INDICE
JUDAÍSMO. -------------------------------------------------------------------------------------- 3
DOCTRINAS BÁSICAS Y FUENTES. ------------------------------- 4
ALIANZA --------------------------------------------------------------------------- 5
LA TRADICIÓN DE LOS RABINOS ----------------------------- 7
REZOS Y SERVICIOS RELIGUIOSOS ------------------------ 8
TORA --------------------------------------------------------------------------------- 9
BENDICIONES ----------------------------------------------------------------- 9
LEYES SOBRE LA ALIMENTACIÓN -------------------------- 10
EL SHABAT --------------------------------------------------------------------- 10
LAS FIESTAS -------------------------------------------------------------------- 11
OCASIONES ESPECIALES -------------------------------------------- 12
HISTORIA. ---------------------------------------------------------------------------------------- 13
EL EXILIO DE
BABILONIA ------------------------------------------ 14
LOS MACABEOS
Y EL PERIODO ROMANO ------------ 14
EL DESARROLLO
DEL JUDAÍSMO RABINIO ---------- 16
EL JUDAÍSMO
MEDIEVAL ------------------------------------------- 16
TENDENCIAS
ACTUALES -------------------------------------------- 18
EL JUDAÍSMO
EN LATINOAMÉRICA ------------------------ 19
EL JUDAÍSMO
EN ESTADOS UNIDOS ----------------------- 19
EL JUDAÍSMO
REFORMISTA --------------------------------------- 20
EL JUDAÍSMO
CONSERVADOR --------------------------------- 21
EL JUDAÍSMO
ORTODOXO ----------------------------------------- 21
LA
TRASCENDENCIA DE ISRAEL ----------------------------- 22
EL JUDAÍSMO
RECONSTRUCCIONISTA ------------------ 23
Es la cultura
religiosa de los judíos (conocidos también como el pueblo de Israel). Es una de
las religiones más antiguas de la historia.
Los términos
judaísmo y religión no existían en el hebreo premoderno. Los judíos hablaban de
la Torá: leyes que Dios reveló a Israel, y en las que se ofrecía una visión del
mundo y una manera de vivir (la Halajá), la senda que se debía seguir por el
mundo: las leyes, costumbres y prácticas judías. Todas las formas históricas
del judaísmo premoderno constituían (y aún hoy el judaísmo tradicional lo
constituye), un sistema de cultura integral, que abarca la totalidad de la
existencia individual y comunitaria de las personas. Es un sistema de
santificación en el que todo está sometido a la voluntad expresa de Dios, de
acuerdo con modelos divinos revelados sobre el orden cósmico y la legalidad.
Judaísmo, cristianismo e islam, las tres grandes religiones monoteístas, tienen
mucho en común. El cristianismo surgió en Palestina dentro de la comunidad
judía durante el siglo I D.C.; en un
principio, el Islam extrajo parte de su ideología del judaísmo. Teniendo en
cuenta que desde el siglo VII la mayor parte de los judíos han
vivido en un ambiente cultural muy cercano al cristianismo y al islam, estas
dos religiones ejercieron una fuerte influencia en la historia del judaísmo.
El judaísmo tuvo
su origen en el Oriente Próximo. Pero, casi desde sus inicios, las comunidades
judías, en muchas ocasiones como resultado de migraciones voluntarias y de
exilios o expulsiones forzadas, han vivido en casi todos los rincones del
mundo.
A mediados de 1993 la población total de
judíos en el mundo ascendía a 18 millones, de los cuales 6,8 millones vivían en
Estados Unidos, más de 3,6 en Israel y más de 1,9 en la Unión Soviética; estos
son los tres emplazamientos judíos más importantes del mundo. Aproximadamente
1,5 millones de judíos vivían repartidos por Europa, la mayoría de ellos en
Francia y Gran Bretaña. Más o menos 300.000 vivían repartidos por el resto de
Norteamérica y 600.000 por el resto de Asia. Cerca de 1,1 millones de judíos
vivían en América Central y del Sur, y 350.000 en África.
Considerando su rica y compleja tradición religiosa, el
judaísmo nunca ha sido una organización monolítica, aunque sus distintas formas
históricas han compartido ciertos rasgos distintivos. La principal
característica común es la del monoteísmo radical, es decir, la creencia de que
un solo Dios trascendente creó el Universo y que, afortunadamente, continúa
gobernándolo. Profundizando en este monoteísmo, se da la convicción teológica de
que el mundo es inteligible porque existe una inteligencia divina y fruto de
una causalidad intencional que lo sostiene. Nada es en la humanidad fruto de la
casualidad; en sentido último, todo tiene un significado. La inteligencia
divina se manifiesta a los judíos tanto en su orden natural, a través de la
creación, como en su orden histórico-social, a través de la revelación. El
mismo Dios que creó el mundo se reveló a los israelitas en el monte Sinaí. El
contenido de esta revelación es lo que constituye la Torá (es decir, la ‘ley’),
la voluntad de Dios para la humanidad expresada por medio de mandamientos (mitsvot) por los que las personas
deberían regir sus vidas en mutua interacción entre ellos y Dios. La humanidad
puede transformarse en parte armoniosa del cosmos si vive de acuerdo con las
leyes de Dios, y sometiéndose a la voluntad divina.
En el fragmento que sigue, Eric Santoni
analiza brevemente, pero con una gran densidad de ideas, la que él considera
fundamental diferencia entre judaísmo y cristianismo.
Fragmento de El judaísmo.
De Eric Santoni.
Segunda parte, capítulo IV.
El hecho de compartir el mismo Libro
santo que los unos llaman Torá y los otros Antiguo Testamento no ha sido ni
mucho menos, a lo largo de la Historia, el punto de encuentro que cabría
esperar.
Por el contrario, se ha asistido
durante casi dos milenios a un conflicto entre ambas partes; la ruptura se
consumó en el año 66 y alcanzó su punto álgido en la Edad Media, cuando, por
ejemplo, llegó a quemarse el Talmud, acusado de brujería en una plaza de Grève
(Francia) en 1242.
Ha sido precisamente el Talmud el que
originó el conflicto. La interpretación que hace de la Biblia más las
afirmaciones peyorativas sobre la figura de Jesús, al que se le describe como
el hijo de un legionario romano y dedicado a practicar gemonías, desató, sin
duda, el conflicto.
Los judíos siempre se han negado a
reconocer el mesianismo de Jesús porque, en su concepción, el Mesías es un
personaje carismático y pacificador, tampoco pueden admitir a un Dios torturado
y asesinado por los romanos, ya que a sus ojos esto es la encarnación del
paganismo.
Por su parte, el cristianismo
considera que la llegada de Cristo abolió el cumplimiento estricto de la Ley,
la cual fue encarnada por la fe. El ataque de los judíos a la nueva Ley y a su
persistente observancia, fijado por el Talmud, explica la representación de la
sinagoga con los ojos vendados que se difundió en la cristiandad durante la
Edad Media.
Lo que separa a los cristianos de los
judíos es esencialmente la figura de Cristo, por un lado, y la preceptiva del
Talmud, por otro.
Paul Ricoeur, filósofo contemporáneo,
resume el conflicto de la siguiente manera: «Para el judaísmo, la relación del
hombre con Dios está mediatizada por la Torá, y para el cristianismo por la
persona de Cristo».
El segundo gran concepto del judaísmo es el de la
alianza (berit) o pacto entre Dios y
los judíos. De acuerdo con la tradición, el Dios de la creación estableció una
relación muy especial con el pueblo judío en el Sinaí. Ellos reconocerían en
Dios a su único y último rey y legislador, comprometiéndose a obedecer sus
leyes. Como recompensa, Dios reconocería a Israel como su pueblo, y estaría
especialmente atento a su bienestar. Los autores bíblicos, y más tarde la
tradición judía, consideraron esta alianza en un contexto universal. Pero,
después de sucesivos fracasos para lograr establecer una alianza con la rebelde
humanidad, Dios se centró en un segmento particular de ésta. Israel está
llamado a ser ‘el reino de los sacerdotes’, y el orden social ideal, que se
establecería de acuerdo con las leyes divinas, sería un modelo para la
humanidad. Así pues, Israel se encuentra entre Dios y la humanidad, como
mediador entre ambos.
La idea de la alianza también determina la manera como
se ha considerado tradicionalmente la naturaleza y la historia en el judaísmo.
El bienestar económico de Israel se basa en la obediencia que el pueblo debe
prestar a los mandamientos de Dios. Tanto los acontecimientos históricos como
los naturales que afectan a Israel, son interpretados como algo que procede de
Dios, fruto del comportamiento religioso del pueblo de Israel. De esta forma,
existiría una conexión causal directa entre el comportamiento humano y su
destino. Esta visión acentúa el problema de la teodicea (justicia de Dios) en
el judaísmo, porque la experiencia histórica, tanto de los judíos tomados
individualmente, como de su pueblo en general, con bastante frecuencia ha sido
de sufrimiento. A partir del libro de Job, una buena parte del pensamiento
religioso judío se ha preocupado del problema de la aseveración (afirmación) de
lo que es la justicia y su significado frente a la injusticia Comenzaron a
creer que, durante el juicio final después de la muerte, la virtud y la
obediencia serían recompensadas y el pecado castigado, compensando así las
injusticias de este mundo. El sufrimiento y la humillación de la dominación
extranjera y el exilio forzado de la tierra de Israel que tuvieron que sufrir
los judíos, al final de los tiempos también encontraría su recompensa cuando
Dios envíe al Mesías (mashiaj, el
ungido con aceite de rey), un vástago de la casa real de David, que vendría a
redimir a los judíos y a devolverles la soberanía sobre sus tierras. Desde
épocas muy tempranas, el mesianismo ha constituido una base significativa en el
pensamiento judío. El anhelo por la llegada del Mesías se intensificaba
notablemente durante periodos de problemas y calamidades. A la larga, se
estableció una conexión entre el mesianismo y el concepto de Torá: cada judío,
individualmente, a través del estudio constante y de la observancia de los
mandamientos de Dios, podría acelerar la llegada del Mesías. Por eso, todo acto
individual tenía resonancias cósmicas.
A pesar de que las distintas formas del judaísmo están enraizadas
en la Biblia hebrea (a la que los judíos llaman Tanak, acrónimo de sus tres partes: Torá, el Pentateuco; Neviím,
los Profetas; Ketuvim, los
Hagiógrafos), sería un error considerar el judaísmo simplemente como la
religión del Antiguo Testamento. En el fondo, el judaísmo contemporáneo deriva
del movimiento de los rabinos de los primeros siglos de la era cristiana en
Palestina y Babilonia, y por eso se le llama judaísmo rabínico. En arameo y en
hebreo, Rabí significa ‘mi maestro’.
Los rabinos, sabios judíos que se dedicaban al estudio de las Escrituras y de
sus propias tradiciones, sostenían que Dios, en el monte Sinaí, había revelado
a Moisés una doble Torá. Además de la Torá escrita (las Escrituras), Dios le
habría revelado una Torá oral, fielmente transmitida por medio de palabras, de
maestro a discípulo, por una cadena irrompible y que aún hoy existe entre los
rabinos. Para ellos, la Torá oral resumía en la Mishná (aquello que se aprende
o memoriza), el documento más antiguo de la literatura rabínica; fue editada en
Palestina a finales del siglo III. A raíz de esto, el estudio
rabínico de la Mishná en Palestina y en Babilonia generó dos versiones del
Talmud (lo que se estudia; en arameo se utilizó el término Guemará, que
significa lo mismo), que estudiaban en profundidad los contenidos de la Mishná.
El Talmud babilónico, editado aproximadamente en el siglo VI, se transformó
en el documento fundacional del judaísmo rabínico.
Los primeros escritos rabínicos incluían comentarios
exegéticos y homilías acerca de pasajes de las Escrituras (Midrashim; véase Midras), así como varias
traducciones al arameo del Pentateuco, y de otros libros del Antiguo Testamento
(los targumim; véase Targum). Los
escritos rabínicos medievales incluían codificaciones de la ley talmúdica, de
los cuales, la que goza de máxima autoridad es el Shulján Aruj (‘La mesa dispuesta’) del siglo XVI, escrita por
José ben Efraín Caro. En el judaísmo, el estudio de la Torá hace referencia al
estudio de toda su literatura, no simplemente del Pentateuco (Torá, en un
sentido estricto).
Para los judíos, toda la vida es un continuo acto de
adoración divina. “Tener a Dios siempre delante de mí” (Sal. 16,8). Este verso
que está inscrito en el frontis de muchas sinagogas, muestra muy bien la piedad
judía.
Por tradición, los judíos rezan tres veces al día: por
la mañana (shaharit), por la tarde (minjá) y al anochecer (maariv). Se cree que estos tres momentos
de oración corresponden a los tiempos en que los sacrificios se ofrecían en el
templo de Jerusalén. Tanto así, como de otras maneras, el judaísmo rabínico aún
conserva la estructura del ya abandonado culto en el templo. Las congregaciones
mínimas (minyán) para rezar están
formadas por grupos de diez hombres.
El único elemento que se requiere para todos los
servicios religiosos judíos es el de una serie de bendiciones llamadas Tefillá (rezo); también recibe el nombre
de Amidá, o rezo de pie, porque se
recita en esa posición, y el Shemoné
Esré, que recibe este nombre porque originalmente estaba compuesto por
dieciocho bendiciones. Hoy en día, los rezos que se realizan durante los días
de semana se componen de diecinueve bendiciones, dentro de las que se incluyen
trece peticiones por el bienestar y por la restauración mesiánica. Durante cada
shabat y en las distintas festividades, estas peticiones se reemplazan por
rezos especiales que corresponden a esas fiestas. La segunda oración en
importancia es el Shemá que se reza por la mañana y al atardecer. Todos los
servicios religiosos concluyen con dos rezos mesiánicos: el primero se llama Alenu; el segundo es una doxología
aramea llamada Kadish. Como señal de
devoción a Dios, durante los rezos matinales de los días ordinarios de la
semana, los judíos adultos observantes llevan un chal de oración con flecos
llamado talit (los flecos se llaman tsitsit) y unas filacterias (cajas de
oración llamadas tefilín). Ambas
costumbres provienen de ciertos pasajes de las escrituras que se recitan y que
corresponden a la Shemá. Como tercera costumbre, ponen una mezuzá (caja de rezo) en la entrada de la casa, como una manera de
recordar que Dios está en todas partes. Como señal de respeto hacia Dios, se
cubren la cabeza para rezar, ya sea con un sombrero o con un casquete (kipá; en yidish, yarmulke). Los judíos más piadosos siempre llevan la cabeza
cubierta, aceptando así la constante presencia de Dios.
Para el judaísmo rabínico, el estudio de la Torá, que es
la voluntad revelada de Dios, también es considerado como un acto de adoración.
Todos los días durante los servicios religiosos de las mañanas, se recitan
pasajes de las Escrituras, la Mishná y el Talmud. Los lunes y los jueves por la
mañana, se saca de un arca, que está en la parte frontal de la sinagoga, un
rollo que contiene la Torá, escrito a mano. Luego se procede a su lectura
cantada frente a la congregación de los fieles. La lectura litúrgica de la Torá
más importante es la que se realiza durante el shabat y en las mañanas de otras
festividades. A lo largo del año, durante los sábados, se terminará leyendo
toda la Torá. El ciclo anual comienza nuevamente cada otoño, con una
celebración llamada Simjat Torá
(‘regocijaos con la ley’), que concluye al final de la fiesta del Sukot. La
lectura que se realiza de la Torá durante las fiestas, versa sobre distintos
temas y observancias, dependiendo del día que se realice. La lectura de la Torá
durante los sábados y las fiestas, es acompañada de la lectura de escritos de
los profetas relacionados con los mismos temas (Haftará, que significa conclusión). Por eso, la lectura en público
de las Escrituras es una parte fundamental del culto religioso en la sinagoga.
De hecho, en un principio, ésta parece haber sido la función más importante de
la sinagoga como institución religiosa.
Además de las oraciones a lo largo del día, los judíos recitan
numerosas bendiciones, siempre antes de algunos actos importantes y antes de
disfrutar de las bondades de la naturaleza. Para los judíos, la tierra
pertenece a Dios. Los seres humanos simplemente son agricultores o jardineros
arrendatarios de esta tierra. Por lo tanto, los arrendatarios no deben olvidar
que parte de los frutos le corresponden al dueño.
Las leyes relacionadas con la alimentación de los judíos
están también vinculadas al culto del Templo. Hacen una analogía entre la mesa
de la casa de cada persona y la mesa del Señor. Los judíos no comen la carne de
ciertos animales considerados impuros (Dt. 14,3-21). Dentro de esta categoría
están los cerdos y los peces que no tienen aletas o escamas. Los animales
comestibles, aquellos con pezuñas hendidas y rumiantes, deben ser sacrificados
de forma apropiada (kasher, ‘limpio’
o ‘puro’), y se les debe sacar toda la sangre antes de ser ingeridos. No se
puede tomar simultáneamente carne y leche.
El calendario litúrgico judío sigue manteniendo la misma
división del tiempo que se hace en la Torá, y que se observaba en el culto del
templo. Cada siete días se celebra el shabat, día en el que no se realiza
ningún trabajo. Éste es un acto simbólico de abstención, por el que los judíos
devuelven el mundo a su dueño, es decir, a Dios, reconociendo que todo lo que
el hombre consigue con su trabajo es sólo producto de la bondad divina. Durante
el shabat, lo único que se hace es rezar, estudiar, descansar y estar en
compañía de la familia. Durante ese día y durante las fiestas, se recita en las
sinagogas un servicio religioso adicional, el musaf, que se corresponde con el sacrificio que se ofrecía en el
Templo en dichas ocasiones.
Dentro del año judío existen cinco grandes fiestas y dos
de menor importancia. En un principio, tres de las mayores tenían su origen en
la agricultura y se relacionaban directamente con las estaciones del año en
Israel. La fiesta de la primavera o Pésaj (Pascua), marcaba el inicio de la
cosecha de la cebada, y cincuenta días más tarde, el Shavuot (‘semanas’ o
Pentecostés) marcaba su término. Durante el Sukot (‘tabernáculo’) se celebra la
cosecha de otoño, fiesta que va precedida por un periodo de diez días de
purificación de toda la comunidad. Desde épocas muy antiguas, se han asociado
estas fiestas con acontecimientos importantes de la historia de Israel. La
Pascua conmemora el éxodo desde Egipto. Shavuot se relaciona con el momento en
que Dios, en el monte Sinaí, entregó la Torá al pueblo de Israel. Esta fiesta
está marcada por la solemne lectura de los Diez Mandamientos en la sinagoga.
Sukot aún es observado como una fiesta de la cosecha; se instalan cabañas en
los campos (o en las casas) y los judíos comen en ellas durante los siete días
que dura la fiesta; esta práctica simboliza las tiendas en las que los
israelitas moraron durante su viaje a la Tierra Prometida. El periodo de los
diez días de penitencia que preceden a Sukot se inicia con la celebración del
año nuevo, el Rosh Ha-shaná, y termina con el Yom Kipur, el Día de la
Expiación. De acuerdo con la tradición, el mundo es juzgado cada año nuevo y el
fallo se da por cerrado el Día de la Expiación. El día de año nuevo se hace
sonar un cuerno de carnero (shofar) para invitar a la gente al arrepentimiento.
El Día de la Expiación es el día más sagrado dentro del calendario judío, y
transcurre en medio de ayunos, rezos y confesión de las culpas. Su liturgia
comienza con la entonación del Kol Nidré,
incluyendo, además, un recuerdo a los ritos que se realizaban en el Templo (avodá).
El origen de las dos fiestas menores, Januká y Purim, es
más tardío que el de las cinco fiestas del Pentateuco antes mencionadas. La
Januká (‘consagración’) conmemora el triunfo de los Macabeos sobre el rey sirio
Antíoco IV Epífanes en el 165 a.C. y la consiguiente construcción
del segundo templo. La fiesta de Purim (‘porciones’, ‘suertes’) recuerda la
historia de la salvación de los judíos persas por Ester y por Mardoqueo (véase Ester). Se celebra un mes antes de
Pascua y se caracteriza porque en la sinagoga se lee el festivo rollo de Ester
(meguilá). El año litúrgico termina
con cuatro días de ayuno en memoria del asedio y la posterior destrucción de
los dos templos, en los años 586 a.C. y 70 d.C. De éstos, el
más importante es el de Tishá be Av (noveno día del mes Av), día en el que los
dos templos fueron destruidos.
La comunidad judía también mantiene la observancia de
los acontecimientos más significativos dentro del ciclo de la vida. A los ocho
días de haber nacido, los niños varones son iniciados públicamente en la
asamblea de Abraham por medio de la circuncisión (berit milá). Los niños llegan a la madurez legal a los 13 años de
edad, cuando asumen la responsabilidad de mantener la observancia de los
mandamientos (Bar Mitsvá) y son llamados por primera vez para que lean la Torá
en la sinagoga. Las niñas alcanzan la madurez a los 12 años y, en las sinagogas
modernas liberales, también leen la Torá (Bat Mitsvá). Durante el siglo XIX, el
movimiento modernista reformado instituyó la práctica de la confirmación para
los jóvenes, hombres y mujeres. La ceremonia se realiza durante Shavuot, e
implica la aceptación de la fe revelada en el Sinaí. El siguiente hito de
importancia en la vida de los judíos es el matrimonio (kidushín, ‘santificación’). Incluso en los momentos de mayor
alegría en sus vidas, los judíos recuerdan los sufrimientos de su pueblo. Por
eso, dentro de las siete bendiciones del matrimonio se incluyen rezos de
peticiones por la reconstrucción de Jerusalén y por el regreso de los judíos a
Sión. Durante los entierros judíos, la petición por la resurrección del muerto
está incluida dentro de un rezo en el que se pide por la redención de todo el
pueblo judío. Los hombres judíos más piadosos son enterrados con su talit.
La literatura bíblica y la investigación arqueológica
ofrecen la primera información respecto a la historia del judaísmo (véase Biblia). En un principio, Israel
no era monoteísta, sino más bien henoteísta: a pesar de que ellos adoraban a un
solo Dios, no negaban la existencia de otros dioses en el caso de otras
naciones.
El pueblo de Israel, antes del exilio, fue primero una
confederación de tribus, y más tarde un reino. Celebraban, como una de sus
primeras experiencias históricas, el fin de la esclavitud a la que los habían
sometido los egipcios, y muy especialmente la conquista y asentamiento en las
tierras de Canaán (La tierra de Israel). Su máxima deidad era Yahvé, el dios de
los patriarcas que había sacado a los israelitas de Egipto, guiándolos hasta la
Tierra Prometida. La religión israelita estaba íntimamente relacionada y
enfocada hacia su dependencia agrícola. Se creía que Yahvé era el dueño de la
lluvia que podía garantizar una cosecha fructífera o hambrunas, sequías y
pestilencia si la comunidad se mostraba poco creyente y obstinada. A pesar de
esto, el pueblo de Israel, en su vida normal, se veía a sí mismo como
dependiente de Dios y se obligaban a responderle con sacrificios u ofrendas
propiciatorias. A medida que fue pasando el tiempo, el culto se centró en el
santuario real de Jerusalén, que más tarde rivalizaría con los santuarios de
Betel y Dan en el norte. La oposición al culto sincretista que se practicaba,
tanto en los santuarios del norte (reino de Israel) como en los del sur (reino
de Judá), y a las injusticias sociales que existieron durante el periodo de la
monarquía, fue proclamada por los profetas, ‘hombres carismáticos de Dios’. No
rechazaban los sacrificios del culto en sí mismos. Rechazaban solamente
aquellos que veían que eran exclusivamente un pago personal, y que por lo tanto
ignoraban egoístamente la dimensión moral de la sociedad israelí. Estas
advertencias fueron justificadas cuando, primero el reino del norte y luego el
del sur, fueron destruidos por conquistadores extranjeros.
El exilio del pueblo de Judá a Babilonia en el 586 a.C., fue un hito
histórico para la religión de Israel. A partir de entonces, la historia de
Israel fue reinterpretada a la luz de los acontecimientos del año 586; a partir
de ese momento se fijó el Pentateuco, y los cánones de los libros proféticos e
históricos del Antiguo Testamento. Los profetas Ezequiel e Isaías creían que
Yahvé se había servido de Babilonia para castigar a los israelitas por sus
pecados, y que por lo tanto Él tenía el poder de liberarlos del cautiverio, si
es que se arrepentían. Se desarrolló una verdadera religión monoteísta, en la
que el Dios de Israel era visto como el Dios que dirigía la historia universal
y el destino de todas las naciones. La esperanza mesiánica que surgió a partir
del exilio de Babilonia, para lograr restaurar el reino de Judá bajo el
liderazgo de un vástago de la estirpe de David, parece justificarse plenamente
cuando Ciro II el Grande, después de conquistar Babilonia en el 539 a.C., autorizó la
repatriación del pueblo subyugado y la restauración del Templo. Sin embargo, el
restaurado Estado de Judá no logró alcanzar totalmente esta esperanza, porque
los persas no permitieron el restablecimiento de la monarquía de Judá, sino
únicamente el establecimiento de un estado administrado por un sumo sacerdote.
.La llegada de la cultura griega a Oriente Próximo, que
comenzó con la conquista de Alejandro Magno en el 331 a.C., hizo que la
cultura originaria de la zona se pusiera a la defensiva. La revuelta de los
Macabeos (165-142 a.C.), que comenzó como una guerra civil entre judíos
helenizados y no helenizados, concluyó en una guerra que logró la independencia
política para el pueblo de Judá de los sirios; este desorden cultural y
político tuvo un fuerte impacto en la religión. Durante este periodo se
compusieron los primeros escritos apocalípticos; este género de revelaciones
crípticas interpretaban la guerra de aquel entonces como parte del conflicto
cósmico entre las fuerzas del bien y las del mal, que acabarían con la victoria
de las legiones de Dios. A todos los judíos que habían llevado una vida
honorable y que habían muerto en combate, les estaba prometida la resurrección
del cuerpo el día que Dios celebrara el Juicio Final. En el judaísmo primitivo,
la inmortalidad consistía únicamente en la supervivencia de algunos niños y
personas en particular, en una oscura vida posterior en el bajo mundo,
localizada físicamente debajo del actual, el sheol.
A pesar de que con las victorias de los Macabeos se
inauguraron los 80 años de independencia política del pueblo de Judá, siguió
habiendo desórdenes religiosos. Los miembros de la familia sacerdotal de los
Asmoneos, quienes habían liderado la revuelta, se autoproclamaron reyes
hereditarios y sumos sacerdotes, a pesar de no pertenecer al alto linaje de los
antiguos sumos sacerdotes. Esto, unido a la vida ostentosa que llevaban, propia
de la monarquía helenística, provocó una furiosa oposición de grupos como el de
la comunidad de Qumran, que nos han llegado gracias a los Manuscritos del Mar
Muerto. Liderados por sacerdotes disidentes, esta secta estaba convencida de
que el templo de Jerusalén había sido profanado por los Asmoneos, y se vieron a
sí mismos como un templo purificado y aislado en el desierto.
El grupo de Qumran probablemente pueda ser identificado
con los esenios, que ya aparecen descritos por el historiador judío Flavio
Josefo y por otros escritores de la época. Josefo también describió otros dos
grupos, los saduceos y los fariseos, ampliamente mencionados en el Nuevo
Testamento, si bien no se ha encontrado información de primera mano acerca de
ellos. Los fariseos (perushim,
‘separatistas’), al igual que el grupo de Qumran, impusieron sus propias
tradiciones sobre las leyes bíblicas, en constante litigio con los saduceos,
grupo aristocrático de la clase sacerdotal. Después del 70 d.C., los
fariseos fueron los precursores del movimiento rabínico. Todas las facciones
religiosas de aquel periodo, particularmente aquellas que se oponían a la
administración del Templo, hacían especial hincapié en reconocer la autoridad
de las Escrituras, a la que, por supuesto, cada grupo dio su propia
interpretación.
El fervor mesiánico y apocalíptico aumentó al acabar la
independencia política del pueblo de Judá. Este hecho político fue consecuencia
de la invasión de las legiones romanas a mediados del siglo I a.C. El fervor
llegó a su punto más alto con el estallido de una fallida revuelta en contra de
los romanos entre los años 66 y 70 d.C.
La destrucción del segundo Templo a manos de los romanos
en el 70 d.C. y la represión de una segunda revuelta mesiánica
entre el 132 y el 135, liderada por Barcokebas, supusieron unas verdaderas
catástrofes para el judaísmo, de no menor magnitud que la de la destrucción del
primer Templo en el 586 a.C. El liderazgo de los sacerdotes
recibió un duro golpe. En este contexto histórico-social surgió el movimiento
rabínico. Dado que el pueblo judío había perdido el control de su destino
político, los rabinos pusieron un especial énfasis en el estilo de vida como
grupo espiritual. Predicaban que si diariamente se actuaba conforme a la Torá,
tal como lo indicaban las tradiciones rabínicas, por medio del estudio, la
oración y la observancia, los judíos podrían lograr la salvación, mientras
esperaban que Dios trajera la redención mesiánica para todo Israel. Algunos
rabinos sostenían que si todos los judíos actuaban conforme a la Torá, el
Mesías se vería obligado a venir. Institucionalmente, la sinagoga (que ha
existido desde antes del 70 a.C.) y la casa de estudio rabínicos
reemplazaron el templo destruido.
El Judaismo Medieval
La hegemonía de los rabinos de todas las juderías,
incluyendo todas aquellas que estaban surgiendo en el Mediterráneo, y en otras
zonas de Europa como consecuencia de la diáspora, fue un proceso gradual que
tuvo que sobreponerse a los duros desafíos que significaron los caraítas,
además de otros movimientos antirrabínicos. La conquista del Oriente Próximo
por las tropas musulmanas en el siglo VII facilitó la
divulgación de un judaísmo rabínico más uniforme. Cerca de la sede de los califas
Abasíes, en Bagdad, las principales academias rabínicas de Babilonia (dirigidas
por los geonim; plural de gaón, ‘excelencia’) hicieron grandes
esfuerzos para unificar las leyes, costumbres y liturgias judías de acuerdo con
sus propias prácticas, que luego debían exponer y explicar en sus respuestas (responsa) ante las numerosísimas
preguntas a que eran sometidos por las comunidades en la diáspora. Por eso, la
hegemonía de las juderías pasó de Palestina a Babilonia, y el Talmud babilónico
se convirtió en el documento rabínico de mayor autoridad.
Dentro del ámbito cultural del islam, el judaísmo
rabínico mantuvo íntimos contactos con la filosofía griega, que fue recuperada
e interpretada por comentaristas y estudiosos islámicos. Los sabios rabínicos
comenzaron a cultivar la filosofía y a defender al judaísmo contra las
polémicas creadas por los teólogos islámicos, demostrando así a los otros
judíos la racionalidad de su fe y de sus leyes reveladas. La filosofía medieval
judía estuvo enfocada principalmente a tratar temas relacionados con los
atributos de Dios, milagros, profecías (revelación) y la racionalidad de los
mandamientos. Las más notables interpretaciones filosóficas del judaísmo fueron
realizadas durante el siglo IX por el gaón Saadia ben Josef, y durante el siglo XII por Judá
Ha-Levi, y especialmente por Maimónides (Guía
de perplejos, c. 1190). El hecho de haber estado en
contacto con una lógica sistemática afectó también a los estudios legales
dentro del mundo musulmán. Esto se demuestra en las numerosas codificaciones
postalmúdicas de las leyes judías, la más notable de las cuales fue la Mishné Torá de Maimónides.
El judaísmo medieval se desarrolló a partir de dos
culturas de gran notoriedad: la sefardí (centrada en la península Ibérica) y la
asquenazí (en los territorios del Sacro Imperio Romano). Las actividades de los
sefardíes se enfocaron principalmente a la filosofía y al sistema de
codificación legal sin olvidar las ciencias o la poesía. Opuestamente a esto,
los asquenazíes se dedicaron al intenso estudio del Talmud babilónico. La gran
escuela para el estudio del Talmud, en estos territorios, comenzó sus
actividades en el siglo XI, bajo la dirección del estudioso
Salomón ben Isaac (Rashí) de Troyes, y continuó dirigido por sus nietos y estudiantes,
conocidos como tosafistas, quienes
crearon la literatura de tosafot
(‘adiciones’ a los comentarios que Rashí hizo del Talmud).
A través de todo el periodo medieval, el judaísmo se vio
constantemente revitalizado por movimientos místicos, éticos y piadosos. Dentro
de estos grupos, el más importante fue el de los hasidim (‘pietistas’) alemanes del siglo XII y el de los
españoles del siglo XIII, creadores de la Cábala, cuya
obra de mayor importancia fue el Sefer
ha-zohar (Libro del Esplendor),
escrito por Moisés de León.
La Cábala es una teosofía esotérica, que contiene
elementos del gnosticismo y del neoplatonismo; describe la naturaleza dinámica
de la divinidad y ofrece una valiosa interpretación simbólica de la Torá y de
los mandamientos. Comenzó en círculos reducidos y muy exclusivos de estudiosos,
pero adquirió gran popularidad después de la expulsión de los judíos de España,
por parte de los Reyes Católicos en 1492. La divulgación de la Cábala se vio
facilitada por la interpretación mítico-mesiánica que de ella hizo Isaac ben
Solomon Luria. La Cábala luriana (o luriánica) explicaba a los judíos exiliados
el significado cósmico de su sufrimiento, y les otorgaba un importante papel en
el drama cósmico de la redención. Las ideas de Luria prepararon el camino para
una fuerte sacudida mesiánica, que se centró alrededor de la figura de Shabtai
Tzví, quien influyó notablemente en todas las juderías del siglo XVII. También
influyeron sobre el hasidismo, popular movimiento revitalizador polaco del
siglo XVIII.
Iniciado por Baal Shem Tov, el hasidismo proclamaba que,
a través de una entusiasta y ferviente devoción, los judíos pobres e incultos
podían servir a Dios mejor incluso que los talmudistas. La fuerte oposición que
los rabinos dirigieron en contra de los seguidores del hasidismo, quedó
mitigada más tarde, ya que ambos grupos tuvieron que enfrentarse a un desafío
mucho mayor: la aparición en Europa occidental de la Ilustración, y los
diversos movimientos de modernización que se generaron dentro del judaísmo.
Tendencias actuales en el Judaismo
La emancipación civil de los judíos europeos, proceso
que se vio complicado por un prolongado sentimiento antijudío que fue surgiendo
en Europa, evocaba diferentes reformulaciones del judaísmo, tanto en Europa occidental
como oriental. En el oeste, especialmente en Alemania, el judaísmo fue
reformulado como una confesión religiosa, como un protestantismo moderno. El
movimiento reformista alemán perdió las esperanzas de una vuelta a Sión (la
tierra, el hogar de los judíos) y acortaron y embellecieron los servicios
religiosos de adoración, adoptando en los sermones un lenguaje más corriente, y
rechazando muchas de las leyes y costumbres judías arcaicas. Los rabinos
reformados asumieron muchos de los papeles de los ministros protestantes. Los
primeros reformistas teológicos, tales como Abraham Geiger y Samuel Holdheim,
influidos por filósofos alemanes como Immanuel Kant y Georg Wilhelm Friedrich
Hegel, ponían mucho énfasis en los temas relacionados con la ética y en la
creencia del progreso humano. La facción más conservadora dentro de los
reformadores, liderada por Zacarías Frankel, estaba a favor de mantener la
lengua hebrea y de seguir practicando las costumbres más tradicionales. En
oposición a la actitud de los reformadores, la ortodoxia moderna, cuyo guía fue
Samson R. Hirsch, buscó armonizar el judaísmo tradicional con las nuevas
enseñanzas.
En Europa del Este, los judíos formaron un grupo social
numeroso y con características muy diferenciadoras. Aquí, la modernización del
judaísmo tomó la forma de un nacionalismo étnico y cultural. Lo mismo que otros
movimientos nacionalistas que estaban surgiendo en el este europeo, el
movimiento judío puso un especial énfasis en la revitalización del lenguaje
nacional (hebreo; luego también el yidish) y en la creación de una literatura y
cultura modernas. El sionismo fue un movimiento creado para formar una sociedad
judía moderna en las tierras bíblicas. Este movimiento se asentó firmemente en
Europa del Este, después de haber sido formulado por los estudiosos Leo
Pinsker, de Rusia, y por el austriaco Theodor Herzl. El sionismo fue una
ideología secular, pero estaba enraizada y evocaba fuertemente el tradicional
judaísmo mesiánico, hecho que al final culminaría con la creación del Estado de
Israel en 1948.
Aunque no muy numerosas, las comunidades judías de
Latinoamérica proceden de distintas oleadas de emigrantes sefardíes y, más
tarde, asquenazíes, que han ido llegando en los últimos 150 años. La mayoría de
estas comunidades han mantenido una línea liberal.
La comunidad judía en Estados Unidos desciende de los
judíos de Europa central (que emigraron a mediados del siglo XIX), de los
judíos del este europeo (que llegaron entre 1881 y 1924) y de los refugiados y
supervivientes del Holocausto. Las distintas formas que tiene el judaísmo en
este país (reformado, conservador, ortodoxo) son producto de la adaptación de
estos grupos de judíos inmigrantes a la vida en Estados Unidos y a su
interacción entre sí. Institucionalmente, el judaísmo ha adoptado la misma
fuerte estructura congregacional que tiene el cristianismo. A pesar de estar
relacionados con movimientos nacionales, la mayoría de las congregaciones
mantienen una considerable autonomía.
El Judaismo Reformista
Movimiento regeneracionista entre los judíos surgido a
partir del siglo XIX. Los reformistas alemanes de principios del pasado siglo,
como Israel Jacobson, pretendían regenerar el culto público realzando su
belleza y relevancia, eliminando el material obsoleto, introduciendo oraciones
en el idioma vernáculo, un sermón semanal, coros, música de órgano y la
confirmación. Justificaron su posición apelando a la autoridad tradicional,
aunque muy pronto quedó en evidencia que no se consideraban vinculados a las
normas y fórmulas del Talmud. Abandonaron las plegarias por un mesías personal,
y se mostraron receptivos al método crítico de lectura de los textos judíos,
incluida la Biblia universalistas y
particularistas del judaísmo, y un compromiso con la "rehabilitación de
Palestina".
La Plataforma de San Francisco (1976) refleja la
influencia del Holocausto y del establecimiento del Estado de Israel; se
observa cierto escepticismo respecto al progreso humano, menos claridad acerca
de Dios, un mayor aprecio por la vida y el ritual en el hogar, y por el lugar
de Israel en la vida judía, así como por la "teología de la alianza".
En 1972, el Hebrew Union College ordenó a Sally Priesand, la primera mujer en
acceder al rabinato. Las actitudes hacia los matrimonios mixtos se han hecho más
flexibles, y en 1983 la Conferencia Central de Rabinos Americanos (aunque no
los reformistas de otros países) reconoció como judío a cualquier persona con
un solo progenitor de ese origen.
El judaísmo reformista integra cerca del 35% de los
asistentes a las sinagogas estadounidenses, y al 15% de las británicas, con
porcentajes menores en otros países, entre ellos la antigua Unión Soviética.
Aunque cuenta con fieles en Israel, no es una corriente reconocida con carácter
oficial en este país.
El Judaismo Conservador
Movimiento de signo tradicionalista surgido en el seno
del judaísmo moderno. El padre ideológico del judaísmo conservador fue Zacarías
Frankel, pero quien impulsó el movimiento a comienzos del siglo XX fue Solomon Schechter, en el seminario teológico de
judíos de América. Los judíos conservadores se rigen por los criterios que les
impone la Halajá, pero, a diferencia de los defensores del judaísmo ortodoxo,
están más abiertos a los cambios, a la luz de las nuevas circunstancias
económicas y sociales, insistiendo en que el judaísmo, en sus periodos de mayor
vitalidad, ha mantenido su carácter nacional (ethos) esencial, a la vez que interactúa de forma positiva en los
ambientes intelectuales. Aceptan las recomendaciones de la crítica histórica moderna
con respecto a ciertas interpretaciones de algunos pasajes bíblicos y a otras
fuentes de información. Cuando en 1980 la gran mayoría de los miembros de la
comunidad votó a favor de que las mujeres pudieran ser ordenadas, numerosos
líderes rabinos pensaron que se estaban violando los límites de la Halajá; más
tarde, y a raíz de esto, se dividieron, y se creó la Unión del Judaísmo
Tradicional.
El
Judaismo Ortodoxo
Corriente religiosa judía que se caracteriza por el
rigor en el cumplimiento de la observancia religiosa. El término ortodoxo,
utilizado por primera vez en 1807, fue adoptado por los judíos reformistas
alemanes para apodar a sus oponentes tradicionalistas. En la actualidad, denota
formas del judaísmo que consideran la Halajá (ley judía) como de obligatorio
cumplimiento. En Israel, es la única corriente oficial reconocida por el
judaísmo, lo que otorga a sus rabinos el monopolio de la regulación matrimonial
y de la determinación de quién pertenece a la comunidad. En todo el mundo, a excepción
de América, la gran mayoría de los judíos observantes de los ritos religiosos
son ortodoxos.
Siguiendo la expresión de S. R. Hirsch al identificar
“la Torá con las costumbres del país”, la ortodoxia moderna o centrista intenta
llegar a una síntesis entre la tradición y la cultura general. Las Yeshivot (escuelas talmúdicas) lituanas
subrayaron el valor del estudio intensivo del Talmud; el movimiento Musar (Moral) de Israel Salanter hizo
hincapié en la ética personal y en la disciplina espiritual; los hasidim (‘piadosos’, seguidores del
hasidismo) promueven la meditación mística y el gozo del culto; la tradición
sefardí ha añadido más diversidad a la ortodoxia contemporánea.
A pesar de las actividades e influencia del Gran
Rabinato de Israel, de la Conferencia de Rabinos Europeos, del Consejo Rabínico
de Estados Unidos y de organismos similares, en la ortodoxia no existe una
única orientación. Las decisiones relativas a la Halajá están muy influidas por
sabios de la Torá independientes, reconocidos por sus conocimientos y
religiosidad. Las decisiones abarcan desde cuestiones rituales hasta la
conducción de la guerra y de la paz, desde la ética médica y las disputas
civiles hasta la posición de la mujer. Se parte del supuesto de que las leyes
de la Torá son de origen divino y válidas, y que cada generación debe
interpretarlas a través de sus sabios de la Torá.
La Transcendencia
Israeli
El judaísmo se ha visto seriamente afectado por la
matanza de los judíos europeos a manos de los nazis, y por la fundación del
moderno Estado de Israel. Hoy en día, y para la mayoría de los judíos, Israel y
el Holocausto están fuertemente unidos, y representan un símbolo de la muerte
colectiva y del renacer, en un sentido profundamente religioso. Israel tiene
una dimensión religiosa que encarna la dignidad de los judíos y la promesa de
la realización mesiánica. Durante las ultimas décadas, todos los distintos
movimientos del judaísmo, exceptuando a los fanáticos ultraortodoxos, se han
orientado más hacia esa idea de Israel. Tanto el movimiento reformista como el
conservador han hecho esfuerzos para conseguir ser reconocidos legalmente, y
para conseguir el mismo nivel de importancia que tiene la ortodoxia en el
Estado de Israel, donde el matrimonio, el divorcio y la conversión están
controladas por rabinos ortodoxos, quienes dentro del gobierno reciben el
respaldo de los partidos religiosos ortodoxos.
El Judaismo Reconstruccionista
Movimiento surgido en el siglo XX dentro del
judaísmo, partidario de la reforma del mismo con un sentido modernizador.
Basado en la filosofía de Mordecai Menajem Kaplan y apoyado por el Colegio
Rabínico Reconstruccionista desde 1968, sus seguidores creen necesaria una
cierta reelaboración de conceptos (como Dios, Israel y la Torá) e instituciones
(como la sinagoga) a la luz del pensamiento y de la sociedad actuales. Los
reconstruccionistas trabajan a través de una javurá (grupo) que fomenta la participación —en la que el rabino es
más un protagonista, que aporta recursos, que un líder— y que adopta sus
decisiones por consenso. Desde su nacimiento, las mujeres del movimiento gozan
de una situación de igualdad y, desde 1968, es aceptado como judío todo aquel
que cuente con un solo progenitor judío. Aunque los grupos organizados en
Israel y en otros lugares son pocos, el pensamiento reconstruccionista ha
ejercido una notable influencia sobre otras tendencias.
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