ÍNDICE
· CRONOLOGÍA
· La conquista de Hispania (218-19aC).
· España bajo Roma.
· CARTOGRAFÍA
· La conquista de Hispania por los romanos.
· Hispania en el Bajo Imperio.
· LA CONQUISTA DE ESPAÑA EN ROMA.
a)Hispania en la segunda Guerra Punica.
b)El segundo período de la conquista romana de
Hispania.
c)Hispania y las Guerras Civiles de fines de la
República.
d)Guerra contra cántabros y astures (29-19aC)
· BIBLIOGRAFIA
I. CRONOLOGIA
a) La conquista de Hispania por
los romanos(218-19 aC).
218aC: La llegada de Gneo Cornelio Escipión
a Ampurias (2ª guerra púnica) señala la fecha inicial de la conquista de
Hispania por los romanos.
217aC: Publio y Gneo Cornelio Escipión
toman Sagunto.
215aC: Los romanos cortan el paso al
caudillo cartaginés Asdrúbal que con un ejército intenta socorrer a Aníbal en
Italia.
211aC: Publio y Gneo Cornelio Escipión son
derrotados y muertos por Asdrúbal Bárcida y Magón.
210aC: Publio Cornelio Escipión “el
africano” desembarca en Ampurias.
209aC: Escipión conquista Cartago Nova.
206aC: Escipión vence en Llipa.
La rendición de Gades es el fin del dominio cartaginés
en Hispania.
Rebelión de Indíbil y Mandonio contra Roma.
180-179aC: Tiberio Sempronio Graco
conquista gran cantidad de poblaciones.
Las rebeliones lusitana y celtíbera son debidas a la
codicia de los gobernadores romanos, que arruinan la economía indígena.
147aC: Viriato tiene en jaque a
los romanos con su guerra de guerrillas. Es asesinado (139aC) por sus propios
embajadores Audas, Ditalcon y Minuro, pagados por el cónsul Q. Servilio Cepión.
Guerras celtibéricas. Mientras, se produce la rebelión
de los arévacos. En 152aC, M. Claudio Marcelo consigue ventajosos tratados de
paz pero al año siguiente L. Licinio Lúculo ataca a los vacceos, saqueando el
país. Mientras, Numancia resiste a los romanos, hasta que Escipión Emiliano la
toma en 133aC.
123-122aC: Q. Metelo
conquista Mallorca y Menorca.
83aC: Q. Sertorio, rival de Sila, llega a
Hispania, donde, aliado con M. Perpena Ventón, intenta constituir una nueva
nación independiente de tipo romano. El Senado envía contra él a Pompeyo (77aC),
junto con Metelo. Asesinado Sertorio por su lugarteniente Perpena (72aC),
éste es vencido por Pompeio.
En su lucha contra C. Julio César, Pompeio manda a la
península a sus generales Afranio, Petreyo y Varrón, pero César vence a Afranio
en Llerda (Lérida) en el 49aC y a Gneo Pompeio en Munda
(¿Montilla?) en el 45aC.
Cántabros,Astures y Galaicos hostigan a los vecinos
vencidos.
27-25aC: Augusto princeps intenta la
pacificación, que se consigue gracias a Agripa en el 19aC.
b) España bajo Roma.
Hispania asimiló la lengua (el latín), la civilización
y la cultura de Roma (romanización), cuyos factores más importantes fueron las
legiones y la fundación de colonias por ex-soldados o inmigrantes itálicos.
Organización administrativa
El país fue dividido en provincias encomendadas a los
praetores. Durante la República fueron dos: la Ulterior (Sur) y la Citerior
(Norte) separadas por el Ebro. Augusto las dividió en tres: Lusitania, Bética y
Tarraconense. Circunstancialmente, Otón (69) añadió Mauritania Tingitana (Norte
de África). Bajo Julia Domna (madre de Carcalla) se creó (216) la Hispania nova
Citerior Antoniana per divisionem (Asturia y Gallaecia). Se cree que la
reorganización de Diocleciano consistió en establecer Hispania como Diócesis
(capital Hispalis, Sevilla) con seis provincias: Lusitania, Bética,
Tarraconense, Gallaecia, Karthaginensis y Mauritania Tingitana. Según esto
Baleares será una nueva provincia hacia el 400.
Ciudades romanas. Coloniae civium
romanorum (colonias) pobladas por ciudadanos romanos con la misma organización
que la Metrópoli (duumvirus, comicios, curia).
Ciudades indígenas. Oppida (municipia)
civium romanorum (municipios) cuya población no era romana en su origén, aunque
tenia los mismos derechos. Oppida latina con independencia administrativa y
derecho latino que Vespasiano hizo extensivo a toda la península (74-75).
Oppida libera con derecho propio e inmune (no pagaba impuestos); Oppida
foederata, federados a Roma mediante pactos, le deben auxilio militar, y Oppida
stipendiaria, sometidos al gobernador romano y obligados al pago de fuertes
impuestos.
212. Carcalla concedió con fines
tributarios la ciudadanía a todo el Imperio.
Economia
Minería. La riqueza mineral fue
causa de las luchas entre cartagineses y romanos. Producciones principales:
plomo y plata: Carthago Nova; Cástulo y El Centenillo (Jaén) y explotaciones en
Sierra Morena. Oro: extraído por diversos procedimientos (Noroeste) y lavado en
los ríos Tajo, Duero, Miño y Sil. Cobre: río Tinto,Tarsis (Huelva). Cinabrio:
Almadén (Ciudad Real). Hierro: Moncayo, Somorrostro (Bilbao), Toledo. Estaño:
lavado de arena en Lusitania y Gallaecia. Sal: Egelasta (Murcia), etc.
Agricultura. Trigo, vid y olivo
sobre todo en la Bética. Cebada en Lusitania. Lino, algodón, espartaco, árboles
frutales. Mejoras en los cultivos: barbechos y abonos.
Industria. Téxtil, metalúrgia
(armas y bronces), salazones, cerámica (Terra Sigillata Hispánica),etc.
Cecas. Se acuñó moneda en diversas cecas
desde época ibérica hasta el reinado de Claudis (s.I).
Vías de comunicación. Terrestre:
la más antigua era la vía Augusta (de Roma a Cartagena y Gades); también
importantes eran las que unian Tarraco con Asturica (Astorga); Caesaraugusta
(Zaragoza) con Emerita Augusta (Mérida); Hispalis (Sevilla) con Asturica
(camino de la plata);etc. Fluviales: importantes caminos de
penetración: el Betis era navegable hasta Corduba, el Anas (Guadiana) hasta
Emerita, el Tajo hasta Morón y el Duero y el Ebro aguas arriba.
Personajes hispánicos. Hispania dio a Roma
hombres de ciencia: Pomponio Mela (hacia 40aC), Columela (4aC). Escritores: los
cordobeses Marco Anneo Séneca el Retórico (53aC-37dC), su hijo Lucio Anneo
Séneca el Filósofo (4aC-65dC), senador y preceptor de Nerón, y su sobrino Marco
Anneo Lucano el Poeta; el aragonés Marco Valerio Marcial (40-102) y los
emperadores Galba (69), Trajano (98-111), Adriano (117-138), Máximo (387-388) y
Teodosio (379-395).
Monumentos. Destacan las
murallas de Tarraco, el Puente de Alcántara (sobre el Tajo, Cáceres), los
acueductos de Segovia, de los Milagros (Mérida) y las Ferreras (Tarragona); los
teatros de Mérida, Itálica y Sagunto; los anfiteatros y los circos de Mérida y
Tarragona, los arcos de Bará (Tarragona) y Medinaceli (Soria); templos, termas,
etc. Grandes villae rústicas Bajo Imperiales como Centcelles (Tarragona),
Pedrosa de la Vega (Palencia), etc.
Religión. Se conocen más de
300 dioses indígenas. El culto imperial fue un elemento unificador entre los
pueblos hispánicos. Contemporáneo y rival del florecimiento del culto a Mitra,
será el cristianismo, cuyos testimonios más antiguos los tenemos en Tertuliano,
Ireneo (s.II) y san Cipriano (s.III) que indican la existencia de comunidades
cristianas en Astorga, Emerita Augusta y Caesaraugusta. La predicación de
Santiago el Mayor y los 7 varones apostólicos no tiene fundamento histórico,
mientras la de san Pablo es probable. Las primeras diócesis (sedes episcopales)
debieron ser Acci (Guadix) e Illiberis (Elvira) en la Bética. En el 314 tuvo
lugar el primer concilio de la Iglesia hispana en Illiberis. Se conservan
numerosos restos paleocristianos en toda la península: basílicas, baptisterios,
sarcófagos,etc.
II: CARTOGRAFÍA
a) La conquista de Hispania.
Durante la segunda
guerra púnica,
Roma trata de
aislar a Anibal
Barca, que ha
invadido Italia, de
su base de
operaciones,
cortando el camino
a posibles ayudas
procedentes de
Hispania. Por ello,
en el 218aC,
desembarca Cneo
Cornelio Escipión
en Ampurias, lo que marca la fecha inicial de la
conquista de la Península Ibérica por los romanos. Esta conquista se lleva a
cabo en razón directa del grado de civilización indígena, pues la Península
presenta una distribución etnográfica y cultural muy diversa. Cataluña, Levante
y el valle del Guadalquivir, en contacto con el Mediterráneo, poseen una
cultura urbana, con economia monetal, minería y comercio de cereales, vid y
olivo; mientras, el Centro y Noroeste está habitado por pueblos pastores guerreros
y saqueadores que viven en pequeñas aldeas. Cneo, junto a su hermano Publio,
tienen al principio grandes éxitos, como la toma de Sagunto (217aC) y la
victoria sobre Asdrúbal Barca, quien con refuerzos intenta auxiliar a su
hermano en Italia. Pero en el 211aC Publio y Cneo Cornelio Escipión son
derrotados y muertos con pocos días de diferencia por Asdrúbal Barca y Magón,
lo que permite a los cartagineses recuperar casi todo lo ganado hasta entonces
por los romanos. Esta situación cambiará con la llegada del hijo de Publio
Cornelio Escipión, del mismo nombre, conocido como el Grande o el Africano, que
en 210aC desembarca en Ampurias y en 209aC conquista Carthago Nova. Tras las
victorias de Bécula (Bailén) e Llipa (Alcalá del Río), la conquista del valle
del Betis (Guadalquivir) es rematada por L. Marcio, que destruye Astapa.
La toma de Gades (Cádiz) en el 206aC es el fin del
dominio cartaginés en Hispania. Los romanos, en contra de lo tratado, no
abandonan la Península, sino que con el territorio conquistado constituyen dos
provincias, la Citerior (de Ampurias a Cartagena, con el valle del Ebro) y la
Ulterior (formada por el valle del Guadalquivir). Hacia el 206aC los caudillos
ilergetes Indíbil y Mandonio, que habian sido aliados personales de Escipión,
se rebelan, pero son sometidos por L. Léntulo y L. Manlio Acidio, lo que pacifica
la Citerior hasta el año 201aC. Una sublevación general en ambas provincias
pone en difícil situación la conquista romana, pero en el 195aC M. Porcio Catón
sofoca sangrientamente la rebelión de unas regiones donde se advierte la falta
de experiencia colonizadora de los romanos, que, herederos del imperio
cartaginés, trataban de imponerse en el valle del Ebro a unas tribus libres
hasta aquella fecha.
Geográficamente, el límite de la zona dominada
anteriormente por los cartagineses con los territorios bárbaros era muy
inestable, debido a la belicosidad de las tribus indoeuropeas del interior, que
buscaban ciudades ricas y tierras fértilers que saquear. Los romanos comienzan
la conquista de la Meseta que, iniciada por Catón, continúa el pretor Tiberio
Sempronio Graco (180-179aC), al que tras duras campañas se someten diversas
ciudades del Alto Duero y Tajo hasta el Ebro, que aceptan pagar tributos. Parece
que Segobriga entra en alianza con Roma, por lo que puede acuñar moneda de
plata, y la tribu de los arévacos (capital Numancia) es considerada como amiga.
Todo ello asegura veinte años de tranquilidad, pero la lealtad para con los
tratados no es mantenida por los gobernadores siguientes, lo que provoca la
rebelión de celtíberos y lusitanos, que consideran que entregar las armas es lo
mismo que quedar reducidos a la esclavitud, lo que explicará en parte las
continuas rebeliones, debidas también a la codicia de los gibernadores romanos.
En los confines de la parte pacificada de Hispania, se encuentra el pueblo
lusitano, de rudos pastores, de lengua y cultura centroeuropeas, que asaltan a
sus vecinos más ricos de la Bética. En sus correrías derrotan a los romanos y,
aunque muere su jefe Púnico, le sucede Caisaros, quien tras diversa fortuna
derrota a L. Mumio (el futuro conquistador de Corinto), pero éste pronto tomará
desquite. Mientras, Kaukainos, al frente de otro grupo lusitano, llega hasta
África y es derrotado por Mumio. Finalmente, M. Atilio Serrano toma la capital
lusitana Oxthrakai, mientras Marcelo toma Nertobriga, con lo que se recobra la
paz. La lucha contra los celtíberos es larga y continua; se inicia debido a
problemas de interpretación de los tratados con Graco entre Roma y la ciudad de
Segueda, que se acoge a la protección de los arévacos. Q. Fulvio Nobilior,
enviado por Roma, es derrotado por Caro (153aC), y tras algunos fracasos más,
es M. Claudio Marcelo quien logra ventajosos tratados de paz, pero el Senado,
no satisfecho, envía a Hispania a L. Licinio Lúculo, que ataca a los vacceos
arrasando Cauca (Coca) y tomando Intercacia y Palacia (Palencia).
En 151aC los lusitanos vuelven a invadir el Sur, pero
son reprimidos sangrientamente por Servio Sulpicio Galba y por Lúculo tras su
campaña contra los vacceos. En 147aC aparece la figura de Viriato, que con su
lucha de emboscadas derrota varias veces a los romanos (victoria de Trigola,
cerca de Ronda); en el 143aC se alía con titos, belos y arévacos, con lo que la
sublevación celtibérica es general.
Viriato, desde su base en los Montes de Venus (Sierra
de San Vicente), amenaza ambas provincias romanas, tornándose la situación
caótica. Q. Cecilio Metelo Macedónico, Q. Pompeyo y Q. Fabio Máximo Serviliano,
intentan sofocar la sublevación con diversa fortuna. Agotados por ocho años de
luchas, los celtíberos son derrotados por Q. Servilio Cepión y M. Pompilio
Lenas. Al pedir la paz,Viriato es asesinado por sus propios embajadores,
pagados por Cepión.
En el 138aC el cónsul Décimo Junio Bruto explora los
cursos inferiores de los ríos Tajo, Duero y Limio, llegando hasta el Noroeste,
rico en oro y pacificando el actual territorio portugués. Pero quedaba
Numancia, que reúne a los sublevados contra Roma, y probablemente a los restos
del ejército de Viriato. Derrota a Pompeyo Aulo (140aC), a Marco Pompilio Lenas
y a C. Hostilio Mancino (137aC) con el que firman los numantinos un tratado que
el Senado no ratifica. Tras una serie de derrotas, Publio Escipión Emiliano, el
destructor de Cartago, se traslada a la Península con Cayo Mario, Cayo Graco y
el africano Yugurta. Tras reorganizar el ejército, sitia al enemigo cortando
totalmente sus suministros y rinde por hambre a Numancia (133aC), con lo que
queda asegurada la conquista de la Meseta. Las luchas civiles romanas entre
Mario y Sila, y entre César y Pompeyo, tienen repercusiones en Hispania, donde
los generales romanos buscan partidarios y clientela. Sertorio, rival de Sila,
huyendo de su persecución, llega a Hispania en el 83aC, donde gracias a las
simpatías de los hispanos, y con la ayuda de M. Perpena Ventón, trata de
construir una nación independiente de la Metrópoli y con política exterior
propia. Lucha con éxito contra Metelo y Pompeyo, hasta que Perpena lo asesina,
siendo este último vencido a su vez por Pompeyo en el 72aC.
C. Julio César, cuestor en el 68aC y propretor en el
61aC de la Ulterior, y Pompeyo, con clientela en la Ulterior desde las guerras
sertorianas, están muy vinculados a Hispania, donde se enfrentan por el poder.
Pompeyo envía a la Península a Afranio, Petreyo y Varrón, pero César derrota al
pompeyano Afranio en Llerda (49aC) y a Cneo Pompeyo en Munda (45aC).
Cántabros, astures y galaicos son los últimos pueblos
en ser sometidos; su último levantamiento es ahogado por Augusto, que
interviene personalmente en la Península (27-25aC) hasta que Agripa consigue la
Pacificación en el 19aC.
HISPANIA EN EL BAJO IMPERIO
La primera división administrativa romana de la
Península se refiere a los territorios dominados tras la derrota de los
cartagineses, es decir, la costa levantina, el valle del Ebro hasta Huesca y el
valle del Guadalquivir, creando dos provincias (197aC) gobernadas por pretores:
Hispania Ulterior e Hispania Citerior, divididas al principio por el Ebro. Más
tarde el saltus castulonensis marca el límite que va entre las cuencas del
guadalquivir y el Segura, por la Sierra de Alcaraz; más allá se fija en Sierra
Morena desde el saltus castulonensis por los iuga oretana hacia el Norte
atravesando el Tajo, y por el Alberche y el Tormes hasta su confluencia con el
Duero, mientras no son conquistados los territorios del Norte. Las Baleares se
unen a la Citerior en 123aC. Una vez sometida la Península, Augusto modifica
esta división, y en el 27 ó 25aC separa la Baetica (senatorial) de la Lusitania
(imperial), separadas por el río Anas (Guadiana). Las provincias imperiales son
las que requieren la presencia de las tropas imperiales, mientras las
senatoriales ya pacificadas se ponen bajo la responsabilidad del Senado. El
territorio de los astures se une a la Lusitania, y el de los cántabros a la
Citerior; más tarde, entre el 7 y el 2aC, el propio Augusto modifica los límites,
dando más territorios a la Citerior con fines militares. Durante el Imperio
persiste esta división con pequeñas variantes.
Circunstancialmente Otón añade Mauritania Tingitana
(Norte de África). En 216 se separan temporalmente la Gallaecia y la
Asturicensis de la Tarraconensis. Diocleciano divide a las provincias en seis:
Lusitania, Baetica, Tarraconensis,Gallaecia,Carthaginensis y Mauritania
Tingitana, formando una diócesis con capital en Hispalis (Sevilla). Hacia el
400 las Baleares se separan de la Carthaginensis. La división en conventos
jurídicos data de Augusto y no sufre grandes modificaciones durante el Imperio;
fueron Gades, Corduva, Astigi e Hispalis (Baetica); Emerita, Pax Augusta y
Scallabis (Lusitania); Carthago Nova, Tarraco, Caesaraugusta, Clunia, Asturica,
Lucus, Bracara (Tarraconensis). La crítica histórica pone en duda que fueran
divisiones territoriales.
III. LA CONQUISTA DE ESPAÑA EN ROMA.
El estado romano se adueñó de Hispania después de
múltiples enfrentamientos armados que tuvieron lugar a lo largo de dos siglos.
Sabemos que Hispania no constituia una, sino múltiples formaciones políticas
antes de ser sometida por Roma. Igualmente en el territorio hispano, existían
diversos modelos de desarrollo económico y social. Ni la anexión de cada parte
del territorio hispano se realizó del mismo modo, ni la respuesta indígena fue
siempre la misma, ni el Estado romano tuvo en todas las ocasiones iguales
móviles para pretender ampliar sus dominios de Hispania. Diferenciamos cuatro
grandes períodos en ese largo proceso de la conquista, comenzada en el 218aC y
no terminada hasta el 19aC.
El primer período de la conquista no presenta más que
una parte de los muchos episodios que tuvieron lugar durante el enfrentamiento
entre el Estado romano y el cartaginés en lo que se conoce como la Segunda
Guerra Púnica: al final de la misma, gran parte del sur peninsular y de la
granja costera del este pasó a depender de Roma. El segundo período, iniciado
por la necesidad de buscar unas fronteras estables a los territorios dominados
por Roma ofrece una serie dcasi ininterrumpida de enfrentamientos bélicos
durante el siglo IIaC, que terminaron con la anexión de los dominios de
celtíberos y de lusitanos. Al terminar dicho siglo sólo quedaba independiente
la franja costera separada por la cordillera Cantábrica más algunos pueblos al
sur de la misma así como gran parte de la actual Galicia, que ya había sufrido
incursiones de las tropas romanas. El tercer período corresponde al de las
guerras civiles de fines de la República romana: Hispania fue escenario de
estas guerras durante las cuales Roma consolidó y amplió ligeramente sus
fronteras de Hispania. Las guerras contra cántabros y astures (29-19aC), ya a
comienzos del Imperio inaugurado por Augusto, constituye el cuarto período de
la conquista de Hispania.
· Hispania en la Segunda Guerra Púnica.
La Segunda Guerra Púnica fue considerada por los
autores antiguos como uno de los mayores acontecimientos de la Antigüedad. Y
fue importante porque en ella se rompió el equilibrio político entre Roma y
Cartago en el occidente del Mediterráneo, pasando definitivamente el Estado
romano a tener una posición hegemónica indiscutible. Hispania participó en esta
guerra con sus hombres, sus medios materiales y su propio territorio: el
resultado de la misma se decidió en la Península Ibérica y los hispanos contribuyeron
decididamente a inclinar la balanza del lado de Roma.
CARTAGO Y ROMA ANTES DE LA GUERRA
El fin de la Primera Guerra Púnica (264-241aC) había
traído graves consecuencias para el Estado cartaginés. Además de perder sus
dominios sobre Sicilia, debía pagar 2200 talentos a Roma en concepto de
indemnización de guerra.
Por otra parte, esta guerra había dejado exshaustas
las arcas del Estado cartaginés, al que resultaba imposible pagar las deudas
contraídas con los soldados mercenarios de su ejército, o, lo que es lo mismo,
con el grueso de su ejército compuesto de libios, iberos, celtas, ligures, etc.
Los generales cartagineses, al evacuar Sicilia tuvieron el cuidado de enviar a
Cartago a los soldados mercenarios en varias expediciones y en días diferentes:
pretendían que, al llegar a África, los magistrados de Cartago les convencieran
por separado de la necesidad de renunciar a la soldada de vida. La táctica no
dio el resultado esperado y, en breve, se encontró una enorme contingente de
mercenarios armados que reclamaban el pago de lo adeudado como condición previa
para tomar la licencia. Algunas poblaciones de África dependientes de Cartago
creyeron llegado el momento de su liberación y que entraron en tratos con los
mercenarios,a quienes incitaban a hacer desaparecer al Estado cartaginés.
A esta situación del territorio de Cartago se sumó
otra rebelión de análogas características en los dominios cartagineses de
Cerdeña: aquí también se unieron a los mercenarios algunas poblaciones
indígenas. Los rebeldes de África y de Cerdeña, así como el Estado cartaginés,
pidieron, por separado, ayuda a Roma: ésta se la negó a los rebeldes y, en
cambio permitió que los generales cartagineses reclutaran tropas en Italia.
Esta decisión romana ha sido objeto de múltiples
interpretaciones: o el Estado esclavista romano no podía colaborar con quienes
ansiaban salir de la dependencia, o Roma esperaba beneficiarse del impuesto de
guerra que pesaba sobre Cartago, o Roma no estaba en condiciones de embarcarse
a una guerra cuyas proporciones no eran fácilmente calculables, etc.
Gracias a la estrecha colaboración de los generales
Hannón y Amílcar, representantes de dos tendencias en el Senado cartaginés, los
mercenarios terminaron perdiendo la guerra en África.
Poco después se recrudeció la revuelta de mercenarios
e indígenas en Cerdeña, quienes de nuevo pidieron ayuda a Roma: el Senado
romano atendió esta petición (238-237aC) y se adueñó de la isla. El intento de
Cartago por recuperar Cerdeña sirvió a Roma de Pretexto para imponer una nueva
multa de 1200 talentos a Cartago, además de quedar definitivamente privada de
la isla. Roma supo aprovechar la debilidad coyuntural del Estado cartaginés.
Las enormes pérdidas materiales de estas guerras y la
obligación de pagar 3400 talentos al Estado romano impulsaron a Cartago a
buscar rápidas soluciones. Las dos fórmulas propuestas en el Senado cartaginés
contemplaban la guerra de anexión de nuevos territorios como la única salida de
la crisis: el botín de guerra y los impuestos sobre las poblaciones sometidas
eran considerados medios más rápidos y seguros para incrementar los ingresos
que un cambio en las relaciones de producción. El Senado cartaginés se dividió
ante dos propuestas: ampliación de los dominios por el norte de África,
propuesta defendida por el llamado “sector agrario” o la reconquista y la
ampliación de los dominios cartagineses en la Península Ibérica. Esta segunda
fórmula, defendida por los partidarios de la familia de los Barca, fue aprovada
y consecuentemente se nombró a Amílcar Barca jefe del ejército cartaginés que
debía conducir las tropas a Hispania.
CONQUISTA PÚNICA DE HISPANIA
Desde el siglo IV aC, la presencia cartaginesa en
Hiapania no sólo habia continuado en las costas del sur peninsular, sino que se
había dejado sentir en el interior a lo largo del valle del Guadalquivir.
No se sabe que sucedió durante la Primera Guerra
Púnica para que se calificase el proyecto cartaginés de “reconquista”. Gades
(Cádiz) al menos permanecía independiente.
La alianza entre Roma y Massilia (Marsella), ciudad
que mantenía una posición hegemónica sobre las colonias griegas de Hispania,
había conducido a que, en el primer tratado entre Roma y Cartago a fines del
siglo VI aC, se pusiera como límite de la expansión cartaginesa el cabo Farina,
al norte de Cartago. En el segundo tratado entre Roma y Cartago, del año 348
aC, se situaba el límite de posible influencia cartaginesa en Mastia de los
tartesios (la posterior Carthago Nova, Cartagena). En la segunda mitad del
siglo III aC, el repliegue de las colonias griegas en las actividades
comerciales al norte de la costa levantina permitía a Roma ser flexible en la
interpretación del límite sur marcado en el tratado del 348aC.
En el 237aC, Amílcar, acompañado de su hijo Aníbal y
de su yerno Asdrúbal, llegó a Gades (Cádiz) al frente de las tropas púnicas. El
proyecto cartaginés no se limitaba a una tímida reconquista. Con acciones
militares y sirviéndose de pactos con los indígenas, Amílcar sometió pronto el
valle del Guadalquivir y estuvo en condiciones de fundar cerca de la Albufereta
de Alicante una ciudad militar llamada Akra Leuka, desde la cual dirigió el
resto de sus campañas. La embajada enviada por Roma para conocer los planes de
Amílcar fue informada de que Cartago debía hacer esta guerra con el fin de
poder pagar a Roma la deuda contraída a raíz de la
pérdida de Sicilia y de Cerdeña.
Muerto Amílcar, entre el 229-228aC, como consecuencia
de una estratagema del rey de los oretanos, Oriso, le sucedió su yerno Asdrúbal
en la continuación de la guerra de conquista. La habilidad diplomática de éste,
quien llegó a contraer matrimonio con la hija de un reyezuelo indígena para
fortalecer sus alianzas, dio como resultado la sumisión de los indígenas, por
quienes fue elegido su general con plenos poderes. La fundación de una ciudad,
Qart Hadashart, conocida después como Carthago Nova (Cartagena), es uno de los
hechos más significativos de la política de Asdrúbal: Cartagena pasó a ser no
solo el centro político y militar de los cartagineses asentados en Hispania,
sino un importante centro económico, potenciado por las buenas condiciones
naturales de su puerto. En sus proximidades estaban asentados los más ricos
yacimientos mineros de plata; más al interior, hacia el occidente, se
encontraba otro gran distrito minero, el de Castulo (término de Linares, Jaen),
controlado igualmente por los cartagineses.
Roma veía alarmada el rápido auge que estaba tomando
Cartago gracias a sus posesiones en la Península Ibérica. El año 226aC se firma
un pacto entre Roma y Cartago en virtud del cual Cartago adquiriría el
compromiso de tomar como límite máximo de sus campañas militares anexionistas
el río Ebro.
Saguntum (Sagunto) está situado al sur del Ebro y la
toma de éste
por Aníbal en el 219aC motivó el comienzo de la
Segunda Guerra Púnica.
LA SEGUNDA GUERRA PUNICA EN HISPANIA.
La campaña de Aníbal a Italia fue preparada
minuciosamente. En una expedición militar que llegó hasta Salamantica
(Salamanca) y Arbuloca (probablemente Toro,Zamora) tuvo la oportunidad de
informarse sobre las formas de vida y sobre el potencial demográfico de las
poblaciones del interior de Hispania,que nunca pretendió anexionar a sus
dominios. Allí reclutó varios miles de mercenarios para unirlos a sus tropas.
Parte de estos mercenarios fueron destinados a Africa para la defensa de
Cartago con objeto de permitir la llegada a Hispania de soldados africanos:
rompía así todo posible vínculo entre los soldados y las poblaciones indígenas,
peligroso en el caso de una sublevación.
Una segunda medida consistió en retener en las
ciudades militares de Hispania (Sagunto y Cartagena) a un considerable número
de rehenes pertenecientes a las más importantes familías indígenas, lo que
garantizaba el apoyo incondicional de las misma sa la causa púnica.
Como tercera medida, Aníbal distribuyó a sus tropas de
Hispania de forma que pudieran cumplir una triple función: evitar sublevaciones
de indígenas,impedir que el ejercito romano se adueñase de cualquier lugar de
la costa hispana y,finalmente,garantizar el envío de refuerzos,dinero y armas
al ejército de Aníbal,que debía luchar en Italia. Aunque Aníbal esperaba contar
con la colaboración de muchos pueblos itálicos a los que ofrecería la
oportunidad de librar del yugo romano,la ayuda de Hispania era considerada
insustituible. El general Hannón fue encargado del control del norte del Ebro y
Asdrúbal, hermano de Aníbal, era el responsable de los territorios del sur del
Ebro.
Cuando Aníbal llegó con su ejército a Italia, una
parte del ejército romano desembarcó en la ciudad griega de Emporion
(Ampurias), antigua aliada de Roma. Desde Ampurias comenzó a operar el ejército
romano bajo las órdenes de Cneo Escipión (año 218aC).
Los enfrentamientos militares entre romanos y
cartagineses en Hispania pasaron por coyunturas muy diversas. A un comienzo de
avance lento del ejército romano, dirigido por Cneo y por su hermano Publio,
siguió una rápida penetración hacia el sur. La toma de Sagunto fortaleció su
posición al ganarse el apoyo de muchos indígenas, cuyos familiares, rehenes en
Sagunto de los cartagineses, fueron liberados po los Escipiones. Pero en el
momento de su máximo fortalecimiento, cuando el ejército romano acampaba ya en
Urso (Osasuna) y en Castulo (Linares,Jaén), sufrió una gran derrota en la que
murieron los dos Escipiones (año 211aC).
Con la llegada de Publio Cornelio Escipión, el 210aC,
se modificó la situación del ejército romano en Hispania. P. Cornelio supo
atraerse el apoyo de importantes régulos indígenas que antes habían estado al
aldo de los cartagineses:entre ellos,Indíbil y Mandonio, reyes ilergetes de
fidelidad dudosa, y Edecón, rey de los edetanos.
La toma por sorpresa de Cartagena el 209aC inclinó la
balanza de la guerra a favor del ejército romano. P. Cornelio sacó el máximo
partido de este éxito: además de ser Cartagena un gran almacén de equipamiento
militar y la más importante base naval y comercial de los cartagineses, en ella
había 300 rehenes con cuya liberación se atrajo Escipión la simpatía y la
colaboración de muchas poblaciones indígenas. La toma del Guadalquivir no
ofreció serias dificultades. El 206aC, la vieja ciudad fenicia, Gades, se entregaba
a los romanos sin entablar resistencia.
CONSECUENCIAS DE LA SEGUNDA GUERRA PUNICA PARA
HISPANIA.
Además de las cuantiosas pérdidas humanas y
materiales, análogas a todo serio enfrentamiento bélico, los hispanos no
recuperaron la autonomía política. El comportamiento inicial de los romanos fue
ligeramante más benigno para los hispanos que el que habían sufrido los
cartagineses. Los romanos no sólo liberaron rehenes indígenas de los
cartagineses, sino a los hispanos caídos caídos prisioneros del ejército
romano. Pero se trataba de acciones coyunturales con el fin de atraerse y
consolidar las alianzas con las poblaciones indígenas.
El Estado romano, ganador en la contienda, pasaba a
ser ahora el único dueño indiscutble de amplios territorios de Hispania: todo
el sur de la Península al este del Guadalquivir hasta Cartagena, la franja
costera que desde Cartagena llegaba a Sagunto y casi todas las tierras del
valle bajo del Ebro. Salvo Gades entregada voluntariamente mediante un pacto, y
Ampurias y Sagunto, antiguas aliadas de Roma, el resto no tenía otra
consideración jurídica que la de territorio sometido por las armas, territorio de
dediticii, hecho que permitía al conquistador disponer libremente de él. Para
asentar a los romanos heridos en las últimas batallas, escipión fundó un núcleo
urbano, Itálica, que después adquiriría gran importancia.
Los territorios sometidos de Hispania fueron obligados
a pagar un impuesto regular. Parte del territorio, como los distritos mineros,
pasó a depender de la explotación directa del Estado romano. Para garantizar el
control de sus dominios, Roma mantuvo una fuerza militar que era abastecida por
lor recursos de la propia Península Ibérica. Las tropas romanas fueron
divididas en dos cuerpos:uno que operaba al norte de Cartagena y otro en el
sur; estas dos grandes áreas pasaron a tener en el 197aC categoría de provincias.
b) El segundo período de la conquista
romana de Hispania.
Los hispanos no tardaron en comprobar que los romanos
no eran los libertadores, dispuestos a marcharse tan pronto desapareciera el
peligro cartaginés. Los nuevos dueños no sólo habían decidido permanecer en los
territorios dominados, sino que estaban dispuestos a ampliar sus dominios. Ante
los abusos de los administradores romanos o ante el intento de los nuevos
dueños por anexionarse otros territorios, los hispanos respondieron
generalmente con las armas:raro fue el año en que no se produjeron enfrentamientos
armados. Acorde con la multiplicidad de pequeñas agrupaciones políticas, la
respuesta militar de los hispanos estuvo caracterizada por la desorganización,
la falta de una estrategia global y de largo alcance, la dificultad para formar
alianzas estables e incluso la colaboración con Roma. Sólo durante las guerras
contra celtíberos y lusitanos, los indígenas habían conseguido formar amplios
bloques organizados militarmente.
CONSOLIDACIÓN DE LAS FRONTERAS Y AMPLIACIÓN DE LOS
DOMINIOS ROMANOS.
Durante la primera mitad del siglo IIaC, el
intervencionismo romano en la Península Balcánica mermaba posibilidades de
llevar a cabo simultáneamente una decidida política de anexión de toda la
Península Ibérica. La guerra de Hispania resultaba lenta y desgastadora al no
poder resolverse en unos pocos y grandes enfrentamientos. La política militar
de Roma para Hispania estuvo caracterizada en esta época por dos lineas
centrales: reorganización de los territorios conquistados con objeto de obtener
una explotación más sistemática de los mismos y búsqueda de unas fronteras más
sólidas que las obtenidas a raíz de la expulsión de los cartagineses.
El Senado romano, máximo representante de los
intereses de los grupos oligárquicos y máximo responsable de la política
exterior romana, sufrió profundos cambios en estos años. Ante la inexistencia
de partidos políticos, las más fuertes alianzas entre las grandes familias
imponían la política a seguir. Es significativo a este respecto el llamado
“proceso de los Escipiones”, comenzando en la segunda década del siglo: la
acusación de corrupción administrativa (de la que sin duda no estaban tampoco
libres los acusadores), hábilmente dirigida por Catón, terminó con el prestigio
de los Escipiones y con su posición hegemónica en el Senado.
Al margen de que hubiera algún motivo para el proceso,
los acusadores lograron estar en condiciones de controlar el Senado y de
imponer una política más brutal sobre los territorios dominados, así como una
decidida voluntad expansionista.
Bajo el pretexto de la mayor complejidad
administrativa y de la necesidad de tener que tomar con frecuencia rápidas y
complicadas decisiones de política exterior, la consulta constitucional a las
asambleas populares fue siendo sustituida por una simple información
manipulada.
Todo ello fue el resultado de la política senatorial
durante el siglo IIaC. La oligarquía que controlaba las decisiones del Senado,
propietaria de grandes extensiones de tierra en Italia, comenzó así a
beneficiarse a la vez de la explotación sistemática de los territorios
conquistados, cuyo gobierno y administración se autoatribuía.
En otro orden de cosas, la respuesta al peligro
militar de Aníbal sobre Italia durante la Segunda Guerra Púnica había
contribuido a potenciar el sentimiento nacionalista romano. Las capas populares
tardaron mucho tiempo en tomar conciencia de que los grandes beneficiarios de
la conquista exterior eran los oligarcas romanos. Hasta que esa toma de
conciencia popular fue importante, el consenso logrado entre el Senado y las
masas populares fue decisivo en esta fase del expansionismo romano. Frente a
este Estado fuerte y dotado de un enorme potencial humano y material lucharon
las tribus y los pequeños Estados de Hispania en la primera mitad del siglo
IIaC.
El mismo año de la división de Hispania en dos
provincias (197aC), se produjo una rebelión en el valle del Guadalquivir,
dirigida por dos régulos: Culchas, que dominaba sobre 17 ciudades, y Luxinio,
rey de un número indeterminado de ciudades, entre ellas la populosa Carmo
(Carmona). A ellos se unieron pronto otras ciudades de la Beturia (entre el
valle medio del Guadiana y el Guadalquivir) y de la costa sudoriental, área de
antigua presencia fenicia -Malaca (Málaga), Sexi (Almuñecar), etc-. Los
pretores romanos tardaron en sofocar esta rebelión. Y rebeliones análogas a
ésta llegaron a ser frecuentes. Muchos gobernadores romanos volvieron a Roma al
fin de su mandato para celebrar el triunfo o la ovación, dos grados de honores
concebidos a los jefes militares que hubieran dirigido campañas victoriosas y
volvieran a Roma con grandes sumas de riquezas - oro, plata, objetos
artísticos... - para ser depositados en las arcas públicas.
La confrontación que los indígenas estaban teniendo
con las tropas romanas ponía de manifiesto que éstas no eran invencibles. Esto
contribuyó a una mayor extensión de la rebelión, que exigió al Estado romano
tomar medidas extraordinarias y hacer una demostración de fuerza destinada a
hacer olvidar a los hispanos cualquier veleidad autonomista. Cada gobernador
ordinario de una provincia, el pretor, disponía de mando sobre una legión: los
efectivos de ésta eran de 5-6000 hombres, a los que se añadían las tropas
auxiliares y cuerpos especiales hasta conseguir un total de 8-10000 hombres.
Los cónsules tenían el mando de dos legiones. El Senado decidió enviar para el
año 195aC a los dos pretores ordinarios y además al cónsul M. Porcio Catón,
equipado también de una flota. El total de las tropas romanas era superior a
52000 hombres.
Catón. La política de Catón en
Hispania no tuvo más guía que la de imponer por las armas la decisión y
voluntad del Senado romano: expolio y represión de los hispanos, así como
manifestación del poder militar romano.
La primera intervención de Catón contra una coalición
de tribus del norte del Ebro resultó un gran éxito militar. Ante una rebelión
posterior de los bergistanos, la respuesta de Catón fue contundente: muchos de
sus núcleos de población fueron destruidos y gran parte de los bergistanos
fueron vendidos en los mercados de esclavos.
La sola presencia de Catón en el valle del
Guadalquivir hizo innecesario un gran enfrentamiento. Pacificado el sur,
organizó una gran campaña militar que cumplía una doble función: consolidación
y ampliación de las fronteras romanas, así como exhibición del potencial
militar romano. Se dirigió al Tajo y desde allí a la Celtiberia. El botín que
Catón exhibió en Roma al celebrar su triunfo sobre Hispania consistía en 1400
libras de oro, 25000 libras de plata, 123000 denarios (de plata), y 540000
monedas de plata indígena.
El comportamiento de Catón en Hispania tiene la
importancia de ser el modelo político seguido por los gobernadores posteriores:
expolio y represión sobre las poblaciones sometidas y búsqueda de fronteras
estables. Gran parte de los indígenas caídos prisioneros son, desde ahora,
vendidos como esclavos. Los generales romanos que le sucedieron penetraron con
mucha lentitud hacia el interior.
Sempronio Graco. Los gobernadores
del 180-179aC, T. Sempronio Graco para la Citerior y L. Postumio Albino para la
Ulterior, tuvieron que emplear sus ejércitos en operaciones combinadas para
controlar la Andalucía oriental y Castilla la Nueva (luchas contra carpetanos).
Al fin del mandato de Sempronio Graco y de Albino, la frontera romana era: por
el suroeste, el Guadiana hasta su curso medio y desde aquí, por el occidente de
Toledo, hasta englobar el curso alto del Duero; más hacia el norte pasaba por
Calagurris (Calahorra) hasta los Pirineos occidentales.
Sempronio Graco potenció la defensa de la frontera de
la Citerior con varias medidas en las que se combinó la energía con la
diplomacia. Firmó pactos y alianzas con comunidades indígenas, fundó
Gracchurris (actual Alfaro, cerca de Calahorra) y llevó a cabo una política de
distribución de tierras entre los indígenas: éstos podían alistarse en las
tropas auxiliares de las legiones. Sus ciudades, en cambio, debían de estar
desprovistas de murallas. Este conjunto de medidas debieron ser consideradas
razonables por los indígenas, quienes tuvieron que recordar varias veces a los
romanos la necesidad de cumplir los pactos firmados con Sempronio como
condición previa para mantenerse en paz con Roma.
Esta consolidación de fronteras, realizada por
Sempronio Graco y por Albino, abrió una fase de relativa tranquilidad en la
Península. Pero la existencia de las mismas significaban un freno a las
incursiones endémicas de lusitanos y de celtíberos hacia las regiones más ricas
del sur y del este peninsular. Y tales incursiones venían siendo necesarias
como medio de conseguir provisiones en forma de botín de guerra para los
sectores sociales marginados de esas áreas exteriores.
GUERRA CELTIBÉRICO-LUSITANA
La guerra contra celtíberos y lusitanos, que se
prolongó durante varios años (154-134aC), fue uno de los conflictos armados más
difíciles que tuvo que nfrentar Roma. Estas operaciones militares se
desarrollaron en dos frentes distintos, atendidos por los gobernadores de la
Citerior y de la Ulterior.
El pretexto para la guerra contra los lusitanos vino
dado por las incursiones que éstos realizaban sobre las ricas tierras del sur
peninsular. Entre 155-153aC, las tropas lusitanas, mandadas primero por Púnico
y después por Caisaros, causaron unas 15000 bajas en el ejército romano que
salió a cortarles el paso; varias ciudades del valle del Guadalquivir y del
Guadiana fueron sometidas al pillaje por los lusitanos.
Ámplios sectores de la población lusitana, marginados
en el interior de sus propias comunidades, se veían obligados a emigrar a las
tierras más pobres de la montaña para sobrevivir con la ayuda del pastoreo y de
las incursiones de bandidaje. La falta de tierras era el problema económico
central de estas poblaciones y las incursiones sobre las ricas tierras del sur
constituían el modo habitual para apropiarse de lo necesario. Sus vecinos, los
vetones, situados en el valle del Tajo al sur de la sierra de Gredos y de la
Estrella, colaboraban frecuentemente con ellos en estas incursiones. Pero la
política romana no se caracterizaba en este moento por su humanitarismo: el
151aC, Galba masacró a varios miles (8-30000) de lusitanos cuando estaban
reunidos sin armas a la espera de la prometida concesión de tierras. Viriato,
quien consiguió escapar a esta masacre, creó nuevas tropas y, sirviéndose de
estratagemas y de tácticas de guerrilla, trjo en jaque a los romanos hasta ser
asesinado a traición el 139aC. Aunque la lucha lusitana fue mantenida algún
tiempo más por los sucesores de Viriato, la muerte de éste abrió las puertas de
todo el noroeste al ejército romano. Uno de los cónsules del 138aC, Décimo
Junio Bruto, fue encargado del ejército romano de la Ulterior; en pocos años
consiguió la sumisión total de los lusitanos y estuvo en condiciones de
realizar una gran campaña de exploración hasta la orilla derecha del Miño: el
conocimiento de las ricas minas de oro del noroeste, explotadas ya por los
indígenas, fue el objeto principal de esta lejana expedición.
El otro bloque indígena enfrentado con Roma tuvo a
Numancia como centro político y militar más importante. Las sólidas alianzas
entre los celtíberos habían hecho que las primitivas formas de organización
gentilicia en las que cada pequeña comunidad constituía un todo autónomo fueron
pasando a un segundo plano frente al desarrollo de de formas políticas
superiores: es decir, nos encontramos en la Celtiberia con un Estado primitivo
en el que tenía gran fuerza el aparato militar. A esto hay que añadir que los celtíberos
buscaron alianzas con otros pueblos vecinos quienes colaboraron activamente con
ellos en la defensa contra los ejércitos romanos. La guerra contra la
Celtiberia se convirtió así en la guerra contra la mayor parte de los
territorios que hoy constituyen Castilla la Vieja.
Los romanos se sirvieron del pretexto de acusar a los
celtíberos del incumplimiento de los pactos establecidos con Sempronio Graco al
dedicarse a fortificar sus ciudades. Segueda (en Belmonte, cerca de Calatayud),
ciudad de los belos, proyectaba ampliar sus murallas para albergar a una parte
de la población, hecho que formaba parte de la consolidación de estructuras
políticas superiores más estables. A pesar de que los belos entendían que estas
fortificaciones no eran contrarias a tales pactos, Roma no aceptó otra
interpretación que la propia. La causa real, disfrazada bajo la discusión de
los antiguos pactos y de unos metros más o menos de muros, residía en otras
instancias: para Roma había llegado el momento de dar otro impulso a la
conquista de Hispania y nunca mejor que llevarlo a cabo antes de que, junto a
sus propias fronteras, se constituyera un sólido Estado.
Con el fin de aislar a los celtíberos, y bajo el
pretexto no siempre cierto de que algunas ciudades les proporcionaban ayuda, el
ejército romano fue tomando las ciudades más importantes de los vaceos: Cauca
(Coca, Segovia), Intercatia (Villalpando, Zamora), Pallantia (cerca de
Plasencia)..., Numancia, una ciudad de unos 8000
habitantes, fue la última en caer. La historiografía
tradicional española ha querido hacer de Numancia un símbolo de valentía y de
las dotes militares del pueblo español, lo que no es más que un error o
manipulación del pasado. Los ejércitos romanos encontraron también gran
resistencia en otros muchos lugares de dentro y de fuera de la Península.
En la estrategia militar romana contra Celtiberia,
Numancia fue quedando relegada para una acción final. Por otra parte, el
comportamiento de Escipión Emiliano, el vencedor de Numancia en el 134aC, nos
desvela otro aspecto de la falsedad del mito de Numancia. Cuando Escipión se
hizo cargo del ejército, acampado cerca de Numancia, se vio obligado a una
reorganización del mismo: el campamento estaba lleno de indígenas (adivinos,
buhoneros, prostitutas...) y los soldados romanos llevaban una vida muelle (uso
de cómodas, camas, de navajillas y pinzas de depilar...). Después de un duro
entrenamiento del ejército, Numancia cayó ese mismo año.
La larga guerra contra Numancia fue una demostración
no de la valentía de los indígenas, sino del grave deterioro económico y moral
de amplias capas de la sociedad romana, desinteresadas en acciones militares
que no mejoraban sus condiciones de vida. Desde comienzos del siglo II aC, la
oligarquía romana había incrementado sus riquezas, tanto a costa de la
exportación de las provincias como apropiándose las tierras de múltiples
pequeños campesinos de Italia, que se habían visto obligados a emigrar del campo;
sus explotaciones no podían competir con explotaciones esclavistas en manos de
la oligarquía. Se staba rompiendo el consenso tradicional entre el Senado y el
pueblo. La revuelta de esclavos en Sicilia, iniciada antes de la toma de
Numancia, fue otra señal de alerta. Cuando desde el 133aC, los hermanos Graco,
ligados al círculo de los Escipiones, intentaron llevar a cabo un conjunto de
reformas profundas en el sistema romano (reforma agraria, judicial,
militar...), que no hacía más que procurar restablecer el consenso roto entre
la oligarquía romana y el pueblo.
Como resultado de la guerra contra lusitanos y
celtíberos, las fronteras romanas de Hispania se desplazaron hasta los pueblos
situados al sur de la cordillera Cántabra. Galicia, explorada en parte por
Décimo Bruto, no quedó definitivamente anexionada, así como tampoco los astures
transmontanos y cismontanos y los cántabros. Todo el conjunto de nuevos
territorios dominados fue agregado a las provincias existentes: la línea
divisoria de las mismas iba desde Cartagena a la provincia de León cortando
transversalmente la Península.
LA CONQUISTA DE BALEARES
A pesar de la estratégica posición de las islas, Roma
no había querido diversificar sus fuerzas para anexionarse estos territorios.
Los piratas que se movían en el Mediterráneo occidental tenían en estas islas
buenos refugios. Roma, lo mismo que otros Estados del Mediterráneo, no mantenía
una actitud de permanente hostilidad frente a los piratas: además de colaborar
en el abastecimiento de esclavos, podían ser utilizados por los mismos Estados
para acciones especiales.
En cambio, Roma temía una alianza de los piratas
baleáricos con los pueblos indígenas del sudeste de la Galia. El Senado romano
encargó al cónsul del 123aC, Q. Cecilio Metelo, la anexión de las islas. La
conquista no ofreció grandes dificultades. Metelo permaneció en ellas dos años
para reorganizar los territorios conforme a los intereses de Roma: fundó dos
núcleos de población, Palma y Pollentia, en los que asentó a 3000 veteranos del
ejército de Hispania, a quienes concedió parcelas de tierra; servían de retén
militar ante una hipotética revuelta indígena. Las Baleares pasaron a formar
parte de la provincia Citerior.
c)Hispania y las Guerras Civiles de fines
de la República.
La conquista romana de la Celtiberia y de la Lusitania
no significó la paralización de los conflictos armados. Desde el 134aC al 82aC,
los gobernadores de las provincias hispanas tuvieron que sofocar varias
revueltas. Quienes se mostraron más tenaces en el rechazo del dominio romano
fueron los lusitanos.
Este potencial militar indígena fue utilizado por los
generales romanos durante los enfrentamientos de finales de la República.
Las reformas propuestas por los hermanos Graco habían
contribuido a la polarización de la sociedad romana en dos tendencias
políticas. Muertos los Graco, las dos tendencias se mantuvieron hasta fines de
la República, aunque lógicamente el contenido de sus programas fue sufriendo
ligeras modificaciones. Los populares defendían inicialmente el programa de los
Graco: redistribución de las tierras del ager publicus - tierras del Estado
alquiladas a particulares - entre los desposeídos con el fin de aumentar el número
de pequeños propietarios, concesión del derecho de ciudadanía a los ítalos,
reforma de los tribunales para que el sector de los caballeros tuviera acceso a
los mismos, reforma militar y una serie de medidas prácticas (construcción y
reparación de vías, etc) destinadas a garantizar la protección alimentaria
debida a los ciudadanos pobres o a los desposeídos de Roma. La cerrazón de la
oligarquía, los optimates, a aceptar estos y otros cambios análogos sostenidos
por los populares, no sin antes frenarlas hasta el máximo, ofrecieron
soluciones peculiares a las mismas con el fin de no perder su posición
hegemónica en la sociedad romana. Por ejemplo, a fines del siglo II aC, ante la
amenaza de invasión de Italia de grandes contingentes de cimbrios y de teutones,
se permitió a Mario (partidario de los populares) introducir reformas
sustanciales en el ejército. Por otra parte, la política de fundación de
colonias fuera de Italia a lo largo del siglo I aC contribuyó a resolver los
problemas de la falta de tierra que padecían muchos ciudadanos; en las primeras
décadas del siglo I aC, muchos ítalos recibieron el derecho de ciudadanía, etc.
GUERRA SERTORIANA (82aC-72aC)
Para frenar el ascenso de los populares, cuyo jefe,
Mario, era el más prestigiado general romano, el grupo de los optimates buscó
el apoyo de otro gran estratega ligado a la oligarquía, Sila. Ante el
descontento de Mario y de sus partidarios, el Senado eligió a Sila como jefe
supremo del ejército romano, que debía marchar a Oriente para enfrentarse con
el rey Mitrídates del Ponto (87aC). Esta decisión senatorial fue la chispa que
encendió los enfrentamientos entre ambos bandos. Los acontecimientos fueron éstos:
estando Sila a punto de partir para Oriente, los populares consiguieron
modificar la decisión senatorial; Sila con sus tropas se dirigió a Roma,
mientras Mario tuvo que huir. Las reglas del juego político se habían cambiado:
bastaba tener fuerza militar para controlar al Senado. Durante la campaña
contra Mitrídates, los populares tomaron medidas represivas contra algunos
optimates.
Vuelto Sila victorioso de la campaña oriental y dueño
absoluto de Roma, inició al punto una sistemática represión contra los
populares: elaboró una lista de proscritos, quienes podían ser asesinados en
cualquier lugar que se encontrasen; cualquier sospechoso de simpatizar con los
populares era privado del ejercicio de las magistraturas.
Sertorio fue uno de los perseguidos que escaparon de
la represión silana en Roma. Sertorio había desempeñado el cargp de cuestor en
Hispania. Esperaba ser cónsul el 83aC. Para apartarlo de Roma fue nombrado
gobernador de la Hispania Citerior ese mismo año y, antes de entra en
funciones, fue destituido para nombrar en su lugar a un optimate. Sertorio
respondió a estas medidas con la organización de un pequeño ejército compuesto
por amigos, familiares y partidarios políticos con el que se dirigió a la Península
Ibérica, dispuesto a organizar la resistencia frente a la dictadura de Sila.
El decemio sertoriano (82-72aC) está lleno de
acontecimientos bélicos que son: fracaso inicial de Sertorio en la Península
Ibérica, de donde tiene que huir; permanencia de Sertorio en Mauritania
(Marruecos) luchando con los indígenas contra el rey de Tingis (Tánger) y
expedición a las Islas de los Afortunados. El 80aC vuelve a la Península para
ponerse al frente de los lusitanos revelados contra Roma. Hasta el 75aC, la
posición de Sertorio en Hispania fue en constante ascenso; sus éxitos militares
contra los ejércitos romanos legales de Pompeyo y de Metelo se vieron solo
empeñados por algunos fracasos de sus colaboradores. A partir del 75aC, la
propaganda política romana y los imponentes ejércitos de Pompeyo y de Metelo
fueron debilitando la fidelidad de los romanos que estaban al lado de Sertorio.
Una ley del 73aC, la lex Plautia, permitía a los exiliados recuperar su antigua
posición política en Roma. El mismo año, Sertorio fue asesinado por un grupo de
sus más estrechos colaboradores romanos; la resistencia de los restantes
sertorianos fue pronto aplastada.
El decenio sertoriano no fue más que un episodio de
las guerras civiles (aunque grave), para Hispania tuvo mucha más importancia.
El grueso del ejército de Sertorio estaba reclutado entre los indígenas,
mayoritariamente celtíberos y lusitanos. Por primera vez, los indígenas
encontraron en Sertorio a un romano que se mostraba respetuoso de sus
tradiciones y que no buscaba su explotación sistemática: el ejército de
Sertorio acampaba ordinariamente fuera de los núcleos urbanos, los indígenas
pagaban impuestos más bajos, Sertorio aparentó incluso aceptar algunas
creencias y supersticiones indígenas, etc. La diplomacia de Sertorio se
materializó también en Osca (Huesca): aquí reunió Sertorio a los hijos de los
reyezuelos y jefes indígenas para instruirlos en la lengua y la cultura
romanas, educación gratuita a cargo de pedagogos romanos y supervisada por el
propio Sertorio.
Por otra parte, Pompeyo supo aprovechar su éxito
militar sobre los sertorianos. No sólo sometió Hispania a Roma, sino que creó
las condiciones para que la Península fuera un instrumento reforzador de su
poder político y militar. Todas las tribus de la Celtiberia que le habín sido
fieles fueron recompensadas con repartos de tierra, con ampliación de sus
dominios territoriales, con protección política, etc. Gran parte de la Hispania
Citerior pasó a su clientela; el vínculo creado entre Pompeyo como patrono y estas
comunidades clientes obligaba al apoya político y militar de los indígenas a la
causa de Pompeyo, quien a su vez se comprometía a defender los intereses de las
mismas en Roma. La concesión de derechos de ciudadanía romana a indígenas
influyentes fue otra medida empleada por Pompeyo, extensiva ocasionalmente a
indígenas de la Hispania Ulterior; entre éstos se encontraban los hermanos
Balbos de Cádiz, pertenecientes a una acomodada familia.
GUERRA ENTRE CESARIANOS Y POMPEYANOS EN HISPANIA
(49-44aC)
El modo en que se desarrollaron los acontecimientos
políticos durante el enfrentamiento entre Sila y Mario habia definido los
cauces de comportamiento político para los años posteriores. El poder
constitucional residia en el Senado y en las asambleas populares - éstas venían
siendo manipuladas por los miembros de las grandes familias a través de
donaciones, regalos, juegos, espectáculos gratuitos, etc - . El ejército,
destinado a ser un mero ejecutor de las decisiones senatoriales, pasó a tener
capacidad suficiente como para disputar el poder del Senado. El Senado,
consciente de la nueva situación, se esforzaba por volver al viejo orden,
consistente en que los generales se sometieran a sus decisiones. Por otra
parte, los grandes jefes militares buscaban a través de sus partidarios en el
Senado o por medio de la amenaza de las armas una sumisión del Senado.
Sila resolvió el dilema por medio del nombramiento de
senadores fieles. Desaparecido Sila, el Senado tuvo que contemplar cómo se
incrementaba el poder de Pompeyo como resultado de la lucha contra los
populares (Mario, Sertorio...). Pompeyo había alcanzado un gran poder personal
y un gran prestigio en Hispania, en Sicilia, en África, en Galia Cisalpina y en
la Transalpina. Un poco más tarde se encomendó a Pompeyo la lucha contra los
piratas del Mediterráneo y la pacificación del Oriente.
Muchos de los problemas de los populares quedaban sin
resolver: en la ciudad de Roma se apiñaban miles de ciudadanos sin empleo,los
soldados veteranos no encontraban medios de vida al ser licenciados del
ejército, los populares seguían teniendo cerradas las puertas a las altas
instancias de decisión política, etc. César, ligado a los populares, fue el
gran jefe militar que disputó a Pompeyo el poder. Para coseguirlo se sirvió de
los mismos procedimientos que Pompeyo: creación de amplias clientelas en las provincias
y apoyo en los grupos más democráticos de la ciudad de Roma - amplios sectores
de la plebe y personajes influyentes que ansiaban una mayor participación en
las decisiones políticas.
La estrategia de César quedó planteada en dos fases:
primeramente, conseguir un gran poder militar y un fuerte prestigio en las
áreas en las que Pompeyo tenía una posición más débil o a las que no había
llegado.
Este objetivo lo cumplió pronto en Italia y en
Hispania: el 69aC estuvo de cuestor en la Hispania Ulterior y el 61aC fue
gobernador de la misma provincia. Durante su estancia aprovechó para ganarse
las simpatías y el apoyo de los indígenas y de los ítalo-romanos residentes en
la provincia, consiguiendo una amplia clientela, similar a la que Pompeyo había
hecho en la Hispania Citerior.
Una expedición contra los lusitanos que terminó en el
territorio galaico garantizó la sumisión definitiva de estos pueblos y pudo
ofrecer a la Bética, sometida aún a incursiones ocasionales de lusitanos, una
mayor estabilidad.
Aprovechando las tensiones existentes entre el Senado
y su general favorito, Pompeyo, César consiguió negociar con el hombre más rico
de Roma - Craso - y con Pompeyo el reparto de las áreas de influencia de cada
uno de los tres. El Senado se vio obligado a aceptar el acuerdo del
impropiamente llamado primer triunvirato en el reparto, César obtenía el
consulado para el 59aC y un mando extraordinario que le permitia emprender la
conquista de las galias. Cuando hubo sometido las galias, todo el potencial económico
y humano de las mismas quedaron a disposición de César.
El acuerdo del 59aC no suponía la desaparición del
Senado, que se negaba a contemplar impasible su pérdida de poder. La propaganda
senatorial casi había conseguido el año 56aC romper la alianza de los tres
generales. Ante la gravedad de la situación, César convocó rápidamente una
reunión en Lucca, la llamada Conferencia de Lucca, durante la cual hubo que
disipar malentendidos: ni Craso ni Pompeyo ni César debían mantener situaciones
privilegiadas. La alianza salió fortalecida y César tuvo tiempo para completar
la sumisión de las Galias. La Conferencia de Lucca abrió un compás de espera
para el inevitable enfrentamiento entre Pompeyo y César. Craso nunca representó
un serio peligro ni por sus alianzas populares ni por sus dotes militares.
Durante el enfrentamiento entre cesarianos y
pompeyanos (49-44aC), Hispania no sólo fue escenario de múltiples conflictos
bélicos, sino que indígenas e hispano-romanos se alinearon en cada uno de los
dos bandos. En el 53aC, el Senado consiguió atraerse a Pompeyo, que fue
nombrado cónsul único con poderes extraordinarios. La renacida alianza entre
Pompeyo y el Senado fue empleada contra César: en el 50aC se aprobaba una ley
sobre el desempeño de las magistraturas, en virtud de la cual César quedaba
privado de todo poder y pasaba a ser un simple ciudadano tan pronto cesara de
su cargo en el 49aC. Las presiones ejercidas por los cesarianos en el Senado y
en las asambleas no consiguieron impedir la aprobación de la ley. El 49aC,
César, al frente de una parte de su ejército de las galias, cruzó el Po: los
senadores huyeron de Roma y Pompeyo se vio pronto obligado a abandonar Italia
para dirigirse a Oriente. Desde este momento hasta el 44aC, cesarianos y
pompeyanos lucharon por el control de Hispania, trampolín necesario para
alcanzar el poder supremo.
Las dos provincias de Hispania estaban regidas por
gobernadores pompeyanos el año 49aC. Antes de enfrentarse con Pompeyo en
Oriente, César buscó el control de todo el Occidente, con lo que
simultaneamente conseguía mantener el abastecimiento de Italia. El mismo año,
César se dirigió a Hispania. El ejército pompeyano de Hispania, puesto bajo las
órdenes de tres legados de Pompeyo - Afranio, Petreyo y Varrón -, estaba
compuesto por siete legiones; César concentró otras seis legiones en Hispania.
Tal concentración de tropas da idea de la importancia que ambos contendientes
concedían al control de Hispania. La capacidad militar de César se mostró
pronto superior: sin necesidad de grandes combates, durante la batalla de
Llerda (Lérida) consiguió que el grueso de las tropas pompeyanas se rindieran;
también ese mismo año, en otra rápida operación - en la que contó con la
colaboración de muchas ciudades que le eran fieles desde el año que estuvo
gobernador de la Ulterior - , obligó a rendirse al tercer legado pompeyano, el
gran escritor Varrón. En unos meses, Hispania pasó a la esfera política de
César y al frente de las provincias fueron nombrados gobernadores cesarianos:
Q. Casio Longino para la Ulterior y M. Lépido para la Citerior. César, después
de múltiples manifestaciones de benevolencia - disminución de impuestos
aumentados por los pompeyanos, devolución de las riquezas quitadas al templo
gaditano de Hércules, concesión de derechos de ciudadania, etc -, dejó Hispania
para continuar la guerra contra los pompeyanos en otros frentes.
Los abusos cometidos por Casio Longino, entre los que
sobresalían las distorsiones económicas a los súbditos, despertaron la
indignación contra él de muchos hispanos: en el 48aC fue gravemente herido en
un atentado y tuvo que enfrentarse a una sublevación. Sólo la intervención del
gobernador de la Citerior, Lépido, impidió que los sublevados, partidarios de
Pompeyo, terminaran con él.
La destitución de Casio Longino en el 47aC para ser
reemplazado por otro cesariano, C. Trebonio, no impidió que los pompeyanos
siguieran organizándose. Cuando el mismo año Cn. Pompeyo, hijo, llega a la
Bética es recibido calurosamente por sus partidarios, que habían conseguido ya
expulsar al gobernador cesariano. Poco después, su hermano Sexto Pompeyo,
derrotado en África, llega también a Hispania al frente de una parte de la
armada y de los restos de su ejército. De nuevo Hispania es elegida por los pompeyanos
como base de operaciones. A su vez, los generales cesarianos urgen a César para
que se apresure a salvar Hispania para su causa.
Esta segunda fase de la guerra desvela el arrigo de
las clientelas pompeyanas de Hispania. Los hijos de Pompeyo consiguieron reunir
11 legiones, gran parte de ellas compuestas por hispano-romanos e indígenas.
Aunque la batalla más decisiva tuvo lugar en Munda (cerca de Osasuna), en la
que murieron más de 30000 pompeyanos, César tuvo que ir tomando ciudad por
ciudad (Ulia, Corduba, Ategua, Bursao, Urso...). Cn. Pompeyo cayó en los
enfrentamientos; su hermano Sexto consiguió huir y aún vencido encontró refugio
y apoyo en los pueblos que habían sido clientes de su padre. Desde ellos
organizó guerrillas que aún se mantenían activas en el 44aC, después de la
muerte de César. Sólo la intervención de Lépido, gobernador de la Citerior,
frenó sus actividades guerrilleras al conseguir del Senado que se le
reintegrara en la vida política y le fueran devueltos los bienes paternos; se
le concedió el mando de la flota. Su guardia personal siguió estando compuesta
por indígenas de Hispania.
HISPANIA DEL 44-30aC
El asesinato de César en el 44aC no modificó las
reglas del juego político. El Senado no tenía ningún poder, desligado del apoyo
de los grandes jefes militares.
Desde el 44-30aC, el mundo romano se vio de nuevo
sumido en grandes conflictos armados. El triunvirato compuesto por Lépido,
Antonio y Octaviano controlaba todas las esferas del poder. La acción
diplomática y las grandes batallas de estos años pusieron el poder en manos de
un solo jefe, Octaviano, el primer emperador de Roma.
En esta época, Hispania estuvo sucesivamente bajo el
control de los tres triunviros. Los enfrentamientos bélicos entre los
triunviros no tuvieron, en cambio, por escenario el territorio de Hispania.
Pero los indígenas no aceptaban plenamente las
condiciones de vida impuestas por Roma, Sierra Morena (en su parte “Saltus
Castulonensis”) seguía estando infectada de bandoleros. Y Asinio tuvo que
llevar las tropas al interior para sofocar revueltas de lusitanos. Por otra
parte, tanto Lépido en el 43aC como Domicio Calvino en el 36aC, gobernadores de
la Citerior, celebraron su triunfo en Roma tras haber obtenido éxitos militares
contra los indígenas. La propia guerra contra cántabros y astures vino precedida
de constantes luchas entre indígenas y tropas romanas.
d)Guerra contra cántabros y astures
(29-19aC).
Como resultado de esta guerra, Roma acabó
anexionándose los territorios aún independientes de la Península Ibérica, dos
siglos después de haber comenzado la conquista.
El fenómeno del bandolerismo era endémico en la
Hispania prerromana como consecuencia de la presión demográfica y del desigual
reparto de la riqueza entre muchos pueblos indígenas. Por una parte, el deseo
del Estado romano de controlar todo el gran distrito minero del noroeste, que
abarcaba parte de los territorios no conquistados. En segundo lugar, se ha
comparado la conquista del norte de Hispania con otras intervenciones de los
ejércitos romanos a partir del momento en que Octaviano Augusto se hizo con el
poder en Roma y se advierte: Augusto abandonó la conquista programada de
Britania; por otra parte, ante el desastre de Varo frente a los germanos,
retrajo la frontera romana hasta el Rin; terminó también de someter a las
tribus de los Alpes, etc. La política de Augusta incluía el ahorrar vidas
humanas al mundo romano, tan desgastado durante las Guerras Civiles, y situar
las fronteras del Imperio buscando límites naturales fácilmente defendibles. La
guerra contra cántabros se encuadra en esta política augustea.
La larga y difícil guerra contra cántabros y astures,
habituados a la guerra de guerrillas, exigió la presencia de ingentes fuerzas
militares romanas: siete legiones y la armada del Cantábrico cuando Augusto
dirigía las operaciones. Las fases de la guerra fueron: hasta el 27aC, los
gobernadores de Hispania mantuvieron enfrentamientos ocasionales; en la segunda
fase, la más importante, Augusto en persona dirigió las operaciones (26-25aC);
durante el 24-20aC se produjeron pequeñas rebeliones de cántabros y astures.
Finalmente, el año 19aC fue precisa la intervención de Agripa para sofocar
definitivemente el último levantamiento.
La campaña programada por Augusto y dirigida por él
junto con sus legados terminó con la conquista de cántabros y astures. El
ejército romano fue dividido en tres columnas: la occidental, asentada en el
valle del Orbigo, mandada por Carisio; la central, cuyo campamento estaba en
Segisama (Sasamón), dirigida por el propio Augusto, y la oriental. Se trataba
de batir, si fuera preciso rastreando el terreno, toda la Cordillera Cántabra,
desde Galicia a Castro Urdiales (Santander). Comenzó la guerra con el sometimiento
de los astures cismontanos: la toma por los romanos de Lancia (en el término de
Villasabariego, León), la del monte Vindius y la de Bergidum (ambos en el
Bierzo) rompieron la resistencia del sur de la Cordillera. Para el resto de las
operaciones militares al otro lado de la Cordillera, las columnas romanas
contaron con el apoyo de la flota de Aquitania, cuyos soldados hostigaban la
retaguardia de los indígenas.
El territorio de los astures cismontanos y el de los
pueblos situados al otro lado de la Cordillera Cántabra (galaicos, astures
transmontanos y cántabros) pasó a depender de las dos provincias romanas ya
existentes. La belicosidad de estos pueblos recien sometidos exigió la
presencia de tropas legionarias asentadas en el norte. El sometimiento a Roma
no significó la desaparición de las formas de organización características de
estos pueblos (gentes, gentilitates, centurias, familias), sobre las que se superpuso
el modelo organizativo romano.
IV. BIBLIOGRAFIA
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