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lunes, 20 de febrero de 2017

Orígenes de la lengua española

 


Paya Frank

Los orígenes de nuestra lengua se remontan muchos siglos antes de nuestra era. Se supone que los primero habitantes de lo que hoy es la península ibérica (España y Portugal), se establecieron a los lados de los Pirineos (cadena montañosa entre Francia y España). Estos grupos humanos hablaron una lengua que sobrevive en el idioma vasco (Se habla vasco en Vasconia, región de España). En otra región geográfica -costa de Levante- se establecieron los Iberos, de cuyo nombre tomó el propio la península. Su cultura probablemente provenía de las costas africanas.

 EPOCA PRERROMANA


Al alborear los tiempos históricos, la península Ibérica estaba habitada por varios pueblos de diversa procedencia.
Los vascos se habían establecido a ambos lados de los Pirineos.
Por la costa de Levante y regiones vecinas se extendía  la cultura de los íberos, probablemente procedentes del norte de Africa. A ellos se debió el nombre de Iberia que se le da a la península.
La actual Baja Andalucía   y el sur de Portugal estuvieron  habitados por los tartesios  o  turdetanos , los que mantuvieron por largos años una  floreciente  civilización.
Los fenicios se establecieron en la costa sur, y hacía el año 1,100   antes  de  cristo  fundaron la colonia  de Gádir , cuyo nombre de formado por los romanos  y por los árabes ha dado el actual Cádiz. Otras colonias fenicias eran  Asiendo (hoy Medinasidonia ),  Málaka  (Málaga ) y Abdera  (Adra).

Más tarde llegaron los cartagineses, quienes  desplazaron  a los fenicios. A  ellos  se  debe la  nueva Cartago,  capital  de  sus  dominios en España.
El nombre  de Hispania  se cree que es de origen  púnico, que en la lengua fenicia significa “tierra de conejos”.
Los griegos tambien se asentaron en el sur.
Hacia el siglo VI, pueblos célticos habían llegado hasta Portugal y la Baja Andalucía, estableciendo allí sus dominios. Más adelante llegaron a la Península Iberica los ligures, procedentes del norte de Italia.
En toda la Península hubo una gran interpenetración y superposición de distintas lenguas y gentes, lo que originó una gran diversidad lingüística. Sirven como testimonio de ello las inscripciones que se conservan en estos pueblos, así como en la toponimia.
Aunque estas lenguas primitivas desaparecieron, dejaron muestras de su existencia tanto en la toponimia como en el léxico y, muy probablemente, en los hábitos de pronunciación, tonos y ritmos del habla.
La influencia de las lenguas prerromanas en el vocabulario español se limita a términos de significación sumamente concreta, referentes en su mayoría a la naturaleza y a la vida material.
Algunas palabras de origen prerrománico que se conservan en el español son: páramo, balsa, charco, galápago, manteca, perro, muñeca, barro, silo, sima, izar, barranco, lama, álamo, berro, garza, puerco, toro, busto, gancho, tarugo, lanza, conejo, cerveza, cabaña y lengua. También se conservan los sufijos arro, orro, urro (cacharro, cachorro, baturro), asco (peñasco, borrasca), iego (palaciego, labriego).

EPOCA ROMANA


En el año 218 a.C. se produjo el desembarco de los escipiones en Ampurias y es así como se inicia la incorporación de Hispania al mundo grecolatino. En el año 206 a.C., Gades, el último reducto cartaginés, cae en poder de los romanos, quienes emprenden la conquista de la Península. La pacificación del territorio se completó cuando hacia el año 19 a.C. logró dominar a los cántabros y a los astures.
Como consecuencia de la conquista romana, Hispania sufrió una gran transformación radical en todos los ordenes de la vida.
Con la civilización romana se impuso la lengua latina, importada por legionarios, colonos y administrativos.
La desaparición de las primitivas lenguas peninsulares no se efectuó repentinamente, hubo un período más o menos largo, de bilingüismo, durante el cual las distintas lenguas convivieron con el latín. Los hispanos comenzaron a emplear el latín en sus relaciones con los romanos, y las hablas primitivas se fueron refugiando en la conversación familiar hasta que llegó la latinización completa.

EPOCA VISIGODA


En el año 409 un conglomerado de pueblos germánicos: los vándalos, los suevos y los alanos, atravesaron los Pirineos y cayeron sobre España. Poco después el rey visigodo Alarico se apoderó de Roma; los alanos fueron exterminados, los vándalos emigraron a Africa y los suevos fueron sometidos. Así se estableció el reino visigodo en España.
La influencia lingüística de los visigodos no fue muy muy grande. Algunas de las palabras de origen germánico que pasaron al latín vulgar fueron: guardi, espía, ropa, hato, ataviar, brote, estribo, parra, casta, tapa, aspa, jabón, falda, cofia, guerra, guante, guardar, sala, espuela, orgullo, rico, fresco, compañía, ufano, compañero, y otras más.
También nos dejaron el sufijo –engo: abolengo, realengo, etc., y algunos nombres propios, como Alvaro, Fernando, Rodrigo, Rosendo, Elvira, Gonzalo, Alfonso, Adolfo, Ramiro y otros.

EPOCA MUSULMANA


El reino visigodo no logró consolidarse en España, y en el año 711 los árabes invadieron la península Ibérica. En sólo siete años, los musulmanes ocuparon casi todo el territorio español.
Los árabes llegaron a España con una cultura superior a la que tenían sus habitantes en aquella época. La nueva cultura abarcaba muchas ramas  del  saber. La  filosofía, la medicina, las matemáticas, la química, la botánica, el arte, la agricultura, etc. Este impacto cultural trajo consigo  nuevos nombres. Debido a esto, el vocabulario se enriqueció sobremanera.
El elemento árabe es, además del latino, el más importante del vocabulario español, en el cual hay más de cuatro mil palabras de origen árabe. Algunos arabismos que existen en la lengua española son: Tambor, Acémilas, acequia, aljibe, alcachofa, alcanfor, algarrobo berenjena, azafrán, azúcar, algodón, nuca, jarabe, mezquino, ojalá,ajedrez, entre otros.

Culturas que influyeron en la conformación de la lengua española.

Los Tartesios.

Probablemente a fines de la Edad de Bronce, llegó a la actual Andalucía una raza de cultura superior, la que por haber fundado la ciudad de Tartesos se llamó tartesia. Procedía de África, y dominó a los habitantes anteriores, probablemente íberos. También éstos eran de raza africana por lo cual algunos consideraban íberos a los tartesios.
Aunque los restos de la civilización tartesia fueron descubiertos en 1922-1923, en las marismas de la actual desembocadura del Guadalquivir, pero Tartesos estuvo en una isla del delta que entonces formaba el río. En la época del rey Salomón (1000 años antes de Cristo) se la cita como ciudad populosa y rica.
Su principal riqueza parece que fueron los minerales -oro, plata, cobre y plomo-, y de allí el nombre de Argentonio rey de la plata, 'que llevó uno de sus reyes. Los tartesios llegaron a Bretaña en busca de estaño, necesario para fabricar bronce.
La península ibérica fue invadida varias veces por tribus venidas de África. En los siglos anteriores a la era cristiana vivieron en ella los íberos, de raza africana, que poblaban todo el norte de África, desde el mar Rojo hasta el océano, y seguramente invadieron varias veces la península.
Entraron por el norte otras tribus de raza celta. Como los íberos, se extendieron por la península y pasaron al sur de la, actual Francia y tres o cuatro siglos antes de Cristo estaban mezcladas ambas razas en los celtíberos.

Los fenicios y los griegos.

Los colonizadores fenicios llegaron a España 1110 años antes de Cristo y fundaron cerca de Tartesos la ciudad de Gádir al sur de la península, posteriormente los romanos la llamaron Gades y los árabes, Qádis para terminar como la conocemos hoy: Cádiz. La palabra gadir es de origen púnico y quiere decir recinto amurallado.
Otra ciudad importante nacida a merced de los fenicios fué Málaga (Málaka: factoría, fábrica).
Los griegos, desterrados del sur por los fenicios, se establecieron en la región de Levante. Ahí fundaron ciudades importantes como Lucentum, hoy Alicante, y Emporion, Ampurias. Poco después llegaron los griegos a las islas Baleares. Los fenicios para contenerlos se establecieron en Ibiza y fundaron varias factorías en el continente, entre ellas Málaca, hoy Málaga.

Los fócesos.

Los fóceos, hacia fines del siglo VII a.C. fundaron ciudades en la costa este de España, como habían fundado Massilía (hoy Marsella) en el sur de Francia. La actual ciudad española de Ampurias fue fundada por los fóceos, con el nombre de Emporion. Los fóceos dominaron a los fenicios pero fueron derrotados por los etruscos aliados con los cartagineses.

Los cartagineses.

Cuando los asirios tomaron Tiro, la hegemonía de ésta pasó a Cartago. Desde entonces esa ciudad, fundada después de Gádir, creció en importancia, quizá porque no siguió la costumbre fenicia de establecer factorías. Cartago colonizó, respetando la autonomía de los dominados, exigiéndoles sólo tributos de hombres y dinero. Así muchos nativos de la península ibérica combatieron contra los enemigos de Cartago.
El afán de monopolizar el comercio de los minerales llevó a los cartagineses a conquistar las grandes islas del Mediterráneo y a destruir Tartesos, como habían destruido antes otras ciudades rivales.
Toda Andalucía quedó entonces bajo su poder y dominaron también las explotaciones minerales de la actual Gran Bretaña. La expansión comercial cartaginesa era despiadada y unió a los íberos y marselleses contra Cartago. Hacia el año 300 a.C. como consecuencia, Cartago perdió Andalucía que había reconquistado Amílcar en el año 240 a.C.
Para esta fecha una nueva y pujante ciudad había crecido militar y económicamente, junto a los etruscos, a los que absorbió. Esa ciudad, ya más que una ciudad, por su territorio y su poder, era Roma. El choque de ambos estados era inevitable.
Las culturas fenicia y griega, propiciaron el desarrollo del arte ibérico, tanto en numismática como en escultura. La famosa Dama de Elche ha quedado como muestra del aculturamiento griego por parte de los iberos.

Ligures

Por lo que toca a las regiones del Centro y Noroeste, no se puede definir con exactitud qué grupo o grupos humanos llegaron a colonizar. Existe la hipótesis de una inmigración ligur (proveniente del Norte y Centro de Italia de la región de la Provenza. Dicha suposición se ha sostenido debido a los toponímicos (nombres de lugares) encontrados en diversas partes de España. Son característicos, aunque no exclusivos del idioma ligur, los sufijos "-asco", "-osca" y "-usco", por ejemplo: "Viascón", hoy Pontevedra; "Tarascón": Orense, "Piasca": Santander, "Beascos": Murcia, "Orusco": Madrid, "Biosca": Lérida. El sufijo "-ona", también es de origen ligur, por ejemplo: Barcelona, Tarazona, etc.

Celtas

Los celtas invadieron Hispania en el siglo VII A.C. procedentes del sur de Alemania. Se establecieron en Galicia, sur de Portugal y en la región llamada Sierra Morena. Más tarde se mezclaron con los iberos en el centro y Bajo Aragón, y formaron una región llamada Celtiberia.

Los toponímicos de origen céltico son muchos. Casi todos ellos tienen nombres guerreros. Entran como elementos informativos de las palabras, las voces: "briga", que significa fortaleza, y "sego" o "segi" que indican victoria, por ejemplo: "Conimbriga": Coimbra, "Lacobriga": Carrión, "Seguvia": Segovia. La palabra "dunum", es sinónimo de "briga"; aquel elemento también entró en la formación de toponimias. Dichos lugares se encuentran localizados tanto en la región central como en la oriental de los Pirineos, por ejemplo: "Navardúm": Zaragoza, "Salardú": Lérida.

Carencia de unidad lingüistica prerromana

No se puede hablar de una unidad lingüistica en la península ibérica antes de la llegada de los romanos. Los alfabetos ibéricos y taresio sirvieron cada uno para diversas lenguas. Los grupos colonizadores conservaron y extendieron cada uno su propia lengua: griegos, fenicios, cartaginese, celtas, etc. Además de los idiomas mencionados hay que agregar el vascuense.
La lengua vascuense
El vascuense, lengua que hasta la fecha se ha conservado, y que no tiene relación lingüistica con los demás que se hablaron y hablan en España, es un idioma cuyo origen es muy discutido todavía. Hay tres tesis:

·        El vascuense es de procedencia africana. Presenta coincidencias decicivas con las lenguas camíticas: bereber, copto, cusita y sudanés.
·        El vascuense es originario de la región del Cáucaso. Su estructura gramatical tiene mucha similitud con las lenguas caucásicas.
·        El vascuense es una lengua mixta. Se parece a los idiomas caucásicos en su estructura y origen. Incorporó numerosos elementos camíticos de las lenguas ibéricas, así como celtismos y, finalmente, abundantes latinismos.
La segunda y tercera teorías son las que se sostienen en la actualidad (mucho se debe a presiones de algunos "expertos", orientadas a alejarlo lo más posibles de orígenes africanos).
El vascuense, desde su origen hasta el siglo X, fué una lengua que se transmitió por tradición oral. Textos más o menos amplios aparecen hasta el siglo XVI, pero sin llegar a tener la calidad de lengua culta. En nuestros días mantiene su primaria estructura gramatical, pero se ha visto sometida a la influencia del latín y de las lenguas romances.
El vascuense ha dado lugar a muchos dialectos. Son de origen vasco numerosos toponímicos localizados principalmente a lo largo de los Pirineos. Para la composición de muchas palabras entraron en función los sufijos éuscaros (vascos): "berri": nuevo, "gorri": rojo, "erri":quemado.
Nombres de origen vasco son: Urquiza, Ezquerra, Iruecha, Garray, etc. El vascuense es la única lengua prerromana que tiene vigencia en la actualidad. Se habla en las provincias españolas de Vizcaya y Guipúscoa .

Los romanos


Los romanos emprenden la conquista de Hispania en el año 206 A.C. Antes, en el 218 A.C., los Escipciones habían desembarcado en Ampurias. La pacificación fué completa hasta el año 19 A.C., cuando Augustosometió definitivamente a los cántabros y astures. Así, Roma, al conquistar nuevas tierras, acababa con las pugnas entre tribus, pueblos y ciudades, imponiendo su cultura, que traía el concepto de la ley y la ciudadanía. Los romanos eran maestros en administración y derecho. Debemos recordar que el Derecho Romano sentó las bases de las legislaciones occidentales. Tampoco debemos olvidar que construyeron admirablemente calzadas, puertos, puentes y acueductos que aún están en pie.
De hecho, los romanos transformaron completamente el modo de vida de los habitantes de Hispania, llevando a dicho pueblo no sólo las formas de vida latinas, sino la cultura griega, que ellos habían adquerido cuando conquistaron la región helvética.

Muy pronto empezaron a levantar ciudades latinas en la península ibérica; en 206 A.C. fundaron Itálica. Se extendieron rápidamente por diversas regiones del país colonizado. Ya en el año 90 A.C., nativos de Salduia (Zaragoza) luchaban como hermanos al lado de los romanos en la guerra social de Italia.



El Latín

El latín lengua oficial de los romanos, se impuso rapidamente como intrumento de comunicación en todo el Imperio Romano. Los toponímicos indican que también hubo mezcla de elementos romanos con celtas y vascos. Por ejemplo "Gracchurris" (Alfaro) se formó del nombre de sus fundador Tiberio Sempronio Graco y de la palabra vasca "urris". Elementos romanos y celtas se combinaron para formar: Caesarbriga (Talavera) y Juliobriga (cerca de Reinosa) y Augustobriga (Ciudad Rodrigo).
El latín, idioma claro y preciso, enérgico, práctico y ordenador, adquirió gracia cuando tuvo contacto con la lengua griega, Hispania fue testigo del florecimiento de la literatura latina que imitó, haciendolos suyos, los modelos de los grandes maestros griegos. De esta manera, muchas palabras de origen griego, han pasado a nuestro idioma en este periodo por medio de la imposición del latín. Por ejemplo: "philosophia" : filifosofía, "poesis" : poesía, "mathematica" : matemática, "chorus" : coro, etc.

·        Lenguas indoeuropeas

El latín pertenece a las llamadas lenguas itálicas que se hablaron antes de Cristo en la península del mismo nombre. A su vez, dichas lenguas itálicas pertenecían al indoeuropeo, originario de casi todas las lenguas que se hablan en Europa. Además de latín son indoeuropeas: las lenguas célticas (que se hablaron en Hispania y hoy en Bretaña) y en la Gran Bretaña (irlandés, galés, esocés); las lenguas germánicas (el desaparecido gótico, los modernos alemán, inglés, holandés); las lenguas eslavas (ruso, polaco, checo, búlgaro y serbocroata), la lenguas escandinavas y también el griego y el albanés.
Las lenguas que se hablan y hablaron en Europa que no pertenecen a la familia indoeuropea, son: el etrusco (desaparecedo), el finlandés, el lapón, el estoniano, el húngaro y el vascuence, fuera de Europa, pertenecen al tronco indoeuropeo el grupo de lenguas indias y el persa. De lo que se concluye que gran parte del mundo actual tiene uno mismo antepasado lingüístico.

·        Forma de la lengua latina

Existieron dos clases de latín: el culto y el vulgar. El primero era usado por los escritores y gente preparada; el vulgar era hablado por el pueblo de Roma. Este fue el que se impuso en todas las colonias. Dicho latín presentaba diversas modalidades según la época de conquista del territorio, la procedencia de distintas regiones de la península itálica, la cercanía o lajanía de comunicación con la metrópoli, etc. De este modo, en cada territorio conquistado -no se puede usar todavía el concepto de nación- la lengua impuesta adquirió diversos matices de expresión. Con el devenir del tiempo, la evolución del latín vulgar, al lado de la conformación de las naciones, vino a dar lo que hoy llamamos lenguas romances, románicas o neolatinas: español, francés, italiano, provenzal, catalán, gallego-portugués, retrorrománico, rumano y sardo.
En la actualidad el latín convertido en lenguas romances, sobrevive con diversas modalidades en España, Francia, Portugal, Italia, Bélgica, Suiza, Rumanía, Hispanoamérica, sur de Estado Unidos, Filipinas y en otros muchos lugares del orbe, a donde fue llevado por los conquistadores españoles, portugueses y franceses, así como por los judíos sefardíes que fueron arrojados de España.

·        Fin de la dominación romana

La dominación romana terminó en el siglo V d.C., cuando desmembró el imperio. En nuestros días lo que se conserva de las lenguas prerromanas son unos cuantos sufijos: -arro, -orro, -urro: nuharro, machorro, baturro, -asco: peñasco. Se presume que los sufijos -az, -ez, -oz, que abundan en la toponimia peninsular española, también pertenecen al período estudiado. En el mismo caso está la "-z" terminal de los apellidos.

 

CARACTERISTICAS DEL LATIN


La lengua latina se caracterizó por su claridad y precisión. En contacto con la lengua y la literatura griegas adquirió gracia y armonía. Se hizo apta para la poesía, la elocuencia y la filosofía.


Latín Literario y Latín Vulgar

Desde el momento en que la literatura fijó el tipo de lengua escrita, se inició la separación entre el latín culto y el latín vulgar.
El latín culto era el enseñado en las escuelas y el que todos pretendían escribir.
El latín vulgar era el que empleaban en la conversación las gentes medias y las masas populares.
Mientras la lengua literaria alcanzaba su máximo refinamiento, el habla vulgar seguía apegada a usos antiguos, pero a la vez progresaba en sus innovaciones, acorde con las tendencias existentes en el idioma.
Durante el Imperio esas divergencias se ahondaron considerablemente: el latín culto se estacionó, mientras que el vulgar proseguía el camino que llevó al nacimineto de las lenguas romanas.
 La lengua literaria empezó a decaer y ya en el siglo VII sólo la empleaban los eclesiásticos y letrados.

Diferencias entre el latín Vulgar y el latín Literario


El latín clásico admitía frecuentes transposiciones; entre dos términos ligados por el sentido y la concordancia podían interponerse otros.
El latín vulgar prefería situar juntas las palabras modificadas y las modificadoras.
El latín tenía un ritmo cualitativo musical, basado en la duración de las vocales y de las sílabas, pero en el latín vulgar comienza a prevalecer el acento de intensidad, que sería fundamental en las lenguas romanas.
El léxico del latín vulgar olvidó muchos términos del clásico, con lo cual se borraron diferencias de matices que la lengua culta expresaba con las palabras distintas.
Muchas voces clásicas fueron sustituidas por otras que no eran sinónimas de ellas.
El latín vulgar fue muy aficionado a la derivación y prefería el empleo de diminutivos. Se crearon verbos derivados de nombres y también de otros verbos.
El latín vulgar se mantuvo indiviso, y en cierto grado uniforme durante la época imperial. Al deshacerse el Imperio en el siglo V, las provincias, convertidas en Estados bárbaros, quedaron aisladas unas a otras. En cada región surgieron innovaciones fonéticas y gramaticales, nuevas construcciones de frases y preferencias por determinadas palabras. Llegó un momento en que se quebró la unidad lingüística, y las diferencias locales constituyeron dialectos e idiomas distintos.

Orígenes del español


El castellano, dialecto románico surgido en Castilla y origen de la lengua española, nació en una franja montañosa, mal y tardíamente romanizada, inculta y con fuertes raíces prerromanas (Burgos, Iria Flavia, Oviedo, Amaya, Pamplona), en la cual surgieron los condados y reinos medievales españoles, y en torno a esos nuevos centros fueron desarrollándose las variedades dialectales. El castellano, dialecto de los montañeses y vascos encargados, en el siglo IX, de defender de los árabes (en la península desde el año 711) la frontera oriental del reino asturleonés, toma su nombre de castilla —del latín castella, plural de castellum— que en periodo visigótico significó ‘pequeño campamento militar’ (diminutivo de castrum) y luego ‘tierra de castillos’. Con respecto a los vascos, se sostiene que éstos, con su propia lengua , influyó profundamente en esta nueva lengua románica.
La modalidad idiomática navarro-aragonesa, utilizada en el lugar en donde confluían tres reinos, Castilla, Navarra y Aragón, dio origen, en el siglo XI, a los primeros documentos peninsulares en una lengua romance: las glosas emilianenses (puede consultar un interesante artículo sobre ellas en la Página de Ricardo Soca)y las glosas silenses . En el año 1042, por otra parte, se escribieron las jarchas, primeros textos en castellano, pero con caracteres árabes o hebreos.

EL ESPAÑOL EN EL MUNDO
El español es, por número de hablantes, la tercera lengua del mundo. Pese a ser una lengua hablada en zonas tan distantes, hasta ahora todavía existe una cierta uniformidad en el nivel culto del idioma que permite a las gentes de uno u otro lado del Atlántico entenderse con relativa facilidad. Las mayores diferencias son de carácter suprasegmental, es decir, la variada entonación, fruto al parecer de los diversos substratos lingüísticos que existen en los países de habla hispánica. La ortografía y la norma lingüística aseguran la uniformidad de la lengua; de ahí la necesidad de colaboración entre las diversas Academias de la Lengua para preservar la unidad, hecho al que coadyuva la difusión de los productos literarios, científicos, pedagógicos, cinematográficos, televisivos, ofimáticos, comunicadores e informáticos.
Desde España se ha elaborado el primer método unitario de enseñanza del idioma que difunde por el mundo el Instituto Cervantes. El trabajo coordinado de las Academias ha cristalizado en la "Elaboración de la norma culta de las grandes ciudades", que presta especial atención a la fonología y el léxico. Es el segundo idioma hablado en Estados Unidos, que cuenta con varias cadenas de radio y televisión con emisiones totalmente en español; asimismo, y por razones estrictamente económicas, es la lengua que más se estudia como idioma extranjero en los países no hispánicos de América y Europa.
Lejanos ya los tiempos en que fue considerada la lengua diplomática, cuando fue sustituida por el francés, hoy es lengua oficial de la ONU y sus organismos, de la Unión Europea y otros organismos internacionales. Ha sido incluido como idioma dentro de las grandes autopistas internacionales de la información como Internet, lo que asegura la constante traducción de las innovaciones informáticas, su difusión e intercomunicación. Donde aparece más incierto el futuro del idioma es en el continente africano, abandonado por razones políticas a la voluntad de sus hablantes; no hay que olvidar que todavía sirve de lengua diplomática junto al francés para el pueblo saharaui.
No obstante, todo parece augurar si así nos lo proponemos, que en el próximo siglo será una de las lenguas de mayor difusión, y quién sabe si en momentos de deseable mestizaje no dé lugar a una lengua intermedia que asegure la comunicación con el continente americano en su conjunto.
Es importante por lo tanto, que quienes tenemos la fortuna de hablarlo, realicemos todos los días la más fuerte defensa de sus principios y su preservación para continuar con el gran legado de hombres como Cervantes Saavedra, Octavio Paz, Nebrija, Borjes, Nervo y tantos más que tan bién se expresaron de ella y con ella.

Consolidación del castellano


El primer texto literario escrito íntegramente en castellano fue el anónimo Cantar de mío Cid, cuya versión original data del siglo XII (1140 aproximadamente), aunque la que hoy se conoce es la de 1307, copiada por Per Abatt. También del siglo XIII es la Grande e General Estoria de España de Alfonso X, rey de Castilla entre 1252 y 1284. Estos primeros textos escritos en castellano no se ajustaban a una única norma ortográfica, ya que ésta no existía. Sin embargo, a partir de Alfonso el Sabio —que publicó sus obras en castellano en vez de latín— es posible detectar una cierta uniformidad y ésta es, probablemente, la escritura más fonética de la historia del idioma, además de haber adquirido, gracias a este monarca, el prestigio de lengua nacional. De hecho, se consideran que en la historia lingüística del castellano se pueden distinguir dos etapas: la primera, denominada "romance", en la que se escriben las primeras muestras de la nueva lengua, donde las variedades se van homogeneizando en torno al habla de Burgos, primer centro de nivelación del idioma, y la segunda, denominada "castellana", que comienza a partir de la obra del mencionado Alfonso X el Sabio. Más tarde, en el siglo XIV, aparece el Libro de Buen Amor, de Juan Ruiz, arcipreste de Hita.
Por su parte, en el ámbito histórico, Castilla se consolidó como la monarquía más poderosa del centro peninsular, lo cual le permitió, en el siglo XIII —gracias al dominio que ejerció sobre los reinos vecinos— convertirse en el único reino ibérico capaz de lograr la recuperación de los territorios bajo dominio musulmán, lo cual es, prácticamente, sinónimo de la expansión del castellano. Es entonces cuando este dialecto, eminentemente innovador e integrador, se hizo lengua de cultura, pues Castilla —convertida ya en una gran nación— necesitó de una forma lingüística común.
Además, fue la lengua a través de la cual se tradujeron grandes obras históricas, jurídicas, literarias y científicas, gracias a lo cual en toda Europa se conoció la cultura de Oriente, proceso en el cual tuvo importancia radical Alfonso X y su corte de intelectuales agrupados en la Escuela de traductores de Toledo, integrada, entre otros, por judíos conocedores del hebreo y el árabe.

El castellano como lengua unificadora


Con la unión monárquica de Castilla y Aragón se concluyó el proceso de la reconquista, con el cual se había iniciado la lucha contra los musulmanes y que concluyó con la recuperación del reino de Granada, además de, con la expulsión de los judíos en 1492, los cuales hablaban una variedad del castellano: el judeoespañol o sefardí.
Según los especialistas, el castellano actuó como una cuña que, clavada al norte, rompió con la antigua unidad de ciertos caracteres comunes románicos antes extendidos por la península, penetró hasta Andalucía, dividió alguna originaria uniformidad dialectal, rompió los primitivos caracteres lingüísticos desde el Duero a Gibraltar, borrando los dialectos mozárabes, y ensanchó cada vez más su acción de norte a sur para implantar la modalidad especial lingüística nacida en el rincón cántabro. A la vez, el castellano se enriqueció gracias a los regionalismos peninsulares; por ejemplo, del gallego y del portugués (bosta, corpiño, chubasco), del leonés (rengo ‘cojo’), del andaluz (barrial ‘barrizal’, pollera ‘falda de mujer’), etcétera. Así, el castellano unificó rápidamente a gran parte de la península: desplazó las hablas leonesas y aragonesas; se convirtió en la lengua romance propia de Navarra, en lengua única de Castilla, de Andalucía y del reconquistado reino de Granada. Tuvo tal fuerza que no sólo se consolidó como lengua de unidad, sino también se vio definitivamente consagrada con la aparición de la primera gramática de una lengua romance: la Gramática de la lengua castellana de Elio Antonio de Nebrija, publicada en 1492 y, veinticinco años después, en 1517, con la obra del mismo autor, las Reglas de ortografía castellana, que compendia el texto anterior en su parte ortográfica.

El español llega a América


En 1492, cuando Cristóbal Colón llegó a América, el castellano se encontraba consolidado en la península, pero durante los siglos XV y XVI se produjo una verdadera revolución consonántica que afectó especialmente a las llamadas sibilantes, las cuales se redujeron, y ésa fue la variedad que llegó al Nuevo Mundo, generalmente conocida como español de América. En este continente se enriqueció con el aporte de las lenguas aborígenes de Hispanoamérica.
A partir del siglo XVI se impuso el término de español al convertirse en lengua nacional. De hecho, en 1536, es el emperador Carlos I, en presencia del Papa, quien utiliza por primera vez la expresión lengua española, la cual —según el monarca— "era tan noble que merecía ser sabida y entendida de toda la gente cristiana, hecha para hablar con Dios". El término castellano subsistió como nombre del actual dialecto de Castilla.
Desde 1492 a la fecha, el español se ha extendido por los cinco continentes. Además de ser la lengua oficial de España y de diecinueve países de América y el Caribe (México, Guatemala, Honduras, El Salvador, Cuba, República Dominicana, Nicaragua, Costa Rica, Panamá, Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia, Paraguay, Uruguay, Argentina, Chile y Puerto Rico, en este último, junto con el inglés), es, además, idioma nativo —total o parcialmente— en determinadas zonas de Estados Unidos (Nuevo México, Arizona, Texas, California y Florida), país en el cual es la segunda lengua principal, con 23 millones de hablantes. Se estima que en la próxima década, entre 27 y 30 millones de norteamericanos hablarán español, los cuales constituirán el 12% de la población de Estados Unidos. Ya Nueva York y Los Ángeles tienen, respectivamente, más de un millón de hispanohablantes.

El español en otros lugares del mundo


El español también se habla en Filipinas (cerca de un millón y medio de hablantes en 1988), junto con el inglés y el tagalo, y en Trinidad, isla situada cerca de Venezuela. Por otra parte, debido a que la isla de Pascua (cuya lengua nativa es el rapa-nui) es territorio de Chile, también se puede decir que el español se habla en la Polinesia.
Se afirma que el español es asimismo la lengua materna de cientos de miles de judíos sefardíes o sefarditas descendientes de aquellos expulsados de España en 1492, quienes viven especialmente en Turquía, los Balcanes, el Asia Menor, norte de África; pero también en Holanda, Grecia, Bulgaria, Yugoslavia, Egipto, Líbano y Siria; además, existen grandes comunidades en Francia, Estados Unidos e Israel.
En África, se habla español en Marruecos, y es lengua oficial y de instrucción en la Guinea Ecuatorial, donde la hablan más de 300.000 habitantes, mientras que en Oceanía cada día crece el porcentaje de hispanohablantes, pues en Australia reside un gran número de inmigrantes de origen hispano. Finalmente, se estudia en colegios y/o universidades en casi todas partes y es lengua oficial de las Naciones Unidas, la Unión Europea y otros organismos internacionales.
En consecuencia, la lengua española tiene presencia en todos los continentes, lo que la convierte en la tercera lengua más hablada en el mundo y en una de las más extendidas geográficamente. De las aproximadamente 5.000 lenguas que existen en todo el orbe, el español ocupa un lugar de privilegio con cerca de 400 millones de hablantes.

Historia del español en América
Cuando Colón llegó a América en 1492, el idioma español ya se encontraba consolidado en la Península, puesto que durante los siglosXIV y XV se produjeron hechos históricos e idiomáticos que contribuyeron a que el dialecto castellano fraguara de manera más sólida y rápida que los otros dialectos románicos que se hablaban en España, como el aragonés o el leonés, además de la normalización ortográfica y de la aparición de la Gramática de Nebrija; pero en este nuevo mundo se inició otro proceso, el del afianzamiento de esta lengua, llamado hispanización.
La América prehispánica se presentaba como un conglomerado de pueblos y lenguas diferentes que se articuló políticamente como parte del imperio español y bajo el alero de una lengua común.
La diversidad idiomática americana era tal, que algunos autores estiman que este continente es el más fragmentado lingüísticamente, con alrededor de 123 familias de lenguas, muchas de las cuales poseen, a su vez, decenas o incluso cientos de lenguas y dialectos. Sin embargo, algunas de las lenguas indígenas importantes -por su número de hablantes o por su aporte al español- son el náhuatl, el taíno, el maya, el quechua, el aimara, el guaraní y el mapuche, por citar algunas.
El español llegó al continente americano a través de los sucesivos viajes de Colón y, luego, con las oleadas de colonizadores que buscaban en América nuevas oportunidades. En su intento por comunicarse con los indígenas, recurrieron al uso de gestos y luego a intérpretes europeos o a indígenas cautivos para tal efecto, que permitiesen la intercomprensión de culturas tan disímiles entre sí.
Además, en varios casos, los conquistadores y misioneros fomentaron el uso de las llamadas lenguas generales, es decir, lenguas que, por su alto número de hablantes y por su aceptación como forma común de comunicación, eran utilizadas por diferentes pueblos, por ejemplo, para el comercio, como sucedió con el náhuatl en México o el quechua en Perú.
La influencia de la Iglesia fue muy importante en este proceso, puesto que realizó, especialmente a través de los franciscanos y jesuitas, una intensa labor de evangelización y educación de niños y jóvenes de distintos pueblos mediante la construcción de escuelas y de iglesias en todo el continente.
Sin embargo, aquellos primeros esfuerzos resultaron insuficientes, y la hispanización de América comenzó a desarrollarse sólo a través de la convivencia entre españoles e indios, la catequesis y -sobre todo- el mestizaje.
Pero no sólo la población indígena era heterogénea, sino que también lo era la hispana que llegó a colonizar el territorio americano, pues provenía de las distintas regiones de España, aunque especialmente de Andalucía.
Esta mayor proporción de andaluces, que se asentó sobre todo en la zona caribeña y antillana en los primeros años de la conquista, habría otorgado características especiales al español americano: el llamado andalucismo de América, que se manifiesta, especialmente en el aspecto fonético. Este periodo, que los autores sitúan entre 1492 y 1519, ha sido llamado -justamente- periodo antillano, y es en él donde se habrían enraizado las características que luego serían atribuidas a todo español americano.
En el plano fónico, por ejemplo, pérdida de la d entre vocales (aburrío por aburrido) y final de palabra (usté por usted, y virtú por virtud), confusión entre l y r (mardito por maldito) o aspiración de la s final de sílaba (pahtoh por pastos) o la pronunciación de x, y, g, j, antiguas como h, especialmente en las Antillas, América Central, Colombia, Venezuela, Panamá o Nuevo México, hasta Ecuador y la costa norte de Perú.
Por otra parte, los grupos de inmigrantes de toda España se reunían en Sevilla para su travesía y, de camino hacia el nuevo continente, aún quedaba el paso por las islas Canarias, lo que hace suponer que las personas comenzaron a utilizar ciertos rasgos lingüísticos que, hasta hoy, son compartidos por estas regiones, lo cual se ha dado en llamar español atlántico, cuya capital lingüística sería Sevilla -opuesto al español castizo o castellano- con capital lingüística en Madrid, y que englobaría el andaluz occidental, el canario y el español americano, aunque otros investigadores sostienen que sólo abarcaría, en América, las zonas costeras.
Evolución del español

SE INCORPORARON MUCHOS GALICISMOS (FRANCIA) PARA ADOPTAR LAS TEORIAS RACIONALISTAS QUE SE DABAN EN FRANCIA. LA LENGUA SE VOLVIO REBUSCADA, SE HIZO ARTIFICIAL YA QUE ALGUNOS GALICISMOS YA ESTABAN AQUÍ Y OTROS NO TENIAN SIGNIFICADO LO QUE PRODUJO LAS IRAS DE ALGUNOS LITERATOS. ESTA CORRIENTE DE ACEPTAR ESTAS ENTRADAS SE DENOMINO AFRANCESISMO. ENTRARON MUCHAS LOCUCIONES Y FORMAS SINTACTICAS QUE EN ESPAÑOL ESTABAN MAL DICHAS Y MAL CONSTRUIDAS. LOS NO FAVORABLES A ESTA INVASION FRANCESA SE DENOMINARON PURISTAS. NO SE HA DE NEGAR QUE MUCHAS PALABRAS TECNICAS Y DE LA CULTURA CLASICA ERAN NECESARIAS ADAPTARLAS (MATERIALISMO, MICROSCOPIO, ETC.) POR ELLO LA LENGUA EN GRADO CULTO SE ENRIQUECIO BASTANTE.
EN EL XVIII SE FIJA LA ORTOGRAFIA ESPAÑOLA COSA NO DETERMINADA HASTA ENTONCES. QUEDARON MUCHAS DOBLES GRAFIAS CON UN SOLO FONEMA (C-Z; V-B; J-G; C-Q (CUANDO “C” QUEDA COMO “Q”)).
LA LITERATURA TENDIA A SER CRITICA CON FORMAS, ESTAMENTOS, RELIGION, ETC..

¿Español o castellano?

Esta lengua también se llama castellano, por ser el nombre de la comunidad lingüística que habló esta modalidad románica en tiempos medievales: Castilla. Existe alguna polémica en torno a la denominación del idioma; el término español es relativamente reciente y no es admitido por los muchos hablantes bilingües del Estado Español, pues entienden que español incluye los términos valenciano, gallego, catalán y vasco, idiomas a su vez de consideración oficial dentro del territorio de sus comunidades autónomas respectivas; son esos hablantes bilingües quienes proponen volver a la denominación más antigua que tuvo la lengua, castellano entendido como ‘lengua de Castilla’.
En los países hispanoamericanos se ha conservado esta denominación y no plantean dificultad especial a la hora de entender como sinónimos los términos castellano y español. En los primeros documentos tras la fundación de la Real Academia Española, sus miembros emplearon por acuerdo la denominación de lengua española. Quien mejor ha estudiado esta espinosa cuestión ha sido Amado Alonso en un libro titulado Castellano, español, idioma nacional. Historia espiritual de tres nombres (1943). Volver a llamar a este idioma castellano representa una vuelta a los orígenes y quién sabe si no sería dar satisfacción a los autores iberoamericanos que tanto esfuerzo y estudio le dedicaron, como Andrés Bello, J. Cuervo o la argentina Mabel Manacorda de Rossetti.
Renunciar al término español plantearía la dificultad de reconocer el carácter oficial de una lengua que tan abierta ha sido para acoger en su seno influencias y tolerancias que han contribuido a su condición. Por otro lado, tanto derecho tienen los españoles a nombrar castellano a su lengua como los argentinos, venezolanos, mexicanos, o panameños de calificarla como argentina, venezolana, mexicana o panameña, por citar algunos ejemplos. Lo cual podría signifcar el primer paso para la fragmentación de un idioma, que por número de hablantes ocupa el tercer lugar entre las lenguas del mundo. En España se hablan además el catalán y el gallego, idiomas de tronco románico, y el vasco, de origen desconocido.
Como dice Menéndez Pidal "la base del idioma es el latín vulgar, propagado en España desde fines del siglo III a.C., que se impuso a las lenguas ibéricas" y al vasco, caso de no ser una de ellas.

De este substrato ibérico procede una serie de elementos léxicos autónomos conservados hasta nuestros días y que en algunos casos el latín asimiló, como: cervesia > cerveza, braca > braga, camisia > camisa, lancea > lanza.
Otros autores atribuyen a la entonación ibérica la peculiar manera de entonar y emitir el latín tardío en el norte peninsular, que sería el origen de una serie de cambios en las fronteras silábicas y en la evolución peculiar del sistema consonántico.
Otro elemento conformador del léxico en el español es el griego, puesto que en las costas mediterráneas hubo una importante colonización griega desde el siglo VII a.C.; como, por otro lado, esta lengua también influyó en el latín, voces helénicas han entrado en el español en diferentes momentos históricos. Por ejemplo, los términos huérfano, escuela, cuerda, gobernar, colpar y golpar (verbos antiguos origen del moderno golpear), púrpura (que en castellano antiguo fue pórpola y polba) proceden de épocas muy antiguas, así como los topónimos Denia, Calpe.
A partir del renacimiento siempre que se ha necesitado producir términos nuevos en español se ha empleado el inventario de las raíces griegas para crear palabras, como, por ejemplo, telemática, de reciente creación, o helicóptero.
Entre los siglos III y VI entraron los germanismos y su grueso lo hizo a través del latín por su contacto con los pueblos bárbaros muy romanizados entre los siglos III y V. Forman parte de este cuerpo léxico guerra, heraldo, robar, ganar, guiar, guisa (compárese con la raíz germánica de wais y way), guarecer y burgo, que significaba 'castillo' y después pasó a ser sinónimo de 'ciudad', tan presente en los topónimos europeos como en las tierras de Castilla, lo que explica Edimburgo, Estrasburgo y Rotemburgo junto a Burgos, Burguillo, Burguete, o burgués y burguesía, términos que entraron en la lengua tardíamente.
Hay además numerosos patronímicos y sus apellidos correspondientes de origen germánico: Ramiro, Ramírez, Rosendo, Gonzalo, Bermudo, Elvira, Alfonso. Poseían una declinación especial para los nombres de varón en -a, -anis, o -an, de donde surgen Favila, Froilán, Fernán, e incluso sacristán.
Junto a estos elementos lingüísticos también hay que tener en cuenta al vasco, idioma cuyo origen se desconoce, aunque hay varias teorías al respecto. Algunos de sus hábitos articulatorios y ciertas particularidades gramaticales ejercieron poderosa influencia en la conformación del castellano por dos motivos: el condado de Castilla se fundó en un territorio de influencia vasca, entre Cantabria y el norte de León; junto a eso, las tierras que los castellanos iban ganando a los árabes se repoblaban con vascos, que, lógicamente, llevaron sus hábitos lingüísticos y, además, ocuparon puestos preeminentes en la corte castellana hasta el siglo XIV. Del substrato vasco proceden dos fenómenos fonéticos que serán característicos del castellano.
La introducción del sufijo -rro, presente en los vocablos carro, cerro, cazurro, guijarro, pizarra, llevaba consigo un fonema extravagante y ajeno al latín y a todas las lenguas románicas, que es, sin embargo, uno de los rasgos definidores del sistema fonético español; se trata del fonema ápico-alveolar vibrante múltiple de la (r).
La otra herencia del vasco consiste en que ante la imposibilidad de pronunciar una f en posición inicial, las palabras latinas que empezaban por ese fonema lo sustituyeron en épocas tempranas por una aspiración, representada por una h en la escritura, que con el tiempo se perdió: así del latín farina > harina en castellano, pero farina en catalán, italiano y provenzal, fariña en gallego, farinha en portugués, farine en francés y faina en rumano; en vasco es irin.

La lengua árabe fue decisiva en la configuración de las lenguas de España, y el español es una de ellas, pues en la península se asienta durante ocho siglos la dominación de este pueblo. Durante tan larga estancia hubo muchos momentos de convivencia y entendimiento. Los cristianos comprendieron muy pronto que los conquistadores no sólo eran superiores desde el punto de vista militar, sino también en cultura y refinamiento.
De su organización social y política se aceptaron la función y la denominación de atalayas, alcaldes, robdas o rondas, alguaciles, almonedas, almacenes. Aprendieron a contar y medir con ceros, quilates, quintales, fanegas y arrobas; aprendieron de sus alfayates (hoy sastres), alfareros, albañiles que construían zaguanes, alcantarillas o azoteas y cultivaron albaricoques, acelgas o algarrobas que cuidaban y regaban por medio de acequias, aljibes, albuferas, norias y azadones.
Influyeron en la pronunciación de la s- inicial latina en j- como en jabón del latín 'saponem'. Añadieron el sufijo -í en la formación de los adjetivos y nombres como jabalí, marroquí, magrebí, alfonsí o carmesí. Se arabizaron numerosos topónimos como por ejemplo Zaragoza de "Caesara(u)gusta", o Baza de "Basti". No podría entenderse correctamente la evolución de la lengua y la cultura de la península sin conceder al árabe y su influencia el lugar que le corresponde.

Sobre el Ceceo y el seseo


Ceceo y seseo, fenómenos fonéticos que se producen en determinadas zonas donde se habla español y consisten en una pronunciación alterada de la z y la c (de cecina) con la s.
Existe seseo cuando se pronuncia s en lugar de z. En esos casos se conserva la ortografía del fonema, es decir, z ante a, o, u, y c ante e, i, pero no se emite en la lengua hablada. Junto a ello existe una alteración en la emisión de la s, que deja de ser ápico-alveolar para pasar a ser predorsal. Dada la extensión de la pronunciación seseante, ha dejado de ser considerada como errónea o dialectal, ya que sería más sencillo marcar las zonas no seseantes del dominio lingüístico hispano y que corresponderían a las dos Castillas, Madrid, algunas zonas catalano-hablantes, Asturias, Cantabria y el País Vasco. En el resto de los países y comunidades donde se habla español, incluidas las de América Latina, existe el seseo.
El ceceo consiste en pronunciar la z por la s. En este caso varía la pronunciación de la z, que no es interdental, sino que la punta de la lengua se apoya sobre los incisivos inferiores. Este fenómeno está poco extendido y no se considera un fenómeno correcto. Pertenece a algunas zonas de la Extremadura meridional y a la Andalucía rural. Es también un rasgo de la lengua hablada pero no escrita. Los hermanos Álvarez Quintero utilizan ambos fenómenos en sus obras de teatro costumbristas andaluzas para caracterizar a sus personajes.



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