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miércoles, 18 de abril de 2018

LA GUERRA DEL YOM KIPPUR







Egipto y Siria habían estado preparando y proyectando este momento desde hacía meses. A diferencia de guerras anteriores, en las que la participación egipcia y siria se había explicado, ante todo, como un acto de solidaridad con los árabes palestinos, esta vez existían motivaciones específicas, tanto sirias como egipcias, para hacer la guerra: volver a recuperar los territorios ocupados por Israel durante la Guerra de los Seis Días de 1967.

Ya se ha visto cómo, poco después de la expulsión de Egipto de todos los expertos rusos en julio de 1972, se habían iniciado con toda seriedad los proyectos para la guerra. En octubre de aquel año, Sadat había nombrado como ministro de la Guerra y Comandante en Jefe a uno de sus más antiguos colegas del Ejército, al general Ahmed Ismail. En noviembre del mismo año y tras la elección del presidente Nixon, Sadat recibió una carta de Breznev, Primer Secretario del Comité Central del Partido Comunista de la Unión Soviética, aconsejando a Egipto que apoyase la política de distensión e informandole, a la vez, que no aumentaría el suministro de armas normales. Según testimonio personal de Sadat, había llegado a la conclusión de que la situación de "ni paz ni guerra" redundaba en beneficio e interés de ambas superpotencias, y que únicamente una violenta iniciativa por parte árabe cambiaría aquella situación.

Sobre la base de la experiencia de Egipto en las guerras libradas contra Israel en el pasado, Ismail decidió que sería desastrosa una repetición de la Guerra de Desgaste. En consecuencia, concluyó: "Nuestro ataque ha de ser el más fuerte que podamos llevar a cabo". La solución: "hacer picadillo a los israelíes", en la que el general Shazli, jefe de Estado Mayor egipcio, denominaba "guerra trituradora".

A principios de 1973, el general Ismail fue nombrado Comandante en Jefe de los Ejércitos de la llamada Federación de Repúblicas Árabes: Egipto, Siria y Libia. Como las relaciones de los dos primeros países con Libia eran ambivalentes, y Libia, en todo caso, se hallaba situada muy lejos de Israel, su inclusión en el mando conjunto parecía ser un tanto teórica; pero la inclusión de Siria proporcionó al general Ismail la esperanza de que podría, en la inminente guerra, abrir dos frentes simultáneamente: el sirio y el egipcio. Al mismo tiempo, Sadat rechazó otra iniciativa americana basada en "negociaciones para un convenio sobre el Canal de Suez", alegando que esto permitiría a Israel perpetuar su ocupación del Sinaí.

Siria estaba recibiendo de Rusia enormes cantidades de armamento. Según cálculos americanos, los envíos de armas, hechos en los primeros seis meses de 1973, fueron considerablemente mayores que todos los suministros realizados durante 1972. Además de los tanques T-62, el modelo soviético más moderno, el presidente Hafiz Al Assad de Siria recibió de la Unión Soviética un completo sistema de defensa aérea de cohetes Sam más cuarenta Mig 21. Llegaron a Siria algunos expertos soviéticos para instalar el sistema de defensa antiaérea.

Durante mayo y junio, los líderes políticos y militares egipcios intercambiaron visitas con los de Siria. Al parecer, durante la visita hecha por Sadat a Damasco para sostener conversaciones con Assad el 12 de junio, fue cuando hubo total acuerdo sobre un ataque conjunto, siendo el objetivo; al menos en su primer fase; no la destrucción de Israel y su liquidación final, sino algo más limitado y que Egipto sugería: la recuperación de los territorios ocupados por Israel durante la Guerra de los Seis Días.

La fecha probable para el ataque se fijó, un mes antes de que se iniciara la guerra. Según el general Ismail: "Lo que más necesitábamos era: una noche de luna en la que ésta saliera en el momento más preciso; una noche en la que la corriente del Canal fuera la más idónea para cruzarlo; una noche en la que el enemigo estuviera poco o nada preparado. Todos estos detalles sugerían la fecha del 6 de octubre. Aquel día, los cálculos astronómicos nos daban las mejores horas para la salida y puesta de la Luna. Nuestros científicos examinaron los archivos de la antigua Compañía del Canal de Suez para asesorarse sobre la velocidad de las corrientes del agua, y aquel día era sin duda el más conveniente, Por añadidura, los israelíes no esperarían ninguna acción por nuestra parte durante el mes de ayuno del Ramadán. Por su parte, estarían muy preocupados con cierto número de acontecimientos, incluidas las próximas elecciones generales". Aunque Ismail no lo menciona, también parecía una fecha excelente, la del Yom Kippur, día de ayuno para los judíos y durante el cual toda Israel se hallaría completamente paralizada.

El 6 de octubre también presentaba un atractivo específico para los árabes, porque coincidía, de acuerdo con el calendario musulmán, con el día en el que el Profeta Mahoma había iniciado los preparativos de la batalla de Badr, la lucha que había abierto la puerta para la conquista de La Meca y para la difusión del Islam.

En consecuencia, la operación se denominó Operación Badr, literalmente "relámpago".

La hora precisa del ataque fue tema de algunas controversias con Siria; los sirios preferían atacar al amanecer cuando los israelíes se sintiesen cegados por el sol que les daría en los ojos; los egipcios hubiesen preferido la hora de la puesta del sol a causa de la necesidad de montar los puentes para vadear y atravesar así el Canal con los tanques protegidos por la oscuridad. El compromiso que se adoptó fue atacar a mediodía.

Tras haber llegado a un acuerdo con Siria, Sadat concentró todos sus esfuerzos sobre Jordania. Las relaciones con este último país se habían roto después del Septiembre Negro en 1970. Las relaciones entre la O.L.P. y el gobierno jordano se hallaban muy deterioradas, y Egipto sentía cierta repugnancia a reanudar las relaciones diplomáticas con Jordania. Sin embargo, las ventajas militares que había en arrastrar a Jordania a una guerra de tres frentes contra Israel pesaron sobre todas las demás consideraciones. Se llegó a eliminar toda clase de diferencias militar y diplomática cuando el rey Hussein y el presidente Assad llegaron a El Cairo, el 10 de septiembre, para reunirse con Sadat. Jordania tomó parte en la alianza, aunque, a causa de su debilidad militar, su tarea consistiría principalmente en "amenazar" a Israel con un tercer frente.

Tras esta reunión, el día 13 de septiembre, fueron derribados trece Mig sirios en el curso de un combate aéreo sostenido con aviones israelíes sobre el Mediterráneo, cerca de la costa siria. Esta nueva demostración de la superioridad aérea de Israel, que según un portavoz judío tenía por objeto exhibir una vez más el poder disuasorio de Israel, de hecho había provocado resultados opuestos. El presidente Assad urgió a Sadat para que se pusiera en acción, y Sadat dio la orden para la cuenta atrás.

El Ejército egipcio tenía la costumbre, desde 1967, de realizar sus principales maniobras en el otoño. De un año tras otro, estas maniobras aumentaban tanto en volumen como en complejidad. Los preparativos para la guerra se habían diseñado de tal manera que pareciesen simples maniobras. La mayor parte del Ejército egipcio; un ejército regular; se había estacionado a lo largo del Canal de Suez; fuera cuales fuesen los movimientos que se habían realizado en los últimos días antes de la guerra, en todo momento se interpretaron como parte de las maniobras anuales.

Simultáneamente, los sirios situaron sus formaciones de blindados muy cerca de la línea de alto el fuego en los Altos del Golán, y esta maniobra sí fue registrada por la Información israelí. Sin embargo, las formaciones tenían aspecto defensivo y la maniobra siria no se consideró suficientemente importante como para movilizar a las reservas. Así, la preparación para la guerra, tanto por parte siria como egipcia, fue cosa que se interpretó de manera incorrecta, y por ello, no se realizaron los correspondientes preparativos, hasta las cuatro de la madrugada del propio "Día D".


Uno de los principales términos de referencia de la Comisión Agranat, que se nombró después de la guerra fue precisamente la cuestión de que por qué se habían confundido hasta tal extremo las autoridades israelíes a todo nivel, hasta que ya fue demasiado tarde para evitar una matanza de las dimensiones como la que iba tener lugar en el Yom Kippur. En la parte que se publicó de su informe, refiriéndose al período anterior a la guerra, la Comisión da tres razones principales para el fracaso de los Servicios de Información de Israel.

La primera era el absoluto convencimiento de que los egipcios no irían a la guerra hasta que fuesen capaces de atacar a Israel y con profundidad mediante una potente aviación, sobre todo para suprimir los principales aeródromos militares judíos y neutralizar así las Fuerzas Aéreas israelíes.

En segundo lugar, la Comisión dijo que el jefe a cargo de los Servicios de Información había realizado un buen trabajo para proporcionar a las I.D.F. adecuada advertencia en el caso de que la guerra llegase a ser una realidad, trabajo sobre el cual las I.D.F. basaron entonces todos sus procedimientos. La tarea de la Información se basaba en una exagerada autoconfianza y no dejaba margen alguno para el error.

En tercer lugar, y en los días anteriores a la guerra, la Información del Ejército, mediante su Departamento de Investigación, llegó a poseer una gran cantidad de información divergente, que había sido suministrada tanto por los Servicios de Información en campaña como por otros cuerpos. A causa de su negativa a aceptar ideas preconcebidas, el Servicio de Información israelí no había valorado correctamente esta información, alegando que las formaciones militares tenían en Siria carácter defensivo y que las fuerzas egipcias casi amontonadas en la zona del Canal, lo único que hacían era llevar a cabo sus maniobras anuales. Además, y a pesar de las advertencias de guerra inminente, no se dio ningún paso para desplegar fuerzas blindadas en las cercanías del Canal, fuerzas que sin duda hubieran evitado o, al menos, paliado un ataque egipcio. Según los planes previstos, los dos tercios de las fuerzas acorazadas del Mando Sur tenían que haberse desplegado cerca del Canal y otro tercio en la retaguardia. Pero cuando estalló la guerra, nada se hizo o no se pudo hacer. El correcto despliegue tenía que haberse efectuado a las cuatro de la tarde el mismo día del Yom Kippur, pero la guerra había estallado dos horas antes. Ni siquiera las fuerzas de vanguardia pudieron ocupar sus posiciones a tiempo. Cuando las fuerzas blindadas de Israel comenzaron el avance, se tropezaron ya con emboscadas tendidas por la Infantería del enemigo, que se las habían ingeniado para ocupar posiciones entre los tanques israelíes y el Canal, así como en las rampas de este último, desde donde los carros blindados tenían que haber impedido todo posible cruce del Canal.

Cuando en la mañana del 6 de octubre se hizo evidente que habría guerra aquel día, el jefe del Estado Mayor, tras haber consultado con los jefes más veteranos, dio órdenes para llamar a filas a los reservistas y partió para reunirse con el ministro de Defensa, Moshe Dayan. En aquella reunión, el jefe del Estado Mayor recomendó fuese movilizado todo el potencial de reservas del Estado, con objeto de contraatacar con eficacia una vez se hubiese detenido el avance enemigo. Sin embargo, Dayan autorizó una limitada leva de fuerzas que podría capacitar a las I.D.F. para controlar el avance enemigo. En este trámite burocrático de llamada a filas hubo un retraso de dos horas, mientras que el jefe del Estado Mayor esperaba la llegada de la Primer Ministro Golda Meir para resolver sus diferencias con el ministro de Defensa. Tras haber sido informada de los deseos del Ejército sobra la movilización de los reservistas, la señora Meir autorizó lo que Dayan había calculado. Eran las nueve y cinco de la mañana y veinte minutos más tarde aceptó las cifras que sugería el jefe del Estado Mayor. Precisamente fue en aquellos momentos cuando se decretó la movilización general, menos de cinco horas antes de la hora cero egipcia y siria.

La situación era algo diferente en el Norte. El jefe del Mando Norte había advertido al Estado Mayor sobre la concentración de tropas sirias, algunos días antes. Aunque allí tampoco se habían movilizado reservas antes del Yom Kippur, se había trasladado a los Altos del Golán una nueva brigada acorazada en los días anteriores a la guerra, y las fuerzas desplegadas allí se hallaban en constante estado de alerta. Estos dos factores iban a ser de vital importancia en los días siguientes.

A pesar de que la Información del Ejército había obtenido éxitos en los acontecimientos de abril y mayo, el 21 de mayo de 1973 el ministro de Defensa había enviado al Estado Mayor ciertas directrices, como, por ejemplo: "Hablo ahora como representante del gobierno y sobre base de información. Nosotros, el gobierno, decimos al Estado Mayor: Caballeros, por favor, preparense para la guerra porque aquellos que amenazan con ella son Egipto y Siria.... Ha de tenerse muy en cuenta, por tanto, un recrudecimiento de las hostilidades en la última parte del verano".

A pesar de esto, cuando estalló la guerra el 6 de octubre de 1973, para las I.D.F. representó una completa sorpresa.

A las 13'58 del sábado 6 de octubre de 1973, "Día de la Expiación", cuando muchos israelíes se hallaban en las sinagogas y todo el país se mantenía en calma, estalló la Guerra del Yom Kippur.


Cinco cazas Mig-17 sirios efectuaron varias pasadas en vuelo rasante sobre las posiciones de Israel en el sector situado más al norte de los Altos del Golán. Las dotaciones de los tanques, algunas de las cuales se hallaban en plena oración de la tarde, saltaron inmediatamente a sus carros. Cuando los Mig volaron hacia el Norte dispararon contra residentes civiles del pueblo de Druze, de Majdal-Shams, al pie del monte Hermón; murió una madre joven: la primera baja de la guerra. Inmediatamente después, veinte Mig, parte de un ataque inicial de cien aviones, volaron sobre el Cuartel General de la Brigada israelí, a unos 16 kilómetros a retaguardia del frente, en Naffaj.

Luego, exactamente a las dos de la tarde, en el momento en que a unos 640 kilómetros al Sudoeste, los comandos egipcios se deslizaban por las rampas del Canal para lanzar al asalto sus botes de caucho, una tremenda barrera de fuego artillero partió de las baterías sirias situadas en los llanos del Golán. Como los artilleros sirios "caminaban" con su barrera de fuego hacia los escuadrones de carros israelíes que apresuradamente se reunían, setecientos tanques sirios entraron en acción; trescientos en fuerte empuje hacia Kuneitra y otros cuatrocientos desde el Sur, por la larga y abierta carretera de Sheij Miskin a Rafid. Frente a ellas tan sólo había ciento ochenta tanques israelíes; dos Brigadas Acorazadas, una de ellas con apoyo de Infantería. La 7ª Brigada Acorazada maniobró en la víspera misma del Yom Kippur y ocupó el sector norte, mientras que la 18ª se desplegaba en el sector sur.

Poco después de que el concertado avance por el Norte y el Sur fuera un hecho evidente para el Estado Mayor de Israel, se tomó una decisión crucial: concentrar todo cuanto fuera posible en el Norte tanto las Fuerzas Aéreas como las reservas que se estaban llamando a filas apresuradamente, mientras que en el Sur se trataba de contener al potente ataque enemigo. En el Sinaí, la situación favorecía a Israel: los 200 kilómetros de desierto entre el Canal y el corazón de Israel capacitaban a las I.D.F. para ceder un poco de terreno y así ganar tiempo. Sin embargo, en el frente norte de Israel la topografía del Golán hacía que sus fuerzas no contaran con las posibilidades que ofrecía el Sinaí. Desde la línea del frente hasta las grandes rocas orientadas hacia Israel el Golán tiene exactamente 25 kilómetros de profundidad; para sostenerlo, Israel tenía que luchar virtualmente allí mismo. Y así se hizo. Sin embargo, el Golán se hallaba totalmente desprovisto de accidentes naturales que los sirios pudiesen explotar como posiciones estratégicas fijas. Para lograr el éxito, debían librar combates en continuo movimiento y ataques incesantes, tipo de lucha en el cual Israel sobresalía notablemente con sus tanques. Tras cinco días de enconada lucha, no regresó a Siria ni uno solo de los tanques sirios que habían atravesado la línea del alto el fuego en el Yom Kippur.

Cuando en su empuje aplastaron las altas alambradas de la línea de alto el fuego, los primeros tanques sirios no se detuvieron junto a los búnkers israelíes, sino que los sobrepasaron. Los dos avances sirios se dividieron, cuando se encontraban a varios kilómetros de distancia de las líneas de alto el fuego. El ataque contra Kuneitra adoptó la clásica forma de pinza, mientras que el otro se apartaba aún más: doscientos tanques rodaron hacia el Sur, a lo largo de los límites del Golán donde las rocas descienden hacia el río Yarmuk; los otros doscientos carros siguieron avanzando a través de Kushniva con destino probable en Naffaj. Para ambos ataques, Naffaj constituía un valioso objetivo. Allí se encontraba el Cuartel General de las dos brigadas defensoras israelíes. También dominaba la ruta principal que se extendía desde el Golán a Israel, por el Puente de las Hijas de Jacob.

El principal avance sirio eligió al parecer, el centro del Golán, probablemente con la idea de conseguir en 1973 lo que no habían logrado en 1948: aislar y luego invadir el "Dedo de Galilea".

Por otra parte, constituyeron un absoluto fracaso las "colonias fortificadas" que se habían establecido con objeto de conservar lo obtenido en 1967. Dos de ellas fueron borradas del mapa por los sirios, y entonces se decidió evacuar las restantes.

En el Norte, defendiendo el más estrecho, y, por tanto, quizás el sector más vulnerable, se mantuvo firme la 7ª Brigada Acorazada. El jefe de la Brigada logró conservar sus tanques en formaciones cerradas para poder protegerse mutuamente. La 188ª Brigada que cubría los sectores central y sur; aproximadamente desde la carretera de Kuneitra-Hijas de Jacob y hacia el Sur; tenia las cosas peor. Su tarea consistía en detener ambos avances de la columna para impedir que llegasen a Rafid. Uno de los avances presionó hacia el Noroeste para cortar por la mitad la meseta, y el otro siguió avanzando hacia Tiberiades. Las probabilidades eran excelentes: de cinco a uno, y en algunos combates locales eran de doce a uno. Los pelotones israelíes lucharon contra batallones sirios completos, y así, una y otra vez, la batalla se inclinó, naturalmente, hacia el mayor número.

Tras haber roto las primeras defensas, los tanques sirios se desplegaron en abanico. Para evitar ser objeto de un ataque por el flanco y, en consecuencia, ser eliminados, los carros israelíes; muchos de los cuales ya carecían de munición; tuvieron que abandonar sus posiciones e iniciar una ordenada retirada sin dejar de luchar. Al anochecer, estaban perdiendo la batalla.

La pérdida de la posición del monte Hermón significaba no sólo que ya era difícil para Israel corregir el curso de la lucha y enderezar adecuadamente los movimientos de su Artillería y Aviación: capacitaba a los sirios para que sus cañones machacaran las posiciones de los tanques israelíes, situadas más abajo. Desde media tarde, las Fuerzas Aéreas de Israel se concentraron para efectuar un contraataque en el Norte. Los Skyhawk se encargaron del papel más pesado, protegidos por los Phantom y los Mirage.

Sin embargo, las pérdidas fueron cuantiosas, ya que entre todo el sistema antiaéreo que los sirios habían llevado a sus líneas del Golán se hallaban los más modernos cohetes rusos antiaéreos, los Sam-6. En la primera tarde, Israel perdió treinta Skyhawk y unos diez Phantom, en su mayor parte sobre el Golán, y casi todos ellos debido al terrible fuego de los Sam-6 y de las baterías antiaéreas móviles CSU-23, también rusas.

Las bajas fueron tan elevadas que durante un par de horas el jefe del Estado Mayor ordenó se suspendieran los ataques aéreos, mientras que el Mando de tales fuerzas estudiaba qué hacer a continuación.

Para entonces, el jefe del Mando Norte, general Hofi, había decidido dividir al Golán en dos mandos, situando el del Norte a las órdenes de un veterano paracaidista, Eytan "Raful", y el del Sur, al mando de Dan Lanner. Ya en aquellos momentos comenzaba a llegar la primera leva de reservistas llamados a filas. La situación en el Golán era tan crítica que estos reservistas no llegaron a formar parte de unidades orgánicas; una vez se había preparado un tanque con su dotación, se le enviaba a la meseta para participar en la lucha. A causa de la falta de tiempo hubo que pasar por alto una de las principales ventajas de las reservas de Israel: la de la coherencia dentro de cada unidad.

Cuando cayó la noche, la meseta del Golán era un mundo confuso de combates individuales de tanques y de feroces batallas de la Infantería que peleaban cuerpo a cuerpo, a medida que los defensores israelíes se retiraban lentamente. Las fuerzas sirias se hallaban en las rutas que conducían al Mar de Galilea y sus elementos de vanguardia ya estaban a 800 metros del moshav El-Al, que daba al Mar de Galilea.

El 7 de octubre, domingo, fue el día más duro en el Norte. Contrariamente a lo que habían hecho en guerras anteriores, las dotaciones de los tanques sirios no habían desperdiciado las horas de oscuridad. Empleando el equipo de visión con rayos infrarrojos con que muchos tanques rusos estaban dotados, se habían desplegado durante la noche, y a la salida del sol esperaban atacar en larga línea de cuatro en fondo.

La batalla principal tuvo lugar en la zona de Naffaj. En el extremo sur, los sirios se enfrentaban ya a los recién llamados reservistas; algunos de sus tanques; Sherman que procedían de la Segunda Guerra Mundial, aunque habían sido dotados con cañones de 150 mm. Frente a ellos había un gran número de T-54 y T-55 rusos de los años 1950 y 1960, e incluso algunos de los últimos carros T-62, desembarcados de sus transportes para participar directamente en la lucha.

En la tarde del domingo, la 188ª Brigada israelí había dejado de existir. Habían sido heridos los comandantes de los dos batallones. Muertos unos ciento cincuenta hombres de la brigada y destrozados la mayor parte de sus tanques. Por entonces, ya los tanques sirios de vanguardia se encontraban en la carretera de Kuneitra, pasando Naffaj. A menos de ocho kilómetros de distancia en la carretera, se hallaba el Puente de las Hijas de Jacob; todo cuanto había en el medio eran unos esparcidos escuadrones de reservistas que ascendían hacia ellos por la carretera: tan pronto como se reclutaban y equipaban eran enviados carretera arriba para detener a los sirios. Los aviones Phantom y los Skyhawk emplearon los últimos minutos de luz para realizar pasadas en vuelo bajo sobre el Valle del Jordán, y sobre las rocas del Golán, con objeto de desbaratar el avance de las formaciones de tanques.

En tales momentos se decidió que fuera reforzado el Mando Norte mediante una división mandada por el general Moshe Peled, que hasta entonces se había mantenido como reserva en el Mando Central, por si Jordania abría un nuevo frente. La división de Peled se hizo responsable de todas las fuerzas en la ruta El-Al y en su ruta paralela; ambas conducían al cruce de carreteras de Rafid.

A las cinco de la tarde del domingo, los sirios iniciaron su último intento de destruir también a la 7ª Brigada Acorazada. Después de atravesar la línea de alto el fuego, avanzaron las principales fuerzas sirias de reserva, trescientos tanques de una división blindada a las órdenes del hermano del presidente sirio Assad. A causa de la naturaleza del terreno y de la buena situación de la 7ª Brigada, no pudieron desplegarse sobre la meseta, y en su mayor parte fueron destruidos uno a uno.

Al cabo de algo menos de cuarenta y ocho horas tras el inicio de la batalla, los sirios consiguieron su máxima penetración: 800 metros de El-Al y 8 kilómetros del Puente de las Hijas de Jacob. El avance sirio había sido detenido y ya no había inmediato peligro que amenazara al corazón de Israel.

Se había obtenido la victoria a muy elevado precio: más de doscientos cincuenta muertos en el Golán; destruidos más de la mitad de los tanques de la 7ª Brigada y prácticamente liquidada la 188ª Brigada. Aún más preocupante era el precio que se había pagado en pilotos y aviones; aunque Israel conocía la existencia de los modernos cohetes tierra-aire Sam, éste era el primer encuentro con las baterías Sam-6 y Sam-7. Las Fuerzas Aéreas acababan de pagar muy caro el aprender cómo tratar a tales baterías.

Por otra parte, en el Sur, la sorpresa fue completa, tanto por la hora como por el método de ataque, y naturalmente, no se habían tomado medidas de antemano. Cuando se produjo el asalto, muchos soldados estaban lavando sus ropas y otros orando.

Más tarde, el general Elazar atribuyó esta falta de preparación a "un serio y grave fracaso en observar la orden de alerta total en algunos de los más bajos escalones".

La batalla del Sinaí se anunció con cuatro terribles oleadas de fuego artillero que partieron de mil cañones ocultos entre las dunas, tras la ribera occidental del Canal. El ataque que siguió se concentró a lo largo de tres frentes: por debajo de Kantara, en el Norte; alrededor de Ismailia, en el centro; y al Sur de los Lagos Amargos, desde Shalufa a El Kubri. Haciéndoles frente, había solamente seiscientos hombres, reservistas de la Brigada Jerusalén, que ocupaban las fortificaciones de la línea Bar-Lev.

La primera oleada de tropas egipcias estaba compuesta por ocho mil infantes, que atravesaron el Canal en lanchas de caucho, ascendieron por las rampas de la ribera oriental del Canal, sobrepasando las fortificaciones de la línea Bar-Lev y ocuparon posiciones frente a las carreteras que daban acceso al Canal. Estaban equipadas con un lanzagranadas ruso supermoderno, el RPG-7, así como con otra arma mucho más eficaz: el cañón antitanque ruso Sagger.

Cuando los tanques a las órdenes del general Nadler se lanzaron a ocupar las posiciones que debían alcanzar a las cuatro de la tarde, fueron recibidos por una auténtica nube de cohetes antitanque, disparados por las tropas egipcias, ya en posición en la ribera oriental del Canal, en las mismas posiciones que debían haber ocupado los tanques de Israel. Estos proyectiles causaron numerosas bajas entre los tanques israelíes durante el asalto inicial.

Un dispositivo israelí, ideado para cubrir el Canal con una fina capa de petróleo que habría de incendiarse en el momento de la invasión, y que hubiese provocado a los egipcios grandes quebraderos de cabeza, fue abandonado a última hora y no se activó.

A las dos y siete minutos de la tarde, radio El Cairo anunció que las fuerzas egipcias habían logrado rebasar el Canal de Suez en varios sectores, capturando muchos puestos enemigos e izando la bandera egipcia en la ribera oriental del Canal. Inmediatamente después de pasar una segunda oleada, que cruzó bajo un nutrido fuego, se inició el asalto contra los búnkers de Bar-Lev, asalto que se llevó a cabo con granadas de mano, metralletas y una encarnizada lucha cuerpo a cuerpo.

Mientras tanto, la primera oleada de asalto se desplegaba en el desierto durante varios kilómetros. Allí cavaron trincheras y, además de sus cohetes antitanque, emplearon la más sofisticada de todas las armas de la Infantería: el antiaéreo portátil ruso Sam-7.



La tarea de aquella Infantería así equipada consistía, en tales momentos, en "adherirse" al terreno frente a cualquier contraataque, ya fuera de carros o aviones durante un plazo de doce a veinticuatro horas, mientras llegaban los tanques y armas pesadas.

Uno de los mayores problemas con que se enfrentaban los egipcios era la inclinada barrera de arena que flanqueaba la ribera oriental del Canal. Los egipcios habían calculado que necesitaban abrir unos sesenta orificios en esta barrera de arena con objeto de transportar los tanques y equipo pesado a través de ellos hacia el Este, una vez hubiesen cruzado el Canal. Para este propósito emplearon cañones de agua alimentada a elevada presión desde bombas instaladas en pontones que flotaban en medio del Canal. Mediante este dispositivo, que se había ensayado sobre rampas modelos en Egipto, se las ingeniaron para abrir orificios al menos en su mitad. La mayor parte de los orificios estuvieron abiertos al cabo de cuatro horas.

Al mismo tiempo, se trasladaron puentes desde el otro lado del Canal. Para este propósito, los rusos habían suministrado a los egipcios un nuevo tipo de equipo para vadear, el llamado puente PMP, fabricado de madera para construir pontones, cada uno de ellos cargado en un vehículo. Unas palancas hidráulicas del vehículo bajaban al pontón hasta el agua. Entonces, se acercaba un segundo vehículo para depositar otro pontón que se sujetaba al primero, y así sucesivamente. De esta forma se podía construir un puente que atravesara el Canal en media hora. El Segundo Ejército egipcio se hallaba en aquellos momentos instalando sus puentes para el asalto del frente norte, alrededor de Ismailia y Kantara. El Tercer Ejército, más al Sur, tropezó con problemas. La barrera de arena allí era más gruesa de lo que esperaban los egipcios. De todos modos, al cabo de nueve horas, según el general Shazli, el cuerpo de ingenieros egipcio había excavado sesenta orificios, montado totalmente diez puentes y puesto en marcha cincuenta ferrys. El sábado, al anochecer, el camino estaba libre para el paso de los blindados egipcios. A medianoche, tras diez horas de guerra, Egipto había reunido en la ribera oriental del Canal de Suez quinientos tanques y un supermoderno sistema defensivo con cohetes. Protegidos por la noche, se había realizado el cruce del Canal sin ninguna dificultad; asimismo se habían tendido cables a través del Canal, desde un principio, y con diferentes colores para indicar la ruta que debía seguir cada unidad. Asimismo y durante la noche del día 6 al 7 de octubre, los egipcios lograron trasladar al otro lado del Canal cinco divisiones de Infantería, en unión de sus correspondientes vehículos blindados, para instalar allí una importante cabeza de puente, de acuerdo con sus planes originales.

Mientras tanto, se estaban movilizando las reservas de Israel. Pero la movilización no se llevaba a cabo de acuerdo con un plan preconcebido. Muchos de los tanques de Israel estaban en reparaciones; otros tenían sus cañones llenos de grasa para protegerlos contra la arena del desierto. No había suficientes vehículos para trasladar los tanques al frente, y así, muchos de los carros tuvieron que recorrer centenares de kilómetros para llegar a primera línea, naturalmente en mal estado.

Aunque hacia la caída de la noche ya resultaba evidente la magnitud del asalto sirio-egipcio, y más que evidente aún el efecto de la falta de preparación de Israel, el ministro de Defensa, hablando por televisión aquella noche, prometió la victoria para los días siguientes. Tanto ésta como otras declaraciones por el estilo redujeron la credibilidad de los portavoces de Israel durante la Guerra del Yom Kippur hasta situarse mucho más abajo del alto nivel que habían alcanzado en guerras anteriores.

Los primeros ataques aéreos egipcios; con cien aviones; habían destrozado los principales aeródromos de Israel en el Sinaí, y los centros de comunicaciones de Bir Gafgafa, Bir el-Thamada y el cuartel general de vanguardia en Tasa, por lo cual los contraataques israelíes tenían que lanzarse en su mayor parte desde bases situadas muy al interior del país. Además, las Fuerzas Aéreas concentraron todos sus esfuerzos en el Golán, de manera que los primeros contraataques serios para contener a los egipcios tenían que realizarse mediante los tanques israelíes. Para hacer frente a más de quinientos tanques que habían reunido los egipcios en las primeras horas del domingo, Israel tenía en el Sinaí unos doscientos treinta tanques, en su mayor parte Patton, de los cuales muchos de ellos; al menos los estacionados en la línea Bar-Lev; ya habían sido destruidos.

Durante los años anteriores a la guerra, Israel había construido dos carreteras paralelas al Canal; una de ellas a diez kilómetros del Canal y la otra a doble distancia. Esta segunda carretera pasaba por el cuartel general de Tasa. El plan de defensa de Israel siempre había sido emplear la carretera más avanzada para su artillería pesada y la otra para los suministros de munición y para las reservas blindadas.

Los principales esfuerzos de las unidades de Israel en aquel domingo 6 de octubre se dirigieron hacia el sostenimiento de una línea que se extendiese a lo largo de la carretera de la artillería e impedir que los egipcios ampliasen sus cabezas de puente. Los tanques egipcios sobrepasaron la carretera de la artillería en varios puntos, pero los israelíes destruyeron su avance antes de que tomaran la carretera usada para los suministros. Más allá de las carreteras se hallaban los tres pasos estratégicos, el único acceso a través de las resecas y además inaccesibles montañas del Sinaí central: el Paso de Mitla, en el Sur; el Paso de Giddi, en el centro; y el Paso de Khatmia, más al Norte. Aparte de estos pasos, la otra y única vía a través del Sinaí es la carretera costera, con el Mediterráneo a un lado y el otro virtualmente inútil para las formaciones de tanques. Para avanzar a través del Sinaí los egipcios tenían que conquistar por lo menos uno de los pasos. Desde la cabeza de puente sur, los egipcios trataron de recorrer los 35 kilómetros que había hasta el Paso de Mitla; sin embargo, fueron detenidos antes de que alcanzaran el paso.

Egipto, mientras tanto, intentaba desbaratar los ataques israelíes desde la retaguardia. Los helicópteros transportaban comandos para llevar a cabo profundas incursiones detrás de las posiciones de Israel; aunque eran tropas egipcias de choque, muchas de ellas fueron inmediatamente destruidas antes de aterrizar o poco después de haberlo hecho. Los que consiguieron sobrevivir representaban, por supuesto, una molestia, pero eran incapaces de desbaratar el despliegue de Israel para su contraataque. Por otra parte, resultaron inútiles todos los esfuerzos que se hicieron para reforzar las aisladas fortificaciones de la línea Bar-Lev. Una por una fueron cayendo o se evacuaron bajo la protección de la noche.

El 8 de octubre, lunes, se había dividido la zona del Mando Sur en tres áreas divisionales: el sector norte, mandado por el comandante-general Adan; el sector central, a las órdenes del comandante-general Ariel Sharon; y el sector sur, a cargo del comandante general Mandler. Aquel día, el jefe del Estado Mayor ordenó se efectuara un contraataque, que ya se había preparado horas antes. La intención era recuperar un sector del Canal de Suez y, si era posible, pasar a la ribera occidental del mismo. Las fuerzas del general Adan intentaron un ataque hacia la zona del puente Firdan, frente a Ismailia. Este ataque fue rechazado por los egipcios y las fuerzas de Adan no pudieron avanzar más. La 190 Brigada Acorazada, quedó prácticamente borrada del mapa, cayendo prisionero su comandante, el coronel Asaaf Yaguri: el prisionero israelí de más elevada categoría capturado durante la guerra. Mientras que las fuerzas de Adan se empeñaban en la lucha, Sharon maniobraba más al Sur. Cuando le emplazaron para que se trasladara al sector central a reforzar a Adan no sólo ya era tarde para intervenir, sino que las posiciones anteriormente ocupadas por su división ya habían sido conquistadas por los egipcios. El contraataque del lunes, 8 de octubre, posiblemente la acción más debatida y ampliamente criticada de toda la guerra, representó un fracaso muy costoso. Como dijo un crítico de la operación: "se había realizado sin fuerzas y preparación suficientes".


Las fuerzas que mandaba el general Sharon pudieron llegar hasta el borde del agua, en el extremo norte del Gran Lago Amargo, pero; en vista de las numerosas bajas y limitadas reservas; el Mando Supremo de Israel decidió entonces mantener aquella posición en espera de un fuerte asalto de los blindados egipcios, tan pronto como las demás divisiones de tanques contuvieran en Egipto a la 4ª División del Sur y a la 21 del Norte y atravesaran el Canal de Suez.

El día 8 de octubre, lunes, las bajas que más preocupaban al Alto Mando israelí eran las de pilotos y aviones. Durante los dos primeros días de la guerra había resultado evidente que al enfrentarse a dos tipos de cohetes antiaéreos sumamente mortíferos, empleados por los Ejércitos árabes, las Fuerzas Aéreas de Israel también se expusieron a grandes pérdidas, a bajas tan importantes como las que ya se habían infligido a los blindados de Israel.

En el pasado, durante la Guerra de Desgaste, las Fuerzas Aéreas de Israel se habían tropezado; y aprendido a tratarlos; con los cohetes Sam-2 y Sam-3; su movilidad era limitada, puesto que se tardaban ocho horas en desmontar los emplazamientos para trasladarlos a otro lugar, y ciertas medidas de carácter electrónico habían dado muy buen resultado para combatirles. Sin embargo, los Sam-6 y Sam-7, que ahora aparecían por vez primera, presentaban problemas muy diferentes. Los Sam-6 se montaban de tres en tres sobre vehículos de lanzamiento que podían moverse sobre la arena; el encargado del lanzamiento y el vehículo de radar que le acompañaba podía, asimismo, trasladarse a nuevas posiciones una vez hubiese disparado el cohete. Su camuflaje y ocultación eran relativamente fáciles y, en particular, los sirios aprovecharon esta circunstancia muy inteligentemente. Para la mayoría de los pilotos israelíes, la primera señal de peligro era la fina estela de humo blanco de un Sam-6 cuando éste subía hacía ellos en suave curva a dos veces la velocidad del sonido.

Cuando los israelíes comunicaban a la artillería lo que estaba sucediendo o avisaban a la aviación, tanto la rampa de lanzamiento como el vehículo de radar ya se habían trasladado a otra parte.

Aparte de la versión usada por la Infantería; arma tan ligera que podía dispararse desde el hombro; los pilotos israelíes se dieron cuenta, en la segunda semana de guerra, que también se enfrentaban a un diferente modelo del Sam-7. Los egipcios y los sirios pusieron en acción nuevas rampas de lanzamiento montadas sobre vehículos, cada uno de ellas capaz de lanzar una salva de ocho Sam-7 simultáneamente, reduciendo así la posibilidad de maniobras evasivas. Se consiguieron muchos impactos con los Sam-7, aunque no siempre mortíferos, ya que su carga explosiva era más pequeña que las de los otros cohetes.

En sus intentos de evitar los cohetes, los aviones de Israel volaban bajo; y muchos fueron cazados en pleno vuelo por los cañones antiaéreos CSU-23, cada uno de ellos capaz de disparar cuatro mil proyectiles por minuto, cañones que se emplazaban casi siempre entre las baterías de Sam. En la semana siguiente, Israel perdería ochenta aviones en los dos frentes, aviones en su mayor parte derribados por los Sam-6 y por los CSU-23, cuando se hallaban en vuelos de protección de los ataques de los blindados de Israel. Aproximadamente las dos terceras partes de estas bajas tuvieron lugar sobre el Golán. De los ciento quince aviones perdidos en toda la guerra, tan sólo cuatro fueron derribados en combates aéreos.




El contraataque israelí comenzó en el Golán tan pronto como el asalto sirio había perdido su potencia inicial. El lunes, 8 de octubre, la división de reserva del general Peled lanzó un contraataque a lo largo de la carretera de El-Al, contra brigadas sirias de tanques que habían llegado a pocos kilómetros de distancia del Mar de Galilea. El contraataque duró dos días, y a las diez de la mañana del miércoles, las fuerzas de Israel habían hecho retroceder a los sirios hasta las líneas de alto el fuego de aquel sector, causándoles gran número de bajas.

En el Norte frente de la 7ª Brigada, ambos bandos habían estado combatiendo en lucha de trincheras. La división del general Lanner mantuvo la presión alrededor del área de Naffaj y a lo largo del oleoducto TAP que formaba el eje del principal esfuerzo sirio. Gradualmente, esta división limpió la zona que rodeaba a Naffaj, al igual que la que se hallaba entre este último punto y Kushniya, lugar que entonces era base y cuartel general de todos los suministros sirios. Al ser empujados hacia el Sudeste, los sirios fueron retirándose gradualmente de Naffaj hacia Kushniya. Durante las primeras horas de la mañana del martes, los sirios lanzaron una serie de contraataques bien coordinados y plenos de decisión. Simultáneamente, una división había penetrado en las líneas israelíes del frente de Kuneitra. Únicamente a las cuatro de la madrugada del martes, la acción de Kuneitra se redujo hasta cesar por completo cuando los sirios se retiraron de nuevo. La batalla motivada por el contraataque efectuado más al Sur por los sirios, cerca de Kushniya, hizo que las I.D.F. no descansaran durante toda la jornada del martes, 9 de octubre. En las primeras horas había sido cortada gran parte de la columna siria; al amanecer los israelíes llamaron a la aviación para que destruyera las concentraciones de tanques sirios, baterías móviles y transportes blindados de personal. Una operación de dos divisiones; el general Lanner desde el Norte y el general Peled desde el Sur; cercó a las fuerzas sirias en aquella zona y destruyó un número considerable de tanques en una encarnizada lucha. El día 10 de octubre, miércoles, las fuerzas del general Lanner también habían alcanzado la línea púrpura, la línea original de alto el fuego de 1967 en los Altos del Golán, y las fuerzas sirias, o bien se habían retirado o habían sido ya expulsadas de su zona de operaciones.

El lunes, 8 de octubre, las unidades de la Brigada Golani habían intentado recuperar la posición del Monte Hermón, posición que se había perdido el día 6, pero el ataque fracasó, con grandes pérdidas.

El martes, 9 de octubre, las Fuerzas Aéreas de Israel, por vez primera, bombardearon puntos estratégicos en Damasco, entre ellos el Cuartel General de las Fuerzas Aéreas y el Ministerio de Defensa, produciendo un auténtico caos en el interior de estos dos últimos centros. Esta fue la respuesta de Israel al lanzamiento de cohetes rusos Rana-7 contra objetivos civiles en Israel desde el comienzo de la guerra. Un cohete Rana, quizá lanzado contra un aeródromo próximo, había caído entre los edificios del kibbutz Gevat, en la parte central del norte de Israel. Algunos de los edificios quedaron convertidos en escombros, incluyendo los dormitorios, afortunadamente vacíos, de doscientos setenta niños del kibbutz. Israel continuó bombardeando aeródromos, y a continuación añadió a la lista de objetivos la industria pesada siria.

Se bombardearon las centrales eléctricas de Damasco y Homs. El golpe más duro fue el de Banyas, terminal mediterránea para el crudo iraní: quedó totalmente destruida. Durante estos ataques, inevitablemente se produjeron bajas entre la población civil, pero los objetivos, en todo momento, fueron de naturaleza estratégica. Israel conocía demasiado bien la vulnerabilidad de su población civil contra un ataque indiscriminado, y se veía obligado a hacer todo lo posible por demostrar a los sirios que una escalada de la guerra en tal dirección sería muy costosa para ellos.

El 10 de octubre, miércoles, las fuerzas sirias habían sido expulsadas totalmente de los Altos del Golán y las I.D.F. se establecían firmemente a lo largo de la línea de alto el fuego, en toda su extensión. Al día siguiente, 11 de octubre, los contraataques de Israel apuntaron a la propia Siria. La operación comenzó a las once de la mañana, cuando el general Eytan, con su División del Norte, en la que figuraban los restos de la 7ª Brigada, atravesó las posiciones sirias a lo largo de las estribaciones del Monte Hermón, mientras que la división del general Lanner, en el centro, atacaba la muy fortificada y principal ruta de Damasco. El ataque por el Norte se desarrolló de acuerdo con el plan previsto; sin embargo, en el centro, la división del general Lanner tropezó con una formidable muralla antitanque, muralla que hasta aquel preciso momento había permanecido perfectamente camuflada en el accidentado terreno. Cuando la brigada de vanguardia se detuvo, la de apoyo continuó su avance y tomó el poblado de Jan Arnaba. Al día siguiente, las fuerzas del general Eytan, en el Norte, alcanzaban el poblado de Mazrat Beit Jan, y fijaban allí sus posiciones defensivas. La 7 ª Brigada fue rechazada cuando intentó tomar el punto estratégico de Tel Shams, que dominaba los llanos de más abajo, en casi todo el camino hacia Damasco, y situado a unos 40 kilómetros de distancia. En el Sur, la división del general Lanner amplió su zona de penetración y avanzó hacia Kanaker. Cuando la división avanzaba en tal dirección llegaron a la zona de la lucha las fuerzas iraquíes que habían penetrado por Siria al principio de la guerra.

La primera de las dos divisiones acorazadas giró hacia un flanco del avance del general Lanner. El general se preparó para hacer frente a los iraquíes. Con una brigada adicional de la división del general Peled, que recibió a tiempo, formó un cuadro blindado en el que penetraron las fuerzas iraquíes inadvertidamente. La lucha comenzó durante la noche, a las tres de la madrugada. Los inocentes iraquíes, que habían ocupado posiciones entre las fuerzas israelíes, tuvieron que retirarse apresuradamente, tras sufrir un enorme número de bajas. Las fuerzas de Israel aprovecharon rápidamente su éxito y alcanzaron el área próxima a Kafr Shams; al día siguiente, los paracaidistas tomaron la vital colina de Tel Shams.

Los sirios se lanzaron al contraataque en la zona de Beit Jan, en la ruta principal que unía el vital cruce de Sasa con Tel Shams. Mientras tanto, la 40 Brigada Acorazada jordana, contribución de Hussein al esfuerzo de guerra; compromiso entre no hacer nada en absoluto y abrir un tercer frente a lo largo del río Jordán; había penetrado en Siria, y con base en Tel Hara, uno de los volcanes apagados tan abundantes en los Altos del Golán, apoyó a las fuerzas iraquíes por su flanco izquierdo en el contraataque antes mencionado. La división del general Lanner contraatacó a su vez y tomó dos posiciones dominantes, aunque en aquellos momentos se unieron las tropas sirias, iraquíes y jordanas, que nada pudieron hacer para impedirlo.

En aquel momento, los israelíes contaban con una línea muy fuerte que los árabes no consiguieron romper. En la batalla que se libró en el sector iraquí, fueron destruidos aproximadamente cien tanques iraquíes y "tocados" otros cuarenta carros jordanos, de los cuales quedaron destruidos treinta. Tras una lucha increíblemente dura, en la cual los sirios habían gozado de todas las ventajas iniciales, se había suprimido ya la amenaza al centro vital de Israel, y la capital de Siria era la que ahora se veía peligrosamente amenazada.

Todavía se discute sobre el escenario original de Sadat para la Guerra del Yom Kippur y su resultado final. No cabe duda de que la guerra estaba orientada hacia el quebrantamiento del desacuerdo: interrumpir el proceso mediante el cual el control de Israel sobre los territorios había llegado a ser un hecho irreversible, socavar el acuerdo israelí-americano para la preservación del status como el menor de los males e impedir que la distensión cristalizara en un definitivo arreglo que congelara para siempre la situación que prevalecía en Oriente Medio.

Según el propio Sadat, había explicado a Breznev, en abril de 1972, que "las cosas no se moverán a no ser mediante una operación militar, una gran ofensiva árabe", que obligaría a Israel a participar en una conferencia internacional y a aceptar las soluciones que allí se decidirían.

Pero ¿cuál era el objetivo específico de esta ofensiva?. Hay quienes aseguran que la ofensiva iba mucho más allá de unos objetivos puramente territoriales. Otros creen que Sadat esperaba conseguir una especie de estribo a lo largo de la ribera oriental del Canal de Suez y llegar a los pasos en una profundidad de 30 kilómetros. Los testimonios publicados por algunos jefes egipcios después de la guerra indicarían que lo que más les preocupaba era la cuestión de cómo impedir que el cruce del Canal se convirtiera en adicional derrota militar; al parecer, esto les preocupaba mucho más que el problema de cómo tomar todo el Sinaí.

Sin embargo, el mínimo objetivo aún se hallaba lejos de ser una realidad hacia el fin de la primera semana de lucha. La línea egipcia se extendía entonces a lo largo de todo el Canal de Suez, pero su penetración no había pasado los 10 kilómetros, demasiado poco para que los egipcios soportaran bien un fuerte contraataque israelí. El ministro de la Guerra egipcio, general Ismail, cuya planificación, hasta entonces, no figuraba más que en el papel, deseaba esperar y ver como reaccionaba Israel antes de que decidiera lanzarse a una guerra total. Específicamente, le desagradaba trasladar las restantes fuerzas blindadas; unos quinientos tanques; a la ribera oriental debido a las probabilidad de un asalto israelí de fuerzas aerotransportadas en la ribera occidental, lo que dejaría al descubierto el centro de su país. Por otra parte, el general Shazli, jefe del Estado Mayor egipcio, presionó para que se aprovechara el éxito inicial, rompiendo la cabeza de puente, bien en el Norte, a lo largo de la carretera de la costa, o hacia los pasos, más al Sur, con el apoyo de comandos trasladados en helicópteros que atacarían los extremos orientales de los pasos. Se hizo caso omiso a la idea del general Shazli y prevaleció la estrategia del general Ismail: la de detenerse, consolidar las posiciones y esperar a que Israel reaccionase.

El jueves, día 11 de octubre, trajo un cambio decisivo en el despliegue egipcio. Todavía de mala gana, los egipcios trasladaron al interior del Sinaí los quinientos tanques que mantenían en la ribera occidental del Canal para proteger la retaguardia de sus tropas. Egipto sufría las constantes peticiones sirias para que suprimiera parte del peso israelí que gravitaba sobre el Golán. Políticamente, el general Ismail no podía hacer otra cosa más que prepararse para un asalto en el Sinaí. Esta maniobra egipcia motivó que se produjese una violenta controversia por parte israelí. Existían los que alegaban que aquél era el momento adecuado para atacar la retaguardia de los egipcios, cruzando a la ribera occidental. "Llevando la pelota a la ribera occidental; dijo el general Sharon; nos hallaríamos en nuestro elemento, donde los blindados avanzarían con rapidez. Es un territorio clásico para los tanques".

No se escucharon sus palabras y prevaleció una estrategia más precavida, la sugerida por el general Bar-Lev, quien; aunque era ministro del Gabinete; había sido movilizado y nombrado inspector de todo el frente Sur, por el jefe del Estado Mayor. Se decidió esperar a que los egipcios avanzaran, cosa que sin duda tendría que ocurrir antes de que Israel lanzara un contraataque decisivo. Las escasa reservas de Israel, su elevado número de bajas y la masiva operación de suministros efectuado por los rusos, tanto por vía aérea como marítima a los ejércitos sirios y egipcios; hasta entonces no superados por los que enviaban los Estados Unidos a Israel; influyeron en la decisión de no comprometer las reservas de Israel hasta que hubiese amainado el vendaval egipcio.


La Armada de Israel, relegada a un papel auxiliar en anteriores guerras, desempeñó el que en verdad le correspondía durante la del Yom Kippur. Esto se debía a que la Flota había reconocido, quizás antes que otras armas, el revolucionario impacto de los cohetes en el arte de la guerra.

Israel había formado su propia flota de lanchas lanzacohetes; cinco de ellas sacadas de contrabando de su astillero francés en Cherburgo (Francia), el día de Navidad de 1969, desafiando así el embargo de armas dictado contra Israel por el general De Gaulle. Estas lanchas Saar, más dos modelos de fabricación nacional denominados Reshef, estaban armadas con un cohete diseñado y fabricado en Israel, el Gabriel. Tiene solamente un alcance de 20 kilómetros, la mitad de los Styx empleados por las flotas combinadas de Egipto y Siria en veintiocho lanchas. Pero el sistema de guía del Gabriel era mucho más moderno.

Desde el primer día de guerra, cuando Israel hundió a cuatro embarcaciones sirias, la mayor parte mediante el Gabriel, la Armada de Israel dispuso de medios para combatir a su gusto. En el primer miércoles de la guerra, el 10 de octubre, fueron hundidas tres lanchas sirias cerca de Port Said, e Israel atacó, asimismo, a otras lanchas amarradas en el puerto de Tartus, hundiendo cuatro, aunque, al mismo tiempo, averiaba seriamente a buques de carga griegos, rusos y japoneses, anclados en el puerto. A partir de entonces Israel dominó toda la línea costera. Sus lanchas patrullaban durante las veinticuatro horas del día, disparando contra "todo cuanto se movía". Sus cañones de 76 mm. desempeñaron un importante papel en la destrucción de las instalaciones petrolíferas sirias de la costa, así como causar graves daños en las estaciones de radar, complejos militares y depósitos de suministros, tanto en las costas sirias como en las egipcias. Por supuesto, la Armada también atacó algunos de los emplazamientos septentrionales de cohetes Sam.

Fue así como la Armada de Israel se comportó como una de las mejores armas durante la enconada y realmente amarga guerra.

No cabe duda de que los rusos conocían de antemano el ataque árabe en el Yom Kippur. La "adecuada" evacuación de los expertos rusos, así como el lanzamiento efectuado el 6 de octubre de un satélite Cosmos de reconocimiento, permiten llegar a esta conclusión. Ya el lunes, el Secretario General del Partido Comunista, Leónidas Breznev, urgía a otros estados árabes, como Irak y Argelia, a que participaran en la lucha. A partir de este día, los suministros rusos fueron en aumento, hasta que se llegaron a registrar, el día 12 de octubre, viernes, un total de sesenta vuelos desde Damasco a El Cairo.

Las reservas de Israel, con respecto a ciertos tipos de munición, escaseaban. Sus pérdidas de aviones y tanques obligaron a solicitar un suministro americano similar. Al principio, esto fue en vano. Algunos miembros de la Información Militar habían supuesto, al principio, una rápida victoria israelí que hubiera hecho innecesario un suministro por vía aérea. Pero hay pruebas evidentes de que el Secretario de Estado norteamericano, doctor Henry Kissinger, había retenido la petición porque deseaba una derrota de Israel, aunque limitada, pero suficientemente grande como para satisfacer el "orgullo árabe herido"; una derrota lo bastante modesta como para que los rusos pudiesen hacer una propaganda triunfalista; una derrota suficientemente moderada como para lograr que Israel tomara asiento ante la mesa de conferencias para discutir la Resolución 242 y, finalmente, una derrota suficientemente tolerable como para evitar el colapso del Gabinete de la señora Meir y le sucediera otro gobierno que, sin duda, se mostraría más intransigente. Persiguiendo estos objetivos, el doctor Kissinger pronosticaba y apoyaba un alto el fuego, con los egipcios en plena posesión de la ribera oriental del Canal de Suez. Sin embargo, Sadat rechazó tal solución. El único alto el fuego que él aceptaría tendría que ir ligado a una solución a largo plazo: total evacuación de los territorios ocupados por Israel en 1967 y reconocimiento de los legítimos derechos del pueblo palestino. Los rusos parecieron apoyar la iniciativa de Kissinger y presionaron a Sadat, alegando que, al menos él, ya había expuesto sus puntos de vista políticos.

Cuando tal iniciativa fracasó, los Estados Unidos decidieron efectuar un envío masivo de suministros a Israel por vía aérea, transportes que se iniciaron el domingo, 14 de octubre. Los suministros aéreos se enfrentaron entonces con una dificultad de carácter logístico. El martes, tercer día de guerra, el Consejo de Ministros de Kuwait anunció una reunión de productores árabes de petróleo para discutir el papel que desempeñaban los crudos en el conflicto. Al día siguiente, los expertos petrolíferos de Egipto y Arabia Saudi discutían la manera de cómo habría que usar el arma del petróleo. Europa recibía más del 70% de su petróleo de manos de los árabes, por lo que los europeos se negaron sistemáticamente a proporcionar bases a los americanos para sus suministros aéreos, pues de otro modo ponían en peligro su suministro de crudos. Finalmente, los Estados Unidos tuvieron que canalizar sus envíos a Israel a través de la base arrendada a Portugal, en las Islas Azores.


El 14 de octubre, domingo, el ministro de Defensa de Israel anunció que hasta entonces, en la guerra, habían muerto seiscientos cincuenta y seis soldados israelíes. Más tarde se supo que por lo menos cien de los dados como desaparecidos, también habían muerto. Fue aquel mismo día, cuando a las seis de la mañana, los blindados egipcios iniciaron una ofensiva hacia el Este, en realidad, el estallido que esperaban las I.D.F. El ataque egipcio se concentraba en cuatro puntos diferentes. La batalla principal se libró en el sector central, contra las fuerzas del general Sharon, donde unos ciento diez tanques egipcios fueron destruidos durante el día. La División del Norte, a las órdenes del general Adan, y la División del Sur, al mando del general Mandler, también lucharon contra los intentos del Tercer Ejército egipcio de romper el frente y avanzar hacia el Sudeste, a lo largo del golfo de Suez y en dirección a los campos petrolíferos de Abu Rodeis. Este intento fue abortado por las Fuerzas Aéreas de Israel, que destruyeron la mayor parte de una brigada egipcia. En total, durante el 14 de octubre, los egipcios perdieron más de doscientos tanques en el fracasado asalto para conseguir el tan ansiado avance.

Se ha calculado que en la lucha de aquel día tomaron parte más tanques que los mil seiscientos británicos, alemanes e italianos que libraron la batalla de El Alamein, a 320 kilómetros de El Cairo durante el mismo mes, en 1942.

Los tanques Patton y Centurión de Israel gozaban de una pequeña ventaja comparados con los carros rusos empleados por los egipcios, ya que su ángulo de tiro vertical y amplio les capacitaba para disparar cuesta abajo, exponiendo solamente la torreta, con lo cual aprovechaban el accidentado terreno del Sinaí Occidental.

A mediodía del 14 de octubre, el ataque egipcio había quedado tan desbaratado que muchas de sus unidades incluso tuvieron dificultades para hallar el camino de regreso a la cabeza de puente. Acto seguido, los carros de Israel trataron de cortar la retirada a los egipcios. Uno de los comandantes informó sobre el hecho de que en la batalla que duró hasta las tres de la madrugada, sus fuerzas habían provocado cincuenta y cinco "hogueras"; la mitad de ellas tanques, y el resto, piezas de artillería y transportes de tropas; sin haber sufrido ni una sola baja. El general Ismail declaró más tarde que se había visto obligado a iniciar una amplia ofensiva antes de que llegara el momento más idóneo para ello, con objeto de aliviar las presiones que pesaban sobre Siria. Trató de regresar a las cabezas de puente para proceder a su consolidación y convertirlas en "poderosa roca contra la cual se estrellarían los contraataques del enemigo".

En la tarde del 15 de octubre, lunes, cuando no hubo duda alguna de que los egipcios no intentarían salir de nuevo de sus cabezas de puente, se encendió la luz verde para el cruce del Canal hacia el Oeste.

El general Sharon fue encargado de llevar a cabo la travesía del Canal. Antes de la guerra, cuando era comandante del Mando Sur, había elegido ya un punto para cruzar el Canal, situado entre los dos Lagos Amargos, cerca de la entrada del Canal. En este punto, situado a unos 20 kilómetros al Sur de Ismailia, las enormes rampas del Canal aparecían muy disminuidas en su volumen y su parte más débil estaba marcada con ladrillos rojos. Las fuerzas estaban formadas por tres brigadas acorazadas, contando cada una de ellas, en un principio, con noventa o cien tanques, número que disminuyó al cabo de una semana de lucha: una brigada de infantería, incluidos paracaidistas, y un cuerpo especial de ingenieros, con equipo para remover tierras, motoras y equipos de pontones. Frente a esta división estaba, la 21 División Acorazada egipcia con tantos tanques como la de Sharon, núcleo del Segundo Ejército egipcio, a las órdenes del general Sad Mam.

Desde un principio se hizo evidente que el éxito de la operación dependería de la velocidad y sorpresa de la misma. Si el factor sorpresa dejaba de existir, los egipcios podían haber reunido un número considerable de tanques para esperar en la ribera occidental del Canal. El problema del general Sharon consistía en cómo llegar hasta el agua y establecer una cabeza de puente la misma noche. Se eligió el punto de penetración entre el Segundo y Tercer Ejércitos egipcios. Al llegar el crepúsculo del 15 de octubre, una de las tres brigadas acorazadas se lanzó al ataque por el Oeste, mientras que otra lo hacía en dirección Sudoeste, hacia el Gran Lago Amargo. Un tercer grupo avanzó hacia el Norte para establecer un perímetro de seguridad. A medianoche se había logrado el enlace con los paracaidistas de la tercer brigada, y una hora más tarde el propio general Sharon se encontraba sobre el Canal, con aproximadamente doscientos paracaidistas.

Pero los objetivos más importantes no se consiguieron: al amanecer no se había establecido la cabeza de puente e incluso aún no eran nada seguras las carreteras que conducían al punto de cruce. Por otra parte, el grupo que había avanzado hacia el Norte tropezó con fuerte resistencia egipcia al cabo de pocos kilómetros, por lo que en aquellos momentos el grupo iniciaba un combate que iba a durar los dos días siguientes.

A mediodía del 16 de octubre, martes, Sadat, sin haberse enterado aún, por supuesto, de que las tropas de Israel habían pasado a la ribera occidental y de la enorme importancia de esta operación, pronunció un discurso en público, en el que por vez primera exponía los objetivos de la guerra.

Prometió continuar luchando para liberar la tierra ocupada por Israel en 1967 y hallar los medios necesarios para conseguir se respetaran los derechos legítimos del pueblo palestino. Declaró su buena disposición, una vez se hubiese llevado a cabo la retirada de los territorios ocupados, para asistir a una conferencia internacional de paz en las Naciones Unidas. Y lo que aún era más significativo, anunció que estaba dispuesto a aceptar un alto el fuego, con la condición de que las fuerzas de Israel se retiraran de todos los territorios ocupados a las líneas anteriores al 5 de junio de 1967, bajo supervisión internacional. Pocos días después, el presidente Sadat estaría dispuesto a aceptar un alto el fuego en condiciones muy diferentes a las expuestas.

Horas después, la señora Meir habló ante el Knesset, que se había reunido en sesión especial en Jerusalén. Replicando al presidente Sadat, dijo: "No nos cabe la menor duda de que, una vez más, se ha hecho la guerra en contra de la propia existencia del Estado judío: nuestra supervivencia está en juego.... Los Ejércitos de Egipto y Siria, con la ayuda de otros Estados árabes....han ido a la guerra con el exclusivo objeto de alcanzar las líneas del día 4 de junio de 1967 y de camino, a la vez, para conseguir su propósito principal: la conquista y destrucción de Israel".

Atacó a la Unión Soviética por suministrar armas ofensivas a los árabes, y denunció los embargos de armas en el Oriente Medio, o, lo que era igual, las exportaciones anunciadas por Inglaterra y Francia. Con respecto a los objetivos de guerra de Israel, dijo: "Llegará el alto el fuego cuando se rompa la fuerza del enemigo. Estoy segura de que, cuando hayamos llevado al enemigo al borde del colapso, los representantes de varios Estados no se mostraran "lentos" en presentarse voluntariamente a salvar a nuestros agresores...". Lo más importante de su discurso fue, quizás, el breve anuncio de que el Ejército de Israel ya se encontraba dando los pasos necesarios para llegar a una resolución militar del conflicto con Egipto: "Un contingente de las I.D.F. está operando en la ribera occidental del Canal de Suez". Era la primera noticia acerca de la cabeza de puente de Arik Sharon. En principio, la señora Meir había pensado en enunciar el establecimiento de una cabeza de puente. Sin embargo, esta parte vital de la operación se silenció, porque aún no se había logrado.

Mientras Sharon, con su reducido grupo de hombres, no tropezaba con ninguna oposición en la ribera occidental, se estaba librando una de las más feroces y costosas batallas de toda la guerra a unos 3 kilómetros de la ribera oriental, tras ellos, alrededor de la llamada confluencia de carreteras de la Granja China. La Infantería egipcia había conseguido infiltrarse en la zona de confluencia, en el Norte, y con rampas de cohetes dirigidos electrónicamente hacían que resultase inaccesible el cruce de carreteras y a la vez habían llegado hasta el Sur, atacando intermitentemente la confluencia. Y toda la operación se hallaba en aquellos momentos muy retrasada. A las nueve de la mañana del 17 de octubre, miércoles, sólo unos treinta tanques y aproximadamente dos mil hombres habían cruzado el Canal. La artillería egipcia había disparado a cero sobre la zona de confluencia, convirtiendo el lento paso del convoy en una operación enormemente dificultosa. La carga principal que había que transportar era el puente: flotadores rectangulares de acero transportados en camiones. Algunas de las secciones del puente quedaron dañadas por los obuses, lo que significaba que no habría posibilidad de tender un puente dentro de las doce horas siguientes. Si cualquier grupo de fuerzas se hubiera presentado repentinamente en la ribera oriental, los israelíes no hubiesen podido hacer nada en absoluto. Trasladar a la otra orilla del Canal a una división con barcazas hubiera requerido por lo menos mil viajes de ida y vuelta.

El plan original de la operación consistía en que las fuerzas del general Sharon aseguraran la cabeza de puente, mientras que la división del general Adan avanzaría aprovechando la situación. De las diferentes opciones sugeridas para tal fase de la operación quedó suprimida la de avanzar hacia el Norte, hacia Ismailia, a causa del complejo sistema de canales, la "barrera agrícola" que convertiría cualquier avance en tal dirección en algo pesado, molesto y presumiblemente difícil. Por tanto, se había decidido avanzar hacia el Sur, hacia Suez, y aislar al Tercer Ejército. La ruta se extendía a lo largo de arena abierta y firme, donde las columnas de Israel podrían avanzar con rapidez. Durante 30 kilómetros, los israelíes tendrían un flanco protegido por los Lagos Amargos, barrera que ninguna de ambas partes podría cruzar. Una vez situadas en el Sur, las I.D.F. sólo tendrían que controlar un frente de unos 20 kilómetros, entre Shalufa y Suez, con objeto de atrapar al Tercer Ejército. En la mañana del martes, aquel plan pareció no ser útil en absoluto. Las fuerzas del general Adan, en lugar de cruzar inmediatamente para iniciar el largo avance hacia el Sur, tuvieron que empeñarse en la dura lucha de la Granja China, batalla orientada a asegurar un pasillo de aproximación al cruce.

Mientras tanto, las fuerzas del general Sharon, después de la amarga discusión entre Sharon y sus superiores, se dedicaron a atacar depósitos de petróleo, volándolos y, lo que demostró ser de primerísima importancia, destruyendo los emplazamientos de cohetes Sam, despejando así un terreno excelente para el aterrizaje de los aviones israelíes, a la vez que creaban un pasillo aéreo de penetración.

Cuando el presidente Sadat dejó de mencionar en su discurso la invasión israelí, se supuso en Israel que esta actitud era deliberada. Al Mando israelí, no se le ocurrió pensar que, muy probablemente, ni el presidente Sadat ni el general Ismail sabían lo que estaba ocurriendo. Según la versión dada por el general Ismail, la primera noticia que tuvo sobre la invasión fue "información que le estaba esperando cuando regresó de la sesión de la Asamblea del Pueblo, concerniente a la infiltración de un pequeño número de tanques anfibios". El mensaje añadía que, de acuerdo con la opinión del mando local, "era posible destruirlos rápidamente", por lo cual había sido enviada para tal misión un batallón de choque. Hasta el oscurecer del día 16 de octubre, martes, veinticuatro horas después de haberse iniciado la operación, los egipcios no planificaron un ataque coordinado en las cercanías del puente de cruce.

Durante toda la noche, los tanques estuvieron enzarzados en duro combate. Lenta y dramáticamente, se fue reduciendo también la resistencia egipcia, en la Granja China y el fuego en los puntos de cruce disminuyó lo suficiente como para que los ingenieros israelíes montasen los pontones para el tan esperado y retrasado puente. En la pequeña zona de la Granja China, después del combate, se contaron más de mil quinientos vehículos quemados, la mitad de los cuales pertenecían a ambos bandos. A mediodía del miércoles, y con casi treinta horas de retraso, ya se hallaba el primer puente en su lugar y sobre él comenzaron a pasar las tres brigadas de tanques del general Adan. Poco después, se instaló el segundo puente sobre el Canal. Por entonces, el elemento sorpresa se había perdido por completo. La artillería egipcia disparaba a cero sobre los puntos de cruce, por lo cual tanto el montaje de los puentes como su cruce, implicaron grandes bajas.





La Unión Soviética se había convencido de la necesidad de un alto el fuego al cabo de unos pocos días de lucha; al parecer, sus expertos se mostraban muy pesimistas acerca de la habilidad de los egipcios para enfrentarse a un poderoso contraataque israelí que necesitaría de una rápida improvisación en lugar de una planificación bien hecha de antemano. El martes, Kosiguin decidió observar personalmente el progreso de la guerra. Voló hasta El Cairo, llegando poco después de que la señora Meir anunciara el establecimiento de una cabeza de puente por parte de Israel en el Canal de Suez. Una vez estuvo clara para los rusos la magnitud del desastre, Breznev envió una urgente solicitud al presidente Nixon para que él, a su vez, enviara al Secretario de Estado, Kissinger, a Moscú, con objeto de entablar negociaciones para poner fin rápidamente a las hostilidades que, si continuaban, serían muy difíciles de detener. Los rusos hicieron hincapié en que no podían permitir una derrota egipcia y que estaban dispuestos a adoptar las medidas necesarias para que tal cosa no sucediera. En consecuencia, a las cinco de la madrugada del sábado, 20 de octubre, Kissinger y un grupo de funcionarios partió hacia Moscú.

Por entonces, la división mandada por el general Magen; quien sustituyó al general Mandler, muerto en la lucha; también había cruzado los puentes. Así pues, en la ribera occidental del Canal de Suez ya había tres divisiones israelíes. Las fuerzas del general Sharon, en el Norte, se vieron obligadas a combatir en la zona de cultivos creada por los canales de agua dulce, en dirección a Ismailia.

Las fuerzas del general Adan avanzaron en dirección a Genifa-Suez, al mismo tiempo que despejaban la zona situada al oeste del Lago Amargo y de la propia ribera occidental del Canal. El general Magen describió con sus hombres un amplio arco hacia el oeste de Yebel Genifa, en dirección al puerto de Adabiya, en el golfo de Suez.

El domingo, 21 de octubre, el Alto Mando de El Cairo, en una conferencia de prensa, la primera que se celebraba durante la guerra, admitió que había dos pequeñas bolsas de israelíes a unos diez kilómetros de distancia, en el interior de Egipto, pero alegó que ambas bolsas se hallaban perfectamente cercadas por millares de soldados egipcios. La verdad era que, en aquellos momentos, las fuerzas de Israel no sólo habían avanzado en gran parte hacia Suez, sino que también habían desmantelado los emplazamientos de los cohetes. La comparativa libertad en el aire disfrutada por los Mirage y Phantom israelíes aquel día se manifestó por sí misma en el combate aéreo. Los egipcios, obligados a comprometer sus Mig en un esfuerzo por detener el avance israelí, perdieron diecisiete cazas en el transcurso de un solo día. Las tropas israelíes, avanzando rápidamente hacia la carretera de El Cairo-Suez, amenazaban con cortar el cordón umbilical del Tercer Ejército; sus fuerzas ascendían a unos veinte mil hombres, más aproximadamente unos trescientos o cuatrocientos tanques todavía intactos, por lo cual se consideraban tropas altamente vulnerables.

Tal y como había pronosticado la señora Meir, cuando se hizo evidente la victoria judía, las Superpotencias inmediatamente se pusieron de acuerdo para un alto el fuego. Por último, se puso en movimiento la oxidada maquinaria del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Poco después de las diez de la noche del domingo, en Nueva York; exactamente después de las cuatro de la madrugada en la zona de guerra; se reunió el Consejo de Seguridad y, tras un breve debate, se adoptó la Resolución 338, apoyada tanto por los Estados Unidos como por Rusia. La resolución requería a ambas partes en lucha para que cesara el fuego inmediatamente, así como toda clase de actividades militares. Se concedía a ambos bandos un plazo de doce horas para que lo hiciesen desde las posiciones que ocuparan en ese momento. El hecho de que el presidente Sadat, que días antes había declarado que no aceptaría un alto el fuego a no ser que Israel se retirase de todos los territorios ocupados en 1967, era algo que ahora se remplazaba por un alto el fuego "in situ", y esta circunstancia atestiguaba más que ningún otro hecho el cambio decisivo que se había operado en el campo de batalla. La resolución también instaba a ambas partes para que, después que entrase en vigor el alto el fuego, se sometiesen a la Resolución 242 del Consejo de Seguridad, en todas sus partes, y concluía con la provisión de que "inmediatamente y tras el alto el fuego se iniciaran negociaciones entre las partes interesadas, y bajo los adecuados auspicios, orientadas al establecimiento de una paz justa y duradera en Oriente Medio". Aun cuando el "cumplimiento" de la Resolución 242 se podía considerar como una concesión a los árabes, la última, en la que se instaba a unas negociaciones entre ambas partes, se consideraba como una concesión a los israelíes. Sin embargo, la resolución de alto el fuego contenía una laguna: el acuerdo no presentaba propuesta alguna sobre observaciones u obligación del alto el fuego. Éste entraría en vigor el lunes, 22 de octubre, a las 5'58 de la tarde.


La última semana de guerra fue testigo de una intensa lucha en el Norte, pero de muy pocos cambios territoriales. Las fuerzas de Israel habían penetrado en Sasa, pero, al hallarse expuestas a contraataques y muy preocupadas por sus canales de suministros, se retiraron de aquella confluencia y ocuparon posiciones más al Oeste. Israel había alcanzado sus principales objetivos en aquel frente: se había despejado todo el Golán y se hallaba bajo seguro control de Israel una enorme extensión de territorio al este de la anterior línea de alto el fuego. Más allá se hallaba la capital de Siria, claramente visible desde las posiciones israelíes. Su conquista hubiese implicado considerables dificultades militares, así como numerosas bajas, además se consideraba políticamente imprudente por muchas razones, sobre todo ante la suposición de que los rusos, en vista de su compromiso con Siria, no se quedarían de brazos cruzados si la capital de sus aliados caía en manos judías. Mientras tanto las principales unidades de las I.D.F., incluidas las aéreas y las acorazadas, se habían trasladado al Sur, al frente egipcio, donde se estaba librando la batalla decisiva de la guerra.

Sin embargo había una posición israelí que no se había recuperado todavía: la del Monte Hermón, en poder de los sirios, que la habían tomado en las primeras horas de la guerra. Era vital, no sólo para evitar que los sirios dispusieran de observación visual y electrónica desde aquel puesto, sino para asegurar estos medios para Israel con objeto de poder observar el propio corazón de Siria.

Con el alto el fuego a la vista, se realizó un intento con paracaidistas lanzados desde helicópteros y unidades de Infantería que escalaron el lado más accidentado que conducía a su cima, situada a unos 3.000 metros sobre el nivel del mar, infantería que estaría apoyada por la artillería, blindados y aviación. Los cañones sirios, emplazados alrededor de la fortaleza, lucharon obstinadamente, apoyados por los aviones, nueve de los cuales fueron derribados. A las once de la mañana del 22 de octubre, lunes, ocho horas antes de que entrara en vigor el alto el fuego, los israelíes completaron la operación con rotundo éxito: las banderas de Israel y de la brigada Golani ondearon, una vez más, en la antena de la radio sobre el fuerte: "los ojos y oídos de Israel".





El Gobierno de Israel había aceptado de mala gana el alto el fuego, ya que opinaba que, después de casi tres semanas de enconada lucha y de grandes pérdidas, se le arrebataba de las manos el precio de la victoria. El presidente Sadat también lo había hecho con la esperanza de salvar al Tercer Ejército de una completa aniquilación. Finalmente, Siria anunció asimismo que aceptaba, aunque "sobre la base de una completa retirada de las fuerzas israelíes de todos los territorios árabes ocupados en junio de 1967 y más tarde...", condición que se oponía claramente a la resolución. De todos modos la lucha continuó. Entre el momento en el que se adoptó la resolución y la hora en que entró en vigor, las fuerzas israelíes habían terminado ya de cortar la carretera El Cairo-Suez. El Tercer Ejército egipcio intentó desesperadamente romper el cerco. Como Egipto no había suspendido el fuego, las I.D.F. no vieron razón alguna para hacerlo unilateralmente, y así emplearon las horas de intervalo para reforzar el círculo que rodeaba al Tercer Ejército.

A petición del presidente Sadat, se reunió el Consejo de Seguridad, en otra sesión de urgencia el martes, 23 de octubre, y una vez más, fueron las dos superpotencias las que propusieron una resolución conjunta. Esta resolución, la número 339, adoptada por 14 votos por ninguno en contra, y una sola abstención, aunque confirmaba la decisión de un inmediato cese de las hostilidades, urgía "que las fuerzas regresaran a las posiciones que ocupaban en el momento en que el alto el fuego e había hecho efectivo". Como tales posiciones eran materia de controversia y el propio destino del Tercer Ejército dependía de cual de las versiones se aceptara, esta cláusula sirvió de muy poco o más bien de nada para aclarar el tema. El Consejo de Seguridad también solicitó al Secretario General que tomase las oportunas medidas para que un grupo de observadores de las Naciones Unidas se trasladara a Oriente Medio, con objeto se supervisar el cumplimiento del alto el fuego.

A pesar de esta nueva resolución, la lucha continuó. La Unión Soviética, en desesperado intento de salir fiador de su cliente egipcio y restablecer su credibilidad ante los ojos de los árabes, se enzarzó en una serie de movimientos militares y diplomáticos que sin duda indicaban su voluntad de intervenir unilateralmente en el conflicto, siempre con el exclusivo objeto de salvar al Tercer Ejército. El Secretario del Partido, Breznev, envió una enérgica nota al Gobierno de los Estados Unidos apremiando el envío de fuerzas de las dos Superpotencias para que reforzasen el alto el fuego, añadiendo que, si los Estados Unidos se negaban a ello, entonces la Unión Soviética se vería obligada a actuar sola. Simultáneamente, la C.I.A. informaba de la presencia de siete buques de desembarco y dos portahelicópteros para transporte de tropas en aguas del Mediterráneo; además, se hallaban en estado de alerta siete divisiones soviéticas aerotransportadas, con una división a nivel de superalerta, dispuesta a actuar en el acto. Un nuevo elemento en la situación demostraba que las Fuerzas Aéreas soviéticas había retirado la mayor parte de los grandes transportes empleados en los suministros aéreos a Egipto y Siria a sus bases rusas. Por tanto, podrían llegar a emplearse para transportar tropas soviéticas a la zona del conflicto.

Para evitar cualquier movimiento precipitado por parte de la Unión Soviética, el Gobierno de los Estados Unidos decidió una alerta nuclear mundial, recibiendo todos los mandos la orden de adoptar el estado de defensa 3, estado superior al de una defensa normal de tiempos de paz, situación en la que las tropas esperaban órdenes más concretas y se cancelaban todos los permisos. A continuación, se rumoreó en Washington que esta alerta nuclear mundial se había producido más debido a consideraciones internas que a otros factores, puesto que el escándalo de Watergate había alcanzado otro punto crucial aproximadamente por aquellas fechas, como resultado de la decisión de Nixon de despedir a su fiscal especial Archibald Cox, que estaba investigando el escándalo. Este alegato fue desmentido enérgicamente por todos los implicados directamente en el asunto. En todo caso, el "debate acerca de una alerta nuclear" desapareció con la misma rapidez que había surgido. Dentro del Consejo de Seguridad se estableció un compromiso mediante el cual se excluirían a los miembros permanentes del Consejo y, en consecuencia, a las dos superpotencias de la inmediata operación de lograr la paz. El Secretario General de las Naciones Unidas, Kurt Waldheim, recibió la aprobación unánime al proponer se enviasen fuerzas de Austria, Finlandia y Suecia, entonces de guarnición en Chipre, a la zona de guerra de Oriente Medio.

La alerta nuclear de los Estados Unidos situó en un primer plano la tensión latente entre los Estados Unidos y sus aliados de la O.T.A.N. que protestaban por no haber sido consultados de antemano. Los Estados Unidos respondieron haciendo hincapié en su irritación hacia los países europeos por no haber ayudado a los americanos en el asunto de Oriente Medio. Excepto Portugal, que había concedido permiso de aterrizar a los aviones americanos para que desde las Islas Azores se dirigiesen a Israel con suministros de guerra, ninguna otra nación europea se prestó a colaborar con los americanos durante la Guerra del Yom Kippur.

El acuerdo o, más bien, el "arreglo" establecido por las Superpotencias no se reflejó inmediatamente en el frente de batalla. El jueves se renovó la lucha en el área de Suez y, una vez más, los observadores enviados desde El Cairo fracasaron en su intento de establecer una satisfactoria línea de alto el fuego. Era realmente desesperada la solicitud de ayuda del Tercer Ejército. Los hombres llevaban cuatro días aislados, y los cálculos más generosos estimaban que no podrían resistir otra semana. Israel permitió el paso de un envío de plasma sanguíneo destinado a los heridos, pero se negó a autorizar el paso de provisiones, incluso agua, ya que tales provisiones contribuirían al establecimiento de una base bien consolidada que en el futuro pudiera constituir una nueva amenaza, o agresión.

Hasta entonces, Egipto sólo había informado de la captura de cuarenta y ocho israelíes, y Siria, que había mostrado por televisión a los prisioneros judíos, no había informado nada en este sentido, mientras que Israel, en la mañana del 24 de octubre contaba con mil trescientos prisioneros de guerra, novecientos ochenta y ocho egipcios, doscientos noventa y cinco sirios, doce iraquíes y cinco marroquíes. Resultó entonces palpable que, a pesar de lo establecido en este terreno por la Convención de Ginebra, los árabes se preparaban para usar como carta escondida en la manga el tema sentimental de los prisioneros de guerra. Otra carta que se estaba ya usando era el mantenimiento de un bloqueo naval en los estrechos de Bab-el-Mandeb, en la entrada sur del Mar Rojo, considerado por Israel como acto de guerra y como violación del alto el fuego.

Mientras los demás frentes se mantenían tranquilos durante el 26 de octubre, viernes, el cercado Tercer Ejército realizó un desesperado y último intento por mejorar su posición. Protegidos por el fuego de tanques y artillería, los egipcios intentaron hacerse con el control de los puentes de pontones situados al sur del Pequeño Lago Amargo y tender uno nuevo a través del Canal, al sur de Suez. Tras un combate que duró tres horas, en el cual desempeñó un importante papel la Fuerza Aérea israelí, el intento egipcio fracasó estrepitosamente, quedando su nuevo puente en ruinas. Aquel día también se tuvieron pruebas evidentes de que se desmoronaba la moral del Tercer Ejército, ya que los israelíes capturaron numerosos grupos de soldados, a menudo sin lucha, que habían desertado del grueso de sus fuerzas e intentaban regresar a su país.

El secretario de Estado norteamericano inició entonces una intensa labor de negociaciones diplomáticas para impedir el colapso del Tercer Ejército. Ya fuese motivado por la preocupación de la posibilidad de una directa intervención soviética y el consecuente peligro de enfrentamiento de las Superpotencias, o quizá por su deseo de evitar una total y completa humillación egipcia y salvar algo de la "derrota limitada" que había previsto desde un principio, lo cierto fue que el secretario de Estado presionó con dureza al Gobierno de Israel para que permitiera un suministro regular al Tercer Ejército. El sábado, 27 de octubre, veintiún días después de estallar las hostilidades, quedaron en silencio los cañones en ambos frentes. Pocas horas después, los jefes militares egipcios e israelíes se reunían en el kilómetro 101 de la autopista Suez-El Cairo; a 80 kilómetros aproximadamente de la capital egipcia; donde finalmente fijaron los detalles del suministro al Tercer Ejército.

Desde un punto de vista militar, la guerra que había comenzado en las peores circunstancias que Israel pudiera haber pensado y con las más que prometedoras condiciones con que las fuerzas árabes podrían haber esperado y para la que se habían preparado, tuvo como resultado la victoria de las fuerzas de Israel. Aunque Egipto mantenía dos grandes cabezas de puente en la ribera oriental del Canal de Suez, las fuerzas de Israel retenían unos 1.600 kilómetros cuadrados en la ribera occidental del Canal, con sus fuerzas más occidentales situadas aproximadamente a 70 kilómetros de El Cairo; el Tercer Ejército egipcio estaba atrapado y, de no ser por la intervención de las Naciones Unidas y de las Superpotencias, habría sido condenado. En el Norte, Israel retenía 600 kilómetros cuadrados de territorio más allá de la línea de tregua de 1967, llegando hasta unos 40 kilómetros de Damasco. Según cálculos americanos, las fuerzas combinadas árabes habían perdido aproximadamente unos dos mil doscientos tanques y unos cuatrocientos cincuenta aviones, mientras que Israel había perdido ochocientos tanques y ciento quince aviones. Muchos de los tanques sirios y egipcios semiquemados o averiados quedaron en territorio israelí y más tarde fueron reparados. Israel mantenía ocho mil ochocientos prisioneros de guerra, y Egipto y Siria, algo menos de cuatrocientos.

Aun cuando en Israel reinaba la sensación de profundo alivio por haberse salvado de un inmenso peligro, no se celebró la victoria. Israel había perdido dos mil quinientos veintidós hombres, casi el 1%o de su población, un promedio de ciento cinco por día hasta el 27 de octubre en que cesó la lucha. El hecho de que los Ejércitos árabes hubiesen sufrido muchísimas más bajas; los sirios calculaban unos tres mil quinientos muertos y los egipcios unos quince mil; no constituyó satisfacción alguna para los israelíes.

El día 11 de noviembre se firmó el acuerdo de alto el fuego entre Israel y Egipto en el kilómetro 101 de la carretera Suez-El Cairo. Este acuerdo establecía normas para el suministro de alimentos, agua y medicinas a la malparada ciudad de Suez, así como suministros, no militares, por supuesto, al Tercer Ejército, en la ribera oriental del Canal de Suez. Asimismo, establecía diferentes normas a seguir para el intercambio de prisioneros.

La Conferencia de Paz de Ginebra se inició el 21 de diciembre de 1973 con la participación de Egipto, Jordania e Israel, bajo los auspicios de los Estados Unidos y la Unión Soviética. La silla reservada a Siria aparecía vacía. Tras el ceremonial de la inauguración e intercambio de discursos, quedó aplazada. El 18 de enero de 1974 se estableció un acuerdo de separación de fuerzas entre Egipto e Israel, y el 1 de marzo de 1974, el acuerdo se había hecho por completo realidad. Israel convino en retirar todas sus fuerzas de la ribera occidental del Canal y, acto seguido, un conjunto de fuerzas de las Naciones Unidas estableció un cinturón de casi 11 kilómetros de anchura entra las fuerzas egipcias en la ribera occidental del Canal y los israelíes. A cada lado del cinturón de la O.N.U. se establecieron zonas de defensa, en las que tanto los egipcios como los israelíes mantenían un número limitado de hombres, aproximadamente siete mil soldados, treinta y tres tanques y treinta seis piezas de artillería. Las negociaciones con Siria, negociaciones del mismo estilo, fueron mucho más largas, acompañadas de fuego pesado, aunque muy localizado. Una de las mayores dificultades con las cuales se tropezó en las negociaciones, fue la negativa siria a entregar las listas de sus prisioneros de guerra israelíes, incluso tras haber transcurrido un considerable período de tiempo durante el cual también se habían negado a que se les visitara. En el Golán se había encontrado cuerpos de soldados judíos muertos con las manos atadas a la espalda, y mientras no se consiguieran las listas antes mencionadas, el temor de que el resto de los prisioneros israelíes corriese la misma suerte fue algo que se convirtió en tema de interés nacional para Israel. Por último el 31 de mayo de 1974 se firmó un acuerdo con Siria que más bien tenía carácter militar. Israel aceptó abandonar todo el territorio ocupado al este de las líneas del alto el fuego de 1967; acto seguido, se estableció otro cinturón de fuerzas de la O.N.U., y a cada lado zonas defensivas en las que se permitía la presencia de muy limitadas fuerzas. Éstas eran mucho menos numerosas que las del Sur, considerando, además, la naturaleza del terreno.

Fueron acuerdos puramente militares firmados por los comandantes de ambas partes: el egipcio, en el kilómetro 101, y el sirio, en Ginebra.

Tras unas prolongadas y complejas conversaciones sostenidas por el secretario de Estado norteamericano, Kissinger, que terminaron en un callejón sin salida en marzo de 1975 y que volvieron a reanudarse en agosto del mismo año, se negoció nuevamente, en Ginebra, otro convenio entre Israel y Egipto el 4 de septiembre de 1975, acuerdo que se firmó el 10 de octubre. Israel se comprometía a devolver a Egipto el control civil de los campos petrolíferos de Abu Rodeis, que desde 1967 había suministrado a Israel el 60% de sus necesidades de crudos. También convenía en retirarse de los estratégicos pasos de Mitla y Gidi, así como del territorio situado más al Norte, que desde aquel momento se convertiría en zona de "tope" o valla bajo supervisión de la O.N.U. Israel mantendría sus instalaciones electrónicas de alarma en Um Hashiba, al Oeste de los pasos, posición desde la cual se podía inspeccionar electrónicamente una amplia área que se extendía hasta el corazón del propio Egipto. A este país se le permitiría establecer una estación de la misma clase en el Este, con acceso electrónico a una gran zona dominada por Israel. Por vez primera en la historia del conflicto; innovación muy discutida tanto en los Estados Unidos como en otros lugares; se establecería una presencia americana, doscientos técnicos a cargo de medios de supervisión   electrónica e independientes, cuyos informes se enviarían a ambas partes. El antiguo cinturón de la O.N.U. sería ocupado por tropas egipcias, fijándose mucho más al Este otro cinturón de fuerzas de la O.N.U. más amplio que el anterior. A cambio de las concesiones de Israel, Egipto se comprometía a no recurrir a las amenazas o al empleo de la fuerza ni a bloqueos militares entre ambos; Egipto también se comprometía a permitir el paso por el Canal de Suez; reabierto a la navegación en junio de 1975; a los buques de carga no militares con destino a Israel, así como a su regreso. Sin embargo, este compromiso de no agresión mostraba una sola excepción. Ésta se refería al caso de que Israel atacara a otro país árabe. El problema de aclarar quién era o sería el agresor siempre resultó muy difícil. Se recordará que, incluso en octubre de 1973, los primeros comunicados egipcios y sirios mencionaban un ataque israelí rechazado por fuerzas árabes. El convenio permanecería en vigor hasta que se renovara o sustituyera por otro. En documento aparte, el Gobierno egipcio aceptaba la renovación del mandato de las fuerzas de las Naciones Unidas al cabo de tres años, así como moderar su propaganda y campaña de bloqueos contra Israel.

Con objeto de equilibrar las concesiones estratégicas, territoriales y económicas entre Israel y Egipto, que estaba muy lejos de ser de no beligerancia como se había estipulado como condición para la retirada de los pasos, el Gobierno de los Estados Unidos hizo ciertas promesas a Israel, incluyendo garantías de suministro de petróleo en caso de embargo, así como envío de armas, y futuras consultas políticas si eran necesarias. Estos compromisos, o más bien promesas, demostraban el interés de los americanos para que el convenio fuese una auténtica realidad como parte de una estrategia destinada a desplazar a la Unión Soviética en Egipto y asegurar en todo el Oriente Medio la primacía de los Estados Unidos. En el curso de algunas sesiones del Congreso celebradas posteriormente, resultó evidente que, excepto la promesa de envíos de petróleo, las demás no se consideraban como "legalmente obligatorias en su cumplimiento". Firmaron el convenio representantes diplomáticos y militares. A fines de febrero de 1976, se habían cumplido ya todas las condiciones impuestas en dicho convenio.

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