel y asimismo en que continuasen disuadiendo para evitar toda
intervención exterior.
El 4 de agosto de 1970,
el gobierno de Israel aceptó la iniciativa americana. No le quedaba otra
opción. Pero esto trajo como inmediata consecuencia la ruptura de la unidad
nacional en el gobierno israelí. Menahem Begin, líder del partido Gahal, de
centroderecha, y antiguo comandante del Irgún, se llevó a sus seis ministros
del gabinete, oponiéndose, ante todo, a que Israel aceptara el principio de
retirada sin que se lograse nada a cambio.
Los acontecimientos
ocurridos pocos días después del alto el fuego, y concretamente el día 8 de
agosto de 1970, parecieron dar la razón a las premoniciones de Begin. Al cabo
de unos días, tanto los rusos como los egipcios restablecieron un sistema
completo de proyectiles antiaéreos a lo largo del Canal de Suez, en contra de
los términos del convenio, o lo que era igual..... algo que no habían podido
llevar a cabo durante las semanas y meses anteriores al alto el fuego. Los
Estados Unidos, durante cierto tiempo, negaron los hechos, y, acto seguido, se
produjo una discusión entre Israel y el gobierno americano; sin embargo, la
evidencia era demasiado clara como para que se ignorase. El gabinete israelí
decidió unánimemente suspender la participación en las conversaciones con
Jarring y Egipto hasta que se restaurase la anterior situación al oeste de la
línea de alto el fuego. Por último, los Estados Unidos exigieron a la Unión
Soviética que rectificara el violado status en la zona de "paz".
Cuando ni hubo respuesta por parte rusa, los Estados Unidos aumentaron los
envíos de armas a Israel con objeto de restablecer el equilibrio.
Aunque el alto el fuego
se limitó, en principio, a sólo tres meses, luego se alargó por otros seis más.
Después, sin que mediase en absoluto prolongación oficial alguna, duró cierto
número de años, de hecho hasta el estallido de la Guerra del Yom Kippur.
Mientras que todo el
peso de la lucha se localizaba en el frente egipcio, el frente sirio se
mantenía en relativa calma. Siria había aceptado con mucha repugnancia el alto
el fuego en junio de 1967; y por supuesto, rechazado la resolución del Consejo
de Seguridad de noviembre del mismo año. Aun cuando Siria apoyaba
constantemente a los terroristas, tanto en el terreno de la propaganda como en
la concesión de bases para su formación y suministro, evidentemente prefería
que los terroristas operasen desde algún otro lugar. Esta preferencia sin duda
se debía al temor de las represalias israelíes. Sin embargo, el claro deterioro
de la posición de Egipto significaba un verdadero dilema para Siria. Una
continuada abstención en la auténtica lucha disminuiría su prestigio, ya que
significaba dejar en la estacada a su aliado. Así, pues, en abril de 1969 tuvo
lugar un ataque terrorista, inspirado por Siria, contra una posición israelí
del Golán. El ataque fue rechazado. A continuación, los terroristas que se
infiltraban desde el otro lado de la frontera siria iniciaron acciones de
sabotaje y minado en el Golán.
En julio de 1969, los
aviones sirios trataron de penetrar en el espacio aéreo de Israel y, como
resultado del intento y en combate sobre Kunietra, fueron derribados siete
aparatos sirios Mig-21.
Siria declaró entonces
que había completado la reconstrucción de su Ejército y que estaba preparado
para una guerra total contra Israel, recuperar los territorios ocupados y
liberar Palestina. Durante el invierno de 1969-1970 aumentaron los incidentes a
lo largo de la frontera siria.
Por ello, el 1 de marzo
de 1970, las I.D.F. decidieron penetrar profundamente en territorio sirio, siendo
sus principales objetivos un campamento militar, las líneas de energía y un
puente. Semanas después, se realizó una operación combinada contra las
posiciones del frente sirio, en una extensión de 20 kilómetros. Las Fuerzas
Aéreas sirias se retiraron de la lucha tras ser derribados tres de sus
aparatos. Incluso así, continuó el fuego de la artillería siria contra las
colonias del Golán.
Por último, la retirada
de Egipto como consecuencia del alto el fuego del 7 de agosto de 1970,
proporcionó a Siria la oportuna excusa de seguir los pasos de su aliado.
El vecino occidental de
Siria, Líbano, se comportó de forma diferente. Su sociedad relativamente
abierta con instituciones democráticas, así como la debilidad de su posición
entre los Estados árabes resultante de su estructura religiosa, además de la
naturaleza del sur de su territorio, fronterizo con Israel, fueron factores que
se combinaron para convertir el país en excelente base de actividades
terroristas a partir del verano de 1968. Los miembros de Al Fatah, de Jordania
y Siria, se reunieron en el rincón sur del Líbano, sector situado entre el
Monte Hermón y el río Hatzbani, lugar que posteriormente se conocería con el
nombre de "Tierra de Al Fatah". Aunque el gobierno del Líbano, que no
había participado en la Guerra de los Seis Días, no tenía ningún interés en
complicarse la vida en el conflicto.... ¿pudo o no impedir que otros usaran su
territorio como base para luchar contra Israel?. Un acuerdo establecido en El
Cairo, en noviembre de 1969, según el cual los terroristas no podrían
bombardear las colonias de Israel desde el Líbano, no fue respetado por los
terroristas. A continuación de una serie de ataques con cohetes
"katiuska" contra colonias judías del Norte, particularmente contra
Kiryat Shemonah, las Fuerzas Aéreas de Israel iniciaron también una serie
sistemática de bombardeos contra las bases terroristas de "Tierra de Al
Fatah", a la vez que sus tropas de tierra atacaban las bases ubicadas en
las estribaciones del Hermón. La población judía de la frontera norte se vio
obligada a adaptar su vida a tales circunstancias, construyendo refugios en los
que la gente pasaba muchas noches. Sin embargo, los terroristas continuaron con
sus bombardeos desde el otro lado de la frontera y con sus infiltraciones.
Los intentos del
Ejército libanés para restringir las actividades de los terroristas no
sirvieron para nada; lo único que en realidad lograron fue aumentar la tensión
entre diferentes sectores de la población libanesa que, en el verano de 1970,
ya estaba al borde de la guerra civil.
En el frente jordano
reinaba una situación similar. Aunque los terroristas habían quedado
desplazados de sus bases en el Valle del Jordán, y teniendo que trasladarse más
hacia el Este, habían establecido bases en las principales ciudades y campos de
refugiados. El rey Hussein vacilaba entre emprender una dura acción para volver
a imponer su autoridad o dar rienda suelta a los terroristas, que eran simple
reflejo del estado anímico de muchos de sus súbditos. En el invierno de
1969-1970, se publicó un decreto real que prohibía a los terroristas transitar
armados por las ciudades. Cediendo ante las presiones combinadas de las
organizaciones terroristas y las de los países árabes, nombró un nuevo gobierno
para tranquilizar y halagar a los terroristas. Sin embargo, éstos no quedaron
satisfechos. Los moderados que había entre ellos deseaban una participación
activa en el nuevo gobierno; los extremistas ansiaban derribar la monarquía.
Por entonces, la
frontera con Israel a lo largo del río Jordán se hallaba herméticamente cerrada
y las infiltraciones resultaban cada vez menos remuneradoras.
En junio de 1970 se
produjo el primer choque entre el Ejército jordano y los terroristas
palestinos. Sin embargo, esto no eran más que medidas a medias; otras unidades
de la Legión Árabe y tropas iraquíes y saudís estacionadas en Jordania
continuaron colaborando con los terroristas, que acrecentaron sus ataques
contra las colonias judías de los valles. En ningún momento se llegó a
abandonar una sola colonia y la actividad diaria en las mismas siguió su curso
normal; sin embargo, una buena parte de la vida de los adultos y aún más de los
niños comenzó a transcurrir bajo tierra o en los subterráneos construidos a tal
efecto. Las fuerzas de tierra y aire de Israel reaccionaron no sólo contra las
bases terroristas, sino también contra objetivos militares jordanos, incluyendo
cuarteles generales de unidades del Ejército que habían concedido facilidades a
los terroristas para que éstos operasen contra las colonias judías. La
aceptación del alto el fuego por parte de Jordania en agosto de 1970 no cambió
en absoluto la actitud terrorista, sino todo lo contrario.
La causa de los
palestinos se vio reforzada con la designación de Yasser Arafat, el fundador de
Al Fatah, como presidente de la O.L.P. El Frente Popular para la Liberación de
Palestina (F.P.L.P.), rechazó la jefatura de Arafat y permaneció al margen de
la O.L.P. En adelante la O.L.P. funcionaría con gran independencia respecto a
los gobiernos árabes. Desde el 2 de febrero de 1969, en que fue elegido, Arafat
se fue haciendo poco a poco con el control de los palestinos, empresa para la
que contaba con el apoyo de la mayoría de los países árabes, que veían en él al
líder nacionalista más moderado y, por tanto, ideológicamente, menos peligroso
que George Habash o Nayef Hawatmen mucho más radicales. Arafat se convertiría
así en la figura dominante del movimiento de resistencia palestino. La
actividad terrorista de los palestinos fue constante, pero la muerte no les
desalentaba. Paseaban a sus muertos por los campamentos de refugiados y
conseguían más y más seguidores.
Septiembre Negro
Cuando ya el presidente
Nasser había abandonado la lucha armada, el rey Hussein decidió poner fin
también a la anomalía de un "Estado terrorista dentro de otro Estado"
en su propio reino. Por entonces Al Fatah, desafiaba abiertamente su autoridad.
El monarca jordano manifestó:
"Mi Ejército se
impacienta. No podrá seguir soportando durante mucho tiempo que se escarnezca
continuamente la autoridad del Estado. El Frente Popular para la Liberación de
Palestina se ha pasado de la raya. No contento con establecer un aeropuerto
pirata en mi territorio, confecciona sellos oficiales, proporciona visados,
regula la circulación sobre las grandes carreteras, mantiene rehenes y emprende
negociaciones con potencias extranjeras".
Las unidades del Frente
Popular, circulaban libremente por todo el país, armadas bajo la luz del sol.
Tenían sus propios tribunales, su propio sistema para cobrar contribuciones a
los habitantes y sus propias matrículas automovilísticas. El rey Hussein se dio
cuenta de que no era ya la seguridad de Israel la que estaba en peligro, sino
también la de su propio país, o, más bien, su propio trono.
La respuesta palestina
fue cerrar filas en torno al grupo de Habash, emitiendo este comunicado:
"Toda intención de atacar al Frente Popular se enfrentará con la respuesta
unida de la Revolución palestina".
El secuestro de tres
aviones el día 6 de septiembre de 1970, desembocaría en una de las mayores
tragedias para el pueblo palestino: Septiembre Negro.
Ese 6 de septiembre los
comandos del Frente Popular para la Liberación de Palestina, de Habash,
intentaron el secuestro de cuatro aviones en distintas partes del mundo. Lo lograron
en tres de los casos, fracasando en el cuarto, un avión israelí, porque un
agente de seguridad mató a uno de los secuestradores y redujo al segundo, la
famosa activista Leila Khaled. Los otros tres aviones volaron hacia Oriente
Medio. Uno de ellos, un jumbo, fue conducido hasta el aeropuerto de El Cairo,
donde lo dinamitaron tras desembarcar a los pasajeros. Los otros dos aparatos
fueron llevados hasta un perdido aeropuerto jordano, Camp Dawson, en Zarka,
construido durante la Segunda Guerra Mundial, donde el día 9 se les unió otro
aparato más, secuestrado ese día.
Los terroristas
palestinos retuvieron a los 1.062 pasajeros y destruyeron los 3 aviones en el
que bautizaron como "Aeropuerto de la Revolución". Aquello fue
demasiado para Hussein de Jordania, en cuyo reino los palestinos venían
enfrentándose con grupos militares beduinos desde mediados del mes anterior y
campando por sus respetos.
El día 15 Hussein ya no
lo dudó más. Nombró un primer ministro militar, el general Mahali, que el día
16 lanzaba a sus soldados contra los palestinos. La lucha se prolongó hasta el
día 24. En esas ocho jornadas, los tanques del Ejército pulverizaron con sus
cañones y cadenas los campamentos palestinos de Ammán, Irbyd y Mafraq. Según
datos de U.N.W.R.A., resultaron muertos unos 10.000 palestinos y heridos no
menos de 15.000. Al Fatah declaró que se habían contabilizado 20.000 bajas, más
que el número total de árabes palestinos muertos durante el curso de todos los
choques habidos con los judíos y con Israel desde principios de los años 20 en
adelante. Incapaces de resistir en contraataque del Ejército del rey Hussein,
los terroristas llamaron a Siria para que acudiese en su ayuda. En la tercera
semana del mes de septiembre de 1970, las fuerzas sirias invadieron Jordania
por la zona de Irbid. Parecía más que probable que tales fuerzas avanzasen
hacia el Sur para derrocar al gobierno jordano e instalar un régimen formado
por los terroristas y sus partidarios. Evidentemente, esto habría traído como
consecuencia un control soviético sobre Jordania, liquidando toda influencia
occidental. En consecuencia, tanto Israel como los Estados Unidos indicaron a
Siria y a la Unión Soviética, que cualquier intento de ocupar Jordania
acarrearía resultados gravísimos. Los blindados y carros de Israel se
concentraron en la frontera siria, sin camuflajes de ninguna clase. Todas estas
precauciones, en unión de unas eficaces operaciones llevadas a cabo por las
Fuerzas Aéreas jordanas, dieron lugar a que se retirasen las tropas sirias.
Muchos de los terroristas, conociendo el destino que les esperaba en manos de
la Legión Árabe, prefirieron cruzar, desarmados, el río Jordán, y rendirse a
los soldados de Israel.
La represión llevada a
cabo por Hussein, fue un golpe terrible para los palestinos y no sólo por sus
cuantiosas bajas. Los países árabes que lograron parar la masacre, desaprobaron
los excesos cometidos por los palestinos en Jordania. De esta manera el rey
Hussein pudo imponer este plan: salida de los guerrilleros de las ciudades y estacionamiento
de éstos a lo largo del Jordán; desarme completo en los centros urbanos; Arafat
sería, en adelante, el único representante legal reconocido de los palestinos.
Ese fue el final de las
guerrillas palestinas en Jordania. Junto al río Jordán eran fácil presa para
los comandos judíos; desarmados en las ciudades, estaban a merced de todas las
arbitrariedades de la policía y el ejército jordano, que se cobraron
cumplidamente las humillaciones anteriores. Buena parte de los palestinos,
sobre todo los grupos armados, emigraron poco a poco a Líbano, desde donde
reanudaron las hostilidades contra Israel.
El rey Hussein había
corrido un calculado riesgo que sin duda producía sus beneficios. A pesar de la
terrible matanza que sus soldados habían causado entre la población palestina
de la Ribera Oriental, acababa de reforzar enormemente su autoridad durante el
Septiembre Negro, a la vez que se había granjeado el respeto tanto de sus
súbditos como de otros países árabes.
Hacia últimos de
septiembre de 1970, el presidente Nasser convocó una reunión en la cumbre, que
se celebraría en El Cairo, para considerar la nueva situación creada por el
alto el fuego, y particularmente rellenar la grieta abierta entre Siria y
Jordania que, a todo propósito práctico, acababa de romper el frente oriental.
Fue al final de aquella conferencia cuando el presidente Nasser murió de un
ataque cardíaco.
Durante casi dieciocho
años había dominado el escenario árabe y llegado a ser el líder más popular,
así como también el portavoz de la causa árabe palestina y que consideró en
todo consejo, reunión o concilio mundiales. Su obsesión con Israel había
agotado sus energías y a la vez condenado al fracaso sus restantes ambiciones.
Le sucedió en el cargo Anwar el Sadat, su ayudante.
Desde comienzos de
1969, las organizaciones terroristas siempre compitieron e hicieron todo lo
posible para hacer acto de presencia y de continua actividad cometiendo actos
de sabotaje y terrorismo, tanto en el interior de zonas administradas como en
la propia Israel. Tras haber fracasado en sus ataques contra objetivos
militares, decidieron iniciar una política de asesinatos indiscriminados, con
objeto de alcanzar una máxima publicidad y provocar confusión y desorden en la
vida normal. En un principio, los objetivos preferidos fueron la cafetería de
la Universidad Hebrea de Jerusalén, supermercados, mercados, cines y otros
lugares públicos. Israel tuvo que adaptarse a esta nueva amenaza. Era
totalmente imposible proteger a cada ciudadano durante todas las horas del día;
sin embargo, se encargó a la Defensa Civil la tarea de investigar y estudiar a
todos aquellos que entraban en lugares públicos. Estas precauciones, además de
la creciente vigilancia de la población y la eficacia de las Fuerzas de
Seguridad, minimizaron los daños causados por esta nueva táctica. Fueron
detenidos la mayor parte de los grupos terroristas responsables de tales
delitos. Con el paso del tiempo, los terroristas recurrieron a dispositivos más
diabólicos: plumas estilográficas explosivas y cargas en forma de botones que
llamaban la atención de los niños. La identificación y tratamiento de objetos
sospechosos se convirtió en parte de la tarea regular de todas las escuelas
israelíes.
Aunque las
organizaciones terroristas lograron una enorme publicidad y obligaron a Israel
a concentrar mayores esfuerzos en la prevención de sabotajes, fracasaron en su
objetivo principal: trastornar y desconcertar la vida normal en Israel.
La población judía no
reaccionó como los terroristas habían planeado: mediante ataques
indiscriminados contra la población árabe. La vida en Israel y en los
territorios administrados siguió su curso normal: escuelas, cines y mercados
continuaron con sus operaciones, y los judíos y árabes también siguieron
trabajando juntos en las calles y en los zocos y mercados de todo tipo.
Gran parte de los
esfuerzos de los terroristas se dedicaron a impedir que los obreros árabes
procedentes de los territorios administrados acudieran a trabajar a Israel. Así
llegaron a convertirse en objetivos corrientes los autobuses cargados con
obreros árabes. Durante un tiempo, la franja de Gaza se convirtió en centro de
las actividades terroristas. Los palestinos en la franja eran peores que los de
la Ribera Occidental; los grandes campos de refugiados, con sus estrechas
veredas, resultaban, en gran parte, inaccesibles a las patrullas motorizadas de
las I.D.F. Sin embargo, al realizar un esfuerzo concertado mediante las Fuerzas
de Seguridad para identificar a los centros y líderes terroristas, así como la
construcción de carreteras en los campos de refugiados, logró en gran medida
detener las actividades terroristas en la franja. Aunque, por supuesto, no se
llegaron a suprimir del todo. Cuanto mayor era el éxito de Israel en ir
liquidando toda actividad terrorista dentro del territorio bajo su dominio,
mayor era la tentación de los terroristas a probar suerte en el extranjero.
Fue en este campo donde
alcanzaron mayores éxitos. Iniciando sus nuevas tácticas con el secuestro del
avión de El-Al, del que ya hemos hablado anteriormente, los aviones se
convirtieron en sus víctimas favoritas. Desde que El-Al adoptó las necesarias
precauciones, los terroristas abandonaron el secuestro de sus aparatos y, en
consecuencia, otras líneas aéreas que volaban a Israel se consideraron, a
partir de entonces, presas más fáciles. Cuando esto también se hizo difícil, se
comenzó a secuestrar aviones indiscriminadamente. A la vez, sufrían graves
atentados todas las instituciones israelíes en el extranjero; cuando asimismo
estas instituciones lograron protegerse adecuadamente, le llegó el turno a
firmas y personalidades judías. Tales ataques y secuestros inevitablemente
fueron objeto de una gran atención, e incluso las más pequeñas organizaciones
recibieron enorme publicidad y grandes epígrafes en la prensa mundial.
Aunque la opinión
pública mundial condenaba la amplitud del conflicto árabe-israelí más allá de
las fronteras de la región, los gobiernos no deseaban o no podían suprimir
tales actividades. Muchos gobiernos europeos hacían poco o nada por impedir la
formación de células terroristas en sus territorios. Los terroristas que habían
detenido en una u otra ocasión casi siempre eran puestos en libertad como
resultado de otro secuestro, que siempre se combinaba directamente con la
libertad de los terroristas detenidos con anterioridad.
A últimos de diciembre
de 1968, los terroristas atacaron a un avión de El-Al en Atenas, resultó muerto
un hombre; y los dos terroristas que fueron detenidos quedaron en libertad en
1970, como resultado del secuestro de otro avión. Dos meses después, en febrero
de 1970, fue atacado en Zurich otro avión de El-Al. Un agente de los Servicios
de Seguridad israelí mató a uno de los terroristas y otros tres fueron
detenidos. También los pusieron en libertad, como resultado de otro secuestro
aéreo, esta vez de un aparato de la compañía Swissair, en septiembre de 1970.
En mayo del mismo año,
fue detenido cierto número de terroristas en Dinamarca, en vuelo hacia América
Latina donde intentaban asesinar a Ben Gurión, que se hallaba allí de visita.
Fueron puestos en libertad al cabo de tres semanas bajo la alegación de que la
intención de asesinar no era suficiente razón para que se celebrara un juicio.
Los objetivos israelíes
en Bruselas, La Haya y Bonn, fueron atacados en septiembre del mismo año.
Detuvieron a dos terroristas en Bélgica y Holanda, pero quedaron en libertad
tras haber prestado declaración. Una vez más, en noviembre de 1969, arrojaron
una granada de mano en una oficina israelí en Atenas. Los dos terroristas
detenidos quedaron en libertad tras el secuestro de un avión de la Olympic
Airways, en julio de 1970. Tres terroristas detenidos en Atenas semanas más
tarde, durante un fracasado secuestro aéreo, también quedaron en libertad.
El 10 de febrero de
1970 fue atacado, en Munich, un avión de El-Al; una semana más tarde se intentó
secuestrar otro avión de la misma compañía y en la misma ciudad. Todos los
detenidos quedaron inmediatamente en libertad tras el secuestro de un avión que
volaba hacia Jordania en septiembre de 1970, durante el Septiembre Negro. El 4
de mayo de 1970 fue atacada la embajada israelí en Asunción, Paraguay, y
asesinada la esposa del primer secretario. Los dos terroristas detenidos allí
figuran entre los pocos que todavía continúan en la cárcel.
Los secuestros
culminaron, como se ha dicho ya, en septiembre de 1970, cuando fueron
secuestrados varios aviones en ruta hacia o procedentes de Israel y llevados a
Jordania, donde, acto seguido, fueron destruidos.
A principios de enero de
1971, y en un aeropuerto italiano, se descubrió una maleta llena de armas. Los
terroristas que llevaban la maleta quedaron pronto en libertad, puesto que, al
parecer los italianos, temían posibles complicaciones. En abril del mismo año
fueron desbaratados varios ataques contra hoteles en Israel, y se detuvo a
cinco ciudadanos franceses. Un matrimonio de edad avanzada quedó en libertad
debido a esta circunstancia y estar ambos enfermos. Tres mujeres jóvenes fueron
condenadas a largas penas de prisión y luego puestas en libertad, tras haber
cumplido parte de su condena. Éste era un ejemplo sorprendente de
organizaciones terroristas que no empleaban a árabes, sobre todo a mujeres
jóvenes a las que convencían para que actuaran en sus intentos criminales.
Después del Septiembre
Negro fueron en aumento los objetivos jordanos. A fines de 1971, secuestraron
un avión jordano y el Primer Ministro jordano Basi Thal, fue asesinado en
Egipto. El gobierno egipcio, anfitrión del Primer Ministro, detuvo a cierto
número de terroristas, pero más tarde les puso en libertad. Aquí también se
trataba de evitar nuevas complicaciones. El año 1972 contempló un incremento de
este tipo de actividad. Un avión de la Sabena fue secuestrado y conducido al
aeropuerto de Lod; los terroristas fueron derrotados por los comandos
israelíes, y, acto seguido, detenidos y condenados.
El caso más brutal de
terrorismo indiscriminado tuvo lugar en el aeropuerto de Lod, el 13 de mayo de
1972; lo llevó a cabo un grupo suicida japonés, miembros del Frente Rojo de
Japón, que por entonces colaboraba íntimamente con el Frente Democrático para
la Liberación de Palestina, una de las organizaciones más izquierdistas y
radicales. La mayoría de las víctimas de la matanza de Lod fueron peregrinos
católicos de Puerto Rico.
Pero el atentado de más
resonancia mundial se produjo el 5 de septiembre de 1972, durante los Juegos
Olímpicos de Munich. Ocho guerrilleros palestinos asaltaron la residencia del
equipo israelí y secuestraron a once atletas y entrenadores judíos. Tras un día
entero de negociaciones se desencadenó la tragedia en el aeropuerto, debido a
la ineficacia de la policía alemana. Esta intervino precipitadamente y los
palestinos asesinaron a los rehenes al lanzar una granada de mano en el
interior del helicóptero que les iba a transportar, inmediatamente cinco
terroristas resultaron muertos por los disparos de la policía y tres fueron
detenidos. Los tres terroristas detenidos entonces quedaron en libertad tras el
secuestro de un avión de la Lufthansa, en octubre del mismo año.
Una organización
denominada "Septiembre Negro"; en honor de los palestinos muertos en
la represión de Jordania, reivindicó desde Beirut el atentado.
Israel no dejó enfriar
los cadáveres. Tres días después sus aviones reducían a cenizas un campo de
refugiados en Líbano con el saldo de 65 muertos. Simultáneamente estudió dos
acciones de mayor relieve: una de comandos, de minuciosa preparación, que
acabase con los principales líderes palestinos, y una negociación con la
Falange Libanesa de Gemayel, a la que proporcionaría armas y dinero para que
realizase algo parecido a lo que en Jordania hiciera el Ejército del rey
Hussein.
La mayor parte de las
organizaciones terroristas tenían sus cuarteles generales en Beirut. El 10 de
abril de 1973, comandos judíos transportados por mar alcanzaron Beirut,
asaltaron varias casas y residencias de palestinos, matando a medio centenar de
guerrilleros y a tres de sus líderes con ellos; una de las víctimas fue Kamal
Nasser, portavoz de la O.L.P.
Pero no por eso cesaron
los palestinos en su lucha contra Israel y sus intereses, aunque pagasen un
alto precio: durante 1973 el Ejército israelí bombardeó en ocho ocasiones los
campamentos palestinos de Líbano.
El año 1973 también fue
testigo de la adición de otro objetivo más, a sumar a la ya larga lista de los
mismos: se iniciaron una serie de operaciones terroristas contra los
inmigrantes judíos que llegaban desde la Unión Soviética. El primer ataque
contra el campo de Schönau, en Viena, en enero de aquel año, fracasó
rotundamente y los terroristas detenidos con tal motivo fueron expulsados de
Austria, con objeto, como siempre, de evitar complicaciones. El 28 de
septiembre fue atacado un tren que circulaba desde Checoslovaquia a Austria con
inmigrantes judíos. Este ataque fue llevado a cabo por "E-Saika",
organización terrorista que, como se probó, era una rama de la Información
siria. Se formuló la hipótesis de que esta acción no tenía más propósito que la
de distraer la atención; acto, por supuesto, instigado por los sirios; ante el
inminente ataque del Yom Kippur.
A medida que los
objetivos israelíes en Europa llegaron a protegerse más y a resultar menos
vulnerables, los terroristas actuaron con mayor ahínco en el extranjero. Uno de
ellos fue la ocupación por los terroristas de la embajada israelí en Bangkok;
otro fue la embajada israelí en Nicosia. Sin embargo, los terroristas pronto se
dividieron atacando asimismo a embajadas árabes. En la embajada de Arabia
Saudi, en Jartum, fueron asesinados dos diplomáticos americanos y otro belga; y
en la embajada del mismo país, en París, otros fueron secuestrados.
Por supuesto, desde
mediados de 1968 hasta últimos de 1973, fueron detenidos ciento treinta y siete
secuestradores en diferentes países, pero casi todos fueron puestos en libertad
inmediatamente o al cabo de cortos períodos de tiempo. A finales de 1973, sólo
veintisiete de ellos se hallaban todavía en la cárcel, siete en Israel.
Israel también inició
una serie de operaciones proyectadas para convencer al gobierno libanés de que,
por su propio interés, debía suprimir toda actividad terrorista que partiera de
su territorio. Aun cuando todas estas actividades desbarataron los proyectos de
los terroristas durante algún tiempo, el gobierno libanés no supo o no quiso
armarse de valor para expulsar a los cuarteles generales terroristas de su
territorio. Resulta evidente, por otra parte, que la disminución de las
operaciones terroristas efectuadas más allá de los límites de Oriente Medio se
debieron entonces, en gran medida, a las presiones de los países árabes que,
por último, comenzaron a darse cuenta de que tales operaciones estaban
perjudicando enormemente a la causa palestina, y así, aparte de otras medidas
punitivas, incluyeron sanciones financieras contra dichas organizaciones,
aunque por otro lado, las estimulaban a que tan sólo actuasen contra Israel.
Las restantes operaciones terroristas en Europa también fueron acabando con el
tiempo, cuando algunos de los principales líderes murieron en varias capitales europeas.
A la vez que la capital
libanesa servía como cuartel general de las organizaciones terroristas, su
extremo sur; "Tierra de Al Fatah"; era el centro de actividades
guerrilleras contra Israel, desde un lado a otro de la frontera. Entre 1970 y
1973, y en monótona repetición, se produjeron bombardeos y hubo muchas
infiltraciones fronterizas, todo ello seguido de las clásicas advertencias de
Israel al gobierno libanés; cuando tales advertencias cayeron en saco roto, las
fuerzas de tierra y aire israelíes atacaron todas las bases terroristas. De vez
en cuando se reunía el Consejo de Seguridad de la O.N.U. a requerimientos del
gobierno libanés; bien para resolver condenando blandamente toda violencia, o
bien para condenar a Israel por sus actos militares (ignorando los previos
ataques árabes que los habían provocado), o suspendiéndose las reuniones sin
haber adoptado resolución alguna. También, de vez en cuando, Siria entraba en
liza, permitiendo actividades guerrilleras desde bases situadas en su territorio,
en este caso, Israel también contraatacó razonable y lógicamente.
En enero de 1971, se
halló una fórmula con la cual Israel estaba de acuerdo en que se reanudasen las
conversaciones Jarring. El embajador Jarring regresó a Nueva York desde Moscú,
visitó Israel, y resumió todos sus esfuerzos en un informe dirigido a Egipto y
a Israel. Pronto supo que las posiciones de ambas partes eran realmente
inaccesibles: Egipto insistía en una retirada de todos los territorios como
primera medida para negociar. Israel dejaba bien claro que no volvería a las
vulnerables líneas de 1967. A partir de entonces, la misión de Jarring fue
totalmente ineficaz.
Tal misión se
sustituyó, en la primavera de 1970, por una iniciativa del secretario de Estado
americano, William Rogers, la cual proponía un regreso a las líneas de
armisticio de 1967, sin alteraciones importantes o significativas, regreso que
se basaría como garantía sobre la presencia de unas fuerzas internacionales de
paz. También esta iniciativa se convirtió en agua de borrajas. Asimismo se
formuló otra propuesta que implicaba la retirada de las fuerzas de Israel de la
Ribera Oriental del Canal de Suez y la apertura del propio Canal, propuesta que
durante cierto tiempo pareció ser la más aceptable de todas, hasta que resultó
evidente que los egipcios no aceptarían ninguna propuesta de carácter parcial a
menos que tuvieran la seguridad, por parte de Israel, de que tal propuesta no
era más que un proyecto que culminaría en la evacuación de todos los
territorios ocupados por Israel durante la guerra de 1967.
En otoño de 1973, poco
antes de la Guerra del Yom Kippur, el recientemente nombrado Secretario de
Estado de los Estados Unidos, Henry Kissinger, sondeó a Egipto y a Israel
tratando de hallar alguna posibilidad de renovar las negociaciones. Luego se
hizo más que evidente que la participación de Egipto en estas conversaciones
eran solamente puro enmascaramiento, parte de un plan para engañar a Israel, e
inyectarle así cierto sentido de seguridad.
Desde los primeros días
de su gobierno, el presidente Anwar el Sadat adoptó el lema de su predecesor:
que lo que se había tomado por la fuerza sólo se devolvería por la fuerza. Aún
cuando él hubiera considerado posible llegar a un acuerdo político; y en efecto
el acuerdo relacionado con el Canal de Suez anteriormente mencionado no era
básicamente muy diferente del acuerdo de separación de fuerzas que se alcanzó
después de la Guerra del Yom Kippur; él no lo estimaba deseable. Su meta era
borrar la humillación sufrida por el Ejército egipcio en 1967; de hecho, era
también su principal ambición.
Las fuerzas egipcias se
estaban preparando para una importante ofensiva contra Israel. Sadat declaró a
los cuatro vientos que 1971 sería el año decisivo; cuando nada sucedió en el
curso de aquel año, Sadat quedó en ridículo tanto en Egipto como fuera de su
país. Hoy día, a nadie le cabe la menor duda de que aquel ridículo representó
un incentivo para él, una especie de fuerte estímulo para que actuara aún más
impulsiva y duramente.
En un discurso
pronunciado en abril de 1972 en la radio de El Cairo, para conmemorar el
aniversario del nacimiento de Mahoma, Sadat declaró:
"Los judíos
demostraron que eran hombres embusteros y traicioneros, ya que concluyeron un
trabajo con los enemigos de Mahoma con objeto de atacarle en Medina y atacarle
desde dentro.... son una nación de embusteros y traidores, repito, gentes
nacidas únicamente para la traición. Yo declaro aquí y ahora que sus sueños, de
los que hablan hoy a causa de la victoria que creen haber logrado en 1967, no
serán duraderos.... les digo hoy, desde este lugar, que no cederemos una sola
pulgada de nuestro suelo, que no negociaremos con Israel en ninguna
circunstancia, y que no negociaremos con ellos tampoco ni uno solo de los
derechos del pueblo palestino. Os prometí esto el año pasado y os prometo este
año que, en el próximo aniversario del nacimiento del Profeta, celebraremos en
este lugar no sólo la liberación de nuestro país, sino también la derrota de la
arrogancia israelí para que vuelvan a ser lo que El Corán ha dicho de ellos:
Condenados a la humillación y a la miseria. No cederemos en esto. Ya no se
trata tan sólo de la liberación de nuestro país, sino que es una cuestión de
honor, y que tenemos fe en nuestro destino. Les haremos regresar a su antiguo
estado".
A continuación del
discurso, Sadat se trasladó a Moscú. Solicitó a los rusos armas ofensivas e
insistió en disponer de entera libertad para usarlas. Los rusos se negaron. No
deseaban una confrontación de superpotencias.
Sadat decidió, por
tanto, expulsar de Egipto a todos los expertos rusos. El 17 de julio de 1973,
todo el personal militar soviético y sus familias; unas cuarenta mil personas
en total; recibieron la orden de abandonar Egipto inmediatamente. Entre los
consejeros rusos se incluían de cuatro mil a cinco mil instructores del
Ejército egipcio; de diez mil a quince mil expertos de otro tipo, entre los
cuales figuraban los que manejaban los emplazamientos de cohetes Sam-2 y Sam-3,
cincuenta emplazamientos en total; doscientos pilotos con personal de tierra
para atender para atender a los Mig-21, Mig-23, y a los once aviones de caza y
bombardeo Sukhoi.
La valoración por parte
de Israel sobre tal movimiento indicaba, ante todo, que, como resultado de la
expulsión del personal ruso, el potencial bélico egipcio se había debilitado
muy considerablemente; sin embargo, desde el punto de vista de Sadat tal
expulsión le dejaba libres las manos para decidir la guerra. De hecho, pocas
semanas después, fue cuando se comenzó a proyectar seriamente la Guerra del Yom
Kippur.
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