El grupo más numeroso y
cohesionado; y hasta entonces el más callado; de los palestinos, entró en
acción: los habitantes de los territorios ocupados. Gaza, Cisjordania y el
sector oriental de Jerusalén, cuyos habitantes ascendían a cerca de 750.000,
700.000 y 125.000, respectivamente. Una encuesta decía que el 90% de ellos
apoyaban a la O.L.P., un 71% era partidario de Yasser Arafat y la gran mayoría
estaba de acuerdo con la lucha terrorista contra los intereses de Israel.
El 8 de diciembre de
1987, un camión de colonos israelíes embistió un coche cargado de trabajadores
palestinos en la franja de Gaza. Murieron en el choque cuatro ocupantes del
vehículo palestino. Los habitantes de Gaza descendieron a las calles para
protestar. Las fuerzas de ocupación israelíes reaccionaron con dureza matando a
varios manifestantes.
Así comenzó la
"Intifada", "la rebelión de las piedras" o levantamiento
popular de los palestinos en los territorios ocupados. Una sublevación
sostenida por los niños palestinos, armados de piedras, contra uno de los
mejores ejércitos del mundo. Israel carente de fuerzas anti-disturbios que
pudieran controlar los tumultos callejeros de la "Intifada", recurrió
a las represalias militares.
Con la
"Intifada" los palestinos recuperaron su papel de actores históricos,
portadores de un proyecto autónomo de renacimiento nacional.
La continuidad que supo
dársele al movimiento, fue fruto de la coordinación del mismo dentro de los
territorios ocupados por Israel, y fuera, a través del apoyo a la O.L.P. La
"Intifada" fue el telón de fondo de una actividad política que llevó
a la cúpula de la O.L.P. a hacer declaraciones contra las actividades
terroristas e incluso al reconocimiento implícito del Estado de Israel; al rey
Hussein de Jordania a renunciar a los lazos jurídicos y administrativos que
unían Cisjordania con su reino, dejando así a los palestinos libres de tutelas
impuestas que sólo fomentaban la ambigüedad de convertir a Jordania en el
intermediario nato con los palestinos; y llevó también al Consejo Nacional
Palestino, reunido en Argel en noviembre de 1988, a aceptar el reconocimiento
del derecho de todos los Estados de la región a vivir en fronteras seguras,
incluido el de Palestina, proclamado independiente en la misma reunión.
La "Intifada"
no fue algo accidental ni una reacción espontánea, sino que tuvo sus raíces en
la misma comunidad palestina.
La "Intifada"
fue la culminación de un proceso que se inició el primer día de la ocupación
militar de Cisjordania y Gaza. En este proceso se encontraban las que se
consideran como causas lejanas de la "Intifada" y que consistían en
la práctica por parte de Israel de una represión sistemática en todas sus
formas, incluida la política, con el propósito de la integración de los
territorios ocupados en el mercado israelí, unido a una política sistemática de
implantación de colonias judías; por otro lado, se trató de una resistencia
cotidiana incesante por parte de los palestinos. Tal fue el telón de fondo que
enmarcó el estallido de la "Intifada" en diciembre de 1987.
A estas causas
profundas se unieron una serie de causas inmediatas, a la vez regionales e
internacionales. Las más significativas fueron:
1ª) El fracaso del
gobierno bicéfalo israelí de coalición para formular una respuesta adecuada al
Plan Árabe de Fez en 1982.
2ª) La joven generación
palestina, nacida después de 1967, no tenía gran cosa que perder, teniendo ante
sí un porvenir sombrío.
3ª) La cumbre árabe de
Ammán en noviembre de 1987 estuvo esencialmente consagrada a la guerra
irano-iraqui, perdiendo por primera vez la cuestión palestina el papel central
en las preocupaciones de los jefes de Estado árabes.
4ª) Los palestinos de
los territorios ocupados perdieron la esperanza de que el arreglo de las
relaciones Este-Oeste fuera a llevar a las dos grandes potencias a ocuparse más
activamente de la solución del conflicto árabe-israelí.
El 9 de diciembre de
1987 estalló la "Intifada" como una revuelta popular de los jóvenes
palestinos que se enfrentaron en la calle a las tropas israelíes de ocupación.
Los enfrentamientos, aparentemente espontáneos, fueron aumentando en intensidad
y violencia entre jóvenes desarmados y la represión militar israelí
consiguiente, extendiéndose por todo Gaza y Cisjordania. De las protestas en la
calle y las manifestaciones se pasó a las huelgas generales y la desobediencia
civil, así como la búsqueda de un proyecto político; a estas actitudes las
tropas israelíes respondieron con las armas, provocando numerosas muertes entre
los palestinos.
Israel usó otro medio
de represión: la deportación de los líderes de la "Intifada" a los
que conducían a la frontera con Líbano, sin permitirles el regreso. Por esto y
por vez primera desde que fue creado el estado de Israel, los Estados Unidos
votaron a favor de una resolución del Consejo de Seguridad de las Naciones
Unidas contra Tel-Aviv. El documento, aprobado por unanimidad por los 15
miembros del Consejo, reunido a petición de los países árabes,
"exhortaba" a Israel a no deportar a 9 palestinos, acusados de
instigar la revuelta en los territorios ocupados. Israel hizo caso omiso a la
resolución y continuó con esta práctica.
La O.L.P. fletó un
barco, el Sol Phryne, para repatriar a 135 deportados palestinos a Israel. Pero
el 15 de febrero de 1988, una bomba hundió el barco antes de que pudiera zarpar
del puerto chipriota de Limassol.
El grupo judío Liga de
Defensa Judía y el grupo pro sirio Frente de Salvación de Palestina, contrario
al viaje de propaganda, se responsabilizaron del atentado que no causó
desgracias personales.
La acción se produjo un
día después de que tres destacados dirigentes de la O.L.P. muriesen víctimas de
un atentado, en la misma ciudad de Limassol, donde intentaban adquirir el Sol
Phryne, al fracasar en sus tentativas de comprar un ferry en Atenas.
Miembros de la O.L.P.,
así como su líder, Arafat, acusaron al Mossad, el servicio secreto israelí, de
cometer esta acción.
Un mes después el 27 de
febrero de 1988, una cadena de televisión norteamericana, filmaría unas escenas
escalofriantes, que darían a conocer al mundo la tragedia que vivían los palestinos
de la "Intifada". Unos soldados israelíes, que habían capturado a
manifestantes palestinos que les arrojaron piedras, les sometieron a sangre
fría a la rotura de los brazos golpeándolos con otras piedras.
El 16 de abril de 1988,
el responsable de dirigir con tanto éxito la "Intifada", el dirigente
de la O.L.P. y lugarteniente de Arafat, Abu Jihad, fue asesinado en Túnez por
un comando integrado por treinta personas, en una operación minuciosamente
preparada por el Mossad israelí. La muerte de Abu Jihad, nombre de guerra de
Khalil al-Wazir, y jefe militar más importante de la O.L.P. después de Arafat,
supuso un duro golpe para la O.L.P. y su dirigente. El asesinato fue denunciado
por Egipto, Túnez, Jordania, Líbano y el presidente de la Liga Árabe.
Esta muerte produjo
violentas reacciones en los territorios ocupados, donde en un sólo día se
registraron trece muertos y centenares de heridos.
La "Intifada"
estuvo mejor organizada que otros levantamientos anteriores, y en este sentido
ofreció dos importantes novedades: en primer lugar, el destacado papel jugado
por los Comités de trabajo voluntario, de los Comités de las mujeres y de los
sindicatos profesionales, que supieron transmitir a toda la sociedad palestina
el sentido de convivencia, de solidaridad y de responsabilidad ante sí misma.
En segundo lugar, el comunicado hecho público el 10 de enero de 1988 anunciando
la formación de una Dirección Nacional Unificada del Levantamiento cuya tarea
consistió no sólo en formular las reivindicaciones inmediatas de orden nacional
sindical, sino también en fijar las técnicas de resistencia, demostrando esta
Dirección una gran capacidad de movilización, y optando por el rechazo a la
ocupación y la afirmación de los derechos nacionales, que fueron los dos
principales mensajes de los lanzadores de piedras, de esta generación de la
"Intifada".
La continuidad de la
"Intifada", desde su comienzo, no sólo con su mantenimiento sino
también su intensificación, rompió viejos mitos como el de la "ocupación
suave" israelí, dejando al descubierto la naturaleza militar del régimen
de ocupación impuesto por Israel.
Hasta mayo de 1990 se
contaron ya 942 muertos desde que estalló la "Intifada": 896
palestinos y 46 israelíes, sin que la fuerza del Ejército israelí hubiera
conseguido suprimir la revuelta palestina.
La "Intifada"
vio también un fenómeno extraño y violento: el asesinato por parte de los
radicales, de los palestinos más moderados, a los que acusaban de
"colaboracionistas" con Israel.
El 15 de abril de 1988,
Israel confirmó taxativamente la conexión entre la "Intifada" y la
O.L.P. Esta organización dictaba las directrices a seguir desde Túnez, a un
estado mayor clandestino situado en los territorios ocupados. Así se desmentían
los comentarios y suspicacias sobre actitudes separadas o marginales de los
palestinos. El levantamiento popular continuó y además fue el catalizador de la
toma de conciencia de la O.L.P. sobre la trascendencia del momento histórico
vivido en Gaza y Cisjordania.
Los efectos y
consecuencias que provocó la "Intifada" fueron los siguientes:
1º) La consolidación
definitiva de la O.L.P. como el único representante legítimo del pueblo
palestino, y que llevó directamente a la proclamación de la declaración de
independencia y la constitución del Estado Palestino.
2º) El logro de la
unanimidad en torno a la cuestión palestina, con las excepciones habituales de
Estados Unidos e Israel.
3º) Efectos sobre los
países árabes que recuperaron sus esperanzas en la causa palestina, a la que
habían de respetar, a sus motivaciones y a sus dirigentes.
4º) Efectos sobre la
comunidad israelí, aunque no sobre su gobierno, con el surgimiento de minorías
en favor de la paz con los palestinos..
La O.L.P. asumió el
movimiento de la "Intifada", traduciendo sus logros en estrategia
política. Esta acción de la O.L.P. se articuló en torno a varios ejes:
-El primero consistió
en asegurar la intensificación del movimiento.
-El segundo residió en
movilizar a la opinión palestina en torno a objetivos moderados, especialmente
en el establecimiento de un Estado Palestino en los territorios ocupados,
confederado a Jordania.
-El tercero tratar de
llevar la cuestión palestina al centro de las preocupaciones del mundo árabe.
-El cuarto consistió en
beneficiarse de esa gran corriente de simpatía hacia las aspiraciones
nacionales palestinas en Europa y en los países del Tercer Mundo para llegar a
la convocatoria de una Conferencia internacional en favor de la paz.
El movimiento de la
"Intifada", no debe ser considerado como un simple episodio de una
guerra que enfrenta a israelíes y palestinos desde hace más de cuarenta años,
sino que constituyó una auténtica ruptura histórica, un giro decisivo en las
relaciones palestino-israelíes cuyas consecuencias pueden ser de suma
importancia.
La reactivación
política de la O.L.P. fue apreciable desde 1987, como se manifestó con ocasión
de la reunión en Argel, en abril de ese mismo año, del Congreso Nacional
Palestino, donde se consiguió la unidad de todos los sectores y fuerzas
palestinos. En septiembre de 1988 Yasser Arafat pidió en el Parlamento europeo
que Europa tomara a iniciativa en la convocatoria de una Conferencia
internacional para negociar la paz en Oriente Medio. A pesar de la aportación
de algunos elementos innovadores en la propuesta palestina quedaban pendientes
dos cuestiones importantes: el reconocimiento de la existencia de Israel como
Estado y la renuncia al terrorismo como forma de actividad política.
No obstante, la
impresión era que la O.L.P. estaba dispuesta a tomar iniciativas políticas,
estimulada en parte por el movimiento de la "Intifada" que había
estallado meses antes, y cuyos aspectos más favorecedores quería controlar la
O.L.P.; también en octubre Arafat se reunió con el presidente de Egipto y con
el rey de Jordania, que poco antes, en agosto, había declarado que dejaba de
ser responsable de los territorios palestinos ocupados por Israel, tratando
sobre la posibilidad de una confederación jordano-palestina. Al mismo tiempo,
Arafat intentaba reafirmar su liderazgo en la organización palestina, disputado
en los años anteriores por los grupos más extremistas del movimiento palestino.
En este contexto de
expectativas, se reunió el Consejo Nacional Palestino en Argel, a la 1'35 horas
del día 15 de noviembre de 1988, aprobando un acuerdo decisivo: la proclamación
del Estado Palestino, con la declaración de su independencia y la formación de
un gobierno provisional en el exilio. Esta declaración, de perfiles históricos,
contenía todos los requisitos necesarios para iniciar el ansiado proceso
negociador. Con ello la O.L.P. aprobaba el acuerdo de las Naciones Unidas de
noviembre de 1947 que decidía la partición de Palestina en dos Estados: Israel
y Palestina, y la resolución también de Naciones Unidas de noviembre de 1967 pidiendo
la retirada israelí de los territorios ocupados, que implicaba el
reconocimiento de Israel por los palestinos. Al mismo tiempo se pedía la
convocatoria de una Conferencia internacional de paz para Oriente Medio, con la
participación de todas las partes interesadas, incluida la O.L.P., basada en
las citadas declaraciones de las Naciones Unidas, debiendo reconocerse el
derecho del pueblo palestino a la autodeterminación y su renuncia al terrorismo
como medio de acción política.
Esta actitud, en opinión
de Yasser Arafat, reflejaba la moderación, la flexibilidad y el realismo de la
O.L.P., que se mostraba dispuesta a negociar y al reconocimiento de Israel.
Puede considerarse que ha sido la "Intifada" el factor decisivo que
influyó en esta resolución y que cambió los términos básicos de la cuestión
palestina. Prácticamente la mayoría de los países árabes reconocieron
inmediatamente al nuevo Estado Palestino, mientras que Estados Unidos lo acogió
con escepticismo e Israel lo rechazó. En diciembre de 1988 esta declaración de
independencia fue explicada por Arafat ante la Asamblea General de la O.N.U.
reunida en Ginebra; no se pudo realizar en Estados Unidos por serle negado a
Arafat el visado de entrada a este país. También en esta fecha esa misma
Asamblea General dio carta de identidad al nuevo Estado acordando la
denominación de Palestina en lugar de la O.L.P., valorando positivamente tal
declaración de independencia, al tiempo que pedía a Israel que finalizase su
ocupación militar en Gaza y Cisjordania, e instaba a la celebración de la
Conferencia de paz para llegar a un acuerdo pacífico, sobre la base del derecho
palestino a la autodeterminación y el derecho de Israel a la existencia.
Continuando con esta
acción política, el Comité Central de la O.L.P. reunido en Túnez en abril de
1989, nombró a Yasser Arafat presidente del recién creado Estado Palestino. Se
culminaba así un proceso en el que Palestina aparece como una entidad política
y nacional, y adquiere un papel de primera importancia en la situación de
Oriente Medio, en especial debido a tres factores: la "Intifada", la
proclamación del Estado Palestino y, en el contexto internacional, el aparente
convencimiento de la nueva administración norteamericana del presidente George
Bush de que el proceso de paz en Oriente Medio pasaba necesariamente por un
entendimiento directo entre la O.L.P. y el gobierno israelí. Estos hechos se
producían, además, en unos momentos en que parecía que una coyuntura de
negociación más general estaba en marcha: Egipto estaba volviendo al seno del
mundo árabe, reuniéndose su presidente, Hosni Mubarak, con el Rey Hussein y con
Yasser Arafat, los dos primeros visitaron Washington, y también el primer
ministro de Israel I. Shamir, que fue el más decidido opositor a negociar con
los palestinos. Naturalmente, Tel-Aviv se negó a negociar con la O.L.P. y el
acuerdo de Argel hubiera languidecido hasta el olvido si, desde los territorios
ocupados, la "Intifada" no hubiera continuado aporreando la
conciencia mundial con el testimonio de su sangre.
Yasser Arafat apareció
así como el estadista palestino, superador de rivalidades y diferencias, que
podía ser el interlocutor válido para una negociación de paz en la que
Palestina debía jugar un papel de primer orden. Y esta fuerza de Palestina y de
Arafat se fundamentaba, principalmente, en cuatro hechos. la
"Intifada", la declaración del rey Hussein desentendiéndose de los
territorios ocupados, la constitución del Estado Palestino y la decisión del
gobierno norteamericano de entablar conversaciones directas con la O.L.P. que
se iniciarían en Túnez en diciembre de 1988.
El conflicto de Oriente
Medio, aunque estuvo inmerso durante años en la guerra fría, por su origen y
carácter era anterior y ajeno a la misma, y así este conflicto continuó activo,
con sus características propias, después del final de la guerra fría. Lejos de
mejorar las perspectivas para encontrar soluciones políticas a esta cuestión,
las rivalidades y enfrentamientos desembocaron en la continua reactivación de
los conflictos existentes. Al mismo tiempo se intentaron poner en marcha
procesos de negociación y pacificación, ya fueran bilaterales, como en el caso
de Egipto, o de carácter internacional en favor de una pacificación global de
toda la región de Oriente Medio, sin que hasta el momento se hallan obtenido
soluciones definitivas.
En el marco general de
la permanente confrontación entre Israel y los árabes, el conflicto de Oriente
Medio se mantuvo latente durante los últimos años de la década de los ochenta
en algunos puntos, donde se continuaron produciendo enfrentamientos bélicos que
hicieron que se mantuviera una situación de agitación y guerra que afectó a
toda la región. Estos focos centrales del conflicto en esta reciente fase
fueron principalmente dos: la guerra civil de Líbano y el conflicto entre
Israel y los palestinos.
A) Líbano, entre Siria
e Israel. En unos momentos en que pareció que el resto de los conflictos de la
región; excepto la "Intifada", que enfrentaba a palestinos e
israelíes en los territorios ocupados; se encaminaron, aunque lenta y
vagamente, hacia su pacificación, en Líbano se reactivó con toda violencia la
guerra civil.
La rivalidad latente
que existía en este país desde los últimos meses de 1988 entre sus dos
gobiernos, el cristiano militar y el musulmán civil, estalló en marzo de 1989
provocando enfrentamientos bélicos en Beirut entre el ejército cristiano del
general Aoun que propiciaba una "guerra de liberación" contra Siria,
y las milicias musulmanas aliadas con los sirios que apoyaban al gobierno de S.
Hoss. El conflicto se concentró principalmente en la capital libanesa, cuyos
sectores musulmán y cristiano fueron sometidos a duros y destructivos
bombardeos por los dos bandos en lucha, generalizándose a otras ciudades del
resto del país. Beirut se encontró dividido en dos sectores enfrentados: el
este cristiano y el oeste musulmán, ambos destruidos y reducidos a escombros
por los continuos bombardeos, con numerosos muertos y desplazamientos de la
población.
La guerra se prolongó a
lo largo de varios meses, con una creciente participación de Siria contra el
general Aoun, a pesar de los intentos de mediación acordados tanto por Naciones
Unidas en agosto, como por una Comisión árabe tripartita. Otros países se
vieron además implicados en el conflicto libanés: Irak apoyando a Aoun contra
su rival sirio, Israel que ocupaba una franja en el sur del país, e Irán que
ayudaba a los grupos shiies extremistas.
Por fin la comisión
mediadora designada por la Liga Árabe, e integrada por Arabia Saudí, Argelia y
Marruecos, consiguió que las distintas facciones libanesas representadas por
sus parlamentarios llegaran a un acuerdo para poner fin a la guerra civil en la
ciudad saudí de Taif en octubre de 1989. Tanto el general Aoun como Siria
aceptaron la tregua. Las condiciones básicas para la pacificación de Líbano
eran dos: que se modificase el equilibrio confesional establecido en el Pacto
Nacional de 1943 para la distribución de los cargos públicos según los grupos
socio-religiosos libaneses, y que se retirasen las "fuerzas protectoras y
pacificadoras" de Siria e Israel.
Pero esta pacificación
cada vez resultó más difícil de lograr, y los conflictos se extendieron durante
1990 al interior mismo de cada comunidad. A finales de enero, el general Aoun,
que no aceptó la elección del presidente Haraui, con el propósito de dominar a
todos los cristianos y tener más fuerza para oponerse a Siria, inició otra fase
de la guerra civil luchando contra grupos cristianos libaneses, estableciéndose
en febrero una tregua. Y entre los musulmanes se registró en julio otra lucha
civil en el sur del país entre dos facciones chiitas: Hezbollah, apoyada por
Irán, y Amal, cercana a Siria. En esta parte del país Israel disponía en la
zona de seguridad de la milicia Ejército del Sur de Líbano, y vigilaba la
situación. En noviembre, el Ejército israelí volvió a invadir el sur del
territorio libanés para proteger su frontera norte.
B) El conflicto entre
Israel y Palestina. El otro punto caliente de Oriente Medio se encontraba en el
enfrentamiento entre Israel y los palestinos de la "Intifada" en los
territorios ocupados por los israelíes de Gaza y Cisjordania.
Israel mantuvo su
posición, tanto frente a los países árabes y los mismos palestinos por un lado,
como frente a Estados Unidos por otro, del no reconocimiento en ningún sentido
de la personalidad política palestina. Para Israel, la O.L.P. era un grupo
terrorista y a lo más que podían aspirar los palestinos era a la integración
con Jordania. Esta actitud se mantuvo inamovible a lo largo de los últimos
años. En las elecciones generales celebradas en Israel en noviembre de 1988 la
victoria fue para el partido Likud y el bloque de derechas, formándose un
gobierno de coalición nacional entre el Likud y el Partido Laborista, que quedó
muy igualado en los resultados electorales, que por otra parte no favorecieron
una perspectiva de paz en Oriente Medio. El primer ministro I. Shamir declaró
que rechazaba cualquier iniciativa de paz que no pasase por la perpetuación,
sin excluir ningún medio a su alcance, del "Gran Israel".
La proclamación de la
Independencia del Estado de Palestina, las conversaciones directas entre
Estados Unidos y la O.L.P., las visitas de dirigentes tanto árabes como
israelíes a Washington no sirvieron para modificar la posición israelí en el
sentido de aceptar la celebración de una Conferencia de paz en la que figurara
con nombre propio una delegación palestina, manteniendo su negativa oficial a
las negociaciones directas con la O.L.P., mientras continuaba la represión contra
la "Intifada". En mayo de 1989, el secretario de Estado
norteamericano, James Baker, pidió públicamente a Israel que renunciase a la
anexión de los territorios ocupados de Gaza y Cisjordania, y que interrumpiese
su colonización, abandonando de una vez por toda la visión idealista del
"Gran Israel". Al mes siguiente, el ministro de Asuntos Exteriores
egipcio Boutros Ghali visitó oficialmente Israel, en la primera visita de un
ministro egipcio desde el inicio de la "Intifada".
Parecieron apreciarse,
no obstante, disensiones internas en el gobierno israelí en torno al
tratamiento del problema palestino, hacia julio de 1989. Desde meses antes, el
gobierno presidido por el primer ministro I. Shamir pretendió que la solución
pasase por convocar unas elecciones entre los palestinos de los territorios
ocupados. A este proyecto electoral, por un lado, el ala intransigente del
Likud impuso cuatro condiciones: que no fuera un paso previo a la idea de
independencia palestina, que no implicara renuncia a la presencia israelí en
los territorios ocupados, que la "Intifada" acabara antes de su
celebración, y que Jerusalén quedara excluida del proceso. Y por otro lado, la
reacción de los coligados gubernamentales, el Partido Laborista, fue hacer ver
que las condiciones existentes hacían inviables las elecciones en Gaza y
Cisjordania, que constituían una traba para la paz en la región, e
imposibilitaban la continuación de su partido en el gobierno. Ante esta actitud
Yasir Arafat expuso que la maniobra israelí desenmascaraba nuevamente las
verdaderas intenciones del sionismo que no eran las de progresar en dirección a
la solución pacífica del conflicto, y que se sustentaba en el apoyo
incondicional de Estados Unidos, que por su parte se mostró a favor de la
convocatoria de una Conferencia internacional de paz, en aplicación de la
fórmula del intercambio de "tierra por paz".
En marzo de 1990 se
rompió la coalición de gobierno a causa de la inclinación laborista a aceptar
una negociación que fue rechazada por el Likud. Después de tres meses de
crisis, en junio, I. Shamir formó un nuevo gobierno basado en una coalición del
Likud con un grupo de pequeños partidos de extrema derecha y ultra-religiosos,
constituyendo el gobierno más derechista de toda la historia de Israel, y perfilándose
un fundamentalismo israelí. Este gobierno era claramente de orientación
militarista, y en él figuraban grupos mucho más reaccionarios que el propio
Likud, partidarios de expulsar en masa a los palestinos; representaba por lo
tanto una línea diametralmente opuesta a la negociación: represión más dura
contra los palestinos de la "Intifada", negativa total a negociar y
aspiración al "Gran Israel", ensanchando sus fronteras actuales con
la absorción de los territorios que ahora ocupa militarmente.
A finales de 1990 el
conflicto palestino-israelí se agravó aún más: Israel endureció sus medidas
represivas con acciones militares; como la matanza de palestinos en Jerusalén
el 8 de octubre de 1990; confinamientos, control y detenciones de palestinos; y
la resistencia de la "Intifada" pasó de la lucha con las piedras a
los cuchillos, desde el mismo octubre de 1990.
Ante las citadas
circunstancias políticas israelíes, la actitud de los palestinos, las
pretensiones de los países de la Liga Árabe a la que se estaba reincorporando
Egipto, y los teóricos planes norteamericanos de convocar una conferencia
internacional de paz, no parecía que pudieran conseguir una solución negociada
y definitiva del largo conflicto de Oriente Medio.
Durante estos últimos
años, se fue produciendo una lenta pero progresiva aproximación entre los
países árabes, y las conversaciones y negociaciones bilaterales fueron
consiguiendo que Egipto se reincorporase a la Liga Árabe.
En la reunión de la
Liga en Ammán en 1987 comenzó a difuminarse la marginación egipcia al acordarse
que cada país árabe actuara como juzgara oportuno en sus relaciones con Egipto,
reanudándose las relaciones diplomáticas con la mayoría de los países árabes.
La nueva prueba de la buena voluntad egipcia fue el reconocimiento sin
ambigüedad por El Cairo del Estado Palestino, lo que por otro lado motivó las
acusaciones israelíes de haberse desvinculado de los acuerdos de Camp David. Y
también se produjeron encuentros entre H. Mubarak y otros dirigentes árabes
para tratar sobre el conflicto de Oriente Medio. Así en marzo de 1989 se reunió
en Ismailia con el rey Hussein de Jordania y con Y. Arafat para considerar las
futuras negociaciones de paz que se llevarían a cabo en Washington.
En mayo de 1989 se
celebró una cumbre de la Liga Árabe en Casablanca a la que asistió H. Mubarak,
consagrando así el retorno de Egipto después de diez años al seno del mundo
árabe, lo que supuso el triunfo de sus tesis moderadas en relación con Israel,
aunque con las reservas de Siria, aislada por su posición en el conflicto de
Líbano. La Conferencia concluyó con la adopción de una serie de llamamientos y
acuerdos: petición de convocatoria de una Conferencia internacional de paz
sobre Oriente Medio, implicando el derecho a la existencia de Israel, cuyo plan
de paz fue rechazado, y reafirmando el reconocimiento legítimo de la O.L.P.;
apoyo económico y político a la "Intifada", y exigencia de retirada
de Israel de los territorios ocupados; retirada israelí igualmente del sur de
Líbano.
En octubre del mismo
año H. Mubarak propuso un plan de diez puntos para resolver la cuestión
palestina, girando su iniciativa en torno a la celebración de comicios en los
territorios ocupados, a lo que se opuso el gobierno israelí.
En mayo de 1990, el
presidente egipcio visitó oficialmente Damasco buscando conseguir la total
reconciliación árabe, y coordinar las políticas de sus respectivos países en
dos asuntos claves para el mundo árabe: la crisis libanesa y la cuestión
palestina; así como la concreta reconciliación entre Siria e Irak.
El presidente sirio
manifestó su aceptación de una posible paz negociada con Israel, y se declaró
favorable al diálogo palestino-israelí, así como de que la base de un arreglo
pacífico árabe-israelí había de estar basado en el principio de "paz a
cambio de territorios", mostrándose dispuesto a entablar negociaciones con
Israel si éste se retiraba de los altos del Golán, conquistados en 1967, y de
la franja de seguridad establecida en el sur de Líbano en 1985, todo lo cual dio
un nuevo sentido pragmático a una posible solución negociada del conflicto de
Oriente Medio.
Paralelamente a esta
compleja situación se realizaron intentos desde finales de 1988 para conseguir
una negociación a nivel internacional que estableciera una paz global en
Oriente Medio, mediante la gestión de las dos grandes potencias mundiales:
Estados Unidos y la Unión Soviética.
Estados Unidos volvió a
tomar la iniciativa cuando en diciembre de 1988 decidió la iniciación de
conversaciones directas y oficiales con la O.L.P., que se celebraron en Túnez.
Una simetría de negociaciones, que se dio entre la O.L.P. pidiendo la retirada
de Israel de los territorios ocupados como pre-condición para la paz, y la del
gobierno israelí, rechazando cualquier posibilidad de reconocimiento de la
organización palestina, se rompió por primera vez con la aceptación palestina
del derecho a la existencia del Estado de Israel.
Las conversaciones de
Túnez, aunque decisivas por la novedad que suponían en la posición
norteamericana y el giro que implicaron en su política hacia Oriente Medio, se
limitaron a una toma de contacto y a un intercambio de informaciones y de
opiniones. No obstante, el acercamiento norteamericano-palestino conllevó una
doble actitud para la diplomacia norteamericana: por un lado, conocer y valorar
las propuestas y deseos palestinos; y por otro, tratar de convencer a sus
aliados israelíes de la necesidad de que adoptaran la misma actitud. Pero
aunque Israel pareció así quedarse solo y sin argumentos para rechazar el diálogo
con la O.L.P., el gobierno de I. Shamir se negó a emprender tal acción.
La Unión Soviética, por
su parte, también actuó para no quedar excluida de esa posible negociación en
favor de la paz y poder participar en ella como mediador. Para hacer valer su presencia
en la cuestión de Oriente Medio, de la que nunca se había desentendido, en
febrero de 1989 el ministro de Asuntos Exteriores soviético realizó sendas
visitas a Siria, Jordania y Egipto, donde además se entrevistó con Y. Arafat.
Un nuevo intento de
avanzar en estas negociaciones se registró también en los primeros meses de
1989 con la actividad política centrada en Washington. Mientras Estados Unidos
mantenía su vía abierta con la O.L.P. en Túnez, el presidente G. Bush recibió
en la capital norteamericana, sucesivamente, al presidente egipcio H. Mubarak y
al rey Hussein de Jordania; y entre ambos, en abril , la visita más
comprometida la del jefe del gobierno israelí I. Shamir.
Estados Unidos
reconoció que existían tres condiciones ineludibles para la paz en Oriente
Medio: que Israel pusiera fin a su ocupación, que se reconociera a los
palestinos el derecho a tener su propio Estado, y que se negociase con la
O.L.P. como única forma de preparar una solución al conflicto, basándose en el
principio del intercambio de "territorios por paz". Pero estos tres
puntos fueron rechazados sistemática y totalmente por I. Shamir, y de ahí la
ambigüedad de su posición política ante el presidente Bush, manteniendo su plan
de celebrar elecciones en los territorios ocupados, pero sin reconocer a la
O.L.P., y reprimiendo la "Intifada" aplicando la fórmula del
intercambio de "piedras por balas".
En el verano de 1989 el
secretario de Estado norteamericano J. Baker expuso un llamado "Plan de
Paz" de cinco puntos, que no constituyeron exactamente un plan, sino una
relación de precisiones sobre las condiciones para la apertura de un diálogo
entre la O.L.P. e Israel. El origen de esta oferta se encontraba en la reciente
intensificación de los esfuerzos para salir del estancamiento a que llevó la
propuesta israelí, hecha en mayo, de celebrar elecciones en los territorios
ocupados, más conocida como Plan Shamir. La O.L.P. aceptó esta propuesta, pero
con dos condiciones inaceptables para el gobierno israelí: retirada previa de las
tropas de Israel y supervisión internacional. Pero tanto israelíes como
palestinos rechazaron los puntos claves de este llamado Plan Baker.
A pesar de estos
planteamientos e intenciones el proceso de paz no avanzó. La reunión cumbre con
carácter extraordinario de la Liga Árabe celebrada en Bagdad en mayo de 1990
para tratar principalmente sobre los dos problemas que aquejaban a los
territorios ocupados de Gaza y Cisjordania: el continuado apoyo de Estados
Unidos a Israel, y la permisividad de las grandes potencias hacia la política
de emigración no restringida de los judíos soviéticos a Israel, responsabilizó
a Estados Unidos de prolongar la crisis de Oriente Medio con su apoyo a Israel,
constituyendo el problema de la ocupación israelí el núcleo central de la
resolución adoptada, mientras que no se pronunció en contra de la Unión
Soviética por el asunto de la emigración de sus judíos. Por el contrario, el
gobierno de Israel pareció decidido a arreglar las cosas a su manera, es decir,
preparando la anexión de los territorios ocupados de Gaza y Cisjordania, para
expulsar a los palestinos que vivían en esos territorios hacia Jordania, y
siendo colonizadas tales tierras por los judíos soviéticos que fueran llegando
a Israel, con lo que Gaza y Cisjordania se convertirían en un polvorín.
Otro hecho que
contribuyó al agravamiento de la situación fue la decisión norteamericana,
tomada en junio de 1990, de suspender las negociaciones con la O.L.P. mientras
ésta no condenase un atentado fallido de una organización árabe extremista
contra territorio israelí. Esta decisión estadounidense fue rechazada por la
O.L.P. y por la Liga Árabe, y recibida satisfactoriamente por Israel y por las
organizaciones árabes extremistas opuestas a las negociaciones de paz
preconizadas por Y. Arafat. No obstante, y pese a la ruptura, J. Baker dejó la
puerta abierta a la reanudación del diálogo con la organización palestina.
Pero a estas alturas de
finales de 1990, cuando la "Intifada" parecía haberse encallado;
aunque después se reactivó; y la amenaza fundamentalista se infiltró en las
filas palestinas y en los Estados árabes con una larga trayectoria laica, se
hizo más urgente encontrar una vía para la paz. La cuestión básica seguía
siendo si Israel aceptaría o no el principio de paz por territorios, quedando
claro que para el Likud la respuesta era negativa, aunque se podían entrever
otros matices entre la sociedad israelí y en el Partido Laborista de Israel
presidido por Simón Peres sobre esa postura de intransigencia que alejaba la paz.
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